La reuniónDaviz Melero - Recuerda las reglas, jovencito. - Sí..., nada de nombres y siempre en tercera persona del pasado. Vale, lo recordaré. El último que había hablado era el más joven de todos, casi un adolescente. Pelo cortado a cepillo, pequeñas gafas de montura metálica y la tez aún marcada por recuerdos de rojas erupciones adolescentes. Su actitud rebelde le daba, sin embargo, la seguridad necesaria para formar parte del grupo. - Bueno, tranquilos. Os recuerdo que nos hemos reunido para charlar amigablemente. Y tú, Ocho, las reglas también son para ti. Nada de reproches. - Estás en una época muy relajada de tu vida, Moderador. Ya me gustaría ser como tú. - Lo conseguirás, te lo aseguro. Bien, esta noche me ha tocado ser el moderador de todos los grupos. Viendo los informes que habéis traído he decidido que lo mejor será hablar de algo que varios casi habréis olvidado y que, espero, no resulte desagradable para nadie: un desengaño amoroso. Varios del grupo reunido miraron al techo con resignación. El resto sonrió divertido viendo la reacción de los otros. - ¿Es... absolutamente necesario? - Creo que sí. Y ponte bien el cartel, Quince. Estaban reunidos en la sala apartada de un restaurante chino, alrededor de una mesa rectangular, veintiuna sillas frente a las cuales veinte carteles indicaban la numeración de cada comensal. En un extremo de la mesa se encontraba el cartel del Moderador y en el otro el número Veinte, ocupado por el de más edad de todos: un anciano sonriente de pocas palabras y ojos penetrantes. - Si no hay ninguna objeción, y mientras cenamos, creo que la persona indicada de la que hablar es Lorena. Dos de los invitados, los números consecutivos Seis y Siete, se mostraron contrariados. - Ya estoy harto de hablar de ella, incluso de pensar en ella. ¿No podemos hablar de otra persona? - Está decidido, Seis. Aunque tú estés irritado, tu experiencia puede servir a alguno de los que están aquí. - Yo ni siquiera sé quién es - dijo con una sonrisa Uno, el más joven de todos, al que estaba a su lado. - Creo que la conozco, pero ahora mismo no caigo - respondió Dos. - Os pondré al corriente. Él la conoció a los veinticuatro, era la hermana de uno de sus amigos, pero no tuvo relaciones con ella hasta los treinta. Al principio todo fue maravilloso, ya sabéis, citas en distintas ciudades por su trabajo, vacaciones juntos... Pero la relación llegó a un punto de inflexión a los treinta y dos, en el que la pasión ya no era la misma; poco a poco se fueron distanciando hasta que se acabó a los treinta y cuatro. De lo que debemos hablar es por qué se acabó. Quién tuvo la culpa, hubo factores externos..., todo eso. Empieza tú Seis, que conoces el tema de primera mano. El llamado Seis tragó precipitadamente su pollo con almendras y bebió agua con manos temblorosas. Su voz era débil e insegura. - Bajo mi punto de vista, fue ella la que se portó mal. Él le dio todo su cariño, se esforzaba porque no se sintiera sola en su ausencia, pagaba los viajes y los hoteles... Sé que es insostenible vivir así durante cuatro años, pero si hubiera aguantado un año más, él se hubiera establecido, hubiera tenido un hogar fijo, un trabajo fijo, y le hubiera dado todo lo que hubiera querido. ¿Es que no lo entendéis? Él la amaba con toda su alma, aún la sigue amando... Un sollozo interrumpió su soliloquio. Siete le alcanzó un pañuelo con el que se las enjugó. Tres intervino. - En mi opinión, todo es una cuestión de saber cuidar a la otra persona. No se puede pretender que te guarden respeto cuando tú no lo haces. - Qué, ¿estás en la etapa formal? - Lo que digo es cierto, Diez. No te cachondees y pásame los tallarines. - Ella no le dio más que sufrimiento. Se dejaba los cuernos trabajando por ella. ¿Y qué obtenía a cambio? Reproches y malas caras. Eso sí, hasta ahora ha sido la mejor en la cama, pero eso no es suficiente. A él no se le puede atar por la bragueta. ¡Que se pudra en su insatisfacción! - Ocho, si me permites decir algo... Todas las