Gastronomía
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico Año III

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Noviembre 2000. Nº 20

El arte del bien beber en esta piel de toro.

Arturo Pérez París

Antes de comenzar, quisiera dedicar este artículo a una personita muy especial para mí. Alguien con la que comparto muchas cosas en común. Casi diría un alma, que si no gemela, si muy parecida a la mía. Además me suele decir que es asidua lectora de la revista y en especial a los rollos meloneros que publico (¡Sí, eres tú, aunque no te lo creas!). De momento queda ahí. Ya me regañarás cuando me veas por ser tan "osado"(!). En fin, que no somos nadie, y yo menos todavía.

Como ya hice en mi anterior artículo, y pagando así las deudas contraídas (pues las promesas que hacemos deudas de honor son), retomo un tema que ya tratamos hace más o menos un año. Entonces me dejé en el tintero (o mejor dicho en el ordenador) tratar de manera más profunda sobre los vinos de Castilla y León.

Tratar sobre ellos, como bien dice D. Pascual Herrera García en su libro ‘El arte del bien beber’, es hablar a la postre de la propia historia de la región. Si bien se tienen noticias de producción vinícola en el siglo I antes de Cristo, grabados medievales nos hacen ver que su obtención era a partir de parras y no de viñedos como en la actualidad, apreciando la evolución que, como en todas o casi todas las actividades humanas, se da a lo largo de la historia. Nótese la importancia de la viticultura en el pasado, por el hecho de que la delimitación de parcelas se hacía por viñas o, cómo en determinadas regiones en las que se elaboraba algún tipo de vino (normalmente monasterios), los tributos a los señores feudales se pagaban con éste. Debemos decir que en aquella época y anteriores, el vino era, como lo es hoy la cerveza, perecedero y no susceptible de ser almacenado ni de transportarse, ya que se picaba y/o avinagraba con facilidad.

El punto de partida para la viticultura castellano-leonesa fueron las famosas Ferias de Medina del Campo en la alta Edad Media, cuando se mercadeaba con mil y un productos, entre ellos el vino. Con ello surgió la necesidad de elaborar un vino diferente al que se tenía hasta entonces: duradero y que pudiera viajar para poder ser comercializado. La vieja historia del desarrollo humano: surge una necesidad (aquí ganar dinero, como casi siempre) y se propone una solución para satisfacerla.

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Fue en el siglo XV cuando más se extendió el cultivo de la vid en esta zona , trayendo un enriquecimiento, no sólo para Medina sino para el conjunto de pueblos, como La Nava, La Seca, Villaverde, Pozáldez, etc., separados de la primitiva comunidad que constituían la Villa y tierras de Medina, convirtiéndose en Villas mediante el correspondiente privilegio de villalgos, pagado precisamente con los rendimientos del vino.

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Fue notoria la importancia que adquirió este vino en la corte vallisoletana de Felipe II, gracias a su calidad y comercialización, hasta el traslado de aquella a Madrid. A pesar del interés por mantener el mismo grado de aceptación en la nueva capital, la distancia, las dificultades de transporte de aquellos tiempos y la competencia existente con la producción autóctona (de Castilla la Nueva), hicieron vanos sus esfuerzos. Aun así, estos vinos eran ampliamente aceptados en el norte de la península, alcanzándose el zenit de su esplendor en el siglo XVIII, según testimonios de tabernas donde se vendía, en especial los procedentes de Rueda, La Nava y La Seca.

A finales del XVIII, con el afrancesamiento de las costumbres, empezaron a decaer los vinos fuertes y espesos de Toro, para dar paso a aquellos más finos y que presentan mejores condiciones para la crianza e incluso para el transporte, tales como los claretes de Burgos y Valladolid, amén de los de aguja de León y Zamora. Ya en esta época comenzaron a surgir las primeras bodegas con un claro signo de hacer competitivos nuestros caldos frente a los expansivos franceses.

