Informe Universidad 2000 (Informe Bricall)
III. DIFUSIÓN DEL CONOCIMIENTO: FORMAR PARA APRENDER
1.- Nuevas necesidades
1.1. Introducción
1. La adaptación de la educación a las nuevas exigencias de nuestro tiempo no es una
cuestión que afecte exclusivamente a las actuales instituciones de enseñanza superior.
Se trata de un tema que interesa y que, en muchos países, preocupa hondamente al conjunto
de la sociedad. Como se ha indicado en la sección anterior, los distintos agentes y
organismos de la vida económica y social y las Administraciones Públicas se ven
implicadas en la nueva fase de estructuración de los niveles superiores del sistema
educativo y, en particular, de las universidades.
Ciertamente, las tres instancias sociales antes mencionadas Administraciones,
agentes y universidades- deberán colaborar íntimamente en este proceso de reforma ya
iniciado.
Ello, se revela especialmente decisivo en las cuestiones relativas a la futura
configuración de las enseñanzas y de los correspondientes curricula y a la forma en que
debe darse impulso y organizarse la investigación (singularmente la investigación
aplicada). En ambos ámbitos, la actividad de las instituciones de enseñanza superior ha
de repercutir en unos resultados directamente destinados al resto de la sociedad y que,
por ello, la propia sociedad pueda proceder a su inmediata evaluación.
2. Sólo es posible adivinar las tendencias presentes de la educación superior
mediante el análisis atento de algunos hechos particulares. Señalemos dos de singular
trascendencia para un futuro inmediato:
- En primer lugar, la incorporación en el sistema de la educación superior de
instituciones que proporcionan formación e imparten unas enseñanzas que preparan para un
ejercicio profesional distinto al que ha sido la tradicional culminación de las carreras
universitarias. La consolidación de un sector no universitario de enseñanza superior es
el primer hecho al que hay que prestar atención.
- En segundo lugar, la creciente percepción social de que la formación superior ha de
acompañar a las personas más allá del período que, hasta hace poco, ha sido
considerado habitual; en especial, a lo largo de toda la etapa de actividad laboral. El
desarrollo de distintas modalidades de formación continuada es el segundo hecho que hay
que constatar.
Ambos hechos apuntan claramente hacia la perspectiva de una progresiva diversificación
de la educación superior. Mientras la educación superior no universitaria anuncia
cambios en los primeros ciclos de formación, la formación continuada incide sobre la
concepción de los segundos ciclos formativos.
La diferenciación de los estudios es una característica de nuestros tiempos, y como
tal se recoge al comienzo de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior (París,
UNESCO, octubre 1998):
"En la víspera del nuevo siglo, se da una demanda sin precedentes para una gran
diversificación en la educación superior junto con un aumento de la conciencia de su
vital importancia para el desarrollo sociocultural y económico y para la construcción
del futuro; para ello, las nuevas generaciones deben equiparse con nuevas habilidades,
conocimientos e ideales. La educación superior incluye cualquier tipo de estudios,
formación y formación para la investigación de nivel post-secundario, suministrados por
las universidades y por otras instituciones de educación superior, autorizadas como tales
por la Administración Pública"
y más adelante se afirma:
"La preocupación consiste en proporcionar acceso tanto a una educación general
como a una educación orientada y específica a menudo interdisciplinar que se fija en las
aptitudes y las destrezas obtenidas. Ambas preparan a las personas para vivir en
situaciones cambiantes y para desempeñar distintas ocupaciones"
1.2. Enseñanza superior no universitaria
3. La diversificación de la enseñanza superior toma carta de naturaleza con la
proliferación de las instituciones de enseñanza superior no universitaria en los
diferentes países de nuestro entorno. Su generalización ha sido un hecho común a la
mayoría de países europeos (véanse los cuadros I-6 y I-9).
4. Las características más destacadas del sector de la enseñanza superior no
universitaria son:
- Las materias más frecuentes que se imparten en este sector suelen algunas propias de
las ingenierías, de la administración de empresas, del trabajo social, de la formación
artística, de la informática y de la preparación para el desempeño de la educación.
Sin embargo en Gran Bretaña - y singularmente en los Estados Unidos- algunos
"community colleges" enseñan asimismo, con provecho y con prestigio, estudios
pluridisciplinares de corte humanístico.
- Los estudios se orientan abiertamente a satisfacer las demandas que emanan del
mercado de trabajo; no es extraño pues que se observe una cierta flexibilidad en la
aparición o sustitución de los cursos programados. El índice de desempleo suele ser en
Europa menor en los titulados que proceden del sector de enseñanza superior no
universitaria en comparación al correspondiente de los titulados universitarios, aunque
el nivel de remuneración de estos últimos es superior al de aquéllos. (Los datos para
España no siguen exactamente esta pauta, como puede observarse en los cuadros I-7 y I-8).
- En los centros de educación superior no universitaria se encuentran, en un número
creciente, nuevos tipos de estudiantes distintos a los del perfil más habitual, hasta
hace poco, de las universidades. Los frecuentan estudiantes adultos que por primera vez se
incorporan a la enseñanza superior; una proporción elevada de los estudiantes lo es a
tiempo parcial (por ejemplo, en Canadá hay tres estudiantes a tiempo parcial por un
estudiante a tiempo completo); abundan estudiantes con algunas dificultades en el
aprendizaje y, asimismo, estudiantes que se plantean completar su formación tras unos
primeros estudios superiores.
- Los ciclos de formación en estos centros son más cortos y, a menudo, tienen
establecidos unos límites máximos de duración. Algunos de sus cursos se imparten de
forma intensiva, por ejemplo durante los fines de semana. El control de asistencia, la
frecuencia de los exámenes, la menor autonomía de las instituciones particularmente en
la elaboración de los curricula- salvo excepciones como Holanda- y la organización de
grupos menos numerosos pretenden crear unas condiciones más adecuadas al tipo de
preparación que requiere este tipo de formación.
- Aunque el sector de la enseñanza superior no universitaria se orienta únicamente a
la formación profesional, también ha ido acogiendo progresivamente un tipo de prácticas
propias de una investigación aplicada.
Asimismo, se está asistiendo, en muchos países, a una colaboración estrecha de este
sector con los gobiernos locales y con el entorno empresarial, especialmente el
representativo de las pequeñas y medianas empresas. De esta manera se facilitan los
períodos de prácticas en empresas que siempre forman parte de los curricula de estos
cursos.
- Un alto porcentaje del profesorado de este sector lo es a dedicación parcial, que
alterna el compromiso docente con sus actividades profesionales.
- Los mecanismos de acceso a estos estudios no suelen ser tan exigentes como los de la
educación superior universitaria. No obstante, su carácter a veces experimental y la
exigencia de alternar la actividad académica con estancias tuteladas en empresas y con
otras actividades sociales obliga, a menudo, a reducir el número de efectivos en dichos
centros. Esta estrechez relativa de la oferta actúa, en ocasiones, como un elemento
decisivo de selección en la demanda: tal es el caso de los "Instituts Universitaires
de Technologie" (I.U.T.) franceses y de las Fachhochschulen austríacas.
- Algunas de las características reseñadas más arriba explican porqué el aumento de
los efectivos en la educación superior no universitaria se ha conseguido, en la mayoría
de los países, a un coste inferior al que hubiera supuesto una ampliación análoga de
los estudios universitarios. En cualquier caso, este sistema de educación ha mejorado la
calidad de la formación superior de carácter profesional que, caso de efectuarse de
forma espontánea o improvisada, hubiera conseguido difícilmente el mismo grado de
excelencia.
Precisamente para promoverlo con estas cotas de calidad algunos gobiernos por
ejemplo en Dinamarca y Holanda- han propuesto la concentración de las actividades en un
número menor de centros con el fin de garantizar una mejor organización de los estudios
impartidos.
- Aunque una parte de las enseñanzas toman la forma de cursos aislados, se suele
preferir una organización continuada e integrada de estos estudios en varios tramos o
niveles. En la mayoría de países europeos, estos estudios suelen ser de un solo ciclo
equivalente a un primer nivel.
5. El interés por la generalización del sistema de enseñanza superior no
universitaria de carácter netamente profesional no reside tanto en el reconocimiento de
entidades jurídicamente diferenciadas, como en la naturaleza de una parte de las
enseñanzas que, actualmente, forman parte de la educación superior en la mayoría de
países. A este respecto, un informe reciente de la OCDE ("Redefining Tertiary
Education" (1997) advierte que importa menos la existencia de un sistema de
enseñanza explícito de tipo binario que la posibilidad de que el estudiante disponga de
una oferta suficientemente diversificada de estructuras de enseñanza, de itinerarios y de
programas, todos ellos suficientemente relacionados para moverse cómodamente en su
interior.
Este mismo informe recomienda para ello la adopción del sistema de créditos y una
mejor articulación entre programas e instituciones para que así se puedan calibrar los
distintos niveles y aprendizajes con independencia del carácter universitario o no
universitario de cada institución.
6. La formación superior no universitaria ha recibido recientemente una especial
atención por parte de los diferentes gobiernos para dotar a las sociedades de
profesionales con una preparación suficiente.
La demanda social de esta clase de profesionales procede, en primer lugar, de los
servicios generados por la llamada sociedad del conocimiento. En las sociedades
económicamente más avanzadas en torno al 27-30% de la población activa dispone de una
formación adecuada a este respecto. Se trata de:
- investigadores, docentes y demás personal dedicado a la ciencia, que reciben
ordinariamente una educación de corte universitario tradicional,
- profesionales con conocimientos teóricos y tecnológicos sistemáticos, más allá
de las experiencias y competencias prácticas,
- técnicos y expertos prácticos, con una formación técnica, formación
universitaria y conocimientos de la empresa,
- operadores de proceso, con conocimientos y experiencias idóneas para controlar y
regular los procesos de producción, para resolver distintos problemas, con aptitud para
operar en los grupos de trabajo en los que están insertos y con capacidad para utilizar
ordinariamente las tecnologías informáticas.
Una segunda serie de demandas procede de la Administración Pública a la búsqueda de
profesionales capaces de reformarla; estos profesionales han de combinar conocimientos
complejos que integran disciplinas propias de las ciencias sociales y humanas, técnicas y
cuestiones de organización.
