Opinión y Debate
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año I

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Julio y Agosto 1999   Nº siete

 

En esta página pueden encontrar:

ATENCIÓN DOCENTES: "CUIDADITO CON LA HUELGA" (Artículo de opinión, por Julio Gutiérrez)
COMUNICADO DE LOS REPRESENTANTES SINDICALES EN LA COMISIÓN DE FORMACIÓN

LA SITUACIÓN DEL P.A.S FUNCIONARIO
¿UN CALLEJÓN SIN SALIDA?
(Por RAFAEL CATALÁ MATEO. P.A.S. Funcionario.
Ex-miembro de la Junta de Personal).

INCONGRUENCIAS (Colaboración habitual de Julio Gutiérrez)
RECORTES (Artículos de prensa en relación con la reforma que se nos avecina)
REUNIÓN CON JOSEP FERRER 11/3/99.
APORTACIONES AL DEBATE SOBRE EL PROCESO DE REFORMA DE LA L.R.U.
SOBRE LA ORGANIZACIÓN Y LOS ÓRGANOS DE GOBIERNO DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS
ENDOGAMIA UNIVERSITARIA. Los problemas de la Universidad

ATENCIÓN DOCENTES: "CUIDADITO CON LA HUELGA"

Julio Gutiérrez
Departamento de Física
Universidad de Alcalá

¿Creían Uds. que las sorpresas a que nos tiene habituados el presidente del Consejo de Estudiantes (en adelante CE) habían terminado? Pues nada de eso, que para algo es él quien tiene el poder en la UAH. Por favor no piensen que me estoy refiriendo al "Poder" en el sentido físico-matemático-sociológico dado por nuestro colaborador habitual de las páginas de humor. Nada más lejos de mi intención. Me refiero al poder en sentido estricto, como el que detenta aquel que manda y manda más.

Los docentes de la universidad española, hartos de tanta tomadura de pelo, decidimos, por fin, hacer una pequeña demostración de nuestra indignación ante los reiterados desprecios de la Administración por los problemas acumulados en las contrataciones precarias e ilegales, así como en los agravios comparativos salariales. Al parecer algo despistados, pensábamos que, como todo ciudadano español, teníamos derecho a la huelga, aunque ésta fuera simbólica: No nos llevaríamos los exámenes a casa (práctica habitual), para corregirlos hasta altas horas de la madrugada, a fin de entregar las notas lo antes posible. La corrección se haría en las horas y dependencias dedicadas a la docencia (aunque hay quien piensa que sólo nos dedicamos a eso y que la investigación no tiene cabida en la Universidad, al menos en la de Alcalá). Eso sí, para evitar perjuicios irreversibles a los alumnos, se negocia con los rectorados unos servicios mínimos sui generis para ofrecer a tiempo las notas oficiales a aquellos estudiantes que las necesiten (becas, puestos de trabajo, etc.).

Ya hemos denunciado, en ocasiones anteriores, que el CE se ha convertido en una especie de sindicato vertical a la vieja usanza. A las pruebas me remito. El pasado miércoles 9 de junio, el "diario de Alcalá" publicaba una entrevista con el presidente de dicho grupo, en la que no se limitaba a criticar, más o menos ferozmente la medida, sino que se atrevía a decir: "Esto es muy grave y de llevarse a cabo tendríamos que pensar en medidas serias".

¿Nos hemos parado a pensar los miembros de la comunidad universitaria el alcance real de estas palabras? Sobre todo cuando el rector y demás miembros del equipo de gobierno no han salido al paso de tales declaraciones poniendo las cosas en su justo lugar. Desde luego a mí la situación me recuerda aquellos tiempos en que el derecho a la huelga no estaba reconocido y cada vez que alguien se planteaba la medida llovían las amenazas. O, quizás, no nos hemos dado cuanta todavía de que el rector de verdad es el señor García Prieto.

Ya en el número cinco de Vivat Academia, el que esto escribe "osaba" poner en tela de juicio la legalidad del CE. De la cúpula del reiterado Consejo de Estudiantes partió una circular a todas las delegaciones de alumnos, pidiéndoles escribieran al rector y a Vivat Academia protestando por las opiniones vertidas en la revista que, según dice, "arremetían contra todos los miembros del CE". Se agregaba que deseaban manifestar "el más profundo rechazo a la utilización de medios de la propia Universidad para que un particular difunda opiniones personales así como mentiras..."

Dejemos lo de las mentiras para un poco más adelante. En primer lugar, desde ese escrito, fechado el 27 de Mayo, no se ha recibido en la redacción de la revista carta de protesta alguna. En segundo lugar, e incidiendo en lo comentado más arriba, parece que también está prohibida en nuestra universidad la libertad de opinión. En tercer lugar, Julio Gutiérrez parece que, por decisión del presidente del CE, ha dejado de pertenecer a la comunidad universitaria, ya que se le califica de particular. La palabreja usada en ese contexto, según el RAE significa: "En las comunidades y repúblicas, dícese del que no tiene título o empleo que lo distinga de los demás". ¡Muy bien!

En cuarto lugar, por mucho que se haya modificado el texto del Reglamento del CE, opinamos que sigue adoleciendo de los problemas que, en su día, resaltaba la propia Asesoría Jurídica de la Universidad.

Pero aún hay más. La mencionada circular asegura que el Reglamento había sido aprobado por Junta de Gobierno en fecha de 24 de noviembre de 1994. De ahí lo de las mentiras. ¿Cómo se explica entonces que, el año pasado, durante la campaña electoral, cuando saqué a relucir los puntos antidemocráticos del documento, el mismo Sr. García me contestará en público que, al fin y al cabo, el Reglamento estaba pendiente de aprobación? ¿Cómo se explica entonces que, en la memoria del CE del curso académico 1995/96, tras enumerar una serie de logros, se diga textualmente lo contrario? Como no queremos hacer voluminosa la revista pasando a imagen el documento, recogemos la parte del escrito que tiene relevancia:

"No obstante lo anterior, no hay que engañarse tampoco con sonoros aires triunfalistas, y conviene señalar que aún quedan importantes retos pendientes por acometer, y a cuya realización se emplaza en este nuevo curso a los miembros del Consejo. Entre ellos quisiéramos resaltar dos:

Uno de carácter estructural: la definitiva aprobación del Reglamento del Consejo que, aunque vigente, adolece de una provisionalidad ‘molesta’, (las comillas aparecen así en el texto), que debe resolverse satisfactoriamente lo antes posible, además de algunos detalles que ahonden en el definitivo reconocimiento institucional del Consejo de Estudiantes relativos a procedimiento, consultas, protocolo, etc., como elemento mediático con el cual hacer frente al otro reto..."

¿Quién miente?

En cualquier caso, de acuerdo con el dictamen de la Asesoría Jurídica, mientras el Consejo de Estudiantes no sea un órgano reconocido estatutariamente, no deja de ser una asociación de alumnos, como la que pueden formar los amigos del ajedrez universitario, con perdón de los ajedrecistas.

