El Rincón Literario
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año I

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Octubre 1999. Nº 9

Un querido y admirado compañero de la Universidad de Alcalá nos ha remitido este extraordinario relato, sacado de unir hechos reales ocurridos en las instituciones docentes españolas, preferentemente la alcalaína. Por ello, cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia, sino todo lo contrario. Afortunadamente los nombres y las fechas han sido lo suficientemente maquillados como para que este "membrum quod libet" no tenga que vivir el resto de sus días como Salman Rushdie.

Querido amigo, ¡muchas gracias! Nos lo hemos pasado como nunca leyendo estas páginas.

EL DEDO DE DIOS

Por "un membrum quod libet".

Dedicatoria del autor:
A todos los "don Federico" con lástima y un poco de envidia.
A todos los " no don Federico" con admiración y bastante más envidia.

-"Gaudeamus igitur iuvenes dum sumus..." - El coro universitario entonaba el viejo himno ante la plana mayor de togas, mucetas y birretes multicolores.

El rector, que no era melómano pero era pedante y aficionado al cine se inclinó hacia su vecino, decano de físicas

-Desde luego, Brahms era genial.

El físico, gran melómano, como corresponde a fauna de su pelaje, asintió con cara de circunstancias - ¿Cómo le digo yo al memo este que Brahms era genial pero no por el "gaudeamus", que se limitó a recoger en su Opus 80, con una serie más de viejos himnos universitarios alemanes, y que lo que están cantando es una armonización del director del coro y que poco o nada tiene que ver con Johannes Brahms? Éste no ha escuchado a Brahms más que en versión James Steward dirigiendo un coro universitario.

En puesto de honor el homenajeado, profesor don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña, académico de número de varias academias nacionales, académico correspondiente de media docena de extranjeras, doctor honoris causa por varias universidades, etc... dormitaba.

La letra del himno se colaba en su duermevela

... Post jucundam iuventutem... post molestam senectutem nos... habebit humus.

De repente, se sobresaltó, el birrete... bueno qué importa el color, casi se le cae en el regazo.

Ya estaba en la molesta senectud, ya pronto volvería a la tierra.

¿Qué había hecho hasta entonces?

El coro había cesado. En lugar preferente uno de sus colegas peroraba.

- Tú, prez y gloria de la ciencia de este país. Doctor a los veinte y pocos años...

- Valiente memo - pensó don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña.

-... maestro de tantas generaciones de intelectuales que por el mundo pregonan la calidad de tus saberes, tu talante humano... amigo donde los haya.

- Ahora empieza el peloteo. ¿No se acuerda el cretino este que hemos estado más de seis años sin hablarnos?

Efectivamente, cuando se decidió levantar un nuevo edificio para la Facultad cayeron en sus manos los planos, ambos se enamoraron de un cuchitril que quedaba justo entre sus respectivos Departamentos. La verdad es que el cuartillo de marras no pasaría de los 10 metros cuadrados, pero ambos agotaron su carga dialéctica en su defensa. Acabaron a voces.

Al final el cuartillo en cuestión no se hizo, pero ambos catedráticos y, en consecuencia, sus adjuntos y, en consecuencia, los adjuntos de los adjuntos y, en consecuencia, los doctorandos y, en consecuencia, los becarios y, en consecuencia, los administrativos y bedeles, cuando esta especie, hoy extinta, se enseñoreaba de la Universidad, como los dinosaurios de la Tierra en el Jurásico, dejaron de saludarse y cuando se encontraban por el pasillo evidenciaban la existencia del ser invisible.

Al final, sin saber por qué, cesaron las hostilidades.

- Todavía se recuerda la brillantez de tus exámenes, desde el Bachillerato se te distinguió...

Don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña, sintió un cosquilleo en sus neuronas... sus exámenes.

- Este niño es un inútil para los estudios, dedíquelo al comercio, que para esto es muy avispado - le había dicho el director del colegio de frailes a su padre. Don Federico senior, por supuesto, no lo aceptó. ¡Un tendero en su familia!, en la que había hasta un obispo, dicen que cardenal in pectore de san Pío X, (la pena es que Su Santidad se muriera sin expectorar la flema), varios catedráticos del instituto local y hasta un coronel de Estado Mayor. En fin una familia de alcurnia.

En aquellos tiempos en que pasar más hambre que un maestro de escuela no era un ocioso, unos cuantos regalos bien colocados, la persuasión de don Federico padre y de doña Rosina:

- Si mire Vd. don Fulano, ¿para qué necesita mi chico saber latín? Estoy pensando ponerle una tienda, ya sabe, unos almacenes, pero claro, al menos el bachillerato debe tenerlo...

Al final don Fulano acaba por ablandarse.

Mientras tanto Federiquín, futuro don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña que, evidentemente, para las letras era malo y para las ciencias peor, empezaba a desarrollar una habilidad que al cabo del tiempo se haría en él un arte: hoy se diría sabía elegir la rueda adecuada y dejar que le llevaran.

Ay aquél don José, el profesor de Matemáticas de 5º, con ése no valían zalemas, ni regalos, ni invitaciones a pasar unos días en el chalé de papá. Era un hueso de cuidado, pero... en el pupitre de detrás de Federiquín se sentaba un buen chico de gafas, que era una flecha.

- Pásame el examen...

- ¿Cómo?

- En el calcetín.

Y los temibles complejos, la incompresible probabilidad y las abstrusas demostraciones de trigonometría viajaban enrolladas en el calcetín o en el pliegue del pantalón.

Federiquín era astuto. Cambiaba la notación y nunca copiaba para más de un seis ó siete. Las religiones salían ayudando al profesor a Misa de siete y media y la filosofía apuntándose al Coro que dirigía precisamente el profesor de la materia.

A Fede no le entraría aquello del Barbara, Celarent; Darii, Ferio, pero había inventado el "Play Back" mucho antes que Julio Iglesias. (La verdad es que desafinaba como un botijo, pero bien situado en el coro detrás de un empollón, que afinaba bien, y echando la barbilla hacia adelante, ni Fleta).

Y acabó el bachillerato... y llegó la reválida.

Las letras a base de "chuletas" y las ciencias gracias al vecino de siempre que, por gracia del alfabeto, volvió a caer detrás de él le sacaron una vez más las castañas del fuego.

En resumen, Fede, ahora le llamaban así, perfeccionaba su arte, complementado con saber elegir el árbol que mejor sombra daba y saber estar en el sitio adecuado en el momento adecuado.

- Bueno Fede ya eres Bachiller, ya te corresponde el señor don, - le dijo su padre mientras le entregaba una hermosa cartera de piel con unos billetes y una cajita con tarjetas de visita en hermosa letra inglesa.

El preuniversitario fue algo más complicado. Primero el P. Director no quería que se presentara.

- No está preparado.

- Mire Padre, respondo de mi hijo. Ya sabe la suerte que siempre ha tenido. Preséntelo bajo mi responsabilidad.