Finalmente, las demandas expresan también las nuevas necesidades sociales, en el campo
cultural, sanitario, ambiental, de la calidad de vida, etc. Entre ellas destacan las que
valorizan el patrimonio histórico-ambiental, los servicios personales y a la comunidad y
los servicios jurídico-administrativos.
7. Los curricula que requieren la formación exigida en el apartado anterior suelen
comprender tanto aquellos conocimientos que proporcionan bases sólidas
científico-tecnológicas, que favorezcan la apertura y la flexibilidad en las disciplinas
aplicables como la práctica de conductas que especialmente faciliten el trabajo en
equipo. Esta formación se combina con estancias en empresas y otras organizaciones.
8. Una parte importante de estas tareas están relacionadas con las necesidades de las
pequeñas y medianas empresas en ciertos territorios. Este aspecto territorial ha
aconsejado al gobierno italiano a organizar dichos programas bajo la orientación de un
Comité de Proyección, con representación de los Ministerios de Educación, de Trabajo y
de Universidades, de las autoridades regionales, de los sindicatos, de las organizaciones
empresariales y de las propias universidades.
9. Pero las entidades de educación superior no universitaria no agotan la actual
diversidad de oferentes de servicios educativos. En Estados Unidos se ha llamado la
atención sobre el hecho de que el descenso de la financiación pública y la falta de
iniciativas inducen a configurar la enseñanza post-secundaria según el mercado (véase
I-13). Prolifera, a este respecto, un nuevo tipo de proveedores de educación movidos por
los fines lucrativos propios de las empresas privadas en competencia con las universidades
y los "colleges". Desligados de las convenciones académicas, estas entidades se
orientan a satisfacer los intereses y las necesidades a corto plazo que expresan los
nuevos demandantes de servicios de formación profesional de tipo superior. Sin duda, las
tecnologías de la información y de las comunicaciones facilitan las estrategias de
muchos de estos nuevos proveedores de educación superior que actualmente están
apareciendo en muchos países.
Se ha advertido recientemente que
"la potencial expansión de la educación transnacional procedente del exterior,
-en régimen de franquicia o en sistema abierto- ha sido ampliamente ignorada por las
universidades y los gobiernos europeos o a lo sumo se percibe como una amenaza vaga de los
sistemas nacionales de educación superior. Sin embargo, debe haber razones para su
expansión, más allá del hecho de que esta clase de educación transnacional utiliza el
inglés como lengua de expansión. La educación transnacional se basa a menudo en un
análisis de mercado que hasta ahora era desconocido por la mayoría de las universidades
europeas continentales... A un nivel más profundo, probablemente se hallen razones más
desagradables, como la opinión desfavorable que muchos estudiantes extranjeros parecen
tener de los servicios y atención a las necesidades de los estudiantes en Europa o como
la disposición de los estudiantes europeos para obtener fuera aquello de lo que creen
carecer dentro" (G. Haug).
Sintomáticamente, desde principios de la década de los años 90 por primera vez el
número de estudiantes europeos en Estados Unidos ha superado el número de estudiantes
norteamericanos en Europa, tendencia que parece acentuarse. Dado que los europeos que
tienen más facilidades para estudiar en los Estados Unidos suelen pertenecer a familias
con rentas elevadas, hay pocas dudas sobre a quién perjudicaría no emprender reformas
correctas en las universidades europeas.
A medida que se desarrolla este proceso, las universidades han de demostrar con mayor
precisión su cualificación para definir mejor los niveles, el contenido y los
procedimientos de la educación superior. Además, la pérdida del monopolio de la
enseñanza superior al que estamos aludiendo tiene un nuevo frente en lo que atañe a la
competencia territorial de los sistemas universitarios al globalizarse la educación
superior - en virtud de la difusión de las citadas tecnologías- ya que ahora también es
capaz de organizarse transnacionalmente a partir de universidades prestigiosas que ofrecen
sus servicios en zonas distintas a sus habituales campus, directamente o bajo la forma de
franquicias.
1.3. Formación continuada
10. En el "Memorandum on higher Education in the European Community"
(diciembre 1991) se podía leer:
"Se necesita una mayor implicación y compromiso del sector de la educación
superior en la educación continuada. El cambio tecnológico supone un nuevo equilibrio
entre la educación inicial y la educación continuada de cara al futuro...
Para conseguir este equilibrio, las instituciones de educación superior han de ajustar
sus estructuras académicas, sus métodos pedagógicos y los sistemas a través de los
cuales imparten sus cursos".
La formación continuada contrapuesta a una formación inicial, ordinariamente de
carácter reglado- constituye uno de los aspectos más relevantes de la política social y
económica de un país.
Socialmente ofrece un camino para dar formación a quienes no gozaron antes de esta
oportunidad. Y también a aquéllos que disponen del tiempo suficiente para completar su
formación y para la adquisición de nuevos conocimientos.
Económicamente, responde, asimismo, a las necesidades que tienen las empresas de
incrementar la formación de sus empleados y de facilitar el aprendizaje e incorporación
de nuevos procesos y nuevos productos. Los mecanismos de provisión de formación suelen
diferir según el tipo de empresas. Así en las grandes empresas, esta formación se da,
en gran parte, en su propio seno. Por el contrario, las pequeñas y medianas empresas han
de confiar casi siempre la provisión de estos servicios a instituciones externas.
11. Los cursos de formación continuada pueden tener propósitos diferentes. En este
sentido podemos distinguir entre:
- Estudios de naturaleza complementaria que, por contener materias de carácter básico
en un ámbito distinto al de la formación inicial del estudiante, le permiten a éste
ampliar su perspectiva profesional.
- Estudios de especialización mediante los cuales el estudiante se propone profundizar
o actualizar un campo preciso en el mismo ámbito en que ya desarrolló sus estudios
iniciales.
- Estudios de carácter general para disponer de una mejor preparación en una
actividad profesional.
Una gran variedad de instituciones asegura actualmente la formación continuada: desde
departamentos internos de formación de las empresas a sindicatos, organizaciones
empresariales y cámaras de comercio, universidades, consultorías y escuelas de negocios,
colegios profesionales, proveedores de equipos y otros muchos centros y empresas de
formación.
12. El sistema español de formación continuada distingue entre la formación
profesional ocupacional que debe atender a personas en paro a través de un Plan de
Formación e Inserción Profesional y la formación para personas ya empleadas realizada a
través de los acuerdos nacionales de formación continuada y la Fundación para la
Formación Continuada en la Empresa (FORCEM). Al margen de estas dos vías principales,
empresarios y trabajadores pueden satisfacer sus necesidades de formación con otros
muchos mecanismos.
13. Hasta ahora, las empresas españolas acuden de forma modesta a las universidades
para desarrollar programas de formación continuada, incluso cuando éstos se orientan a
un personal de alto nivel, es decir a directivos y técnicos superiores. Ciertamente,
tampoco las universidades han efectuado un esfuerzo demasiado importante al respecto
limitándose, en la mayoría de los casos, a presentar amplios programas de formación de
tercer ciclo con derecho a la obtención de diplomas de postgrado, en régimen de
titulación propia de cada universidad, que ordinariamente tienden a satisfacer, ante
todo, las necesidades individuales de jóvenes recién licenciados. Por esta
circunstancia, las universidades no están demasiado bien valoradas por las empresas en
cuanto a los cursos de postgrado impartidos de forma no adecuada en cuanto a horarios y
métodos, a las necesidades particulares de los profesionales. En cambio la calificación
que merecen las universidades por parte de las empresas en cuanto al contenido de los
cursos y a la preparación del profesorado acostumbra a ser muy buena.
14. Los estudios de formación continuada suelen tener un encaje difícil en las
universidades tradicionales. Suponen, en efecto, una considerable transformación de la
cultura universitaria tanto en lo que concierne a valores y actitudes como a
organización, métodos didácticos y estilo de enseñanza. Su implantación requiere una
mayor accesibilidad, comprensión y capacidad de adaptación a un nuevo tipo de
necesidades que provienen de estudiantes con un perfil distinto al hasta ahora habitual en
las universidades.
Éstas deberían aprovechar la presión de la demanda de formación continuada como un
instrumento catalizador para una renovación profunda en la educación propia de la nueva
etapa que se abre a la universidad, en la que este tipo de formación dejará de ser la
excepción para convertirse en la regla. En este sentido, la formación continuada pone en
cuestión algunas estructuras de la Universidad actual. Quiebra, por ejemplo, la división
disciplinar de la misma. Además, esta formación mayoritariamente profesional demanda
nuevas formas específicas de organización. Finalmente, la formación continuada plantea
una revisión profunda de la estructura de los ciclos formativos y del mecanismo de
acreditación de los estudios.
15. La fragmentación de la Universidad en áreas disciplinares -que luego han dado
lugar a los departamentos- como forma básica de su estructura, presupone una cierta
correspondencia entre las exigencias de enseñanza y de investigación y las necesidades
profesionales de los estudiantes. Esta correspondencia nunca ha sido del todo perfecta; la
existencia de departamentos sobre la base de ciencias discutibles y la misma existencia de
departamentos pluricurriculares o la misma persistencia de Facultades o Escuelas poderosas
-a pesar del espíritu de la LRU- son prueba de la forzada superposición de ambas
exigencias. En realidad, la diversidad de los contenidos de los programas traduce el
carácter aplicado de los estudios, en los que la adaptación a las necesidades de la
sociedad y de la economía prima sobre el protagonismo de la transmisión sistemática de
conocimientos de un área científica determinada. En este sentido, los programas de
formación continuada proyectan, pues, nuevas dudas acerca de si la organización
disciplinar es la más correcta para acomodar debidamente la Universidad a la expresión
de las demandas sociales, culturales y económicas actuales.
16. Al respecto, confiar la organización de los cursos de formación continuada a los
actuales departamentos universitarios, supone el riesgo de abandonar su diseño a
parámetros únicamente disciplinares y de investigación del personal académico. Esta
opción supondría además propiciar un cierto descontrol por parte de los organismos
centrales de la Universidad respecto de una actividad que conlleva una gestión económica
compleja. La propia programación de los cursos requiere una estructura que sea capaz de
estudiar la evolución de la demanda, de desarrollar el contenido y la forma de impartir
los cursos, de contratar el personal académico pertinente y de contar con una red de
contactos y de relaciones que desbordan, sin duda, el cometido propio de los
departamentos. No tener en cuenta estas exigencias, generaría un riesgo intolerable para
el resto de los estudios -que actualmente se financian con cargo a fondos públicos- que
deberían hacerse cargo de las posibles pérdidas que pudieran resultar de una mala
gestión de la formación continuada.