miradas se fijaron en el joven Uno, que mantenía una sonrisa de oreja a oreja bajo sus gafas de montura metálica. - Mirad, nunca he pasado por algo así, pero creo tener derecho a opinar. Ehhh, él debía encontrarse muy mal para aguantar a alguien así. Le considero lo suficientemente inteligente como para poder prescindir de alguien que le haga daño. - No es tan fácil, Uno, pero tienes razón en algo: estaba muy mal. Acababa de pasar por un divorcio traumático y necesitaba cariño. Creo que es perdonable que estuviera con varias mujeres a la vez antes de que la conociera. - ¿Quieres decir que era un gigoló? Eso no me lo habíais dicho. Entonces cambio de opinión: la concupiscencia es imperdonable, es una falta de respeto a la confianza de las demás. Moderador, tú eres sicólogo, ¿no? - Sí. - ¿Y qué opinas? ¿Estás de acuerdo conmigo? - Yo no puedo opinar, Uno. Soy el Moderador, je, je. Aunque, como futuro abogado que serás, sí te puedo decir que el mundo no es tan blanco o negro como tú lo ves. La experiencia te hace apreciar los matices. Creo que Cuatro podría aportar algo. Las miradas del grupo se dirigieron a Cuatro, un atractivo hombre maduro que irradiaba respeto a través de las incipientes arrugas en los bordes de sus ojos y labios. Un traje cruzado y un corte de pelo perfecto añadían profesionalidad a su aspecto. - Bien amigos. No me está gustando nada el tema de esta reunión, pero me he comprometido a colaborar. Poneos en esta situación: habéis sobrepasado la treintena, acabáis de pasar por un matrimonio en el que habéis puesto toda vuestra ilusión y sin embargo ha fracasado, el trabajo ya no tiene alicientes y vuestra fe en la bondad humana está bajo mínimos. Masticó tranquilamente un bocado de cerdo con verduras, bebió un trago de vino, y continuó. - Y el día menos pensado, y cuando menos os lo esperáis, aparece ella, la estrella que os puede guiar en vuestro mar de confusión, la inocencia, la alegría, un motivo para seguir viviendo. Lorena no era como la están poniendo Ocho y Seis, por lo menos al principio. Era dulce y cariñosa, atenta y una excelente amante. Si cambió después, hay que encontrar la causa de este cambio. - Eso lo dices por la situación privilegiada en la que estás ahora. Es verdad, ella fue así los dos primeros años, pero luego cambió. - ¿Pudiera ser que no aceptara un trabajo en el que él tuviera que viajar tanto? - ¡Ella estuvo de acuerdo en que sería lo mejor para los dos! - Tranquilízate Seis. Pero es verdad. Antes de tomar ninguna decisión por su cuenta, él la consultó. Ella se lo pensó y aceptó la decisión. Pero si no le gustaron las consecuencias debería haberlo asumido, ya que ella fue el motor de esa vida. No debió servir de nada que él la compensara con creces: casa, coche, seguridad económica... Creo que ella fue tan culpable como él de la separación. Diecisiete era un hombre ya mayor aunque vigoroso, un sexagenario de pelo algo canoso y entrado en carnes. - Creo que no estáis siendo justos con su memoria. Lorena le aportó la seguridad que necesitaba en aquél momento. Si se acabó fue porque tuvo que ser así, y no le deis más vueltas. Es otra etapa más en su vida. - No se puede olvidar tan fácilmente - respondió molesto Dieciséis -, menos aún cuando ella se aprovechó de él. Moderador miró inquisitivo a Dieciséis. - ¿Qué quieres decir con eso? - Veréis, hace unos días me encontré con el hermano de Lorena. Como sabéis, nunca tuvo muchas luces. Hacía casi veinte años que no le veía, así que comimos juntos. Recordamos los viejos tiempos y todo eso, ya sabéis. Me dijo que como ya había pasado mucho tiempo me lo podía contar, que ya no tenía importancia. Resulta que durante el último año de estar con... él, ella había tenido multitud de amantes. La revelación cayó como una maza sobre el grupo, que permaneció en silencio. - Lo siento, no puedo continuar - dijo Seis a trompicones-. Supongo que me entendéis. Hasta el año que viene. Seis abandonó la cena y la reunión, y salió de la habitación entre