La discusión fue larga. Al fin las dotes de persuasión de don Federico, sabiamente acompañadas de la promesa velada y, por supuesto, nunca cumplida de restaurar la capilla de san Onofre ("El Peludo" le llamaban los chicos) de la parroquia aneja al Colegio, triunfaron y Fede se presentó a examen.

En junio fue su primer fracaso. En la prueba oral, que entonces había que sufrir, el profesor le espetó un:

- Asseyez vous.

- ¿Qué?

- Asseyez vous s’il vous plait.

- ¿Cómo?

- ¡Qué se siente de una vez!

- Lo lamento, no le había entendido.

Lo pasó en septiembre, gracias a que ahora en la prueba oral de idioma le tocó un examinador algo sordo y con ganas de terminar.

- Lea.

Fede leyó guturalizando y nasalizando todo cuanto pudo.

- ¡No os paréis! - Les había dicho el profesor del colegio.

- Traduzca.

Traducir, no sabía ni por donde empezar. La tercera o cuarta palabra era "poisson". ¿Veneno o pescado...? El "no os paréis" del padre Ramírez martilleaba en su cerebro. Se la jugó y empezó a hablar de la industria conservera de la sardina con un aplomo digno de mejor causa y sin pararse. Le dieron un 7. Cuentan que a raíz del 7 el buen fraile que enseñaba francés jamás osó suspender a nadie.

El resto ya se sabe, las artes de Fede, que ya podía prescindir del amigo de siempre. Las chuletas y su buena suerte.

Había que matricularse en la Universidad. Fede compró su sobre, lo rellenó y ahí le tenemos de facultativo.

Aprender ciencia no aprendía mucha, pero iba perfeccionando sus habilidades hasta la más depurada de las artes.

Las chuletas para él eran una segunda piel. Su vista telescópica superaba la de Superman y tenía el acierto de copiar lo que estaba bien, no las barbaridades de sus condiscípulos.

Sabía quien era el mejor de cada materia, a su sombra se acogía. Sabía elegir el padrino adecuado para cada bautizo y convencerle para que llevara la candela. Los comunes los sacó en cuatro años pero salieron. Verdad es que tuvo que mariposear en torno a los del Opus, lo que le ayudó bastante, por supuesto sin comprometerse demasiado, sólo asistir a alguna reunión, rezar algunos padrenuestros y... ya veremos. Fede sabía nadar y guardar la ropa. Fue entonces cuando conoció a doña Adela.

Esta señora era profesora adjunta, encargada de prácticas. Solterona, (había hecho feliz a un hombre, decían las malas lenguas, tan mal carácter tenía) pasada ya la menopausia, (prematura por supuesto) de repente sintió despertar su instinto maternal y prohijó a Fede. Fede se dio cuenta y se dejó prohijar.

Malas lenguas decían de Doña Adela que era de la Sección Femenina. Fede rompió vínculos con la obra y sustituyó "El Camino" por las "Obras completas de José Antonio". Empezó su aproximación al S.E.U. Pronto supo que efectivamente Doña Adela había sido falangista, enfermera en la Guerra Civil, hasta se contaba que había despanzurrado un carro de combate con un artefacto que se fabricó con lo que encontró a mano en el hospital de campaña, lo que no era cierto, pero que era hedillista de la raíz a la copa. Fede supo rectificar a tiempo, pero no cortó del todo los lazos con el S.E.U. ¿Quién sabe lo que puede pasar mañana? Por lo pronto aprobó sin problemas las políticas (y habrá quien crea que esto de la "formación integral" es un invento moderno. O tempora o mores).

Empezó a rondar el Departamento.

-...bastante antes de terminar la carrera ya daba muestras de su gran talento firmando profundos trabajos de investigación. - Peroraba el orador...

- Estos dibujos no me gustan nada, comentó el Catedrático revisando el borrador de un artículo.

Muy modosito, Fede, cuya presencia no extrañaba a nadie en el Departamento, tomó aparte a Doña Adela.

- Si me lo permiten, el dibujo no se me da mal y tal vez podría...

- ¿De verdad?

- Por supuesto.

- Pues nada, inténtelo.

Fede no sabía coger un lápiz pero... el portero de su casa tenia un hijo, Pablito, que estudiaba para delineante y que era una filigrana con el tiralíneas, la trama y la plantilla de rotular.

Unos cuantos duros y la promesa, nunca cumplida, de conseguirle una beca para estudiar de Aparejador y Fede se convirtió en el dibujante oficial del Departamento.

No le dieron una peseta, pero al segundo artículo su nombre apareció en la lista de firmantes.

Las asignaturas caían una tras otra. Cierto es que hubo quien comentó que en el Departamento nadie se habría atrevido a catearle, ya que significaba un enfrentamiento con doña Adela y eso nadie lo deseaba, "que si había sido capaz de despanzurrar un tanque, qué no haría con un modesto profesor encargado de curso".

- Nada, que haga un trabajo... - solía ser la salida ante un examen desastroso.

Ahí entra en escena Tatiana.

Tatiana era la hija de un eminente sabio que debió exilarse como consecuencia de la Guerra Civil, pero que pronto se hartó de los Tovarich y consiguió que le dejaran volver a España. De la URSS se trajo una hija, Tatiana, de ahí su nombre, por aquel entonces tan exótico como Carmen o Pilar hoy día. Tatiana hablaba a la perfección el ruso y el alemán y don Remigio, su padre, seguía manteniendo excelentes relaciones, consentidas por las autoridades, con sus colegas esteparios que le hacían llegar por valija publicaciones científicas que eran la fuente de copia de Fede.

Los profesores que se tomaban la molestia de leer sus ensayos se asombraban. - ¿De dónde habrá sacado esto?, porque después del examen que ha hecho de su materia gris no sale y de las revistas del Departamento tampoco.

Algún profesor le propuso publicar alguna de aquellas monografías. Fede, siempre cauto, indagaba, y sólo se atrevía a lanzarse adelante si veía el cielo despejado.

Una vez en que fusiló el trabajo de una casi premio Nobel, a punto estuvo de llevarse un disgusto. El trabajo, algo maquillado, se mandó a una revista de campanillas sin su conocimiento, aunque, esto sí, incluido como décimo firmante.

Lo devolvieron con una escueta nota:

- Please, traslate it into understandeable English. - (El artículo, presuntamente, estaba redactado en inglés, empezaba por entonces la moda).

Fede suspiró y se encargó de hacer desaparecer el cuerpo del delito.

Empezó, siempre bajo la tutela de Doña Adela, a preparar su tesina.

La pobre Tatiana tuvo que hacer horas extras buscando algo que se pareciera a lo que Doña Adela quería conseguir. Al fin encontró algo que más o menos encajaba. Fede tuvo que sacar todo su arte para convencer a Doña Adela de que todo aquello lo había hecho él solito. La tesina empezó a pasase a máquina pero... ¡oh cielos! En el expediente de Fede había un hueco sin llenar. Una asignatura de segundo que no había conseguido aprobar.

Era una asignatura dura. Doña Adela, se dejó caer por el Departamento en cuestión.

- Es muy buen muchacho, no sé como le pudo quedar esta asignatura, mandadle un trabajo.