Ya va siendo hora de que tomemos conciencia de lo que está sucediendo en el seno de nuestra universidad. Si el presidente del CE quiere criticar nuestra postura frente a las reivindicaciones del profesorado, está en su derecho y, desde aquí le brindo las páginas de Vivat Academia para que lo haga libremente. ¿Que quiere llamarnos vagos e incompetentes a los docentes? Está en su derecho. Si nos envía un artículo en ese sentido, puede tener la seguridad de que será publicado. ¿Que dice que la huelga del personal docente es "vergonzosa" porque somos un "colectivo con amplia flexibilidad horaria"? Está en su derecho. Aunque como muy alejado de las aulas, como parece estar, no entienda absolutamente nada de cuáles son nuestras actividades. El que haya un alumno mal estudiante, no nos da derecho a calificar a todos sus compañeros de la misma forma. El que haya algún docente que no cumpla puntualmente con sus obligaciones no le da derecho, Sr. García, a meternos a todos en el mismo saco.

Claro está que de esto no tiene la culpa nadie más que aquel que está consintiendo estos despropósitos y los que mantienen esta situación en beneficio propio.

¿Cuál será la próxima salida de tono? Porque haberla la habrá, tiempo al tiempo.

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COMUNICADO DE LOS REPRESENTANTES SINDICALES EN LA COMISIÓN DE FORMACIÓN

A todos los compañeros laborales y funcionarios:

Los representantes de las Secciones Sindicales de la Comisión de Formación de esta Universidad queremos manifestaros lo siguiente:

1.- Esta Comisión no se reúne desde el 1 de Marzo de 1999. Curiosamente había sido convocada de forma extraordinaria por la Presidenta de la Comisión (la Gerenta) para reformar en "profundidad" el Plan de Formación para 1999, que había sido aprobado el 17 de Diciembre de 1998.

2.- A petición de las Centrales Sindicales, se convocó una reunión urgente de la Comisión para el 25 de Junio de 1999, a las 9,30 h, con la finalidad de aclarar algunas irregularidades en la ejecución del Plan de Formación de 1999, y tomar decisiones al respecto.

Los vocales de la parte social no nos sentamos a la mesa debido a la ausencia de la Presidenta de la Comisión (hecho que sucede por primera vez desde la creación de dicha Comisión, aún teniendo constancia de su presencia en el edificio), que había delegado en una vocal de la Comisión, la cual nos manifiesta que no tenía capacidad para tomar decisiones.

3.- Irregularidades detectadas en el Plan de Formación que no se ajustan al Reglamento de Formación:

 

Observamos que los cursos programados de "Dirección", "Mandos Intermedios", "Gestión de la Calidad" y "Atención al Cliente", que en el Plan de Formación están a desarrollar, se vienen impartiendo sin que la Comisión haya participado en su concreción ya que no se ha pedido por la Comisión los presupuestos necesarios para seleccionar la mejor oferta de la empresa que haya de impartirlos.

La Comisión no ha participado en modo alguno en la selección de la empresa que imparte dichos cursos.

La Comisión no decide la definición de los cursos (contenido, duración, horario, etc.)

La Comisión no conoce las razones que obligan al desplazamiento de los trabajadores a Chinchón, Guadalajara y Madrid, con los elevados costes en tiempo y dinero (viajes, dietas, alojamientos...). Así como no entendemos que la formación de otros compañeros, se vea restringida al uso obligatorio de transporte público, búsqueda de restaurante económico, mientras a otros se facilita reserva de habitaciones y restaurantes en hoteles de cuatro estrellas.

La Comisión se encuentra con agravios en la selección de ciertos compañeros que sistemáticamente son excluidos de la realización de cursos con pretextos banales, aunque cumplen los requisitos exigidos. Asimismo, con que a ciertos compañeros se les ha obligado a asistir a los cursos sin darles la más mínima explicación de la necesidad de los mismos para su puesto de trabajo.

Incumplimiento del acuerdo reflejado en actas respecto a las 20 plazas que se iban a ofertar para la enseñanza del Inglés, y que comenzarían en Enero del 1999, tras previa solicitud de los trabajadores, y la ocupación de las vacantes que se produjesen en cursos anteriores, según el nivel de conocimientos.

Formación "paralela" diseñada únicamente por la Gerencia, (AGORA, ACADEMIA) que aunque su coste podría no estar a cargo del presupuesto de formación, sí la selección de empresas que imparten los cursos, la selección de alumnos, etc., que debe ser regulada por la Comisión Paritaria de Formación.

A pesar de todo lo anteriormente expuesto, esta Comisión Paritaria, al menos los representantes sindicales, queremos trabajar positivamente en todo lo relacionado con la Formación, porque creemos que, de lo contrario los perjudicados son nuestros compañeros, pero no queremos que se nos tome el pelo, y en el caso de que esto se repitiera seremos los primeros en denunciar esta situación, ya actualmente amparados por el Primer Convenio Colectivo, que se publicará en breve, donde se recoge el Acuerdo de la Mesa Sectorial de Universidades de la C.A.M. en materia de Formación y que es aplicable a funcionarios y laborales.

Hasta la fecha de hoy, seguimos a la espera de una convocatoria urgente de la reunión de la Comisión de Formación por parte de la Gerencia, en la que insistimos, debe estar su Presidenta o persona en quien delegue que tenga capacidad de decisión.

Alcalá de Henares, 6 de Julio de 1999

 C/C. ILMA SRA. GERENTA DE LA U.A.

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LA SITUACIÓN DEL P.A.S FUNCIONARIO
¿UN CALLEJÓN SIN SALIDA?

Por RAFAEL CATALÁ MATEO. P.A.S. Funcionario.
Ex-miembro de la Junta de Personal (PAS funcionario) durante 8 años.

En el momento de sacar esta edición, hemos recibido en la redacción, del autor de este mismo artículo, una nota de última hora que incluimos a continuación:

NOTA DE ÚLTIMA HORA:

SEGÚN PARECE, EN LA REUNIÓN CELEBRADA ENTRE LA GERENCIA Y LA JUNTA DE PERSONAL EN LA TARDE DEL PASADO DÍA 12 DE JULIO DE 1999, SE HA PRODUCIDO ALGÚN AVANCE QUE PUEDE DESBLOQUEAR, DESPUÉS DE VARIOS MESES, ALGUNOS DE LOS ASPECTOS MÁS CONFLICTIVOS DE LA NEGOCIACIÓN. ESPERAMOS QUE PUEDA SER EL PUNTO DE PARTIDA PARA CONSEGUIR UN CONSENSO QUE SEA ACEPTADO POR TODA LA PLANTILLA.

Rafael Catalá Mateo.

