En esta página:

Un momento de reflexión

Fuenteovejuna

Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:

- ¿Cuantas piedras piensan ustedes que caben en el frasco?

Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:

- ¿Está lleno?

Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió:

- ¿Está lleno?

Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no.

- ¡Bien!

Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.

- ¿Está bien lleno? -preguntó de nuevo.

- ¡No!, exclamaron los asistentes.

- Bien -dijo , y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba-.

- Bueno, ¿qué hemos demostrado? -preguntó.

Un alumno respondió:

- Que no importa lo llena que esté tu agenda. Si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.

- ¡No! -concluyó el experto-. Lo que esta lección nos enseña es que, si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida? ¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada? ¿o son tu trabajo, tus reuniones, tus viajes de negocio, el poder o el dinero? La elección es tuya. Una vez te hayas decidido..., pon esas piedras primero. El resto encontrará su lugar.

Volver al principio del artículo             Volver al principio

Manifiesto de un humano primario y rebelde (pero con causa)

Ivan McArthur Pomar.

El hombre es un ser cobarde, mísero y ruin, que no mira a una distancia más larga que la de su pene (en la mayoría de los casos bastante corto), con el que, todo sea dicho, suele pensar. La mujer es ese otro ente subhumano, que, para deleite de su enorme egoísmo, suele robar el alma al hombre para despedazarla con la misma crueldad con la que un niño arranca las alas a una mosca. Esto es así, siempre y cuando, en un alarde desmesurado de vanidad, estos dos insidiosos seres no intercambien sus papeles, con el fin de crear más confusión entre ellos, de la que ya suele haber "per se". Ambos son los encargados de esparcir todo el mal y sufrimiento, que habitualmente vemos y sentimos, a lo largo y ancho del mundo.

Un tercer tipo de seres que puede distinguirse (aunque no siempre) es el de los humanos, que podrán ser de ambos sexos, aunque ello no es distintivo de su manera de actuar. Son, como diría la constitución de 1812: Buenos y benéficos; pero no en teoría (como ocurre con los anteriores), sino en su propia esencia. Los humanos son los encargados de arreglar (en la medida de lo que se puede) los desmanes provocados por los inmundos seres al principio relacionados, con la intención de que, no solo exista un "mañana", sino para que el "hoy" sea lo mejor posible.

Que cada uno escoja el papel que más se adecue a su espíritu, y, en cualquier caso, que el Buen Dios le ayude (que lo va a necesitar). Yo por mi parte, ya lo hice... y así me va. ¿Actitud misógina? Quizás... pero creo que más de cinco mil años de civilización nos dicen algo a tal respecto, ¿o no?

Volver al principio del manifiesto            Volver al principio