- Ni hablar, don Braulio es un "Cátedro" de la vieja escuela, dice que aquí nadie aprueba sin hacer un examen decente.

- Es que está muy atareado con su tesina y encima se le acaba la prórroga y tiene que irse a la mili.

- Nada. Habla con Don Braulio.

- ¡No! - Tronó don Braulio - Este tío es subnormal, deficiente mental, más tonto que una mata de habas y sabe menos de mi asignatura que yo del Swahili - (Entonces no era políticamente incorrecto llamar a las cosas por su nombre).

- Hombre Braulio, si es que en los exámenes se pone muy nervioso, deberías leer los trabajos que escribe y la tesina que tiene casi terminada.

- Los habrá copiado.

- Sólo le queda la tuya y, encima, tiene que irse a la mili. No vas tú a ser distinto a los demás... todos le hemos aprobado y hasta con nota.

- Pues no lo entiendo, os ha dado el mico a todos. En sus exámenes he leído más burradas que en treinta años de profesión. Que no le apruebo ea.

Pero don Braulio no contaba con la buena estrella de Fede.

Aquella noche le dio un arrechucho y se lo llevaron de urgencia a la clínica.

Doña Adela apareció de nuevo por el Departamento.

- ¿Qué os dijo de Fede Don Braulio?

- No hablamos de él y así como está, no hay modo.

- A mí me dijo que lo consideraría y que hablaría contigo, - mintió la vieja profesora. - Llámale porque es urgente, mañana hay que cerrar actas y luego está la dichosa mili.

- Y yo te digo que no se le puede molestar.

- Tal vez hizo alguna corrección en las actas.

- No lo entiendo, aquí pone Federico etc. "...0,5; aprobado". No sé qué hacer.

Después de muchas porfías, el adjunto acabó convencido: "in dubio pro reo". Todo sea que cuando Don Braulio regrese no se lleve otro ataque.

Cuando don Braulio regresó unos meses más tarde se lo tomó por el lado bueno.

- Este chico llegará lejos, ha sido señalado por el dedo de Dios. La secretaria se equivoca al pasar las actas y a mí me da el infarto en el momento más oportuno.

Por cierto que no recordaba si por pies planos o por estrecho de pecho, se libró de prestar Servicio Militar.

- ...tu brillante tesina y tu más brillante doctorado.

Pobre Tatiana. Era feúcha, narigona... La verdad es que Fede nunca la engañó, pero la dejó creer.

- Necesitamos una buena tesis.

Y la tesis llegó, pero había que traducirla.

Mientras, Doña Adela había intrigado para que consiguiera su primera beca.

No era muy grande pero, tampoco él necesitaba mucho, D. Federico tenía dinero o, al menos, esto hacía creer.

- Pues ya ve Vd. Padre como se equivocó con mi Fede... el mejor de su Facultad.

El religioso no entendía nada. ¿Sería verdad que el asno más asno que había pasado por las venerables aulas del colegio iba camino del Nobel? (Las trapisondas de Fede ya eran del dominio público en el Colegio. - No les pillé, - había dicho don José, cuando de enteró - mejor para ellos). También decían que Einstein había sido un desastre en el Bachillerato o como lo llamaran en Alemania. En fin, cosas veredes.

Y don Federico se fue satisfecho y dándose por exonerado de restaurar la capilla de san Onofre Peludo que, por cierto, ya había reparado una "devota persona".

- Ahora debes salir al extranjero, - y buscaron un buen apaño.

Mientras, Fede había descubierto otra habilidad, el chollo del dibujo se estaba acabando porque Pablito ya era un delineante bien establecido y, además, cansado de esperar la beca prometida por Fede, se había matriculado libre en Aparejadores y andaba por segundo. Para salir dignamente del trance, Fede se inventó una tendinitis crónica en el dedo índice de la mano derecha. Se colocó una férula y hale a pasar los días hasta que se olvidaran de su "habilidad".

Su buena estrella brilló de nuevo.

En la Facultad habían comprado un extraño artilugio, llamado "Xerocopiadora", que reproducía los papeles que se le ponían sobre una especie de cristal translúcido. Fede aprendió a manejarla mejor que el bedel encargado de su uso y en el cuchitril donde estaba instalada se pasaba horas haciendo filigranas de reproducción. Con las tijeras, el pegamín y la extraña máquina era un artista.

También había perdido el miedo al fusileo y fusilaba sin piedad. Encima apareció por el Departamento otro joven licenciado realmente brillante. Trabajaban juntos, y eran un buen equipo. Fede sabía tocar los resortes adecuados, Juan era un excelente experimentador y manejaba las matemáticas cual Euler redivivo.

Las ideas fusiladas por Fede en manos y cerebro de Juan eran trabajos sobresalientes. Y empezaron a publicar.

La tesis seguía, pero con viento en calma chicha, y Tatiana se iba cansando de esperar nada. Fede se daba cuenta, pero...

Unos meses en el extranjero, donde sus habilidades con la Xerocopiadora, sus dotes de estar en el momento oportuno en el sitio oportuno... le granjeaban simpatías.

Volvía cargado de regalos y de cartas encantadoras pero, nada más.

- Habría que publicar algo de lo que has hecho en...

La verdad es que, salvo pasárselo muy bien, poco había hecho, sin embargo, un artículo traducido por Tatiana, adecuadamente desfigurado, y todos contentos.

El nombre de Fede iba aureolándose y su expediente crecía y engordaba, como un bizcocho bien hecho, horneado a la temperatura adecuada, y también como el bizcocho a base de aire.

El cansancio de Tatiana también crecía, cierto es que Fede no había prometido nada pero... y cada día trabajaba con menos prontitud.

La tesis de Fede seguía cada vez más empantanada.

- Se te está acabando la beca y no veo posibilidades de otra, habrá que buscar alguna placita de profesor no numerario.

Justo cuando cumplía la beca salió la plaza a concurso.

En la lista de meritorios, Fede estaba el tercero o el cuarto, además no era doctor y, a pesar de sus chapuzas, tampoco era el que más publicaciones internacionales tenía. ¡Qué pena que Tatiana no supiera inglés! Encima el expediente no era de lo más brillante, en fin, a ver que pasaba.

- Echa los papeles que ya verás como sale.

- ... el primer concurso que ganaste en reñida y noble lid.

Llegó el día de la resolución. Los tres que estaban por delante en años defendidos por sus padrinos respectivos, además había algún otro más moderno y con mejor expediente y dos de la calle que, no obstante sus brillantes curricula, no pasaron de la primera discusión, faltaría más.

Juan también quería concursar, pero se le convenció de que el momento no había llegado, paciencia que todo se andará.

Doña Adela era un hueso duro de roer. Cierto que el expediente de Fede tenía más de una lámpara, pero ¿y su servicialidad, y su utilidad para el Departamento? ¿Quién más disponible que él, que todos sabían que era el primero que llegaba y el último que se iba? (La verdad es que llegaba cinco minutos antes que Doña Adela y se iba cinco después). ¿Quién más dispuesto, que dibujaba (llevaba un año justo sin dibujar un palote, pero esa era otra historia) como Miguel Ángel, y que estaba siempre a punto para hacer las copias que hiciera falta, porque a ver quién sacaba las xerocopias tan magníficamente y con tanta prontitud? Se votó, salía empate, doña Adela estaba nerviosa. Los padrinos no cedían, pero tampoco se ponían de acuerdo. Era la hora de comer y todo estaba casi como al principio.