La Relación de Puestos de Trabajo (en adelante RPT) del Personal de Administración y Servicios funcionario (en adelante PAS funcionario) identifica y clasifica todos los puestos de trabajo del mencionado colectivo según una serie de aspectos como unidades administrativas en que se integran, denominación, nº de plazas, condiciones generales del puesto, nivel de dedicación, etc.; es por tanto, la columna vertebral sobre la que recae todo el peso de la gestión administrativa de nuestra Universidad, lo cual le confiere una cierta entidad dentro de nuestra Institución.

Hasta hace aproximadamente 6 años, fecha en la que se produjo un cambio en la Gerencia, todas las propuestas de modificación de la RPT, se aprobaban por los diferentes órganos de la Universidad con el acuerdo entre los órganos de representación del PAS funcionario y la Gerencia, todo ello con el consiguiente esfuerzo y acercamiento de posturas por ambas partes en, a veces, largos procesos de negociación. Sin embargo, desde aquellas fechas no se ha producido ningún acuerdo en una modificación sustancial de la RPT del personal funcionario, que a estas alturas, resulta ya imprescindible por el deterioro que ha sufrido esta estructura administrativa a lo largo de estos últimos años (estancamientos salariales, fomento de comisiones de servicio en puestos no creados, proliferación de la contratación temporal, funciones y tareas poco claras, estructuras administrativas obsoletas, etc. ).

En estos momentos, el PAS funcionario se encuentra inmerso, una vez más, en un proceso de negociación de una nueva RPT, y para no romper con lo que viene siendo tradicional en los últimos años, el proceso no avanza, por no decir que se encuentra prácticamente bloqueado.

Pueden existir muchos factores que expliquen esta situación, sin embargo, desde mi punto de vista, me atrevería a señalar algunos, consciente de que me dejo aspectos importantes en el tintero:

1.- A pesar de que estatutariamente, la elaboración de la plantilla orgánica corresponde a la Gerencia, aspecto que nadie cuestiona, supone un error el hacerlo completamente al margen de los trabajadores, sin tener en cuenta sus necesidades, inquietudes, problemas o propuestas que puedan plantarse desde aquellos que forman las unidades y servicios de la Universidad, que en la mayor parte de las ocasiones la primera noticia que tienen de la propuesta de la Gerencia es la que les facilita la Junta de Personal como órgano de representación correspondiente. Esto provoca un alejamiento muy negativo entre quienes dirigen y planifican la gestión administrativa y aquellos que la tienen que poner en práctica, sobre todo cuando suponen en algunas cuestiones una "vuelta de tuerca" más en el deterioro de las condiciones de trabajo.

2.- A su vez, resulta muy negativa la actitud de la Gerencia y del Rector ante el proceso de negociación que, en ningún caso es entendido como un derecho legítimo de los trabajadores sino como una traba para la consecución de sus fines, de ahí el reiterado argumento del Rector de que los órganos de gobierno de la Universidad (Junta de Gobierno, Consejo Social) no tienen que negociar nada, sino que aprueban o no en función de las votaciones correspondientes; esto último, si bien es cierto, no excluye que la administración que él dirige debería negociar e intentar conseguir acuerdos para no trasladar los conflictos a los citados órganos. Son planteamientos como los señalados los que fomentan actitudes inmovilistas ante las propuestas y contrapropuestas que sistemáticamente se han venido realizando desde los órganos de representación de los funcionarios, y que en ningún caso, han logrado modificar las posturas iniciales de la Gerencia que prefiere, como ha ocurrido en muchas ocasiones, retirar su propuesta y mantener indefinida una situación que en muchos casos resulta ya insostenible.

3.- Por último, mencionaría una falta de capacidad para la negociación que, en principio, podría achacarse tanto a la Gerencia como a la Junta de Personal, sin embargo, este órgano de representación ha cambiado en los últimos años varias veces, su composición, sus miembros, sus cargos e, incluso, las fuerzas sindicales que conforman sus mayorías y, no obstante, los resultados de las negociaciones siguen siendo nulos, puesto que una de las partes no modifica en nada sus propuestas, ni cede lo más mínimo.

Esta situación, prolongada en los últimos seis años, acarrea una serie de consecuencias muy negativas de las cuales destacaría dos:

En primer lugar, se ha ido perdiendo, en la plantilla el "principio de pertenencia", cuya principal consecuencia es no identificar los objetivos de la Universidad como propios; cada vez para un mayor número de trabajadores la Universidad se ha convertido en una fábrica donde se trabaja unas horas a cambio de un salario, sin que exista una relación que vaya más allá de la estrictamente laboral, exceptuando, como es lógico, los cada vez más abundantes puestos de libre designación o de confianza y aquellos otros que obtienen, a corto plazo, un interés personal que anteponen al del resto del colectivo.

Somos cada vez más los trabajadores que añoramos el ambiente de trabajo de hace algunos años, en donde se cuidaban y fomentaban las relaciones humanas más allá de los actuales principios de eficacia, eficiencia, reducción de costes, etc. y que se caracterizaban por un entusiasmo y una disposición inexistentes en la actualidad. Todo ello ha creado un ambiente de crispación y tensión desconocido en la Universidad de Alcalá.

En segundo lugar, lo expuesto hasta ahora ha provocado un deterioro en la gestión administrativa que, aunque de momento no ha afectado a los objetivos básicos de la Institución, no sería de extrañar que en el futuro se presenten situaciones de difícil solución, puesto que el cumplimiento de algunos objetivos esenciales no puede justificar reiteradamente los métodos empleados, en muchos casos porque dichos métodos son totalmente contrarios a los principios de eficacia y eficiencia que los propios gestores abanderan.

En estos momentos, sin embargo, la Gerencia y el Rector parecen estar dispuestos a seguir adelante con la modificación de la RPT, a pesar de no contar con el apoyo de la inmensa mayoría de la plantilla, trasladando el problema a la Junta de Gobierno y al Consejo Social, en donde, si la fuerza de los votos lo consigue, podrán imponerla al PAS funcionario.

No obstante, y para finalizar, si esta hipótesis llegase a producirse, alguien debería meditar sobre sus consecuencias. Una RPT impuesta por la fuerza de los votos y no asumida por el PAS funcionario, podrá ser legítima, pero estará, muy probablemente, abocada al fracaso pues jamás podrá contar con la voluntad, motivación e implicación mínima de los trabajadores para que funcione, y además, abriría, quizás de forma irreversible, la brecha existente entre la Gerencia y la plantilla.

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INCONGRUENCIAS

Por Julio Gutiérrez
Departamento de Física
Universidad de Alcalá de Henares

¿EL RECTOR NO ES UN DOCENTE?