gimoteos. Dieciséis continuó hablando. - ¿Recordáis a su amiga Bea? - Sí, esa jodida frígida inmadura y amargada... - dijo Ocho. - Esa misma. Parece ser que se dejó llevar por sus "consejos", que insistía a Lorena para que saliera y conociera a más gente. Puede que la convenciera de que él no era lo suficientemente bueno para ella. - Bueno, pero eso no significa que Lorena no tuviera capacidad para elegir lo que quería. Se supone que le quería a él. - Tú lo has dicho, Moderador, "se supone". Y eso no se cumple siempre. Se veía a Ocho realmente enfadado, en esa fina línea entre la desesperación controlada y la histeria. El motivo más importante de su actitud era que había perdido el trabajo recientemente y lo pasaba realmente mal para pagar una hipoteca en la que se encontraba comprometido. Aunque en ese momento se encontrara irritable, superaría esta crisis sin más problemas tiempo más tarde. - Como sea, el caso es que ella le engañaba mientras él se mataba a trabajar para que pudieran vivir juntos. ¿No creéis que eso aceleró la ruptura? Grupos de conversaciones se escucharon entre los comensales. Moderador les observó sonriente y dirigió su mirada al anciano Veinte, al que todos llamaban "Abuelo", que también parecía contento de que se llevaran bien entre ellos. El trabajo de Moderador esa noche consistía en que no hubiera antagonismos entre los miembros de cada grupo, y al menos en este lo estaba consiguiendo, a pesar de la conflictividad de Ocho. Siete alzó la voz entre los murmullos. - Amigos, se os ha pasado un detalle por alto. ¿Y si hubiera habido una posibilidad de reconciliación? Me explico: puede que ella estuviera cegada por las posibilidades de vida alegre que le ofrecía su amiga Bea, pero él podría haber sido capaz de convencerla de que su oferta era mejor. O, por lo menos, de que el amor que la ofrecía era sincero, ¿no creéis? No hay por qué perder la esperanza... Los numerados de Trece en adelante, los de más edad, sonrieron benevolentes. Fue el propio Trece quien respondió. - Eres muy optimista, y eso es bueno en ciertos aspectos. Pero la historia con Lorena se acabó cuando se acabó, y eso es algo que él tendría que haber aceptado. No lo hizo, y se pasó cinco..., bueno, muchos años deprimido, comparando cada mujer con la que estaba con Lorena, sin detenerse si quiera a encontrar la riqueza de cada una. Eso provocó una insatisfacción en él que tardaría mucho en superar. El silencio se apoderó de la reunión. La ausencia de Seis fue un alivio para todos, aunque a Moderador le hubiera gustado que estuviera con ellos en ese momento. Mientras comenzaban débilmente de nuevo los murmullos entre los comensales, Moderador empezó a anotar en una hoja en blanco, consultando sus notas y las cuartillas con los informes de los invitados. Estuvo así un buen rato, disfrutando a la vez de que los murmullos se convirtieran en auténticas conversaciones. Cuando finalizó, llamó la atención con un educado carraspeo y todas las miradas se fijaron en él. - Bien amigos, sólo tenemos quince minutos para finalizar esta reunión. Esta noche hay dos grupos más, así que seré breve. Os explicaré primero los hechos y a continuación las conclusiones. >> He recopilado los hechos principales. Bien, él se encuentra en un momento complicado de su vida. Puso todas sus esperanzas en un matrimonio precipitado, de acuerdo con su carácter impulsivo, que fracasó después de un año. Tuvo la suerte de que no hubiera hijos de por medio, pero lo que le dolió no fue el dinero que tuvo que entregar sino la crisis de seguridad que sufrió al ver rotas sus convicciones. Se encontraba en un momento débil y creyó que la lascivia llenaría el vacío de su corazón. No fue así, y por eso quedó deslumbrado con Lorena, con su aparente inocencia. Por cierto, Uno, no estamos aquí para juzgar su comportamiento, sino para sacar conclusiones razonables. >> Comenzó una relación con Lorena que en un principio fue maravillosa, hasta que le ofrecieron un trabajo mejor. Él consultó con