- Lo dejamos para más tarde.

La vieja profesora inició su labor de zapa. Sus argumentos se repetían: su servicialidad y disponibilidad, además se le estaba acabando la beca y los otros podían optar a otra, él no. Al final una vez más el dedo de Dios encarnado en Catedrático dictó la sentencia inapelable. Los tejemanejes de Doña Adela habían tenido éxito una vez más.

A partir de aquel día Fede entraba en el claustro docente de la Facultad. Verdad es que en la categoría más ínfima. Verdad que con un salario que no le daba ni para pagar el autobús y el bocadillo días alternos. Verdad que por aquel sueldo se le iba a exigir más tiempo de dedicación que al catedrático y dos adjuntos. (Y se sabe, y es ley, que en la Universidad el tiempo de carga docente es inversamente proporcional a la categoría del profesor), pero ya había echado el ancla como la solitaria sus apéndices y de allí nadie le iba a mover.

Tatiana un buen día desapareció. A su padre le habían ofrecido un buen puesto en una Universidad americana y ambos se eclipsaron, dejando a Fede con su tesis a la mitad.

Había que hacer algo.

- ... aquella brillante y original tesis, asombro de todos los estamentos...

Juan tenía novia y ganas de casarse. El instinto de Fede encendió una luz verde. Y las cosas rodaron bien. Primero dejar caer la semilla y después...

- Hasta que nos salga la plaza nos salen canas.

- Si no fuera por mi tesis preparaba oposiciones a Instituto. La verdad es que no están tan mal.

La labor de zapa hizo su efecto.

- Fede me voy, esto no lo aguanto más, quiero casarme y los años van pasando, así que me voy a presentar a oposiciones de Instituto y salga el Sol por Antequera.

Fede sintió que se quedaba sin su compañero, como también sintió la marcha de Tatiana que, por cierto, no había dado nueva señal de vida, pero era preciso, buenos compañeros iba a encontrarlos sin dificultad y el problema acuciante era su tesis.

- Hombre Juan aquí...

- Aquí hay dos tipos de personas, los vocacionales ante los que me descubro, capaces de pasarse en precario hasta los treinta o cuarenta años esperando que les toque el turno y salga su plaza y los que no pueden estar en otros sitios, porque no valen para nada.

- Hombre esto es muy fuerte.

- Pero real como la vida misma ¿Te cuento casos?

- No hace falta. ¿Y a mí dónde me ubicas?

- Tú eres mi amigo.

En resumen Juan sacó la oposición y le destinaron a Galicia. Se casó y se dispuso a emigrar a los verdes prados del noroeste.

- Juan, lo siento mucho, - Dª Adela hablaba - pero su trabajo no conduce a nada, es interesante, pero no se tiene, además creo que Ferm y no sé quién más de Colorado acaban de publicar algo que invalida lo nuestro. Mejor dejarlo y cuando regrese, si tiene tiempo y ganas, buscaremos un tema adecuado a su talento.

Juan no se lo acabó de creer pero tenía ganas de perder de vista aquella docta casa y aquella noche, sin tomarse la molestia de destruir sus papeles, ni siquiera de recogerlos, tomaba el tren para El Ferrol (entonces del Caudillo).

A los tres meses la tesis de Juan, que no conducía a nada, casi intacta, las escasas correcciones eran de Doña Adela, proporcionaba un "cum laude" a Fede, justo en materia, pero injusto en persona.

El nuevo y flamante Doctor obtenía por concurso una plaza de categoría superior.

Doña Adela, a punto de jubilarse, había orientado una vez más el dedo de Dios.

- ... tu acendrado amor a la libertad y talante demócrata te causaron dificultades que tu entereza y claridad de ideas superaron.

El viejo General estaba en las últimas, se veía que las cosas iban a cambiar. Fede una vez más supo acertar. Se afilió por una parte a la U.G.T., clandestina por supuesto, y al Partido Socialista Obrero Español, allí encontró a más de un antiguo miembro destacado del S.E.U. Hay que evolucionar.

Pensó que un pasado de persecuciones le favorecería y las cosas rodaron a su gusto. A un pobre municipal, que le puso una multa de aparcamiento indebido frente a una iglesia, le llamo lacayo del fascismo, oveja del oscurantismo y acabó tirándole el pito de un manotazo.

Por supuesto le detuvieron y en la Facultad se montó un guirigay, pintadas, sentadas, manifestaciones contra la represión fascista, etc. Doña Adela se enteró, movió teclas y Fede salió del calabozo de la D.G.S. con una multa de cuarenta duros. Pero enterada de las veleidades políticas de Fede dejó de hablarle.

La verdad es que a Fede no le importó, ya contaba con ello, y la pobre Doña Adela, como Juan, ya había cumplido. "Traidor no es menester..."

- ... cuando la vida, como a todos, te sacudió con alguno de sus reveses, no te dejaste hundir, como Heisenberg en su tesis doctoral, supiste hacer del fracaso éxito y saliste adelante más decidido que nunca.

Reveses, sólo uno serio. Iba a salir la plaza más ambicionada por Fede, sabía que si la sacaba estaba a dos pasos de la adjuntía, titularidad la llamaban ahora. Era suya. ¿Quién osaría disputársela?

Pero... el señor cátedro tenía una hija, bueno tenia cinco entre varones y hembras, pero ésta era algo especial para él. Una especie de patito feo, corta de cualidades, físicas, químicas, e intelectuales, así que cuando el delantero centro del equipo de la Facultad, que no Fede, apareció por el Departamento preguntando por "el jefe", la gente se asombró, pero nadie sospechó nada extraño.

- Mire, a pesar de las modas yo soy de la vieja escuela, me tengo por un caballero, así que prefiero que sepa Vd. las cosas por mí antes que malas lenguas le informen mal. Salgo con Purita pero voy en serio, no pretendo pasar el rato a su costa sino todo lo contrario.

- Magnífico muchacho, así deberían ser todos, cuenta con mi apoyo para todo lo que necesites ¿Ya has terminado la carrera?

- Sí señor.

- ¿Y...?

- Me gustaría dedicarme a la investigación y a la docencia.

- O sea que quieres ser de los nuestros.

Es ocioso pensar para quién fue la plaza en litigio.

Fede intrigó, acudió al Sindicato, al Partido, hasta al S.E.U., ya de capa caída, y acabó pasándose con armas y bagajes a CCOO, pero todo en vano. A esperar una temporada más. Encima el tropezón le impidió acceder a la carrera funcionarial por la tangente como lograron muchos PNN del momento, ya se sabe que en España "provisional" significa "en espera de definitivo por la trastienda".

Por fin salió "su" plaza.

-... aquella fantástica primera oposición que ganaste.

