Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico Año III

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Diciembre 2000 - Enero 2001. Nº 21

LA FRASE DEL MES:

Creo que el futuro es otra vez el pasado, recorrido por otra puerta.

Arthur W. Pinero (1855-1934).

DESMEMORIADOS

Ya lo dice el refrán: "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". Este fenómeno, universalmente extendido, se debe a la falta absoluta de memoria del ser humano. De todas formas, ¿se han preguntado por qué dice "dos veces" y no "más de dos veces"? Simplemente porque el autor de este conocido proverbio también estaba escasito de memoria; ya no se acordaba de cuántas veces había tropezado en la misma piedra, que tenía a la puerta de su casa (por cierto, nunca se le ocurrió quitarla).

Cuando uno entra a trabajar en la universidad, joven aún, inexperimentado y con más ilusiones de las permitidas por la sociedad actual, piensa que penetra en un mundo deslumbrante, lleno de personas sabias, buenas, solidarias y, sobre todo, de una memoria privilegiada. Los estudiantes deben ejercitar esa capacidad en muchas de las asignaturas cursadas a lo largo de su carrera, empezando en su más tierna infancia. El personal de administración y servicios debe realizar exámenes de ingreso inherentes a los correspondientes concursos y oposiciones, en los que la memoria juega un papel importantísimo. El profesorado parece evidente que, en mayor medida, debe adiestrarse en el hábito de recordar muchas materias. Pues bien, nada más lejos de la realidad. Todos ellos son unos desmemoriados de tomo y lomo; parecen aún más desmemoriados que el resto de la sociedad que les rodea.

Antes de seguir adelante con nuestro razonamiento, debemos decir que lo que les vamos a exponer no es sólo propio de la Universidad de Alcalá de Henares, sino perfectamente aplicable a las relaciones sociales de cualquier tipo. Así resulta que, en lo sucesivo, ustedes pueden cambiar lugares y personajes a su gusto, para obtener los mismos resultados que se observan en comunidades de vecinos, clubes y asociaciones de todo tipo y, como no, en el propio país en que les ha tocado vivir. Obviamente existen excepciones a la regla general, pero por su singularidad, y por su crueldad para el mortal ordinario, son bien pronto pasto de la desmemoria general.

Vayan unos ejemplos. No guardamos recuerdo de las muchas promesas que nos han hecho en cada una de las elecciones a rector (nos va a tocar vivir la sexta con el mismo protagonista), sin que se hayan cumplido más que unas pocas que afectan, a nivel personal, a unos cuantos privilegiados. No guardamos recuerdo de lo poco solidarios que son algunos de nuestros representantes que, bien no asisten a las sesiones de los órganos correspondientes, salvo cuando están en juego sus intereses particulares, bien se olvidan de los que pusieron en ellos su confianza y "pasan" de atender las necesidades de la colectividad, buscándose una cómoda y beneficiosa posición. No guardamos recuerdo, ni siquiera reciente, de los desaguisados que se producen, por culpa de una concepción errónea, en el funcionamiento de la Institución.

No adelantará usted nada intentando refrescar la memoria de sus compañeros en la comunidad universitaria. Por alguna misteriosa razón su amigo de turno negará la evidencia, poniendo cara de sorpresa, y asegurando que son exageraciones propias de los que no piensan más que en destrozar la buena convivencia. Les sugerimos que hagan la prueba en las próximas elecciones a Claustro y observarán el fenómeno en toda su dimensión.

Mucho se ha hablado del pasotismo reinante en la sociedad contemporánea, como resultado de la falta de un futuro más prometedor. Sin embargo, nada tiene que ver el futuro en ello (al fin y al cabo lo forjamos nosotros mismos), sino más bien el pasado relegado al olvido, afirmamos. Hagan otra prueba, sobre un tema de actualidad, por ejemplo el coste del barril de crudo. Encontrarán que nadie se acuerda de que, hace escasos diez años, durante la "guerra del Golfo", entre el precio del dólar y la subida espectacular del crudo, se pagaba por éste lo mismo o más que ahora, mientras los carburantes al consumidor eran drásticamente más baratos. Verán la cara de haba que ponen sus interlocutores.

Hace unos días, repasando unos periódicos antiguos (año 1975), nos encontramos con una noticia dada por el prestigioso "Le Monde", acerca del cambio de hora de invierno a verano, adoptado por España: "Es una medida inoperante, por su ineficacia real, y que afortunadamente Francia ha decidido no tomar". Pues bien, un par de años más tarde, el mismo diario argumentaba, cuando el país vecino se sumó al cambio horario, lo excelente que resultaba la disposición que había sido imitada por España. ¿Qué no se lo creen? He ahí entonces una prueba más del efecto "desmemoria esencial".