La verdad es que después de los años que lleva sin dar clase en la Universidad, es fácil que a quien ha elaborado la lista del personal de la Universidad en la INTRANET le haya parecido mal considerar al rector Gala como miembro del PDI alcalaíno. Entren en la red interna, soliciten la lista del Personal Docente e Investigador, realicen la búsqueda de Gala y no aparecerá. Pero, ¡oh sorpresa!, soliciten la lista del Personal de Administración y Servicios y ahí si que encontrarán a Manuel Gala Muñoz, con su número de teléfono al lado, junto con alguno de los vicerrectores. A lo peor es que no nos enteramos y la Universidad de Alcalá ha cambiado tanto que...

CURSOS DE VERANO A GOGO

Siempre había pensado que los "cursos de verano" eran una cosa muy diferente a la utilización de los fondos públicos para conseguir que la Universidad le pague a los organizadores unas vacaciones, en lugares más o menos exóticos de la apetencia de cada cual. Incluso, hace ya muchos años, escribí algún artículo sobre la importancia de los mencionados cursos, y sigo manteniendo que lo más destacable de los mismos es su organización conjunta, lo que permite la comunicación entre diferentes profesionales de la enseñanza, la ciencia, la política, las artes, etc. Además se identifican fácilmente los cursos veraniegos de una universidad concreta con la ciudad en que se desarrollan.

Pensamos, en un principio, que la organización propuesta este año por el Vicerrectorado de Extensión Universitaria se vincularía a la idea de hacer,en la provincia de Guadalajara, una "red de hospederías". (No entramos en la conveniencia de tal proyecto). Pues no, nuestra sorpresa fue mayúscula cuando nos encontramos con cursos organizados en LLanes, San Sebastián, Bayona, Cuenca, Granada, Gerona, Córdoba, Las Palmas de Gran Canaria y Tenerife. Lo que no entendemos es que, salvo el de Llanes, todos llevan el mismo título; ignoramos si el profesorado es el mismo. Está bien eso de hacer turismo. El próximo año propondremos un curso sobre "revistas electrónicas" a celebrar en las Bahamas, (es broma).

EL AJEDREZ ¿JUEGO DE AZAR?

Hemos visto muchas cosas raras en la Universidad de Alcalá, pero nuestra capacidad de asombro está llegando al límite. ¿Será que no estamos preparados para afrontar el siglo XXI?. Les sugerimos que lean atentamente el documento adjunto, emanado del Vicerrectorado de Asuntos Económicos y Estudiantes. Si alguien lo sabe, le agradeceríamos que contestara a esta pregunta: ¿Cómo se puede practicar el ajedrez como juego de azar? Imaginamos que consistirá en echar los dados o mover una ruleta, para decidir qué pieza mover, lo que lo hará más emocionante.

Aparte de que el ajedrez tiene consideración de deporte, a mí, personalmente, me entusiasmaría ver a los estudiantes por los pasillos, en el bar, o en cualquier rincón del recinto universitario, enfrascados en tan beneficioso quehacer. Por cierto, la transcripción del ruso al castellano no la he visto nunca como Gasparov, que me recuerda más a los Reyes Magos.

INVERNADERO A LA PUERTA DE CASA

Cuando se realiza una obra que puede afectar a la comunidad, por muy de interés público que sea (autopistas, vías férreas, etc), se abre siempre un periodo de información y se da la posibilidad de presentar alegaciones en defensa de los intereses de los afectados. Ese no es el parecer de nuestros gestores, que siguen considerando la universidad como algo propio, donde los trabajadores y estudiantes somos meras hormiguitas ignorantes, que mejor es no consultar.

Todo esto viene a colación del invernadero que se está construyendo al este del edificio de la Facultad de Ciencias. Decidieron los responsables de infraestructura, - RI en la denominación acuñada por Manuel Gómez -, colocarlo en la terraza del edificio. Se les avisó, por parte de la Administración-Gerencia, del problema de goteras que ocasionaría, ya de por si grave. En respuesta, ni cortos ni perezosos, (esta vez, porque otras...), se pusieron a construirlo quitando luz y vistas a la secretaría del Departamento de Física, amén de unas cuantas plazas de estacionamiento de vehículos, bien muy exiguo en esta Facultad. Por cierto, el Decano asegura no saber nada sobre el particular.

Resulta que ya hay un espacio donde se ubica el invernadero del Departamento de Biología Celular y Genética. ¿Por qué no se ha puesto en ese mismo lugar, que además dispone de las acometidas de agua y electricidad adecuadas? Al parecer, el Departamento de Biología Vegetal, destinatario de la construcción, considera que esa ubicación está muy alejada de su sede. Curioso: la distancia es de escasos doscientos metros, triplicada por los genéticos. Estos últimos deben ser más andarines, porque no han reclamado la ubicación del correspondiente invernadero a puerta de despacho, donde sitio hay de sobra.

A la vista de lo sucedido, no entendemos tampoco el porqué del destino dado a la torre meteorológica del Departamento de Física, colocada en los invernaderos del jardín botánico, donde hay que acudir diariamente a grabar los datos en un disquete.

En fin, pensamos que posiblemente se trate de llevarse bien con el equipo de gobierno, lo que no debe ser nuestro caso, ni el de algún otro.

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LA UAH MOTOR CULTURAL MARCHA ATRÁS Y RENQUEANTE

No estamos en contra, por supuesto, de que la Universidad de Alcalá se convierta   en la sede del Claustro Universitario de las Artes, siempre y cuando se otorguen las distinciones honoríficas a las personas adecuadas, lo que no parece ser que esté ocurriendo, y no lo decimos precisamente por Claudia Cardinale. Pero hay ciertas cosas que no entendemos.

No entendemos que el Claustro Universitario de las Artes englobe a: las figuras del arte, la cultura, el derecho y la defensa de las libertades. Parece de entrada una mezcla de "churras" y "merinas" que no viene a cuento.

No entendemos, sobre todo, que, según asegura el Diario de Alcalá, la UAH sea copartícipe de la iniciativa de la mano de Luis Cobos.

Entendemos aún menos que el rector de una prestigiosa universidad, según sus propias palabras, se avenga a copresidir el acto con el mencionado Luis Cobos, al que no podemos ubicar en el mundo del arte, de la cultura, del derecho o la defensa de las libertades. ¿Se imaginan Uds. una entrega de premios de pintura con la presidencia de honor de un personaje que se dedique a emborronar los cuadros del Museo del Prado? Pues nuestro rector no tiene inconveniente en poner la institución universitaria alcalaína a la altura de aquel dedicado a masacrar la música más hermosa. Vivir para ver.

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RECORTES

En este número recogemos una serie de opiniones, aparecidas en la prensa española de los últimos meses, que nos proporcionan una reflexión profunda sobre el debate abierto en referencia con la reforma de la LRU. Conviene que leamos atentamente los textos, ya que ponen en tela de juicio, en cualquier caso, la propuesta reciente del llamado "informe Bricall".

REUNIÓN CON JOSEP FERRER 11/ 3/ 99.
APORTACIONES AL DEBATE SOBRE EL PROCESO DE REFORMA DE LA L.R.U.