El profesorado de estos cursos tampoco se adapta plenamente a la estructura
convencional que, para el personal académico, tienen las universidades. Es indispensable
contar con un número adicional de profesores con una dedicación preferentemente a tiempo
parcial y con un régimen flexible de contratación, dada la constante renovación y
modificación de los programas y cursos en este tipo de enseñanzas. No sorprende que el
administrador de una prestigiosa universidad británica haya subrayado que, para su
universidad, importan menos las estructuras que las personas; de ahí su preferencia por
académicos capaces de crear nuevos centros de investigación o nuevos programas
educativos aunque ello sea a costa de las estructuras departamentales existentes.
En esta misma perspectiva, algunas universidades han creado un nuevo tipo de unidades
básicas junto a las más tradicionales. Por ejemplo, en la Universidad de Warwick se
creó en 1980 el "Warwick Manufacturing Group" como unidad académica destinada
a organizar la colaboración entre la industria y la universidad tanto en lo que respecta
a la investigación aplicada, como en lo que atañe a la formación para las empresas. El
"Group", ha llevado a cabo distintos programas de investigación y desarrollo
destinados a más de cuarenta empresas y programas de formación continuada en
colaboración con otra cincuentena de empresas. La operativa de este colectivo se basa en
la idea de la "industrial partnership". Según ésta, el personal de las
empresas ha de participar decisivamente en la gestación, desarrollo y realización de
todos los programas, ya sean estos de tipo educativo, de investigación y desarrollo o de
provisión de hardware y software. Con ello, además, la Universidad consigue las
inscripciones y, por tanto, la financiación de los diversos cursos.
17. No obstante, para la Universidad, la forma de organizar los estudios de formación
continuada está sujeta, necesariamente, a ciertos límites. Estos estudios exigen, en
primera instancia, un compromiso a largo plazo de los órganos de gobierno universitarios
para que se pueda proceder, con la suficiente autonomía, a su programación en el marco
del plan estratégico global de la universidad implicada y para que puedan responder con
una flexibilidad adecuada a las demandas de la sociedad:
- En el seno de cada universidad, la estructura responsable de los programas de
formación continuada puede adquirir distintas configuraciones: bien formas centralizadas,
bien formas descentralizadas, bien formas autónomas de organización de los mismos. En el
primer caso, la formación continuada se plantea como un servicio con trazos propios,
diferenciados de los ya habituales de la Universidad pero dependiente de los organismos
centrales de la misma. En el segundo caso, son las propias Facultades y departamentos
universitarios los que gestionan de manera independiente los distintos programas.
Finalmente, en el tercer caso, la Universidad confía la organización y administración
de éstos a una entidad jurídicamente diferenciada de la propia institución -a modo de
fundación- pero institucionalmente vinculada a ella.
- En principio los cursos de formación continuada suelen adaptarse de manera
muy flexible a las circunstancias y demandas de su entorno. Por consiguiente, una
cuestión adicional concierne a la integración de los diversos programas, en la medida en
que su organización se plantee determinados objetivos y requiera de algunas condiciones
específicas. Así, los cursos difícilmente pueden alcanzar su objetivo si solo responden
a consideraciones teóricas de tipo preferentemente disciplinar. Sin embargo, tampoco
deben organizarse atendiendo únicamente a intereses a corto plazo, a criterios meramente
crematísticos o al servicio de un núcleo particular de intereses empresariales. Para
evitarlo, las universidades suelen promover relaciones estables con las autoridades
regionales y locales y con el resto de los agentes sociales y económicos de su entorno
inmediato, aunque los programas no estén orientados meramente a este entorno, sino a
sectores de alcance nacional o incluso transnacional.
- En muchos casos, los programas se consideran de postgrado y, en ocasiones, la
Universidad les reconoce el grado de master. En este caso, los programas van más allá de
una mera sucesión de cursos aislados y suelen adquirir un carácter más complejo e
integrado. De esta forma, pueden concebirse como nexo entre la transmisión de la
investigación llevada a cabo por las universidades y las necesidades de formación de la
sociedad, ya se trate de empresas o de individuos. En consecuencia, los cursos de
formación continuada desarrollados en las universidades pretenden mantener un nivel
intelectual apropiado, asociándolos a aquellas materias que son objeto de especial
atención por parte de cada una de ellas.
2.- Tendencias del sistema universitario
2.1. Diversificación y unidad
18. La diversificación de las actividades que realiza cada institución de enseñanza
superior, por un lado, y la propia variedad de estas instituciones, por otro lado,
coinciden con un movimiento, paralelo y generalizado, de difuminación de los diferentes
aspectos y tramos de esta variedad y de rectificación y cambio en las orientaciones de
los estudiantes, lo cual evita, en gran medida, una adscripción excesivamente rígida y
determinada entre los estudiantes y sus curricula durante los distintos períodos de
formación.
Por tanto, en los sistemas de educación superior se da una doble tendencia. Por un
lado, asistimos a una diversificación de las instituciones académicas y, por otro, a una
irresistible orientación hacia la superación de límites, hacia la realización de un
cierto anhelo de unidad.
Nuestras instituciones pretenden combinar ambas tendencias a través de una más
flexible aproximación a algunos de los requisitos de su misión tradicional. Por
supuesto, esta mayor flexibilidad no ha de suponer un relajamiento del rigor que se espera
de las instituciones de enseñanza superior sino, al contrario, una mejor adaptación
entre medios y fines y una menor perversión de las tradicionales estructuras
universitarias que, de esta manera, no se van a utilizar abusivamente. Se trata, en
último término, de perfilar la adaptación de distintas ofertas a distintas demandas y
de permitir -cuando se cumplan los requisitos precisos basados en el mérito personal- el
paso de uno a otro de los diferentes tramos, niveles o sectores de cada una de las
diferentes modalidades y formas de las enseñanzas.
19. A continuación se aportan algunos ejemplos de la intersección de ambas tendencias
así como del tipo de mecanismos y de artificios que han originado.
- Las instituciones de educación superior acogen dos clases de cursos. Una primera
clase pretende una mayor multidisciplinariedad en los primeros años de estudio y se
proponen capacitar para una especialización superior en etapas posteriores, una vez
conseguida una base de formación más sólida. Un segundo tipo de cursos se propone, en
cambio, fundamentalmente una formación profesional desde el primer ciclo de los estudios,
estableciendo en ocasiones incluso diferentes tramos susceptibles de ser individualizados
a manera de subgrados; de esta manera se pretende preparar a los estudiantes para ciertas
tareas laborales y dotarles de las correspondientes habilidades.
A pesar de la diversidad de propósitos y de modelos de estas enseñanzas, se tiende a
perforar las diferentes fronteras que separan estos distintos procesos de formación
mediante pasarelas, puentes, transferencia de créditos y reconocimiento también de
prácticas profesionales. Incluso ciertas normativas emanadas de instancias nacionales
llegan a sortearse a través del cada vez más denso espacio europeo de la enseñanza
superior.
La conciliación de estos distintos aspectos no es únicamente un tema meramente formal
sino una cuestión que penetra en la propia práctica de gobierno de las instituciones.
Así, por ejemplo, las universidades aportan nuevas dimensiones a sus enseñanzas, sea
incorporando prácticas profesionales, sea incluyendo la visión europea, sea repensando
el papel que desempeñan las humanidades, sea también relacionándose con los agentes
económicos, culturales y sociales de la sociedad de su entorno.
- La concesión a los estudiantes de una mayor flexibilidad a la hora de configurar sus
propios curricula, consecuencia de disponer actualmente de nuevos procedimientos de
aprendizaje: por ejemplo, a través de la utilización progresiva de la educación a
distancia que permite combinar estudio y trabajo en diferentes periodos de la vida activa.
De esta manera la educación superior puede extenderse a lo largo de toda la vida y puede
realizarse, asimismo, a tiempo parcial.
Aun así, esta flexibilidad tiene claros límites porque más allá de los intereses y
cambios de orientación de los estudiantes y de las discutibles fronteras de las
disciplinas científicas, la institución educativa ha de mantener la adecuación y el
significado de los curricula emprendidos respecto al ejercicio profesional, a la unidad de
las diferentes áreas científicas y a la formación cultural y humana de los estudiantes.
Por tanto, se impone fijar ciertas condiciones y supervisar los itinerarios a seguir por
éstos, a los cuales hay que suministrar una información adecuada que les ayude a elegir
correctamente entre las diferentes opciones que tienen ante sí. El asesoramiento ofrecido
a los estudiantes no se ha de limitar a los aspectos académicos de sus decisiones sino
también a las consecuencias que sus decisiones pueden tener respecto a sus futuras
oportunidades laborales.
- Una de las características de los métodos tradicionales de enseñanza superior ha
consistido en la progresividad de las diferentes fases y etapas de los curricula para
garantizar así una educación sólida. Es en esta cuestión, donde la Universidad
manifiesta su naturaleza y especificidad a través del contenido, de la metodología y de
la prevista continuidad de las diferentes fases del proceso de formación. Sin embargo,
las necesidades de la vida contemporánea - según se ha manifestado en el párrafo
anterior- y el deseo de movilidad por parte de los estudiantes han impuesto la
semestralización de los cursos académicos y especialmente el sistema de carga aprendida
en términos de créditos. La generalización de este procedimiento y la pertinencia de
las observaciones anteriores sobre las características de los métodos universitarios de
aprendizaje aconsejan, en ocasiones, la introducción de ciertos artificios de
compatibilidad y de conversión para que los distintos saberes puedan ser comprensibles y
comparables a modo de pasarelas entre estudios diferentes, tales como los llamados
Suplementos de Diploma (véase III-29) y la conversión de distintas materias en
créditos.