Orwell ubicaba a Winston Smith, protagonista de "1984", en una gran oficina dedicada a cambiar los textos de los periódicos antiguos, para hacer coincidir las actuaciones y opiniones actuales del aparato del "Gran Hermano" con las noticias del pasado. Consciente de la gran influencia de la información orquestada, pensaba que era necesario modificar la precedente para que surtiera efecto la presente. Bien equivocado estaba. Es verdad que, en aquella época, recién acabada la segunda guerra mundial, los intelectuales tenían mala conciencia por el abuso que se había hecho de la propaganda mediatizada por unos y otros. Pero no contaba con la facilidad de olvidar de los humanos. La realidad resulta demasiado evidente e hiriente: es absolutamente innecesario el oficio de Smith, porque el propio sistema en que vivimos inmersos ha llegado a apoderarse de la voluntad de los hombres, incluso en la esfera más íntima de los sentimientos. El método a seguir es sencillo, basta con no hablar del ayer.

En estos últimos días hemos oído, a alguno de nuestros compañeros más prestigiosos, decir que es hora de presentar un frente común para cambiar la situación de la Universidad de Alcalá, sobre todo por lo que toca a la persona de su rector, pero sin sacar a relucir historias pasadas. Y nosotros nos preguntamos: ¿Qué se pretende entonces cambiar? Si lo ocurrido antaño parece que es bueno, puesto que no se ha de criticar y/o recordar, no necesitamos alforjas para ese viaje, mejor será dejar las cosas como están. Claro que, a lo peor, nos están proponiendo un cambio de personas pero no de concepciones, ideas y actuaciones.

Como no queremos pecar de pesimistas, intentamos dar un aldabonazo en la puerta de la conciencia de nuestros queridos lectores, para que despierten de este sueño plácido, propiciado por el olvido sistemático de lo que repugna a nuestra mente. Ante una situación de elecciones, como la que viviremos en los próximos dos meses, tenemos la obligación de hacer un repaso profundo de nuestra historia personal, para no caer en los mismos errores cometidos tantas veces. Puede que nos haya ido particularmente bien con el sistema y hayamos hasta conseguido establecernos holgadamente. Pero ¡cuidado!, pensemos, con un poco de memoria histórica, que este tipo de situaciones fundamentadas en beneficios personales, en vez de colectivos, tienen un fin catastrófico que arrastra tras sí, en primer lugar, a los más beneficiados. Dicho de otro modo, el periodo de vacas flacas en que nos han metido dará al traste con todos los "chiringuitos", por muy bien consolidados que estén. Los ídolos con pies de barro terminan por caer como consecuencia de un simple sirimiri.

Insistimos, sería realmente triste volver a llenar el Claustro de la UAH de representantes que no se preocupan de asistir, que no se preocupan ni de enterarse qué derroteros toma la Universidad, que no se preocupan de los problemas colectivos. No vale aquello de que tienen muchas obligaciones, porque una de ellas es velar porque nuestra Institución vaya por el camino de la sensatez. Algunos tienen nombres y apellidos muy conocidos, pero no basta con que nos suenen en la lejanía del recuerdo, preguntemos por si acaso.

Un tipo de protagonista que consigue engañar con más frecuencia, y habilidad excepcional, a sus votantes es el ambiguo. Éste, más que cualquier otro, no deja huella alguna en el recuerdo, salvo su discurso engolado y desprovisto de contenido, que deslumbra al oyente, porque debe realizar un gran esfuerzo para entender que el orador no ha dicho absolutamente nada. Suele no tomar partido por ninguna de las propuestas en litigio. Sembrando la confusión con su ambigüedad, termina por inclinar la balanza hacia el poder establecido, ya que los que hablan demasiado claro resultan peligrosos. Calla cuando las cosas se ponen feas, llegando a abandonar la reunión, para evitar que se conozca su opinión real. Procura atribuirse intervenciones ajenas o inexistentes ante una audiencia que no estuvo presente. En definitiva, se le ve pasear por nuestro entorno aureolado de una fama de representante ecuánime y sensato. Eso sí, les retamos a ustedes a que encuentren una sola situación en la que haya intervenido resueltamente en favor de la defensa de los intereses de sus compañeros. Son los más peligrosos, porque consiguen que los demás les recuerden.

Pudiera ocurrir, bien es verdad, que estuviéramos equivocados y que la universidad pública española deba dar un giro de ciento ochenta grados, para "adaptarse a los tiempos que corren". Pero creemos haberlo dicho ya alguna vez, enterremos en el rincón más profundo de nuestra memoria lo que diariamente se nos viene encima, y nos veremos sentados ante la puerta de urgencias de un hospital, mendigando para pagar la consulta, porque nuestra tarjeta de crédito está exhausta. Nos veremos pagando un impuesto extraordinario, de momento sólo las mujeres, por nuestra mala cabeza en empeñarnos en no practicar la abstinencia sexual. Nos veremos, los docentes, dando clases particulares, o enseñando poco para engordar los cursos de especialización, para llegar a fin de mes. Nos veremos, los estudiantes, pagando todo lo que cuestan los estudios porque nuestros impuestos, ya de por sí abultados, se van en grandes obras faraónicas inútiles. Nos veremos, los administrativos y demás personal de servicios, mendigando un trabajo temporal en la empresa que se ha hecho con la contrata correspondiente.

Claro que, a lo mejor, esto de la desmemoria no es más que una forma de proteger nuestra mente de la locura ¿Será un método para justificar nuestro comportamiento antisolidario, hasta para con nosotros mismos, para evitar el sonrojo que nos produciría el reconocer que tenemos parte de culpa, y no poca?

LA REDACCIÓN

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