ella la oportunidad que le ofrecían, le especificó los pros y contras de la nueva situación, y ella los asumió. Después de un tiempo, ella se hartó de su ausencia y aparente dejadez. Si a esto le unimos una aparente debilidad de carácter, y la confianza en el criterio mal empleado de su amiga Bea, obtenemos una primera conclusión: fue justo que Lorena se diera cuenta de que no le amaba como para seguir con él. >> Pero después del dato aportado por Dieciséis (y que, por cierto, deberías haber incluido en tu informe), de constantes infidelidades por parte de Lorena, y una dejadez recíproca que aumentaba día a día a pesar de los esfuerzos por parte de él, encontramos una segunda conclusión: él todavía se encontraba en la fase de enamoramiento, de atontamiento si lo preferís, en el que todas las atenciones hacia ella eran pocas, mientras que ella se encontraba en una fase más "madurada", en la cual había perdido la ilusión por mantener la relación y sólo esperaba que cayera por su propio peso. Desgraciadamente, Seis aún se encuentra enamorado y lo está pasando mal. Por otro lado, la elogiable actitud de reconciliación que mantiene Siete es digna de todo nuestro respeto y debemos animarle a que siga intentándolo. >> Resumiendo: estuvo bien que le consultara sus planes, que la hiciera partícipe incluso, pero la última palabra respecto al trabajo la debería haber tenido él. A pesar del trauma del divorcio, tuvo tiempo suficiente para reponerse y ver la realidad a su alrededor, y ello incluía prever el carácter voluble de Lorena. Si lo hubiera hecho, se hubiera percatado de que ella se cansaría de su ausencia e incluso de él mismo, y esta historia no se hubiera desarrollado así. Quiero decir que quizá hubieran roto, pero no por los mismos motivos, por lo que no se hubiera producido una ruptura tan traumática. >> La conclusión para los que todavía no habéis pasado por ello, si decidís empezar una relación con ella, o para los que ya estáis metidos de lleno como Cuatro, es que tengáis cuidado con el carácter inconstante de Lorena. Y sobre todo, que la decisión de aceptar el trabajo sea sólo vuestra, aunque se lo consultéis previamente, y seáis sólo vosotros los que asumáis la responsabilidad de las consecuencias posteriores. Rumores de asentimiento se propagaron por la mesa, y un breve aplauso a Moderador, que bajó la cabeza con una humilde sonrisa, dio por finalizada la reunión. Palmadas en la espalda, sonrisas, unos "espero verte el año que viene" y "suerte en tu vida", y varios minutos más tarde la sala se quedó vacía, exceptuando a Moderador y al anciano Veinte. - Gracias por darme esta oportunidad, Abuelo. Veinte sonrió levemente, desplazando arrugas a los extremos de su cara. - Lo has hecho magníficamente bien. ¿Qué tal te va la vida? - Estupendamente. Me vinieron muy bien tus consejos hace treinta años. Aunque no estaba muy convencido por la sicología, pero ahora tengo una consulta privada. - ...Disculpad. El joven que había entrado en la sala era igual físicamente que Uno, aunque su pelo le llegaba hasta los hombros y no usaba gafas. Moderador se dirigió a él. - Hola. ¿De dónde vienes? - Pues..., no estoy muy seguro de haber acertado. ¿Esta es la reunión de 1978? - No, hombre. Esta es la de 1987. ¿No has visto que ahora es un restaurante chino? - Vaya, entonces me he confundido. Ya decía yo que no parecía un pub. Es que no estoy muy seguro de cómo se maneja el cacharro este... - Lo llamamos dimruptor, y no es ningún cacharro. ¿No te enteraste de cómo se manejaba cuando te dieron las instrucciones? El joven miró al suelo avergonzado y le tendió a Moderador un pequeño aparato negro del tamaño de una tarjeta de crédito. - Las leí por encima, lo siento. - Pues ten cuidado porque puedes aparecer en alguna dimensión peligrosa. Mira, aquí pones el número de dimensión en la que estás para que se guarde en memoria, y aquí la dimensión a la que quieres ir. Después añades la fecha exacta de destino y ya está. Le das al OK, se abre la