Hacia 1889 ocurrió un hecho trágico para la viticultura, premonitorio quizás de los tiempos que se le avecindaban a esta nuestra tierra. El ataque de la filoxera destrozó prácticamente todo el viñedo español, en especial el de Castilla – León, arruinando así lo que parecía un brillante futuro, y no recuperándose, no sin mucho trabajo por medio, hasta hace escasos veinte años. Hace aproximadamente quince no se asignaba a Castilla - León ninguna zona determinada de valor concreto. Se conocían zonas tales como ‘Tierra del Vino’, ‘Toro’, ‘Cigales’, ‘Rueda’..., más por aspectos puramente comerciales que por el propio carácter de la zona en sí. Incluso, ocasionalmente, se daban clasificaciones erróneas, basadas en la pretensión de distinguir comarcas en una región (?).

Terminada esta primera parte, en plan documental de historia de después de "Saber y Ganar" de la dos, pasaremos a ver las zonas vinícolas de Castilla - León. Éstas constituyen dos áreas fundamentales:

Comarcas del valle:

El Bierzo.

Situada en el extremo noroccidental de la provincia de León (entre Galicia y Castilla), con unas 8.000 hectáreas, consiguió recientemente la denominación de origen definitiva. La variedad más importante de uva en la zona es la Mencía, existiendo algo de Prieto Picudo y Garnacha. Entre las variedades blancas, destacan Malvasía y la Doña Blanca o Valenciana que nos dará vinos muy equilibrados. Los vinos tintos procedentes de la variedad Mencía "muestran" una gran personalidad dentro de la amplia gama que presenta, que va desde los jóvenes a los de crianza. En un corto periodo de tiempo, gracias al esfuerzo hecho por las bodegas, terminará convirtiéndose en un gran vino.

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Cebreros.

Esta comarca, de donde es natural el gran político y ex-presidente del gobierno de España D. Adolfo Suarez, situada al sureste de la provincia de Ávila y de una superficie de unas 6.000 hectáreas, tiene como viñedo predominante la Garnacha que sirve como base a la mayoría de los vinos. Aquí se elaboran vinos tintos robustos y con tendencia a elevada graduación alcohólica, blancos dorados, con la variedad Albillo y rosados ligeros elaborados con Garnacha.

Arribes del Duero.

Ocupa el borde de la provincia de Salamanca, márgenes de los ríos Duero y Tormes y el extremo suroccidental de la provincia de Zamora, con una extensión de aproximadamente 5.000 hectáreas y con la variedad más importante de uva Juan García, base de rosados ligeros y equilibrados y de tintos de gran personalidad finos y longevos. También se producen blancos, elaborados a base de Malvasía con una gran versatilidad.

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Sierra de Salamanca.

Ubicada en el sur de la provincia de Salamanca, con una superficie de 3.000 hectáreas, ocupando las laderas de la Sierra de la Peña de Francia hacia el cauce del río Alagón. Entre las variedades de uva que nos encontramos están la Rufete, autóctona, que aporta un elegante matiz y una importante cota de calidad a los vinos de esta zona.

Comarcas de la meseta:

Benavente - Campos.

Se ubica en el noroeste de la provincia de Zamora, con una superficie aproximada de 6.000 hectáreas, produce vinos predominantemente rosados que presentan una amplia gama de tonalidades distintas, dependiendo de la proporción de uva tinta y el tiempo de maceración con los hollejos

Cigales.

Esta comarca, con denominación de origen, tiene una superficie de unas 2.500 hectáreas, en una franja de 30 Km de longitud por 15 Km de anchura a lo largo del río Pisuerga, en la provincia de Valladolid, al norte de la capital. Cigales posee una gran variedad cuya mezcla aporta particularidad a sus vinos, siendo las más importantes y abundantes, entre los tintos, las variedades elaboradas con Tempranillo y Garnacha y, para los blancos, Verdejo, Albillo, Viura y Palomino. Los rosados, antes llamados claretes, son de gran (y ganada a conciencia) fama, siendo éstos el producto tradicional por antonomasia de la región, en particular, y de Castilla – León en general, de muy buen toma,r con un característico color piel de cebolla.

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Ribera del Arlanza.

Situada en la altiplanicie de la meseta, recorriendo el valle del Arlanza y con una superficie de 1.800 hectáreas al abrigo de la Sierra de Covarrubias, produce las variedades de uva Tinto Fino, Garnacha y Albillo, elaborándose con ellas vinos rosados, ligeros frescos y afrutados, pero con una excelente calidad en bruto, la cual nos falta por pulir para que brillen con luz propia.