- La práctica conjunta de las actividades de educación y de investigación ha
distinguido, en particular, a las universidades del resto de las instituciones de
enseñanza superior. Hoy en día, como ya se ha dicho, el objetivo de favorecer los
procesos de innovación ha consolidado la idea de que la investigación es una pieza clave
del crecimiento económico. Por ello en las instituciones universitarias está presente
una tendencia centrífuga que, en cierta medida, agrieta la relación tradicional entre
los diferentes departamentos y los programas de enseñanza bajo el pretexto de dotar de
nuevas acciones y de nuevos servicios que rompan la rutina y la organización disciplinar.
Pero esta pérdida de cohesión interna puede perjudicar seriamente la misión que tiene
encomendada la Universidad y, en el futuro, podría añadir nuevos obstáculos al gobierno
eficaz de la autonomía universitaria. Esta circunstancia sugiere la necesidad de
reestructurar los órganos del gobierno universitario para no hacerlos depender de
intereses excesivamente a corto plazo y de los objetivos, por otra parte, legítimos de
las unidades que integran la Universidad. Los académicos tienen sus propias estrategias
definidas a partir de un marco conceptual de la Universidad definido desde hace doscientos
años y que, hasta este momento, no ha necesitado demasiados cambios radicales. El
equilibrio entre los objetivos institucionales claramente establecidos y el grado de
autonomía de gestión de los distintos componentes de la Universidad requiere una
capacidad de gobierno y el ejercicio de una autoridad que no son siempre fáciles.
Las consideraciones anteriores permiten hacerse una idea de la tendencia
contradictoria- a la variedad y a la unificación de las actividades y las organizaciones
de la enseñanza en la educación superior.
2.2. Administración Pública y enseñanzas
20. Antes de establecer el núcleo principal de recomendaciones y sugerencias en torno
a la estructura de las enseñanzas de educación superior, hay que referirse a la conducta
que han de adoptar las Administraciones Públicas en este proceso.
Las altas y crecientes tasas de difusión de la enseñanza superior en las sociedades
desarrolladas expresan la progresiva generalización de estos niveles de educación,
reforzada por la formación continuada y por las distintas modalidades de estudios a
tiempo parcial.
Ante ello, la respuesta apropiada de las universidades a este nuevo marco de relaciones
se mide por su grado de flexibilidad y de innovación. La flexibilidad se define por la
adaptación a las circunstancias cambiantes y la innovación por la capacidad de
establecer nuevos servicios, nuevas enseñanzas y nuevos procedimientos de su
impartición. Las enseñanzas de una Universidad han de responder a un plan estratégico
de conjunto (véase VIII-44).
Junto al reconocimiento de una mayor responsabilidad de las universidades, las
Administraciones han de adoptar también un enfoque centrado en el propio estudiante, cuyo
perfil se modifica, como ya se ha establecido más arriba.
A este estudiante ha de permitírsele una mayor flexibilidad en sus itinerarios
educativos y se le ha de proveer de los recursos adecuados para que pueda tomar, por si
mismo, sus decisiones. Las Administraciones han de garantizar, por tanto, que los
estudiantes dispongan de una información adecuada sobre las instituciones de enseñanza
superior, especialmente sobre su calidad, sobre sus programas, sobre el profesorado y
sobre las oportunidades ulteriores de su vida laboral.
21. Se pretende de esta manera una mayor participación de los estudiantes y una
respuesta más rápida y sensata por parte de las instituciones educativas. En este
sentido, las Administraciones se deberían circunscribir a:
- Determinar las prioridades educativas.
- Garantizar -mediante los sistemas de evaluación externa- unos niveles
mínimos de calidad para cada institución y para cada enseñanza, de acuerdo con los
objetivos que ellas mismas se propongan.
- Verificar la idoneidad de los estudios ya emprendidos por las instituciones
con el fin de obtener determinadas cualificaciones académicas y profesionales.
- Asegurar la financiación suficiente si se cumplen los anteriores supuestos y
si la institución gestiona los recursos correctamente.
- Organizar un sistema adecuado de información a los estudiantes.
- Precisar aquellos instrumentos que introduzcan transparencia en el
conocimiento de los estudios realizados y fomenten la movilidad de los estudiantes; como
es el caso de la fijación del crédito como unidad de aprendizaje, la determinación,
clara y sin ambigüedades, de la significación de las distintas titulaciones y grados.
- Focalizar la determinación de los programas de enseñanzas y de los curricula
correspondientes de acuerdo con los intereses de los estudiantes de toda clase,
aportándoles la información y el asesoramiento que precisen.
- Dotar a las instituciones de enseñanza superior de suficiente autonomía para
que aumenten su flexibilidad y su capacidad de innovación, pero también para que asuman
sus responsabilidades ante la sociedad.
Se trata, por consiguiente, de establecer un nuevo esquema de relaciones entre las
instituciones académicas y las Administraciones públicas basado en mecanismos de
acreditación a posteriori y en principios de mutua transparencia.
22. En resumen, en la organización de las enseñanzas de los sistemas de educación
superior se advierten tres tendencias básicas:
- En primer lugar, una combinación, no siempre fácil, de una creciente
diversificación de la educación superior con una progresiva unificación entre las
diferentes modalidades de la misma, lograda por una mayor flexibilidad de los programas y
por una mayor movilidad entre los estudios.
- En segundo lugar, el reconocimiento de la autonomía universitaria, entendida,
esencialmente, como el marco adecuado que ha de permitir una rápida adaptación de los
programas y de los curricula a las necesidades sociales.
- En tercer lugar, una reorientación del papel de las Administraciones públicas, las
cuales, para alcanzar los objetivos propuestos de desarrollo social y económico, han de
centrar su intervención en garantizar sistemas eficaces de evaluación "a
posteriori", de acreditación y de información a los estudiantes. Con ello, éstos
accederán a una amplia colección de cursos y dispondrán de una información fiable
sobre las oportunidades que dichos cursos les abren. A su vez, las instituciones que deban
impartirlos contarán con unas reglas claras y estables en cuyo curso podrán desarrollar
sus actividades y desempeñar sus funciones y, asimismo, tendrán la certeza de recibir un
tratamiento equitativo tanto en la recepción de los fondos de financiación como en los
mecanismos para dar respuesta a su gestión.
3.- Un sistema flexible de enseñanzas
3.1. Estructura de las enseñanzas
23. La sociedad basada en el conocimiento en la que estamos ya instalados (véase II-6)
induce a pensar que la enseñanza no va a reducirse a la mera transmisión de los
conocimientos disponibles en un momento determinado (que, por otra parte, es muy posible
que queden ya obsoletos cuando los estudiantes hayan terminado su periplo de estudios
tradicionales), sino también y esencialmente a la estimulación de los mecanismos de
reflexión propios de cada disciplina o de los que son necesarios para adquirir las
habilidades necesarias para el ejercicio de una actividad profesional.
24. Por tanto, cabe distinguir entre:
- Los estudios en los que el elemento decisivo y unificador son los factores
disciplinares de formación -los "inputs" del proceso- que se revelan, en
particular, en la enseñanza y en los programas científicamente fundamentados.
Estos estudios son los que, tradicionalmente, han impartido las universidades.
La disciplina científica podría definirse como aquélla que:
"tiene un contenido concreto y sustancial de conocimiento fundamental, que debe
estar dentro de un área donde es posible lograr avances en el conocimiento, y en la que
no debe predominar la formación en destrezas y técnicas" (Mountford, 1966)
No obstante, esta unidad disciplinar frecuentemente comienza a quebrarse en aquel tipo
de estudios que, en última instancia, han estado preparando para el ejercicio profesional
(por ejemplo: derecho, medicina, ingenierías, arquitectura, etc.), en los que las
disciplinas necesarias para esta práctica profesional coexisten con las propias de cada
área de conocimiento en la configuración de los curricula. De hecho, en este ámbito, la
existencia de Facultades o Escuelas trata de compensar la unidad disciplinar.
- Los estudios profesionales en los que se insiste preferentemente en los resultados
-en el "output"- y que, por ello, ponen un énfasis en los conocimientos
asimilados, en los procesos de aprendizaje y en las competencias adquiridas. En todos
ellos ha habido un desplazamiento desde la perspectiva del saber a la perspectiva del
proyecto.
25. Como se ha dicho más arriba, en España la existencia de un sistema único de
educación superior con sede, casi en su totalidad, en las universidades ha limitado la
variedad de los estudios superiores, no tanto por la inexistencia de entidades separadas,
distintas de la Universidad, como fundamentalmente, por la incapacidad del sistema
universitario establecido para promover estudios al margen del patrón único de
licenciaturas y similares. Postular el regreso a la situación anterior sería, sin duda,
difícil y acaso inútil si no se facilitan las coordenadas básicas para definir aquella
variedad de enseñanzas que den respuesta a la proliferación de las demandas procedentes
de las nuevas clases de estudiantes y que haga posible, en el futuro, el desarrollo
también de una enseñanza superior al margen de las universidades.
26. No se van a plantear problemas de demarcación de instituciones sino de estructura
de los estudios, exigiendo en todo caso a aquéllas que los acojan con el rigor necesario
para que, en cada caso, se garantice la transparencia de la oferta y se delimiten las
correspondientes responsabilidades.
27. El esquema siguiente trata de presentar de forma indicativa las diferentes clases
de cursos y estudios propios de los centros de enseñanza superior, tanto en España como
en los demás países de la OCDE. En el mismo, se destaca la finalidad de los estudios y
los diferentes niveles de formación conseguidos.
Cuadro III.1.- Estudios superiores
## Aproximación disciplinar profesional (input) (output) Segunda fase de C D
preparación Primera fase de A B preparación ##
Las columnas clasifican las enseñanzas según la preponderancia en las mismas sea de
una aproximación disciplinar o, alternativamente, de una aproximación de carácter
profesional. En las filas, en cambio, se muestran las dos etapas habituales de
preparación: un primer ciclo inicial y un ciclo superior. En consecuencia, podemos
distinguir:
- Cursos de tipo A, en los que se imparten enseñanzas integradas por una primera fase
de estudios disciplinares.
- Cursos de tipo B, en los que se imparten tanto estudios integrados en un ciclo
equivalentes a los antiguos peritajes, estudios de enfermería, estudios de magisterio,
etc.- como estudios impartidos de forma aislada propios de una formación
profesional de carácter superior- aunque puedan después emplearse, según los créditos
obtenidos, para la obtención de otros grados.