Ante la información que nos suministró en su visita a Valladolid Josep Ferrer del llamado "informe Bricall" y la constitución del GATE sobre política universitaria, y la reconversión de las Universidades en "Holdings gobernados por la tecnoestructura".

Dámaso-Javier Vicente Blanco

La constatación de que las universidades han comenzado a crear una nueva estructura interna, al modo de los grupos de sociedades comerciales, no nos ha hecho responder con la reclamación de que se cierren las Fundaciones Generales y similares, sino con la exigencia de control y de transparencia. Es un dato que ciertamente no podemos olvidar, salvo que cerremos los ojos a la realidad. Esa ha sido también la experiencia en la Universidad de Valladolid. Cuando la sección sindical trató con el candidato a Rector que venció en las elecciones de hace nueve meses (derrotando al sector tradicional), no nos planteamos reclamarle el cierre la Fundación General, sino su mantenimiento con un control transparente por parte de los órganos de la Universidad, y que se utilizase, no para evitar las trabas de los controles democráticos de la administración pública, ni para hacer negocios particulares (lo que también ha estado detrás en algún momento en su creación), sino para la recepción y gestión de recursos que de otro modo no podría utilizar la Universidad.

Es cierto que las Universidades públicas deben responder a los embates que se anuncian por las Universidades privadas y que su gestión debería ser para ello más dinámica. Pero estamos atrapados entre dos fuegos. La "dinamización" de la Universidad Pública, respondiendo también a nuevas necesidades sociales (v.g. cursos de postgrado y Masters; incorporación con los recursos universitarios en otro tipo de formación que se avecina fundamental en el futuro inmediato, como la formación continua, etc...) no puede ir en detrimento del funcionamiento democrático de la Universidad.

Nuestra experiencia en la Universidad de Valladolid tal vez sea muy particular. Yo recuerdo la propuesta que a modo de globo sonda se lanzaba por Josep en Santiago sobre el papel de los estudiantes en el futuro de las Universidades y su posible trato como usuarios que controlasen el funcionamiento de la institución "desde fuera". En nuestra experiencia, el "cambio" en la Universidad de Valladolid, la ruptura (casi imprevista) con un período que amenazaba perpetuar un determinado anquilosamiento y reparto de poder, fue posible gracias a la participación muy activa de los estudiantes, no sólo denunciando corruptelas (prevaricación en el caso Aroca, con las notas de selectividad, que terminó en sentencia condenatoria del Tribunal Supremo -lo que indudablemente hubieran podido hacer como "usuarios"), sino también en las elecciones al Claustro y en el Claustro mismo para la elección del rector. El cambio no ha sido precisamente un "asalto progresista". No se trataba de eso, sino de dar un giro que airease la Universidad, y permitiera un funcionamiento más moderno, más dinámico y más plural. Poner la Universidad de Valladolid a la altura de los tiempos.

Es a mi juicio la práctica democrática en la Universidad la que más se puede resentir de un funcionamiento que ponga sólo el acento en la eficacia y agilidad. Por eso estamos en medio de una contradicción difícil de superar. Y en gran medida "a plazo". Si no damos respuesta al empuje de la Universidad privada, corremos el riesgo de ir paulatinamente a la decadencia, perdiendo espacio hasta quedar fuera del escenario educativo (al menos algunas de la Universidades públicas).

Si la eficacia prima sobre la gestión democrática, el interés público de la Universidad pública puede verse también amenazado. El riesgo siempre está en lo que dejamos atrás. La democracia empresarial del Código de Comercio no es democracia política, y aunque el ciudadano (o el miembro de una comunidad universitaria, o el miembro del Claustro) tenga dificultades para llevar a efecto el control de los poderes públicos, o de la institución. Las minorías en las sociedades anónimas, la mayor parte de las veces, sólo tienen como alternativa (cuando no se ha producido una devaluación de las acciones en su perjuicio) retirar su cuota de capital social y llevársela a otra sociedad que le respete más y le de beneficios. Eso no puede hacerse con las Universidades. Cambiar sí, pero preservar en la medida de lo posible que de valioso y eficaz tenía el modelo anterior de la LRU: la pretensión de que la democracia llegase a la Universidad. en todo caso, si no ha funcionado bien no es porque haya que suprimir la democracia, sino porque hay que hacer que tenga mecanismos correctores más dinámicos.

Enrique Delgado

En relación con la reforma de los órganos de gobierno de las universidades públicas, se está planteando un falso debate en la medida que se pretende establecer una referencia con la universidad privada, a la que se atribuyen cualidades de eficacia y competitividad inalcanzables por la universidad pública debido a sus caducas e inoperantes estructuras de gobierno.

Se trata de un falso debate porque la realidad indica que las universidades privadas, a las que se pretende homologar la universidad pública, no son en este país, salvo excepciones, modelos a los que merezca la pena aspirar. Dicho de otro modo, no se puede correr tras instituciones raramente prestigiosas, con escasos recursos, de ninguna manera punteras en investigación, mal dotadas de profesorado, muy poco transparentes en su gestión, y dudosamente democráticas.

Un debate que se plantea cuando la autonomía y la experiencia democrática en la universidad pública apenas supera los tres lustros, en instituciones lastradas por hábitos y modos de proceder ciertamente alejados de los mínimos requisitos democráticos y de la gestión eficaz de sus recursos.

A pesar de todo, de la limitada experiencia, no cabe la menor duda que la estructura de gobierno de la universidad prevista en la LRU, y desarrollada de modos muy distintos en las diferentes universidades del estado, debe ser revisada. Pero la revisión, cuya finalidad debe perseguir la agilidad en el funcionamiento y la capacidad de adaptación a las nuevas exigencias, no debe perder en ningún caso de vista lo que desde la izquierda son conquistas irrenunciables: la autonomía universitaria, el control democrático en la toma de decisiones, la transparencia en la gestión, y la consideración de la universidad como un servicio público que garantice la igualdad de oportunidades y el desarrollo social.

Se está desviando el debate del verdadero centro de interés que no es otro que la financiación de la universidad. ¿Alguien puede hacernos creer que basta con poner el gobierno de la universidad en manos de la "tecno-estructura" o de las Comunidades Autónomas para remediar lo que se deriva de una muy insuficiente financiación?. Se puede, se debe, mejorar la gestión de los recursos humanos y materiales en la universidad, pero este objetivo resulta casi un sarcasmo cuando en Europa se ocupa el penúltimo lugar en cuanto a financiación universitaria se refiere, a una distancia sideral de las universidades más prestigiosas, eficaces y competitivas a las que indudablemente debiéramos tender a homologarnos.