Como era y es tradición, Fede "diseñó" el perfil del puesto, designó bajo cuerda presidente y secretario del tribunal y preparó concienzudamente los ejercicios, a fin de cuentas ¿no llevaba casi una docena de años haciendo todo lo factible por el Departamento? ¿No había hecho él solo más fotocopias, ahora ya se llamaban así, que páginas tiene la Espasa?

Había que asombrar al personal. Buscó diapositivas, láminas desplegables, un diccionario de citas le surtió de material decorativo, y adelante.

Entre los rivales dos de la casa, uno de ellos de otro Departamento que deseaba foguearse, dos de otra Facultad con el mismo fin y otro de Cádiz, cuyo expediente era para poner los pelos de punta de puro brillante.

Al del Departamento, como era y sigue siendo tradición, se le advirtió muy seriamente de que aquella no era su guerra.

Con el de Cádiz se intentó contactar pero fue inútil.

Llegó el día de la presentación.

Fede dudó entre presentarse de modo informal, haciendo honor a su condición de sindicalista, o adecuadamente indumentado. Al final, sabiendo la línea política del Presidente del Tribunal, compañero en la lucha final, pero no deseando romper la tradición de la Casa, optó por una solución intermedia, traje de pana color mostaza, camisa clara y al cuello pañuelo de seda, roja por supuesto.

El Gaditano no aparecía. Entonces llegó un motorista de telégrafos.

- "Huelga de maquinistas de RENFE tiéneme bloqueado en Alcázar, ruego prorroguen plazo de presentación".

El tribunal se reunió a deliberar. "El candidato debía haber previsto con tiempo cualesquiera circunstancias, se entiende pues no presentado y decae en sus derechos".

Cuando don Braulio, el del 0,5 aprobado, lo supo, lanzó una risotada. "Siempre dije que este muchacho había sido señalado con el dedo de Dios, de ministro le tendremos".

La oposición pasó casi sin pena ni gloria. Los "sparrings" asumieron su papel y el tribunal le concedió la plaza por unanimidad. Poco importó que en la memoria docente propusiera un programa de 60 temas para 50 horas de clase, poco que las prácticas anduvieran picoteadas de aquí y de allá, menos que el tema que expuso fuera casi de C.O.U. Ni siquiera a las preguntas de salón que se le formularon fue capaz de dar respuestas mínimamente brillantes. Salió del paso y poco más, o menos. Era su plaza y punto.

Don Federico se volvía a adormecer en sus recuerdos.

A partir de aquí todo siguió su curso sin problemas. Hasta Tatiana regresó con un fracaso matrimonial a cuestas y dominando el inglés, lo que permitió a don Federico reanudar la vieja amistad, con más frutos si cabe.

Aprendió además que más útil que leer textos científicos era leer el B.O.E y los proyectos llovieron.

- ... la impronta de tus saberes quedó plasmada en varios textos de fama internacional.

Los textos. El primero que escribió, mejor dicho que hizo que un becario de confianza revisara, era poco menos que unos apuntes tomados en clase por el alumno, en este caso "a", pelota que nunca falta. Era un refrito de varios autores. La chica amanuense era listilla y la promesa de un sobresaliente da alas; fue capaz de completar las sansiroladas pseudoacadémicas de Fede, perdón, don Federico. El becario buscó, amplió, y al final salió el refrito.

Se vendió, claro que sí, pues faltaría más, qué iban a hacer los pobres alumnos sino comprarlo.

El siguiente fue obra de Tatiana, aburrida de la vida, que tradujo un manual de allende las estepas. Por cierto, el manual original tenía un error de bulto en la página 47 y otro en la 153. Los errores aparecieron en la versión de Fede en las páginas 45 y 158 y en las sucesivas ediciones, "corregidas y aumentadas", fueron cambiando de ubicación, pero no de intensidad.

- ... cuando debiste opositar para acceder a la cátedra...

La otra oposición. Ésta la tenía difícil. El viejo catedrático ya estaba a punto de la jubilación.

- Mira Fede, compréndelo. Yo, si fuera posible, te apoyaría, sé que es tu turno, pero está mi yerno, ya sabes, el marido de Purita y, claro, debo apoyarle a él, tal vez, casi seguro, cuando yo me jubile saldrá una cátedra para tí.

Otra vez el maldito ex-delantero centro. (Ya estaba fondón y tripón, como casi todos los deportistas cuando dejan el deporte). Sin el apoyo del Catedrático mal asunto para don Federico.

- Bueno, si insistes preséntate, es tu tiempo, pero atente a las consecuencias.

A pesar de toda su intuición, que nunca le había engañado, martilleaba... preséntate... preséntate... y don Federico presentó los papeles, al menos le serviría para foguearse. Medio Departamento, empezando por el ex-futbolista, dejó de hablarle, pero no le preocupó lo más mínimo, con ello contaba.

Dos días antes de la fecha del primer ejercicio el Dedo una vez más funcionó.

Regresaba a casa de una función de teatro cuando un coche estacionado en las sombras le llamó la atención. Era el de su colega el ex delantero. Allí estaba muy amartelado y no con Purita, ni siquiera con una pelandusca cualquiera, sino con un efebo juncal y sinuoso.

Conseguir que el catedrático lo supiera fue fácil.

- Hacerle esto a mi Purita el mariconazo este - (ahora ya no era políticamente correcto llamar a las cosas por su nombre, pero los viejos catedráticos aún estaban por encima del bien y del mal y hacían lo que les daba la gana). - Ahora entiendo muchas cosas. Pues se va enterar - fueron los buenos días a los miembros del tribunal.

Y se enteró, vaya si se enteró. Pasó de delantero centro a portero malo de balonmano, tantos goles le encajaron.

Parecía que el horizonte se despejaba para don Federico pero ocurrió algo impensado. Uno de los miembros del tribunal había tenido un problema de transporte y llegó justo momentos antes de que se iniciaran las intervenciones.

Era íntimo del catedrático y éste le había pedido unos días antes que fuera a por don Federico con la artillería pesada, pues faltaría más. No hubo tiempo de avisarle del cambio de planes.

Al ilustre tribuno le sorprendió el ataque furibundo de los restantes miembros del tribunal, empezando por el Catedrático, hacia el ex delantero. - En fin, - pensó, - quieren darle más verosimilitud a la cosa, así que habrá que sacar los misiles, - y la emprendió con don Federico a las primeras de cambio.

Don Federico no se había tomado la molestia de hacer nada nuevo, ¡simplemente había echado mano de los trabajos de la primera oposición! ¿Para qué complicarse la vida, si total las cosas estaban como estaban?. En los dos días poco había podido hacer.

- ¿Podría Vd. explicar a este tribunal cómo se las va a arreglar para dar un mínimo de nivel universitario a 60 temas, si sólo dispone de 50 horas lectivas, que todos sabemos que se van a quedar en unas cuantas menos?

- Dice Vd. que va a apoyarse en videos para agilizar sus explicaciones. ¿Puede decirnos cuáles?

- Veo que propone "unas prácticas". ¿Podría indicar cuáles, por qué y cuándo?