- Cursos de tipo C, en los que se imparten estudios correspondientes a una ulterior
profundización disciplinar que, en muchos países, otorga el título de
"master" o magister, que corresponde a un postgrado en una determinada
disciplina.
- Finalmente, cursos de tipo D que imparten estudios de carácter profesional: sea
estudios integrados, como en el caso de las ingenierías, sea estudios más dispersos,
como por ejemplo los que conducen, en su mayor parte, a la obtención del título de
"master" en su actual acepción y práctica española, donde domina la
referencia profesional.
28. Esta especificación de las enseñanzas requiere ciertas puntualizaciones:
- En primer lugar, hay que subrayar que, en este esquema, no se ha introducido el grado
más elevado de la formación universitaria en sentido estricto: el doctorado, ya que su
tratamiento no corresponde a esta sección (véase de IV-51 a IV-56).
- En segundo lugar, los diferentes niveles de estudios antes expuestos no indican
únicamente grados de preparación y de formación adquiridas sino que, además, ordenan
también las enseñanzas, de manera que el acceso a un grado posterior suele exigirle la
superación del grado inicial correspondiente.
- El contenido de los diferentes estudios es un tema complejo. Por un lado, la
formación no puede ser únicamente teórica, en particular en estudios de carácter
profesional. Por otro lado, el ejercicio de una actividad profesional puede facilitar la
adquisición de unas técnicas y una forma de abordar los problemas que merecen también
su incorporación en los curricula. Asimismo, sería razonable y altamente
recomendable- reconocer por vía de créditos el aprendizaje profesional conseguido a
través de los conocimientos acumulados en el momento de iniciar los estudios superiores.
Finalmente, se ha de tener presente que la asimilación de las enseñanzas recibidas no
puede efectuarse en cualquier fase de la vida de un estudiante; algunas de ellas han de
reservarse a la edad inmediatamente posterior a la conclusión de los estudios
secundarios.
Estas mismas observaciones permiten entender la conveniencia de proponer ciertos
itinerarios curriculares que integren diferentes cursos, tomando en consideración los
procesos habituales de aprendizaje de conocimientos y destrezas; todo ello preferentemente
en la primera fase de formación-.
- Hay que hacer una última consideración referida al profesorado. Las
características de algunos de los tipos de estudios mencionados, sobre todo de aquéllos
que apuntan a una formación netamente profesional y que contienen materias muy vinculadas
a su ejercicio, exigen que el profesorado que deba impartirlas reúna unos requisitos
distintos a los que, tradicionalmente, se han exigido al profesorado universitario. En
este sentido, para impartir estas disciplinas, es aconsejable la creación de un nuevo
tipo de docentes (véase VI-17 y VI-18). Para ellos, los departamentos no son el lugar
idóneo para su incorporación en la Universidad, sino otras nuevas estructuras que cada
Universidad debería establecer, para administrar y gestionar adecuadamente los estudios
de tipo B o D, una vez éstos hayan sido creados o reformados (véase VIII-36).
3.2. Flexibilidad curricular
29. La estructura de los estudios ha de permitir a los estudiantes:
- En primer lugar, elaborar su propio itinerario curricular, que les permita ciertos
cambios de estudios, el paso de unas fases a otras de los mismos o de ciertos tramos a
otros en el interior de una misma fase, todo ello en el marco de un número preciso y
reducido de condiciones. El desarrollo de estas posibilidades exige la conversión de los
estudios al esquema de créditos, como procedimiento que mide las enseñanzas recibidas y
que facilita la movilidad entre ellas. El sistema de créditos debería estar basado en el
método que ha generalizado la Unión Europea denominado "European Credit Transfer
System" (ECTS) que mide las cargas de aprendizaje más que las horas de clase. La
cantidad de trabajo que requiere cada curso se mide en términos de clases, trabajos
prácticos, seminarios, y exámenes u otros métodos de evaluación. De este modo se
pretende facilitar el reconocimiento académico entre instituciones a través de la
consideración de que los créditos son de aplicación general y basados en el principio
de que, para toda institución de educación superior, un año académico equivale a una
cantidad fija de 60 créditos.
En la aludida Declaración de Bolonia de los ministros de educación europeos, se opta
por:
"El establecimiento de un sistema de créditos como en el sistema ECTS-
como el medio adecuado para promover la mayor movilidad posible de los estudiantes. Los
créditos podrían adquirirse también en el contexto de la educación no superior,
incluso en la formación continuada, en la medida que los créditos sean reconocidos por
la universidad de acogida".
La Ley alemana de Educación superior (publicada en enero de 1999) dispone en su
sección 15:
"Se introducirá el sistema de puntos de crédito que a su vez permite la
transferencia de créditos de estudios y de exámenes obtenidos en otros cursos de
estudios de la misma o de otra institución de enseñanza superior"
Cuando, por motivos formativos o profesionales, los estudios constituyan un conjunto
integrado de unidades se sugiere el empleo de los Suplementos de Diploma, que proporcionan
una descripción de la naturaleza, nivel, contexto, contenido y alcance de los estudios,
informando, asimismo, de las salidas profesionales, y proporcionando una valoración en
créditos de cada uno de los cursos que forman parte de los mismos.
Hay que insistir, tal como se ha comentado en el apartado III-28, en la conveniencia de
proponer unos itinerarios curriculares precisos, particularmente en la primera etapa de
educación superior, tanto para los estudios de tipo A como para los estudios carácter
integrado de tipo B.
Para ello, se debería definir la carga de estudios en forma de módulos más amplios
al de las materias de duración anual o plurianual.
- En segundo lugar, aprovechar los estudios ya efectuados de forma que los
créditos conseguidos hasta entonces puedan incorporarse a otros itinerarios curriculares
o a itinerarios de otras instituciones de enseñanza superior en la medida en que ello
esté estipulado de esta forma. Incluso podrían ser reconocidos mediante algún tipo de
certificación que luego la sociedad pudiera valorar suficientemente. Para ello, es
recomendable establecer grados de carácter suficientemente genérico que permitan la
agregación de créditos de carácter más heterogéneo (véase III-38).
También, en ciertos itinerarios, se pueden establecer (como se comentará más
adelante) subgrados que informen debidamente sobre el nivel alcanzado por el estudiante.
- En tercer lugar, valorar debidamente la capacitación profesional que se haya
podido adquirir mediante el ejercicio de tareas o actividades en la vida profesional,
atribuyendo a éstos la correspondiente equivalencia en créditos.
3.3. Diversidad de instituciones
30. En diversas ocasiones, se ha indicado que la reciente historia de la educación
superior española apenas si ha concebido la enseñanza superior al margen de la
Universidad. También se ha comentado la dificultad de regresar a la situación anterior a
la consideración de este sistema, porque algunas de sus consecuencias no pueden ya
rectificarse fácilmente. Además, como ya se ha subrayado, una de las tendencias actuales
que se perciben en la enseñanza superior es la progresiva difuminación de fronteras que
anteriormente parecían rígidamente establecidas.
Por tanto, no se debe obstaculizar una cierta diversificación de las instituciones
de enseñanza superior según su especialización en el tipo de cursos -A, B, C o D- y en
las materias tratadas. Pero para estimular la iniciativa y la capacidad de adaptación de
las universidades, no parece procedente limitar la clase de cursos que ha de impartir cada
institución de enseñanza superior. En algunos sistemas universitarios se aprecia,
además, la existencia de una amplia zona de indefinición - que abarca las ciencias de la
administración y gestión, las profesiones paramédicas, las enseñanzas de traducción y
comunicación, las enseñanzas de turismo, etc.
Sin embargo, al efecto es aconsejable introducir la mayor claridad posible para así
evitar dudas y confusiones entre los diversos propósitos y contenidos de los cursos y de
los programas, según sean de los tipos A, B, C o D del esquema anterior. De esta manera
se permitirá dar a conocer a los estudiantes el alcance de sus propias decisiones y las
instituciones de enseñanza superior podrán planear razonablemente su organización y la
clase de profesorado que van a necesitar.
31. No obstante, hay un tipo de estudios cuya naturaleza hace que deba reservarse a las
universidades en sentido estricto. Hay motivos para ello.
Efectivamente, en el marco de las instituciones de enseñanza superior, las
universidades han sido consideradas entidades cuya enseñanza se propone cultivar la
independencia intelectual de los estudiantes. Por consiguiente, han de asumir un papel de
crítica y de conciencia social. Además, en ellas, la educación y la investigación son
estrictamente complementarias, de modo que la mayoría de la enseñanza la imparte un
profesorado que también lleva a cabo, en mayor o menor medida, tareas de investigación.
Es por ello que estas instituciones han de conseguir estándares internacionales en ambas
dimensiones de su actividad.
"(La Universidad) inculca en el estudiante una actitud mental que considera más
importante la valoración crítica de los hechos y de los valores que los dogmas, y que
mantiene que una asimilación de principios esenciales es más valiosa que la acumulación
de información o la adquisición de destrezas y técnicas. La Universidad espera que al
final de sus cursos sus estudiantes no sean sólo capaces de comprender el alcance y la
significación de lo que ya se conoce dentro de su propio campo, sino que sea receptivo a
lo que es nuevo, muestre interés por descubrirlo, muestre la habilidad para enfrentarse,
y sobre todo- sea capaz de trabajar de forma autónoma con confianza."
(Mountford, 1966).
La misión de las universidades de lograr estimular y cultivar la independencia
intelectual y, en consecuencia, la autosuficiencia profesional de sus estudiantes tiene un
enorme interés práctico. Hay que atribuirla a la visión unitaria del conocimiento
científico que las universidades han preservado a lo largo del tiempo. Esta circunstancia
hace que sea propio y específico de las mismas impartir principios generales y
conocimientos básicos en las diferentes disciplinas así como preparar para la actividad
investigadora en los estudios de doctorado. En cambio, las universidades no se
caracterizan específicamente por la obligación de impartir todas las titulaciones
completas; incluso les podría interesar -y nadie debería impedírselo- impartir otros
estudios no propiamente universitarios, pero en tal caso mediante las formas de
organización que les son propias e incorporando las sugerencias que se han precisado en
el apartado anterior.