Es preciso devolver el debate a los orígenes del problema. ¿Es posible construir una universidad moderna, eficaz, "rentable" socialmente: con el porcentaje existente de profesorado con contratos administrativos; con salarios no homologados a los existentes en la función pública; con paupérrimos medios materiales; con grupos de ochenta o cien estudiantes; imposibilitado, por la limitada capacidad docente de los departamentos, para disfrutar de años sabáticos o para trasladarse a universidades extranjeras; con universidades incapaces de abordar nuevos programas de inversión y modernización debido a que consumen la mayor parte de sus presupuestos en el pago de nóminas y en el mantenimiento de sus instalaciones, etc.?. Resolvamos primero estos problemas asfixiantes y podremos preguntarnos si además lo podemos hacer mejor organizativamente.

Rocío Anguita

Mi reflexión iba en torno a la idea de que todo el debate se estaba centrando en los aspectos más "financieros", sobre todo desde la aportación del gerente de la Politécnica de Cataluña, lo que por otra parte es su papel. Pero lo más preocupante es que el modelo de universidad pública dependa sólo de cómo se organizan las diversas gestiones económicas que ahora mismo hay: las subvenciones nominativas, las fundaciones, los dineros que entran por otros conceptos de diferentes ámbitos públicos y privados, etc., y qué tiene eso que ver con la gestión democrática de la Universidad.

Me parece que plantear sólo la gestión en términos económicos (o economicistas) y olvidar los temas académicos (entendidos en su sentido más amplio como docencia, investigación, ordenación académica, etc.) es llevar el debate a las aguas que algunos están deseando pero son la perspectiva que menos nos "interesa". Por supuesto que el tema de la gestión económica de las Universidades hay que abordarlo, pero desde la perspectiva global de cómo queremos organizar la universidad en su conjunto: ¿vamos hacia un modelo donde la dualidad centro–departamento se rompa a favor de los últimos? ¿Demos reconvertir los claustros en otro tipo de órgano? ¿cómo se puede hacer preservando y/o mejorando los sistemas de toma de decisiones democráticas? En mi opinión, no debemos dejar que la nueva tecnocracia lidere el debate y, mucho menos, lo plantee desde los parámetros que a ellos les interesa prioritariamente y abandonemos nuestras reivindicaciones históricas y nuestros puntos de vista sobre cómo debe ser una universidad pública de calidad.

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SOBRE LA ORGANIZACIÓN Y LOS ÓRGANOS DE GOBIERNO DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS

Coromines (13-03-99)

Uno de los temas recurrentes en los debates sobre el futuro de la universidad es el de su organización, que incluye el de la composición de atribuciones de los órganos de gobierno.

Ahora, la reflexión sobre ésta y sobre otras cuestiones relacionadas con el futuro de las universidades españolas se extiende e intensifica por el hecho de que el Consejo de Rectores impulsa la elaboración de un informe y ante el anuncio de una próxima revisión de la LRU.

Ésta, recordémoslo, está vigente desde hace ya más de quince años, lo que es un tiempo más que sobrado para que se haya producido la reforma universitaria que da título a la ley. En la cual, por cierto, hay poca avenencia entre título y contenido, ya que éste parece haberse concebido con la vocación de que pudiera aplicarse en un horizonte temporal ilimitado.

Mas, en el marco de la LRU, las universidades han cambiado y el mismo marco ha sido desbordado. En este proceso de cambio se han producido aciertos y errores, algunos muy difícilmente reversibles, pero, consideradas globalmente, las universidades españolas han mejorado muy sensiblemente desde la entrada en vigor de la LRU.

De hecho, mucho responsables de la gestión universitaria se muestran orgullosos de sus logros aunque a veces, sorprendentemente, de forma más o menos velada, se lamentan de los obstáculos o trabas que, supuestamente, constituyen los órganos colectivos como el Claustro o la Junta de Gobierno. Resulta difícil entender que quienes exhiben su ufanía por lo bien que ejercen su función critiquen a los órganos que han tenido el gran acierto de elegirlos para el desempeño de la misma.

Las dificultades para estructurar adecuadamente la universidad y sus órganos de gobierno y de gestión proceden de la variedad y de la complejidad de las funciones que estas instituciones han ido asumiendo y, en algunos casos, también de su volumen.

El debate es necesario y puede abordarse con serenidad, a condición de evitar algunos peligros que, básicamente, consisten en aceptar como verdades indiscutibles conceptos, ideas o propuestas insuficientemente elaboradas o, simplemente, equivocadas.

Un punto de partida en muchos discursos sobre la universidad es que los fondos públicos asignados a la misma no superarán, en un futuro previsible, los valores actuales y que los criterios para distribuirlos serán los mismos que hasta ahora. De ahí se deduce la necesidad de que cada universidad busque, frenéticamente, nuevas fuentes de financiación, lo que conduce, con la ayuda de otros elementos ambientales (la obsesión por la calidad total, concebida como la satisfacción del cliente, etc.) a la mercantilización (es decir, a la aplicación del espíritu mercantil a cosas que no han de ser objeto de comercio) de la universidad, lo cual incluye la introducción de una terminología extraída de una cierta literatura sobre la gestión empresarial y, en particular, la consideración del estudiante como cliente.

Al respecto puede añadirse que si tiene alguna justificación que las universidades contemplen como posible el escenario de financiación pública congelada, este supuesto no puede asumirse como inamovible en un debate con la administración, habida cuenta del retraso, notable y notorio, del porcentaje del PIB que se dedica a la universidad en España con relación a la media del mismo parámetro en la Unión Europea.

No nos extenderemos aquí sobre las muchas implicaciones (en nuestra opinión, mayoritariamente negativas o muy negativas para la universidad y para los propios estudiantes) de esta consideración del estudiante como cliente. Pero una de ellas es que el acusado descenso de la población en edad de entrar en la universidad se ve, por parte de un número significativo de rectores, como una pérdida de clientes, lo que lleva a buscarlos en otros "mercados". Dejando a un lado el hecho de que la disminución en el número de "clientes tradicionales" de la universidad no superará probablemente el 30%(1)(ni siquiera en Cataluña, que ostenta récords de baja natalidad), lo más importante es que la disminución del número de universitarios no debería ser vista como una amenaza sino como la oportunidad soñada de aumentar significativamente el presupuesto por alumno, condición claramente necesaria para la tan traída y llevada mejora de la calidad.

A veces el afán de buscar nuevos clientes induce a las universidades a emprender acciones positivas, puesto que estimulan el interés por la universidad de integrantes de determinados colectivos; por ejemplo, la UPC ha impulsado el programa DONA cuando se ha dado cuenta, aguijoneada por el inevitable descenso de la población en edad de acceder a la universidad, de que las mujeres constituían un "mercado" en el que la cuota de la UPC es muy baja.

* La identificación de la sociedad con las empresas (como se ha dicho, de la sociedad con la sociedad anónima), lo que empobrece lamentablemente el debate sobre la necesaria mayor apertura y conexión de la universidad con el conjunto de la sociedad.