- Piensa Vd. seguir una evaluación continuada de sus alumnos. ¿Podría aclarar un poco su metodología?

- ¿Podría aclarar la ubicación exacta de las citas bibliográficas de su memoria?, porque, por ejemplo, la de la página 67, párrafo sexto, no se ajusta a lo que Vd. dice, ni la de la página 85, ni la 117...

- ¿Sabe Vd. que el texto base que parece proponer hace tiempo que se ha quedado obsoleto?

- ¿Sería Vd. tan amable de establecer una relación, si es que existe alguna, entre el programa que Vd. propone y los descriptores de la asignatura?

- Cita Vd. sus importantes trabajos doctorales y postdoctorales y sus estancias en el extranjero. ¿Podría relacionar a este tribunal alguna publicación, alguna patente consecuencia de los mismos?

- En sus publicaciones, - aquí sonó la bomba, -¿no sería más cierto hablar de malas traducciones de trabajos extranjeros? El último texto que ha publicado es una copia con los mismos errores que el original, como el de la página 45 que, por cierto, en el original ya está corregido desde su tercera edición. Y hasta para su tesis realmente se apropió de los trabajos de uno de sus compañeros.

Los templados nervios de don Federico, que al principio salían más o menos del paso, no aguantaban ya el bombardeo. El catedrático intentó parar el temporal, pero lo empantanó más.

Don Federico sintió que se le hacia un nudo en la garganta. Se le quebró la voz y estalló en un sollozo. - No, lo sé, no, lo sé, no he tenido tiempo de ajustar algunos detalles, la premura, son deslices mentales, no, no copié, ni plagié a nadie. ¿Cómo iba a plagiar si no sé ruso?.- (Nadie había dicho que las copias eran de textos rusos). El curriculum de don Federico parecía desinflarse como un globo pinchado y lo de la tesis... tal vez Juan que ya había regresado, pero no, no era posible. No se le ocurría salida airosa, no entendía nada.

Al final el golpe de teatro, se puso pálido, perdió el habla, se desplomó en una silla.

El viejo catedrático intervino. - ¿Se encuentra Vd. bien? ¿Desea continuar? Tómese un sorbo de agua.

Doña Adela ya canosa y achacosa, pero que a pesar de todo seguía sintiéndose madre putativa de Fede, con la vitalidad de siempre, desde el publicó saltó. - ¡Claro que desea continuar!

Don Federico se repuso. - Sí, sí, - se secó el sudor, las lágrimas o lo que fuera y con más pena que gloria acabó su primer ejercicio.

Por supuesto, pasó al segundo sin oposición, al ex-futbolista lo tumbaron en el primero.

Allí el abogado del diablo quiso mantener su línea y continuó, con más suavidad. Ya estaba al corriente de los nuevos vientos, pero siguió cargando la mano, no era serio pasar en dos días de abogado del diablo a procurador de la causa.

La ignorancia científica de don Federico era evidente.

Sus pomposas citas tomadas de un diccionario no se tenían. Hasta a preguntas casi de Bachillerato dio respuestas titubeantes, balbucientes, incorrectas, ni siquiera incorrectas, ni siquiera falsas, como habría dicho W. Von Pauli. De nuevo le fallaron los nervios, de nuevo titubeó, balbuceó, gimoteó pero no abandonó.

Salieron las notas: la cátedra se le asignaba por unanimidad del tribunal. Ninguno se atrevió a negarle el voto, fuera que cuando en sus respectivos terrenos ocurriera algo semejante se les devolviera el desfavor.

Ya era Catedrático in aeternum. Las cosas debían y podían seguir su curso natural. El mal rato de la oposición se olvidó y hasta la barbaridad del texto permaneció, no iba a dar la razón a aquel energúmeno.

Unió a sus lecturas el Boletín de la Comunidad. Sabía donde encontrar y encontraba.

- No sólo fueron tus libros de texto los que te dieron fama, también profundas obras de reflexión científica salieron de tu pluma incansable.

El best-seller de Don Federico. Era un libro excelente, moderno, audaz, inquisitivo. También tenía su historia.

Un viejo colega del padre de Tatiana, ya próximo al jubileo definitivo, apareció por España. Portaba bajo el brazo el manuscrito de una obra, que en su país, la caída del muro, la crisis, no encontraba fondos para publicar.

Habló con don Federico, siempre mediando Tatiana como intérprete.

- Sí, es interesante, yo creo que podría conseguir fondos para una edición, claro que Vd. aquí no es conocido y ya sabe, las editoriales no se arriesgan ni aún en una obra de la calidad de la suya... Hombre, tal vez si buscara Vd. un colaborador conocido que hiciera algunas correcciones más o menos formales en su libro, sólo para justificar su firma como coautor, lo tendríamos más sencillo. Será difícil porque el tema que trata no tiene mucho, como diría, gancho. Pero con un colaborador bien relacionado...

El incauto ex camarada picó, vaya se tragó cebo, anzuelo y caña.

- ¿Y Vd. no podría unir su nombre al mío? Me sentiría muy honrado de colaborar con Vd. Además, alguien debería revisar las traducciones al inglés - (el dedo de Dios no había incluido las lenguas de fuego del espíritu Santo, y don Federico seguía fiel al español y basta) - y al castellano.

- Mire querido colega, yo del tema en concreto no soy un gran experto, no sé si además sería abusar de Vd. Por unas simples gestiones ponerme a su altura, no por Dios.

- No sea modesto, puede hacerlo y yo, le repito, me sentiré muy honrado de que una su nombre al mío.

Fede seguía largando sedal, aún no era el momento del tirón.

- Bueno déjeme el libro unos días para que lo estudie con detenimiento. Veremos qué se puede hacer.

- He estudiado el libro y he tratado con el asesor científico de la Editorial X. La publicación parece es cosa hecha, en breve tendrá noticias mías. Hay algunos detalles que ajustar pero, le repito, en unos meses el libro en la calle.

El extranjero sonrió feliz. La obra de su vida por fin saldría en letras de molde, sin costarle un rublo y regresó a su país.

Don Federico no estaba dispuesto a compartir gloria y honor, porque su instinto, que no su ciencia, le decía que aquel libro era bueno, muy bueno, de modo que fotocopió, mejor dicho, mandó fotocopiar el manuscrito, embaló cuidadosamente el original y preparó una carta muy sentida en la que daba parte al insigne colega de que la editorial se había echado atrás y que la publicación no era posible.

Los inviernos polares no respetan ni a sus hijos y un catarro mal curado degeneró en neumonía y el pobre profesor ex-soviético, ya pachuchillo tras el desengaño del rechazo de su libro, pasó a comprobar quien, si Stalin o el Patriarca de Moscú, tenía razón respecto al Paraíso.

El libro, como estaba previsto, salió en inglés y español con un único nombre de autor, aunque, eso sí, una hermosa nota in memoriam del sabio profesor X, gracias a cuyas sugerencias e impagables consejos el libro había visto la luz.

- ... con ojo sabio y prudente siempre elegiste los mejores estudiantes para hacerles tus más directos discípulos.