Si la implantación de estas nuevas formas de organización no precediese a la
asunción de esos otros estudios, se originarían seguramente disfunciones importantes.
Aunque la acepción que la Unión Europea da al término Universidad en sus programas
equipara esta institución al resto de todas las organizaciones de enseñanza superior, en
Europa persiste la sensibilidad de reservar este término a aquellas instituciones de
enseñanza superior que están facultadas para conceder el grado de doctor, ya que la
formación para este grado sólo se alcanza mediante el aprendizaje de una práctica de
investigación. Es por ello que sería conveniente que las Administraciones Públicas
reservaran esta denominación sólo a aquellas instituciones que programen cursos de tipo
A y de doctorado.
32. Se insiste de nuevo en que no se debería entorpecer, pues, el logro de una mayor
variedad institucional. Así, sin pretender enmendar el pasado, convendría evitar
cualquier desviación respecto a lo que se propone, actualmente, la Formación Profesional
de grado superior (que forma parte de la enseñanza superior), facilitándole en su caso
una estructura adecuada y variada y promoviendo su expansión.
Asimismo se debería reflexionar seriamente antes de decidir el establecimiento de
nuevos centros de educación superior que, hasta hace poco, se han definido
sistemáticamente como universitarios desde un principio.
33. En cambio, sería conveniente el establecimiento de redes territoriales de
instituciones de enseñanza superior, relativamente descentralizadas geográficamente, de
manera que los estudiantes pudieran tener la oportunidad de acceder cómodamente a cursos
de tipo B. En ocasiones, y con carácter excepcional, alguno de estos centros podría
programar incluso cursos de tipo A, cuando así los reconociera alguna universidad
no precisamente las Administraciones Públicas- para que los titulados en estos
cursos impartidos en tales entidades pudieran acceder luego a estudios de tipo C y D.
3.4. Titulaciones
34. La configuración de los planes de estudio conlleva la colación de titulaciones.
Éstas han tenido una función acreditativa del aprendizaje asimilado como un requisito
previo para el ejercicio profesional, para la incorporación a la Administración o para
la práctica de la enseñanza. Pero, sobre todo, el diploma informa sobre los estudios
realizados y sobre la calidad y cualificación del estudiante tras superar el período de
aprendizaje correspondiente.
Las titulaciones expresan hitos en los estudios que, de darse ciertas condiciones,
autorizan a proseguir un proceso de formación de mayor duración. En la Declaración de
los ministros europeos de educación en Bolonia, se propone:
"La adopción de un sistema basado esencialmente en dos fases principales
consecutivas para alcanzar el grado. El acceso a la segunda fase requerirá haber
completado de manera suficiente una primera fase, de duración mínima de tres años. El
grado concedido tras la primera fase deberá también ser relevante para el conjunto del
mercado laboral europeo en la medida en que permita obtener un nivel apropiado de
cualificación. La segunda fase conducirá al master y/o al grado de doctorado como en la
mayoría de los países europeos".
En la Declaración de París de los ministros de Educación de Francia, Alemania, Reino
Unido e Italia del 25 de mayo de 1998, se indicaba:
"En los estudios que conducen a la licenciatura, debería ofrecerse a los
estudiantes programas suficientemente diversificados, que incluyeran especialmente la
posibilidad de seguir estudios pluridisciplinares, adquirir competencias en lenguas
extranjeras y utilizar las nuevas tecnologías de la información."
El término licenciatura del párrafo anterior de la Declaración de París se refiere
al grado que se obtiene tras la primera fase.
35. Los títulos académicos deben ser, pues, significativos en el sentido de que con
su obtención se certifica que el estudiante ha alcanzado una madurez suficiente en su
forma de razonar y en el grado de competencia adquirida mediante la asimilación de unos
conocimientos científicos, profesionales o técnicos. Para ello, una titulación no debe
ser normalmente una mera adición de cursos, sino su integración apropiada en un nivel de
formación del que puede deducirse un cierto valor añadido.
36. A este respecto, se recomienda la adopción de los siguientes grados, como
titulaciones acreditativas de haber superado las fases correspondientes:
- Un primer grado que tendría dos variantes que podrían denominarse de manera
distinta según se trate de:
· Estudios de carácter disciplinar de tipo A de cuatro años de duración que,
a su vez, se dividirían en dos tramos: un primer tramo, de carácter inicial, de una
duración de dos años como mínimo, de tipo pluridisciplinar en buena medida, común a
las grandes áreas científicas (ciencias, humanidades, ciencias sociales, ciencias de la
vida, ingenierías) y un segundo tramo, de carácter especializado o más monodisciplinar.
Si los estudiantes graduados en este tipo de estudios cursaran o hubieran ya cursado
además los estudios de carácter profesional B o D, éstos tendrían para ellos el
carácter de segundo grado o postgrado.
· Estudios de carácter profesional de tipo B, con programas integrados de tres
años de duración. Si los estudiantes de dichos cursos cursaran además los dos años
pluridisciplinares correspondientes a estudios de tipo A, podrían acceder a la
titulación anterior.
- Un segundo grado de estudios disciplinares de tipo C o profesionales de tipo D
que tendrían por ello carácter de postgrado. Se cursarían durante uno o a lo sumo dos
años.
- Un tercer grado de formación para el doctorado. Los estudios de doctorado se
organizarían en un solo tramo que conduciría a una sola clase de doctorado, tras superar
los estudios de tipo C o de tipo C suficientemente integrados.
37. Sería deseable que se redujera el número de denominaciones sectoriales de los
títulos, unificándolas en denominaciones genéricas, con mención, cuando ello fuera
preciso, de la especialidad cursada. Las denominaciones sectoriales de los títulos
deberían ser idénticas a pesar de las particularidades curriculares de cada
institución.
En particular, los estudios de carácter técnico, que en España se denominan
ingenierías, podrían organizarse de manera alternativa mediante un primera fase de tipo
A, que permitiría acceder a una segunda fase de tipo D, u otra única de tipo B.
38. Junto a las titulaciones mencionadas, que definen el grado alcanzado en la
superación de los diferentes ciclos de la educación superior, se propone el
reconocimiento, mediante las oportunas certificaciones, de:
- cursos aislados de tipo B y D,
- el tramo pluridisciplinar de tipo A, con el fin de informar sobre los
distintos estudios realizados, en el caso de que éstos no permitan alcanzar titulación
alguna por interrupción o por abandono de los estudios.
El reconocimiento de cursos de corta duración de tipo B- tiene además
relevancia de cara al empleo y constituye una estrategia interesante para resolver en un
plazo razonable problemas de falta de capacitación en algunas tareas. Es el caso de los
"sub-degrees" británicos de 60 o 120 créditos ECTS cursados en los
"Colleges of Further Education"; de los estudios programados por las
Universidades francesas en los I.U.T. o en los curricula "Instituts Universitaires
Professionnels" (I.U.P.); de los cursos de Formación Profesional Superior
españoles; del certificado irlandés (impartido en los Regional Technical Colleges) del
grado, de dos años; del primer grado superior bachillerato- que a partir de 1988
también se consigue en Dinamarca combinando diferentes elementos de los distintos cursos
según itinerarios trazados por los propios estudiantes ante la perspectiva de una
determinada salida profesional.
En particular, el seguimiento de sucesivos tramos puede ser una alternativa interesante
para resolver la falta de técnicos, ante la resistencia que muchos estudiantes
manifiestan a la elección de las carreras de ingeniería actualmente establecidas.
Cuando el número de créditos correspondientes a los itinerarios cursados en su
conjunto por un estudiante a lo largo de su periplo docente alcanzara el valor requerido
de algunas de las titulaciones definidas anteriormente, debería tener derecho a una de
las certificaciones o títulos anteriormente estipulados, con una denominación
suficientemente genérica para indicar la heterogeneidad de los conocimientos conseguidos.
39. Las anteriores sugerencias pueden completarse con las siguientes observaciones:
- Anteriormente se ha hecho una referencia a los años como indicador aproximado de la
duración de los estudios. En realidad la duración de los mismos es menos importante que
su contenido y que los métodos de enseñanza empleados. En cualquier caso, la carga y
duración de los estudios ha de valorarse según los créditos conseguidos.
- En los distintos cursos y programas debería figurar, explícitamente, la
conveniencia, o incluso la obligación, de seguir estudios en otras universidades, no
únicamente españolas sino también del extranjero. También se deberían detallar las
actividades a desarrollar en centros de trabajo empresas, administraciones,
instituciones, etc. Estas actividades deberían ser tuteladas por la propia institución
de educación conjuntamente con los centros de trabajo receptores.
- Las Administraciones Públicas deberían tutelar la calidad y los requisitos de
acceso a las titulaciones concedidas.
- En principio, se aconseja que la movilidad de los estudiantes se produzca tras haber
cursado los primeros cursos de los estudios.
- El paso de un grado a otro posterior no debería ser automático; exigiría el
cumplimiento de ciertos requisitos establecidos por las propias instituciones académicas.
En cambio no sería obstáculo cursar un grado superior no coincidente con el de los
estudios iniciales, con la única excepción de aquellos casos en que, por los acuerdos
internacionales suscritos en la materia, debiera seguirse un determinado itinerario
curricular.
- Los créditos podrían obtenerse, indistintamente, en cualquier universidad
española o de la Unión Europea.
40. La organización de los cursos de tipo A y C podría atribuirse generalmente a los
mismos departamentos (véase VIII-34 y VIII-35). Por el contrario, los cursos de tipo B y
D se deberían organizar según sistemas alternativos (véase VIII-36). En los mismos, los
responsables de estos cursos deberían dar cuenta de su enfoque y organización ante los
organismos centrales de las universidades o instituciones de enseñanza superior
correspondientes. Para llevarlos a cabo, se debería contar con la colaboración de
personas ajenas a la Universidad, que serían requeridas a participar en ellos no sólo
por sus circunstancias personales sino especialmente por la representación social y
económica que ostentaran en el sector profesional a cuya formación se pretendiera
contribuir.
41. En la determinación de los cursos y de los programas y en su puesta en práctica,
cada institución de enseñanza superior ha de gozar de una autonomía plena que ha de
abarcar también a las iniciativas relativas a la propuesta de nuevas actividades y nuevas
modalidades de enseñanza.