puerta dimensional y entras directamente. - ¿Y no hay que introducir la fecha de origen? - No, porque a la vuelta regresas al mismo instante en el que te fuiste. Es como si nunca te hubieras ido. Y no te puedes perder entre dimensiones porque el dimruptor siempre te obliga a volver a la dimensión a la que perteneces. - Bien amigos. Tengo que irme. Ya nos veremos, seguro. El Abuelo, o Veinte, se fue de la sala, dejando solos a los otros dos. - Oye, este era el Abuelo, ¿verdad? - Sí. - Ya tenía ganas de verle en persona. Me han dicho que es él quien hace las visitas, pero a mí me vino a ver uno de unos cuarenta. - Sería alguno de los encargados en los que ha delegado. Ya no está para muchos trotes. - Todavía no tengo muy asumido todo esto. Quiero decir..., yo he vivido mi vida y me da la impresión de que es la única que tengo. Pero nunca sabré si el que me vino a ver la cambió o no. Bueno, quizá sí. Insistió mucho en que fuera al campamento de verano al que me obligaban a ir mis padres cuando tenía quince. Y al final fui. Moderador sonrió de medio lado. - Los "viejos" siempre tan insistentes. Si te vale de consuelo, yo no quise ir y no fui. No es fácil de entender al principio, pero según pasan los años te vas acostumbrando. Ninguno sabemos realmente quién fue el primero, pero yo creo que fue el Abuelo. No sé si fue este u otro quien inventó el aparato pero, que yo sepa, es el que le saca más partido, siempre de aquí para allá. Pero el tiempo pasa para el cuerpo, esté en una dimensión o en otra, aunque el resto de la gente siga en su propio tiempo. Yo tuve la suerte de que fuera él en persona quien viniera a verme la primera vez, y te aseguro que su aspecto era igual al de ahora. A lo mejor para él sólo ha pasado un rato, pero para mí han pasado treinta años. Ahora estoy en una dimensión que no me pertenece, pero creo que él quiere que esté aquí para dar un punto de objetividad a las reuniones. Soy sicólogo, ¿sabes? - Yo he empezado Bellas Artes... y nadie me dijo que lo hiciera. Oye, ¿y no hay ningún problema? Quiero decir... ¿de romper el continuo espacio-tiempo o algo así? - Je, je.. Bueno, estamos aquí y no nos hemos desintegrado, ¿no? No, en serio, yo creo que no pasa nada. - Buf, es muy complicado. De aceptarlo, me refiero. - Ya te acostumbrarás. Y ahora vete, no vayas a llegar tarde a tu reunión de 1978. El joven tomó el aparato que le tendía Moderador y sonrió. - ¿Tarde? Tengo tiempo, ¿no? Todo el que quiera. - Ya lo sé. Era una broma. ************ Los camareros orientales habían llegado de su país hacía poco, y aún no dominaban los rudimentos básicos de la lengua, únicamente los números del menú. Recogían los platos de la cena disciplinadamente, mientras Moderador revisaba los informes de la siguiente reunión. - Hay que ver qué parecidos son en esta familia - observó uno de ellos en su idioma. - Sí - respondió otro socarronamente -. Muy parecidos. Este de aquí debe ser un tío rico, porque es más gordo que los otros. - Y también parece más listo. Los camareros rieron suavemente. Un nuevo grupo de comensales entró en la sala y, tras los saludos y entregar sus informes a Moderador (edad, año de origen, dimensión, breve resumen de su vida en los últimos cinco años), fueron colocándose frente a los carteles en orden de edad, al igual que había hecho el grupo anterior, con el Abuelo, ligeramente más calvo que el que acababa de abandonar la anterior reunión, presidiendo la mesa. - Mira, esta debe ser la otra parte de la familia. ¡Y cómo se parecen entre ellos! - Sí - añadió flemático el oriental -. Mira cómo cojean todos de la pierna izquierda. A lo mejor vienen de una procesión... Intentaron aguantar la risa mientras servían la segunda de las tres cenas previstas para esa noche. Ignoraban que él había sido infectado de polio a los pocos días de que un desconocido anciano se presentara en su sexto cumpleaños con un regalo muy especial. Diciembre de 2000 Volver al principio |
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