Sabía que su éxito dependía de sus colaboradores.

Siempre buscó tener adláteres con una tipología especial: buenos intelectualmente, pero tontos humanamente, o mediocres y con aspiraciones, y siguió chupando del bote.

Sus ayudantes trabajaban y él firmaba. Su fama internacional crecía. Sus artículos ya casi ni se revisaban. En su astucia sabía quien más o menos iba a hacer la lectura de sus trabajos y se cuidaba muy mucho de que se le citara varias veces en el manuscrito. Ya no necesitaba fusilar trabajos de nadie. En casa tenía suficiente gente, negros, vaya, que trabajaban a destajo.

- ... siempre atento a tus discípulos, se cuentan por docenas los científicos de talla que han salido de tu Departamento a tantas Universidades y centros de investigación nacionales y extranjeros.

Con su gente siempre se portó bien, excepto, naturalmente, en lo que hace a las exigencias laborales. No obstante su filiación izquierdista y su sindicación comisionista, aceptaba como lógico y natural tener a un pobre muchacho trabajando de sol a sol por 45.000 ptas. constantes del 95, sin ninguna clase de derechos; dar la boleta a un profesional con una docena de años de labor si su plaza le interesaba dársela a una tercera persona que, en aquel momento, pudiera serle más útil; preterir un magnifico expediente por una conveniencia coyuntural; pagar favores personales con recompensas institucionales etc. En fin, la sempiterna Universidad española. No obstante, a los fieles les consiguió todo cuanto en su mano estuvo, eso sí, si alguno se desmandaba, poco duraba en su Departamento.

Consiguió becas, negoció plazas, en esto fue agradecido.

Hasta cuando a uno de sus más inmediatos colaboradores se le acusó de acoso sexual a una alumna salió en su defensa, sin importarle quién tenía la razón. Hay que decir que la tenía el profesor, la chica era una histérica y se enamoró del profesorcillo, guapete pero cretino, (ya se ha hablado antes de la tipología del personal entre el cual don Federico reclutaba su equipo). Don Federico consiguió que su segundo fuese exonerado de todo cargo y repuesto con honores, como en las películas americanas, pese a dos sentadas y tres o cuatro artículos y reportajes de prensa y televisión locales.

Sólo una vez se equivocó, vaya metió la pata hasta el corvejón, fue con Margarita.

Margarita era una chica modosita, medio monja de una de estas congregaciones que fueron apareciendo después del Vaticano II. La verdad es que a primera vista y a juzgar por los pantalones vaqueros que usaba, dos o tres tallas menores que la necesaria, o las minifaldas con las que de vez en cuando aparecía por la Facultad, nadie lo habría sospechado, pero bastaba hablar dos palabras con ella para que se le viera el plumero.

Era lo que en buen castellano se llama una "empollona". Su curriculum académico era una sucesión de sobresalientes y matrículas de honor, bueno, con una excepción: la asignatura del inefable don Braulio.

Este profesor, un tanto cascarrabias, se había propuesto, vana ilusión, como canta el tenor de la Francisquita, que sus alumnos "pensaran".

- Qué narices, esta tía es capaz de aprenderse la guía telefónica de Nueva York, digo, de Tokio que vendrá en japonés, pero en la vida será capaz de saber como funciona un teléfono.- Había tronado.- Nada, que si la apruebo a ella, apruebo a todos los loros del zoo o a todos los magnetofones de "El Corte Inglés".

Al final acabó cediendo.

- Porque me ha pillado en mi época de Sancho Panza... porque sino, anda que la iba yo a aprobar. - (Don Braulio tenía su diagrama de Hertzprung-Russel especial para profesores, según el cual se empezaba siendo Sancho el Bravo, se pasaba a la época de Sancho el Fuerte, y se acaba de Sancho Panza, esto si no se abandonaba la secuencia principal y se acababa de papanatas, lo que no era infrecuente).

Resumiendo, Margarita apareció por la cátedra de Fede con la pretensión de doctorarse. El instinto de don Federico barruntó algo raro, pero, con aquel expediente, quién no la iba a acoger con bandera y banda de música, o con cucañas y danzas del país, que eso del militarismo ya estaba mal visto. Uno de los adjuntos se hizo cargo, como era lo común, de dirigir la tesis de la monjita. Don Federico figuraría como codirector.

La tesis empezó a trabajarse y don Federico ni se enteró de cómo iba, pero ocurrió un imprevisto.

Al director "real" le ofrecieron una estancia por un par de años en una Facultad extranjera y no era cuestión de perder la oportunidad, así que Don Federico tuvo que hacerse cargo él solito del trabajo de Margarita.

Los resultados que salían eran asombrosos. Algo fuera de serie. Don Federico, que del tema en cuestión estaba bastante pez, pese a haber firmado cinco artículos y dos comunicaciones breves, y sólo tenía una remota idea por lo comentado con el antiguo Adjunto, vio que las cosas encajaban y sin más complicaciones se animó.

- Nada hija, adelante, esto parece que sale.

Las correcciones de don Federico fueron puramente formales, no podían ser de otro modo, pero lo aprendido en la época del pegamín y la fotocopiadora, ahora sustituidos con ventaja por el "scaner", el "cut and paste" y los programas de retoque, unido a la minuciosidad y detallismo típicamente monjiles, (las monjas siempre serán monjas, se vistan de estameña o de tergal y poliamida, y las llamen madre, hermana o simplemente jo tía), lograron una tesis que era una pocholada y, además, cosa rara en estos casos, con un contenido impresionante.

Puestas así, las cosas salieron como debían de salir, de maravilla, tan de maravilla que a los pocos días de la defensa de la tesis, por cierto, galardonada, aunque "no le tocaba", con premio extraordinario, empezaron a llegar llamadas, faxes, E-mails y demás parafernalia de las comunicaciones desde prestigiosas empresas y centros de investigación interesándose por la técnica descubierta por Margarita y por su propia persona.

Margarita daba largas.

- Claro yo me iría pero es que ahora no puedo irme, en la Congregación tenemos que...

- Es que la industria es asunto muy complicado, todavía no estoy segura, la Congregación no tiene casa en aquella ciudad y no voy a vivir de cualquier modo etc...

Cada día se la veía menos por el Departamento, hasta que casi desapareció.

A las primeras comunicaciones interesándose por la técnica siguieron consultas sobre los posibles detalles no publicados y al final se descubrió el pastel.

Todo era falso, los resultados prodigiosos no estaban más que en la cabeza de Margarita, quien con toda la desfachatez había modificado informes, tergiversado análisis, interpretado como correctos resultados sin ser sometidos a depuración crítica, hecho desaparecer experimentos erróneos, etc. Su trabajo había sido de lo más ramplón, de lo más vergonzosamente ramplón. La técnica y los resultados fabulosos eran un "bluff" y sus directores de tesis habían dado sus bendiciones a tal sarta de embustes.

Don Federico tuvo que apechugar con las consecuencias y, encima, su ayudante estaba en Helsinki desde hacía bastante tiempo, no cabía pues traspasarle el mochuelo a él.