Difícilmente puede pedirse a dichas instituciones flexibilidad e iniciativa si se las
somete a exigencias previas que, en la mayoría de casos, son el origen de
entorpecimientos inútiles y de retrasos. Se ha constatado suficientemente que cuando las
Administraciones Públicas regulan con excesivo detalle los procedimientos y los trámites
para la aprobación de los programas y la organización de las enseñanzas disminuyen
considerablemente las innovaciones curriculares.
En cambio, la necesaria intervención pública no tiene estos efectos entorpecedores
cuando la regulación de las Administraciones sobre los curricula se restringe a los
principios generales y a los mínimos curriculares, a modo de marco general en cuyo seno
las instituciones pueden elaborar sus planes de estudio y programar libremente sus cursos.
En las titulaciones disciplinares -de tipo A- los mínimos curriculares deben además
señalar las materias complementarias que se consideran importantes para el ejercicio de
sus posibles salidas profesionales. A este efecto, a continuación se describe un proceso
donde la aprobación definitiva de las mismas por parte de la Administración se
produciría cuando ya se disponga de una cierta experiencia en la puesta en práctica de
los estudios.
La aprobación de nuevos programas y cursos debe implicar a pocos agentes y exigir un
número reducido de trámites administrativos. Por su parte, las Administraciones
Públicas deberían estimular financieramente la introducción de innovaciones en los
distintos curricula.
42. La determinación del marco general y de los mínimos curriculares de los programas
deberían corresponder, como se ha dicho, a las Administraciones Públicas. Las
Administraciones Públicas deberían limitarse a estos mínimos, excepto en aquellas
profesiones para cuyo ejercicio exista una tradición, compartida por diferentes países,
de regulación profesional. Paralelamente también debería procederse a reducir
progresivamente el número excesivo de profesiones y de colegios profesionales que las
agrupan con criterios de exclusividad, herencia de los excesos corporativistas de la
pasada Dictadura.
43. Establecido este marco general, la organización de los programas y de los cursos
correspondería libremente a cada universidad o institución de educación superior. El
sistema español de materias troncales aunque supuso una desregulación
considerable- continua siendo todavía uno de los más reglamentistas de Europa. No hay
motivos para que ello siga siendo así, en un futuro inmediato, si se asegura que las
universidades operen eficientemente, sean evaluadas externamente y dispongan de sistemas
responsables de autogobierno. En todo caso, los criterios mínimos de los curricula
fijados por las Administraciones Públicas deberían abarcar los grandes campos del
conocimiento, campos sin duda más amplios que las actuales titulaciones correspondientes
a cada grado equivalente a una licenciatura o a una diplomatura.
44. En cambio, las Administraciones Públicas, en el ámbito de sus competencias
territoriales, deberían establecer, con carácter plurianual, las distintas opciones de
estudios preferentes que desean que las instituciones de educación superior de su ámbito
lleven a cabo. La delimitación de estas opciones tendría el carácter de directivas con
efectos positivos para la financiación de dichas instituciones a través de los
contratos-programa.
45. Las universidades y demás instituciones de enseñanza superior -a través de sus
órganos centrales- deberían formular sus propuestas de estudios, atendiendo a las
ventajas que les suponga su propia especialización, su localización o su tamaño y
también los estudios que ya están impartiendo. Los proyectos de planes de estudio
deberían proponerse, asimismo, con la suficiente transparencia e información.
Estas propuestas deberían ser objeto de consulta con personas y entidades externas a
la Universidad, académicas o no académicas. Asimismo, cada institución debería fijar
los módulos, el número de créditos, los créditos a elegir libremente por los
estudiantes, el sistema de impartición de las clases por ejemplo, por semestres- y
las formas de evaluación. En particular, los cursos de postgrado deberían tener
referencias internacionales en términos de redes, colaboraciones o idiomas.
Cuando los planes de estudio conduzcan a títulos académicos, la institución de
enseñanza superior correspondiente debería someter su propuesta a las Administraciones
Públicas competentes, acompañándola de los mismos requisitos que conlleva el Suplemento
de Diploma. Las Administraciones podrán oponerse a dicha propuesta dentro de un plazo
determinado, sin requerirse una aprobación formal, que se entendería concedida
transcurrido dicho plazo. La oposición por parte de las Administraciones Públicas
podría argumentarse por no hallar motivos suficientes para aumentar el número de los
centros que ya imparten unos mismos estudios o por no disponer la Universidad o
institución solicitante de profesores suficientes que aseguraran la debida calidad de la
enseñanza. En cambio, serían razones para favorecer inicialmente a la propuesta, la
especialización reconocida de la institución en materias afines o la decisión de la
misma de clausurar otros tipos de estudios.
En cualquier caso, esta aprobación por parte de la Administración Pública tendría
carácter provisional, hasta que la institución implicada no recibiera la acreditación
posterior sobre la idoneidad de su programa y obtuviera, asimismo, una evaluación
suficiente sobre la calidad del mismo. Esta acreditación debería renovarse en sucesivas
ocasiones (véase VII-30).
46. Los requisitos de los títulos de carácter extraordinario obtenidos por
acumulación heterogénea de créditos (véase III-38) habrían de ser establecidos y
regulados por las Administraciones Públicas competentes.
3.5. De la enseñanza al aprendizaje
47. La planificación de un programa educativo pasa por la respuesta a una serie de
interrogantes sobre a quién se va a enseñar, quién va a aprender, cómo se debe
enseñar y aprender, y cómo controlar el aprendizaje. Estas preguntas deben
formulárselas continuamente los enseñantes, pero también es absolutamente obligado
plantearlas de manera institucional a la hora de hacer una planificación de la
enseñanza; planificación que ha de iniciarse con un establecimiento de los objetivos
educativos.
Un objetivo educativo se define como "lo que es necesario que los estudiantes
deben aprender o sean capaces de hacer al terminar el proceso de enseñanza-aprendizaje, y
que no eran capaces de hacer antes". Los objetivos no establecen aquello que el
profesor es capaz de enseñar, sino aquello que el estudiante debe aprender al término
del proceso de enseñanza-aprendizaje. Los objetivos educativos deben ser configurados por
la Universidad, no como institución aislada del resto de la sociedad, sino como organismo
plenamente inmerso en ella. Por ello, con la Universidad, en la elaboración de los
objetivos de aprendizaje deben participar las instancias sociales pertinentes, diversas
según el tipo de estudios, ya sean éstos más científicos o más profesionalizados.
El establecimiento previo de objetivos específicos, por parte de la institución
educativa a la hora de perfilar su plan de acción educativo, supone para el estudiante un
elemento de orientación para el aprendizaje, que podrá rentabilizar mejor los medios
pedagógicos a su disposición, con vistas al logro de cada objetivo concreto. Por otra
parte, la redacción de objetivos claros proporciona una valiosa ayuda en cuanto al
autoaprendizaje y a la autoevaluación, lo cual permite al estudiante obtener información
sobre el estado de sus conocimientos, a fin de realizar los reajustes necesarios en su
proceso de aprendizaje.
Finalmente, el ritmo de aprendizaje se va a ir acelerando a medida que el estudiante
adquiera mayor experiencia, reduciéndose así el tiempo necesario para cumplir el
programa. Las ventajas para la institución docente y para la sociedad son obvias.
Además, la definición de objetivos educativos facilita la evaluación, no sólo de
los conocimientos del estudiante al final del periodo de aprendizaje, sino también de los
programas de enseñanza y de los planes de estudio, de la competencia del profesorado y de
la gestión de los recursos disponibles, permitiendo el uso más racional y acertado de
los mismos. Junto al diseño institucional de los objetivos de aprendizaje es necesario el
análisis de la metodología más apropiada. Este aspecto ha sido siempre relevante, pero
cobra toda su importancia en la actual época de avances tecnológicos disponibles para
facilitar dicho aprendizaje.
En consecuencia, el proceso de evaluación de la docencia debería dejar de ser tarea
secundaria por parte del personal académico, actualmente más motivado y dedicado a
actividades de investigación, para pasar a ser pieza fundamental en la formación del
mismo, en el curso de su carrera académica (véase VI-9 a VI-25). Aspectos como los de
las técnicas del aprendizaje o los referidos a la docimología son hoy cuestiones
sustantivas para mejorar el aprendizaje de los estudiantes; de modo que deberían formar
parte del bagaje profesional del profesor, quien dejaría con ello de basarse
exclusivamente en su intuición o en su esfuerzo y autodidacta en este ámbito.
48. El trabajo en clase del profesor resulta particularmente valioso para ofrecer a los
estudiantes una exposición clara y rigurosa de un tema. Además, el profesor debería
presentar material de apoyo que no estuviera todavía disponible en libros de texto,
orientar a los estudiantes en sus propias lecturas, sugerir puntos de vista alternativos,
y, en general, estimular la reflexión y el debate y propiciar el interés de los
estudiantes por las cuestiones tratadas. Junto a la palabra, la utilización de medios
audiovisuales debe reforzar los aspectos positivos de la lección y minimizar sus aspectos
negativos. Los jóvenes crecen junto a una gran variedad de medios audiovisuales, y los
progresos tecnológicos han aumentado considerablemente el número de opciones de posible
utilidad para la enseñanza, a modo de un auxiliar más de la misma, cuya utilidad y
éxito están estrechamente relacionados con el empleo que de ellos haga el profesor
(véase IX-9).
La propuesta básica que empiezan a formalizar algunas instituciones contempla una
efectiva integración de los avances técnicos, sobre todo de carácter informático, en
los procesos de aprendizaje. Las bibliotecas universitarias, por ejemplo, deben ser más
accesibles al estudiante por medio de bases de datos y otros medios informáticos. De
alguna manera, se empieza a concebir el estudiante "unido" a las fuentes del
conocimiento a través de su ordenador personal o usando los ya instalados en su aula.
La organización del proceso de enseñanza debe prever la distribución de los
estudiantes y de los recursos humanos y materiales con los que es factible contar, de
manera que pueda establecerse qué utilidad han de tener las sesiones de discusión
dirigida o los seminarios, así como las actividades de tipo tutorial (véase III-54).