Deseablemente, el debate sobre la revisión de la LRU debería reunir algunas de las características que se suponen propias de una actividad universitaria: ausencia de fundamentalismos, discusión sobre las ideas y no sobre las personas, rigor terminológico, no substitución del razonamiento por el eslogan.

En lo que respecta a la organización y al gobierno de las universidades, hemos empezado mal. Se ha tomado el rábano por las hojas de un titular de una entrevista, publicada en un periódico, en que el entrevistado, partiendo de la variedad de las actividades que debía llevar a cabo la universidad y de la necesidad de gestionar cada una de ellas de acuerdo con su especificidad, resumía diciendo, que la universidad debía gobernarse como un holding. Esto no tiene mayor importancia, dado el contexto en que se produce, aunque el público generalmente no sabe con exactitud qué es un holding ni, mucho menos, cómo se gobierna. Lo malo es que este término aparezca ya como el concepto clave de la nueva organización de la universidad en una ponencia presentada en "Universitas’99"(2) o que se utilice ampliamente en las informaciones y comentarios relativos a la creación del denominado "Grupo UB", que en definitiva resulta ser una comisión, presidida por el rector, que tiene por objeto controlar las actividades de unidades vinculadas con la UB pero con personalidad jurídica propia.

Mucho peor es que se diga, sin razonamiento alguno que respalde la afirmación, que la vertebración del conglomerado de entidades vinculadas con la universidad corresponde a la "tecnoestructura".

El marco de referencia para el debate comprende:

la autonomía universitaria, recogida en la constitución
el carácter de servicio público de la universidad
la democracia interna, mejor o peor plasmada, pero sin duda reconocida en la LRU como un principio esencial en el gobierno universitario
las funciones de la universidad: conservar, desarrollar y transmitir el saber.

 A partir de estos principios, el debate debería abordar, sin temor a la radicalidad en los planteamientos, cuestiones tales como:

¿De qué enseñanzas se debe encargar la universidad? ¿No debería considerarse una parte de las enseñanzas actualmente incluidas en los primeros ciclos como una extensión de la enseñanza secundaria no obligatoria?
¿Debe mantenerse eternamente la ficción de que todos los profesores universitarios son docentes e investigadores? Que en la universidad, como institución, se tiene que enseñar e investigar nadie puede ponerlo en duda; pero esto no implica que cada uno de sus profesores tenga que simultanear ambas facetas de la labor académica.
Los tipos de unidades estructurales previstos en la ley, sus funciones y las relaciones entre las mismas.
El papel de los estudiantes en los órganos de gobierno, teniendo en cuenta su diversidad presente y futura y su condición de usuarios del servicio público. No somos nosotros quienes utilizan esta terminología, pero los que la han adoptado deberían preguntarse si es muy común que los "clientes" formen parte de la "junta de accionistas" y del "consejo de administración".
La necesidad y la realidad de nuevas unidades y nuevas formas de actuación.
La existencia de una "tecnoestructura" que por su potencia y por su posición en la organización pueda llegar a hacer prevalecer, en la práctica, sus criterios sobre los del conjunto de la comunidad universitaria. ¿Existe un conflicto de objetivos e intereses entre unos gestores profesionales vinculados temporalmente a la universidad y los miembros permanentes de la comunidad universitaria?

La complejidad y, en muchos casos, la dimensión de la universidad aleja a sus miembros del núcleo gobernante. Éste se elige democráticamente pero la participación, incluso de los claustrales, se limita como mucho a votar en la elección de rector una vez cada cuatro años. Ello es grave, porque sin participación es difícil la sintonía con los objetivos institucionales y, en definitiva, el buen funcionamiento de la universidad depende en gran parte del entusiasmo con que sus integrantes llevan a cabo las tareas que les corresponden.

Este distanciamiento de la institución se acentúa cuando una parte de las actividades se encomienda a entidades que jurídicamente no son la universidad y sobre cuyos objetivos y actuación se tiene un conocimiento escaso y un control nulo. Incluso los equipos de gobierno pueden tener dificultades para el seguimiento de las actividades de la constelación de entidades que tal vez ellos mismos han creado. La tecnoestructura puede llegar a ser efectivamente el nexo de unión entre estas entidades; dicho de otro modo, puede ser que el gerente, amén de cobrar más que el rector, mande también más que nadie (lo cual, no dejaría de tener alguna coherencia).

La metáfora del holding, pese a sus limitaciones, puede ser útil, si lo que se quiere es indicar que todo este conjunto de entidades (fundaciones, sociedades limitadas, etc.) que se han ido creando para atender de la forma que ha parecido más adecuada las nuevas funciones que la universidad debía desempeñar son parte de la universidad y deben regirse de conformidad con la ley y con los estatutos. En un documento de la Universidad de Barcelona se dice que "lo correcto es hablar de una ‘(re)universitarización del grupo y no de una aplicación de criterios de gestión empresarial al conjunto del grupo (sin detrimento de la necesaria eficacia, subordinada al sentido de Universidad pública que es la característica definidora de la UB y lo ha de ser también del grupo UB)".

Las formas de orientar, impulsar y controlar la actividad de estas entidades creemos que deben dejarse, dentro del marco que la ley establezca, al criterio de cada universidad, puesto que los instrumentos que cabe considerar son muy variados (presencia de representantes de los órganos de gobierno de la universidad en los órganos rectores de las entidades, contratos-programa, etc.).

En cualquier supuesto, parece esencial que el presupuesto de cada universidad incorpore los de todas las entidades participadas.

Pero, en nuestra opinión la ley debería marcar los límites y reforzar la s atribuciones de los órganos de gobierno colectivos (Junta de Gobierno y Consejo Social) en lo que respecta a la creación, control y disolución de las entidades que, siendo parte de la universidad, tengan personalidad jurídica propia.

 (1) A. Cabré, "Algunes consideracions sobre demografia i universitat", en Preveure el futur, Consell Social UPC, 1998, 31-42.

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(2) Universitas’99. Nuevos retos de la universidad española. Madrid, 9 y 10 de febrero de 1999.

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ENDOGAMIA UNIVERSITARIA

Los problemas de la Universidad

MIGUEL Á. QUINTANILLA.  Diario "El País"

Las universidades españolas tienen problemas y saben que los tienen. Lo que no es tan seguro es que todo el mundo sepa exactamente cuáles son esos problemas. Y, desde luego, las administraciones públicas, en cuyas manos podría estar la solución de la mayoría de ellos, se han mostrado hasta ahora más interesadas en crear problemas nuevos que en resolver los que verdaderamente habría que afrontar.

Para empezar, el problema de la Universidad española no es la falta de calidad científica y académica de sus profesores. Tiemblo al escribir esto, porque uno de los vicios de nuestra cultura académica es el masoquismo institucional. Conozco a pocos profesores universitarios de cualquier otro país que hablen mal de su trabajo y de sus instituciones; pero conozco aún a menos colegas españoles que no critiquen a su propia universidad en cuanto se tercia la ocasión.