Juró que no dirigiría más tesis, ni se metería más en camisa de once varas, pero en su curriculum seguía figurando aquella tesis "con premio extraordinario" porque, por supuesto, aunque del tema hablaron hasta las señoras de la limpieza de la Universidad, nadie desposeyó a Margarita de su premio en tan noble lid conseguido, pues eso faltaría. Tampoco se anulan los goles aunque el vídeo demuestre que se han marcado con la mano.

- ... nunca te interesó el dinero ni los honores vanos, sólo ciencia y la verdad científica...

Cuando le interesó el Decanato intrigó y lo consiguió y no fue rector porque no le dio la gana.

En cuanto al dinero... don Federico senior tenía un capitalillo, pero el buen señor era, además de tacaño, de la variedad robusta y estaba dispuesto a enterrar a tres generaciones y a don Federico le gustaba vivir bien (ser socialista no significa hacer voto de pobreza, repetía) y esto cuesta dinero y el sueldo de un profesor, aunque sea catedrático, no da para demasiadas alegrías.

Don Federico no iba a corromperse por un miserable plato de lentejas, sisando en la compra del material de oficina, pero alguna comisoncilla más o menos indirecta sí le entró, por ejemplo cuando compraron aquel trasto made in USA que nunca funcionó, pero que allí estaba en un cuartillo insonorizado, aislado y con aire acondicionado, debía trabajar justo entre 20 y 22ºC. Sólo había un problema, le fastidiaba, al aparato por supuesto, el oxígeno, elemento sin el cual el operador, vil carne mortal, lo tenía difícil y no era cuestión de sacrificar un becario cada vez que el aparato actuara. Pero esto era peccata minuta.

Había que buscar campos nuevos. Colaborar con empresas importantes. Así, por ejemplo, cuando se presentó un alto ejecutivo de una importante compañía que pensaba instalar una determinada industria, con la pretensión de que hiciera un informe en que se demostraba que tal industria no sólo no era peligrosa, sino, hasta beneficiosa.

Hubo que hacer la vista gorda ante ciertos datos, minimizar otros y hasta cambiar algunos. Hacer juegos malabares con el lenguaje, poner de patitas en la calle a un becario curioso que no se limitó a tomar las medidas que se le encargaron sino que, insensato y osado, quiso interpretarlas y se dio cuenta de la verdad. Pero, ¿qué es la verdad? ¿Dónde está?.

Al final don Federico se llevó un pellizco, consiguió una buena donación para el Departamento, eso siempre, y acabó de consejero delegado perpetuo de la empresa, sin obligaciones concretas pero con sueldo. Esto fue el empezar, luego vinieron otros informes y otros. Don Federico encargaba a los becarios los trabajos, pero jamás les permitía juntar todos los cabos.

Como los tertulianos que opinan de todo y con la misma audacia e insensatez, hacía informes al dictado o simplemente ponía su firma y su postfirma "Catedrático", y sabido es que en este nuestro país de papanatas las vitolas son las que dan calidad al puro, y la vitola de catedrático todavía tiene un valor.

Su conciencia al principio le remordía algo, pronto se tranquilizó, a fin de cuentas, si no lo hacía él otro lo haría y él no mentía, sólo exaltaba la parte de verdad que convenía a su cliente.

- ... tu fama y tu labor científica y docente han llegado a través de los medios de comunicación al gran público.

Gustaba de aparecer en las tertulias de la Tele o la Radio, siempre, por supuesto, previo pago de un substancioso caché, a poder ser en dinero negro, que eso de que Hacienda Somos Todos formaba parte de la utopía de su carné, pero a él bien le costaba ganar un duro para compartirlo y ya le descontaban bastante de su nómina.

Alguna vez tuvo algún problemilla con la prensa, como con aquel periodista cotilla amigo de lo que no le importaba. Ocurrió así:

El Gerente de una de las empresas con las que colaboraba don Federico tenía una ilusión, ser Doctor. La carrera del tal señor parecía sin serlo, una licenciatura en Geografía de España (perdón, del Estado Español), no había aprobado, a lo largo de los doce años que le dedicó, más de tres asignaturas en la misma Facultad. Don Federico se las ingenió para soslayar las posibles incompatibilidades entre la titulación inicial tan trabajosamente conseguida del magnate y la de la Facultad que regía, consiguió un negro que le escribió una tesis más o menos pasable y el señor Director Gerente fue doctor, pero el buen señor quería el favor completo. En resumen, las intrigas de don Federico le llevaron al Premio Extraordinario. Hubo que negociar, ceder, conceder pero lo consiguió.

Al día siguiente de hacerse pública tan gran noticia, en el diario local de más tirada aparecía en la tercera página una nota destacada:

El señor don XX, Director Gerente de la prestigiosa industria YY, ha obtenido premio extraordinario de doctorado.

Parece no ser ajena a tan alto galardón académico la estrecha relación que une a este señor y su empresa con el Decanato de la Facultad.

La noticia voló de boca en boca pero, como suele ocurrir, al poco tiempo ya estaba olvidada y el Señor Gerente pudo colocar en su lujoso despacho el diploma correspondiente y una foto en la que se le veía con birrete, puñetas y muceta, siendo saludado nada menos que por Su Majestad la Reina.

- ... aunque tus intereses fueron siempre y sobre todo académicos, no desdeñaste que tu voz se escuchara en cuantos foros fuera necesario, siempre en defensa de la cultura y el desarrollo y el progreso de tu país...

Efectivamente, don Federico no rechazó cualquier posibilidad que se le brindara de progreso, pero no de su país, sino de su persona, a fin de cuentas aproximadamente una 35.000.000 ava parte del mismo era él.

Los gobiernos de izquierdas le proporcionaron prebendas, gabelas y sinecuras que los de derechas no le quitaron, es más, aumentaron, en el armario de don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña había muchas chaquetas, fácil era cambiarlas según las circunstancias y el profesor don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña fue envejeciendo y allí estaba.

- Tiene la palabra el homenajeado, profesor don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña.

El vecino, le dio un codazo. Don Federico se despertó de su ensueño.

- Sí... ¿qué?

- Tiene Vd. la palabra.

EL profesor don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña se levantó, golpeó el micrófono que alguien le alargaba. En su mente se repetía "nos habebit humus". Era necesario una vez en la vida decir la verdad, y aquella era la ocasión.

- Señor Ministro, señor Rector, estimados colegas del Claustro, queridos alumnos debo deciros algo muy serio: toda mi vida ha sido un fraude.

Grandes murmullos...

- No he escrito una sola línea original mía, no he conseguido un sólo reconocimiento por méritos propios...

...más murmullos.

El profesor don Federico Martínez de la Reguera y Pérez de la Peña estaba en un tris de hacer un disparate, entonces el viejo instinto, el dedo que enderezaba los renglones torcidos corrió en su auxilio.

- ... porque sin vosotros, los que aquí estáis y los que ya se fueron, nada del presente sería realidad.

La comunidad universitaria suspiró aliviada y Galileo Galilei desde allá donde esté musitó:

- "eppur si muove".

FIN

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