Poema inspirado en los recientes acontecimientos
mundiales
María Novo. 10/2001
mnovovi@nexo.es
¿Por qué corremos, madre?
Nadie lo sabe, hijo, que es un llanto
el que nos guía, con lápidas de muerte
sembradas a la espalda.
Y, ciega la memoria,
somos nadie.
¿Quién nos persigue, madre?
El mercado global de las mentiras,
que nos compró la vida, antes y ahora,
al precio del olvido.
Cógete fuerte y anda,
se hace tarde.
¿Con quién viajamos, madre?
Vamos a grupas del dolor y el silencio,
nos acompañan el hambre y la desdicha,
olemos a destierro.
Ten cuidado al pisar,
llegó la noche.
¿Qué es nuestra vida, madre?
Un sueño roto, no una telenovela,
pero nos ven de lejos, no huelen nuestro espanto,
imagen de pantalla.
No mires hacia atrás,
no queda nada.
¿A dónde vamos, madre?
Al venero del miedo, desde el miedo,
no hay horizonte que se pueda palpar,
sólo embarrarse.
Descálzate y camina
cruza aprisa.
¿Y si morimos, madre?
Nadie sabrá ni tu nombre ni el mío,
sólo saldremos allá en las estadísticas
de daños no queridos.
Agárrate a mi mano
que hace viento.
¿Por qué nosotros no podemos hablar, dímelo madre?
Hablar es para otros, nosotros respiramos simplemente, somos el pueblo, bebemos el
cansancio,
nuestro silencio son todos los silencios.
Cúbrete con la manta,
llegó el frío.
¿Y qué es el pueblo, madre?
El pueblo son los ojos de la espera,
un derramarse y darse para nada,
el eco de la vida.
No me hagas más preguntas, hijo,
tengo miedo.
¿Cuándo sea mayor seré pueblo, dime, madre?
Serás refugio de besos en destierro de muerte,
serás aire, primavera, canción, tendrás comida,
oración sin saber de religiones.
Cierra los ojos y duerme,
cabalga por el sueño.