La mayoría de éstos, además, piensan que así cumplen con una especie de obligación moral de autocrítica. De manera que, al alejarme de tan virtuosa práctica, corro ciertamente el riesgo de ser tachado de inmoral. Me arriesgaré, a pesar de todo.

Cualquier indicador que se utilice para valorar la evolución de la calidad de los científicos españoles arroja resultados espectaculares, como es sabido. Pues bien, en la mayor parte de la producción científica española de interés internacional (hasta el 70%) participan las universidades, y el mayor crecimiento de recursos humanos y materiales dedicados a investigación y desarrollo (I+D) ha ido asociado, en los últimos años, a la creación de nuevas universidades.

Así que es posible que los sistemas de selección del profesorado sean "endogámicos" y perversos, como suele decirse. Pero habría entonces que explicar cómo es que, a pesar de ellos, hemos conseguido superar uno de los hándicaps históricos de nuestro sistema de enseñanza superior. Se diga lo que se diga, el prestigio científico de la Universidad española actual es, considerado globalmente, el más alto que ha tenido en los últimos siglos con diferencia.

Tampoco es cierto que la Universidad actual sea una fábrica de parados o un contenedor de jóvenes sin empleo. Para empezar, en comparación con los países más avanzados de nuestro entorno, España todavía tiene un déficit, no un superávit de universitarios. Esto justifica que debamos mantener una de las tasas más altas de escolarización en este nivel educativo: necesitamos recuperar el tiempo perdido y se tarda algunas generaciones en lograrlo.

Además, el mercado lo sabe: los universitarios tienen más probabilidades de encontrar empleo que los no universitarios y, cuando lo encuentran, sus ingresos son por lo general bastante más altos que los de la población sin estudios superiores.

Por último, tampoco es cierto que la autonomía universitaria se haya convertido en un lujo insostenible, al que hubiera que renunciar para garantizar un uso más eficiente de los recursos públicos por parte de las universidades. Más bien ocurre al contrario: las universidades españolas tienen poca autonomía. Sobre el papel, toda, pero en la práctica, muy escasa.

Un Gobierno regional se puede permitir el lujo de parcelar una universidad en contra de la opinión del rector, crear o autorizar universidades públicas y privadas sin las garantías mínimas que la propia legislación y las tradiciones académicas exigen, condicionar arbitrariamente la programación de cursos y las carreras presionando a las autoridades académicas con la reducción o el aumento de los presupuestos, etcétera.

En este clima no es extraño que algún gobernador civil, o equivalente, haya tenido el despiste de olvidar el respeto casi sagrado que, hasta hace poco, tenían las fuerzas de orden público ante los recintos universitarios.

Así que ni la endogamia, ni el desmesurado crecimiento, ni los supuestos excesos de autonomía son los verdaderos problemas de nuestras universidades. En mi opinión, se trata más bien de seudoproblemas que sólo sirven para distraer la atención de los problemas verdaderos que, por lo demás, todo el mundo debería conocer para hacerse una idea cabal de la situación.

En primer lugar -y siento tener que decirlo- está el problema de la financiación. Se mire por donde se mire, España es uno de los países que menos gasta por estudiante universitario. En el Informe sobre financiación del sistema universitario, que tuve el honor de dirigir y redactar como secretario general del Consejo de Universidades, en el año 1994, se fijó un horizonte de financiación para la educación superior del 1,5% del producto interior bruto (PIB) para ser alcanzado en 10 años.

Los rectores han mantenido ese nivel de exigencia, pero la mayoría de los Gobiernos parece que se han olvidado de él, a pesar del consenso que presidió la elaboración de aquel informe. En él se señalaba además que la mayor parte del incremento en la financiación debía destinarse a programas vinculados a objetivos de calidad y, sobre todo, a financiar directamente becas y préstamos a los estudiantes para facilitar su movilidad y cumplir así un doble objetivo: garantizar una verdadera igualdad de oportunidades para acceder a la enseñanza universitaria de más calidad, según el mérito académico de cada estudiante, e incentivar al mismo tiempo la emulación entre las universidades por captar a los mejores.

Con esto apuntamos al segundo gran problema de las universidades españolas: se van convirtiendo, sin darse cuenta, en nuevas torres de marfil, pero no para protegerse de la mala influencia del mundo exterior, como antaño, sino para blindarse frente a la competencia de la universidad de al lado.

El sistema de distritos universitarios en España fue una solución de emergencia para racionalizar la oferta de carreras por zonas geográficas. Pero en la actualidad sólo tiene efectos perversos. Evita la emulación entre las universidades por atraerse a los mejores estudiantes -y, por lo tanto, también a los mejores profesores-, impide la diferenciación y la especialización del perfil de cada universidad, genera en la sociedad la falsa ilusión de que la multiplicación de centros universitarios es la única manera de colmar la aspiración a recibir una formación superior y hace que los poderes públicos estén más pendientes de contar cuántas plazas de enseñanza hay disponibles para los votantes de la circunscripción electoral que de los niveles de calidad y eficiencia alcanzados por una universidad que se financia en su mayor parte con los recursos de todos los ciudadanos. El resultado, una especie de cantonalismo universitario (casi una contradicción en sus propios términos, diría yo), no sólo es ineficiente y disfuncional, sino además profundamente injusto.

Por último, hay también un grave problema en la propia estructura interna de las universidades que nadie parece querer afrontar. Los órganos de gobierno creados por la Ley de Reforma Universitaria de 1983 han cumplido un papel importante en la democratización de las universidades. Pero en la actualidad han perdido buena parte de su funcionalidad, por el efecto conjugado de las limitaciones impuestas a los consejos sociales, los excesos asamblearios consagrados en muchos estatutos universitarios y las prácticas de clientelismo y de disolución de la responsabilidad, alimentadas por los sistemas de elección de cargos académicos y de gobierno universitario.

En la actualidad, los mejores rectores y gestores universitarios son los primeros en reconocer que tienen las manos atadas para adoptar muchas decisiones que cualquier manual de gestión de organizaciones complejas exigiría adoptar.

Y la propia comunidad académica empieza a estar cansada de tener que emplear, en cada decisión de cierta importancia para el gobierno y el desarrollo de la institución, una ingente cantidad de tiempo y de recursos intelectuales y emocionales que tendrían mayor utilidad si se pudieran dedicar a la docencia y a la investigación.

No es fácil encontrar una solución a esta situación, pero es claro que se necesita una profunda reforma de los órganos de gobierno universitarios para dotarles al mismo tiempo de una autonomía más efectiva y de una mayor capacidad de gestión, pero también para poder exigirles mayor responsabilidad ante la sociedad. ¿Hay alguien que esté pensando en ello?

Miguel Á. Quintanilla es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Salamanca.

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Última modificación: 16-12-1999