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Ribera del Duero.

Esta región abarca el sur de la provincia de Burgos, prolongándose hacia el este de la de Soria, hacia el sur de la de Segovia y hacia el oeste de Valladolid, representando una extensión de unas 12.000 hectáreas. La variedad de uva principal en esta zona es la Tinta del País (Tempranillo), la cual dota a sus vinos de un gran equilibrio, tanto en su juventud como en su crianza. Otras variedades que se producen son Garnacha, Caverné - Sauvignon, Malbec y Merlot, obviamente las tres últimas de origen francés, con las cuales se elaboran nuevos vinos de amplia y sugestiva gama que abarcan desde rosados sutiles, afrutados y ligeros, a tintos de crianza, brillantes de color rubí y finísimo ‘bouquet’, y reserva (los más longevos de España que mejoran día a día).

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Rueda.

Es la denominación de origen más antigua de Castilla - León. Esta región de 8.500 hectáreas se sitúa al sur de la provincia de Valladolid en la linde con Ávila y Segovia. La variedad principal y autóctona en la zona es la blanca Verdejo, con la que se elabora un producto único para vinificar. Otras variedades que conviven con la primera son las blancas Viura y Palomino que se conjuntan para producir los inigualables vinos de Rueda. En los últimos tiempos se han realizado pruebas con la variedad Saugnon Blanc, produciendo un buen vino de gran calidad.

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Toro.

Abarca una amplia zona de la provincia de Zamora, situada en el cuadrante suroriental, comprendiendo las comarcas naturales de la Tierra del Vino y las riberas del Duero, del Guareña y del Talanda, ampliándose a la vecina provincia de Valladolid hasta la zona de Rueda, con una superficie de 6.000 hectáreas. La variedad principal y más abundante, la Tinta de Toro, da un factor de calidad a los vinos que se elaboran con ella. También se da la variedad Garnacha Tinta y la variedad blanca Malvasía. Los tintos suelen ser de elevada graduación alcohólica, aunque de alta calidad y aptos para crianza y reserva. Los vinos blancos, muy escasos, son de sabor intenso y finamente aromáticos. Los rosados son de color muy vivo y con una intensidad aromática amplia, de sabor ligero, fresco y suave que merece la pena probar.

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Valdevimbre - Los Oteros.

Situada en la zona central de la provincia de León, formada por terrenos llanos de la margen derecha del río Esla. Es de aquí de donde salen los famosos vinos de aguja. Este vino rosado es ligero, fresco y afrutado, de color rosa - anaranjado, con ‘aguja’ (de ahí su nombre) debido a su elaboración, típica de la zona, con ‘madreo’ o adición de uva entera al mosto en fermentación.

Aquí termina el presente artículo y todo lo que tenía que decir sobre nuestros vinos y sobre el tema. Por desgracia (o por fortuna, según se mire) mis exiguos conocimientos no llegan más allá. Si alguien pudiera aportar sus conocimientos para expandir las aportaciones hasta ahora publicadas en Vivat Academia, con nueva información o con el fin de rebatir errores que yo haya cometido en la exposición, o manifestar críticas -a ser posible constructivas por favor- o cualquier tipo de comentario, les animo a que se dirijan a esta magna revista, para que aquí me echen la bronca, esto quiero decir, me lo hagan saber (y hago aquí la solemne promesa: que en cuanto lo sepa, ahora que manejo algo mejor, no mucho por cierto, este diabólico artefacto de los "internés de la güeb", publicaré, si ello fuere menester claro, aquello que se me enviare).

Espero que haya resultado del gusto del lector el presente articulazo (lo digo por lo extenso, no por otra razón); si no fue así, desde aquí hago propósito de enmienda para que el próximo artículo salga mejor (eso si no me echan antes por "rollista"). Si por el contrario le gustó, y despidiéndome una vez más al más puro estilo Shakesperiano, (llegará a convertirse en una tradición esta forma de despedirse), quedemos como amigos y volvamos a encontrarnos donde a la diosa fortuna más le complazca,frente a una botella de buen vino español, por supuesto.

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