La finalidad de la enseñanza en una gran parte de los estudios superiores es también
la adquisición de destrezas por parte del estudiante. El proceso de planificación al que
nos referimos debe establecer también el tipo de medios técnicos más adecuados para
facilitar el aprendizaje. Actualmente, las instituciones de educación superior no cuentan
con los suficientes medios, posiblemente por su elevado coste pero, en muchos casos, su
uso se ve limitado también por la falta de adiestramiento y la escasa motivación del
profesor. Es de esperar que en el futuro se dé un impulso al empleo de las nuevas
tecnologías para la enseñanza y el autoaprendizaje, sobre todo cuando se está poniendo
cada vez más énfasis en el aprendizaje que en la enseñanza, cuando el profesor será
más un facilitador del aprendizaje, y cuando el estudiante habrá de disponer de más
tiempo en el recinto universitario para tareas de autoformación.
En todo caso, se insiste una vez más en la necesidad de reducir la extensión de los
estudios de pregrado por las razones tantas veces argumentadas; a las que se adiciona el
hecho de que al incorporar a la enseñanza nuevos procedimientos facilitadores del
aprendizaje debe estimularse el uso de periodos de autoaprendizaje y sesiones de
seminarios y sesiones de tutorías, todos ellos computables también como créditos.
El plan estratégico institucional (véase VIII-44) en lo que se refiere a las
necesidades del personal y material se completa con la planificación de la evaluación
por la cual se mide el grado de consecución del objetivo educativo diseñado, y se logra
contar con criterios para tomar decisiones pedagógicas de mejora. Esta evaluación es un
proceso que debería ir más allá de la mera y tradicional rutina de calificación de
estudiantes, para pasar a ser un sistema continuado de medida de la calidad del propio
sistema pedagógico.
A este respecto podría aconsejarse la creación de Servicios de apoyo en los distintos
Centros universitarios, dependientes de las direcciones de tales Centros, compuestos por
profesores y técnicos expertos en el empleo de nuevas tecnologías para el aprendizaje,
que tendrían como misión la tarea de mejora de los procedimientos de
enseñanza-aprendizaje, así como el diseño y la propuesta de planificación de
innovadoras actividades de formación, la planificación coordinada de evaluaciones, y
también de formación contínua del profesorado; todo ello con la finalidad de estimular
la innovación y avanzar en la progresiva incorporación de nuevas modalidades de diseño
de contenidos docentes, promoviendo su integración al agrupar aspectos que en el método
de enseñanza tradicional se analizan por separado. En todo caso, deberá ponerse especial
cuidado en que las tareas de programación y coordinación que aquí se reclaman no
compliquen innecesariamente la tarea docente, de modo que no conduzcan a la finalidad
pretendida y que degeneren en desviaciones puramente formales, engorrosas y burocráticas
(para experiencias en el apoyo para la incorporación de nuevas técnicas de información
y comunicación, véase IX-13).
Siguiendo estas observaciones se dispondrá de elementos precisos para establecer las
necesidades de personal académico en sus distintos niveles de experiencia y en cuanto a
su dedicación a las distintas fases del proceso de aprendizaje por parte del estudiante. La
tarea de enseñar, como acción referida sobre todo a la facilitación del aprendizaje,
será cada vez más una tarea de grupo, de equipo; en la que profesores de distinto nivel
de cualificación y experiencia colaboran entre sí junto a jóvenes en proceso de
formación, en carrera académica para conseguir el aprendizaje por parte del
estudiante. Bajo esta perspectiva, es muy probable que deba romperse el tradicional
reparto de roles, por el cual, el profesor veterano senior- imparte las clases
magistrales, mientras que el joven en formación se ocupa de las tareas de enseñanza
práctica y de seminarios o de tutorías. Las denominaciones de actividades de enseñanza
que nos llegan de otros sistemas sobre todo del mundo anglosajón como
"facilitadores", "asistentes" o "coordinadores" no deberían
significar nuevas categorías académicas; sino que las figuras del personal académico
actual, funcionario y contratado, junto al personal en formación como colaborador,
habrían de repartirse las distintas actividades del proceso de enseñanza-aprendizaje.
4.- Sistemas de apoyo a la enseñanza
4.1. Información
49. El sistema que se propone otorga una gran autonomía a las instituciones de
enseñanza superior y a los propios estudiantes. Debe por tanto establecerse un
procedimiento que garantice la propia supervisión del sistema y el asesoramiento a los
estudiantes, sin menoscabar sino al contrario, estimulando- la responsabilidad tanto
de dichas instituciones como de los estudiantes que habrán de afrontar las consecuencias
de sus decisiones.
En este sentido, la disponibilidad de información es, sin duda, la condición
necesaria para tomar decisiones razonables. La información a la que se alude ha de
contener un sistema completo de estadísticas y de referencias que permita conocer las
características de las ofertas de enseñanza superior y que oriente suficientemente sobre
la toma de decisiones.
Las Administraciones Públicas necesitan varios niveles de información - una parte de
la cual se recabará de las propias instituciones - que en todo caso han de abarcar:
- la adscripción de los estudiantes a los diferentes centros de enseñanza superior,
especificando si cursan los estudios a tiempo completo o a tiempo parcial y si dicha
formación es presencial o a distancia, las características sociodemográficas de los
mismos y su situación en el régimen de educación superior (créditos conseguidos,
títulos obtenidos, etc.);
- los cursos y los programas que ofrecen las universidades y demás instituciones de
enseñanza superior, así como los resultados de las evaluaciones y acreditaciones a que
han sido sometidas;
- la investigación que se está llevando a cabo y los recursos destinados a la misma;
- el sistema de financiación de los estudiantes y de la propia institución.
50. Las Administraciones Públicas deberían redactar informes anuales sobre la
actividad desarrollada por el sistema de educación superior a partir de la información
anterior y deberían ponerla a disposición de las instituciones y de los estudiantes
-acompañada de las disposiciones más importantes tomadas por las propias
Administraciones Públicas y por la Unión Europea. Paralelamente y según anteriormente
se ha señalado (véase III-44), estas Administraciones deberían hacer públicos, con una
frecuencia plurianual, los objetivos de su política de enseñanza superior, a modo de
grandes orientaciones a largo plazo.
51. Toda esta información sería de gran utilidad para las universidades y para las
demás instituciones de enseñanza superior ya que les permitiría responder más
adecuadamente a las tendencias de la demanda y formular de manera más precisa sus planes
estratégicos y de financiación.
También los estudiantes requerirán acceder a esta información para conocer el coste
de los distintos estudios, las oportunidades profesionales que éstos reportan, los
servicios universitarios a los que pueden acceder y la calidad de los estudios que pueden
elegir. Singular interés ofrece para el estudiante el conocimiento de los resultados de
las evaluaciones y de las acreditaciones recibidas por los centros donde pretende cursar
sus estudios.
4.2. Asesoramiento
52. Pero no basta con disponer de información para tomar decisiones adecuadas. Ha de
ir acompañada de un adecuado asesoramiento. Información y asesoramiento han de emplearse
conjuntamente para reforzar la transparencia de las diferentes ofertas de cursos y
programas y para conocer mejor las salidas profesionales y las demandas de empleos.
En algunos países esta tarea está encomendada a las Administraciones Públicas; en
otros, es una función que asumen las propias universidades. En particular, en los Estados
Unidos, la penetración de los mecanismos de mercado en la educación superior ofrece
motivos de preocupación por el peligro de que la calidad universitaria quede afectada por
una exigencia de satisfacción a corto plazo. Por consiguiente, los servicios de
orientación y de asesoramiento de los estudiantes se convierten en el punto de enlace
básico entre los estudiantes y la sociedad.
La Ley alemana de Educación Superior (publicada en enero de 1999) destaca en su
sección 14 la función del asesoramiento a los estudiantes:
"La institución de enseñanza superior informará a los estudiantes y
solicitantes sobre las oportunidades y condiciones de estudios así como del contenido,
estructura y requisitos de los cursos. Durante todo el período académico asistirá a los
estudiantes, proprocionándoles consejos sobre la materia. Al final del primer año de
estudio, determinará el progreso realizado por los estudiantes, les informará y, si
fuese necesario, les aconsejará y orientará".
53. Parece adecuado, pues, que las universidades y las demás instituciones de
enseñanza superior concedan mayor importancia al asesoramiento de los estudiantes. Ello
es obvio cuando se permite a los estudiantes la posibilidad de configurar sus propios
itinerarios docentes, aumentando la flexibilidad de los curricula con una mayor
participación de materias a determinar por quiénes siguen los estudios e importan
decisivamente las expectativas profesionales de los estudios que se cursan.
54. En este contexto, una parte del profesorado (o una parte del tiempo que el mismo
destina a actividades docentes) deberá asignarse a tareas de asesoramiento de los
estudiantes, en necesaria cooperación con técnicos y profesionales especializados en
estas cuestiones. Las instituciones de enseñanza superior deberán establecer esta clase
de servicios como una parte central de sus prestaciones.
Existe ya una conciencia creciente de que la Universidad necesita dedicar más recursos
a su función de asesoramiento y de que los estudiantes deben tener un acceso más fácil
al consejo y a la orientación durante todo el período de sus estudios. Hasta hoy, este
asesoramiento se ha limitado, en la mayoría de casos, a la orientación profesional, a la
información de temas relacionados con las becas y a las posibilidades de proseguir
estudios en el extranjero. Su práctica ha tenido un carácter más bien voluntario y, en
gran medida, a petición del estudiante. En cambio, el tipo de asesoramiento y apoyo al
estudiante que aquí se postula ha de tener un alcance universal, con una consideración
de servicio esencial de las universidades. A este efecto podrá encomendarse a cada
profesor o tutor un número determinado e identificado de estudiantes.
55. Este asesoramiento ha de abarcar las diferentes fases de la vida académica del
estudiante; es decir:
- Asesoramiento previo al ingreso en la Universidad, con el cual se ayuda a los futuros
estudiantes universitarios a tomar decisiones razonadas y responsables sobre los cursos y
las materias más adecuadas a sus preferencias en su inmediata incorporación a la
Universidad. Por supuesto, la información y los consejos pueden extenderse también a
otros aspectos relacionados con su futura vida estudiantil, tales como becas, residencias,
etc. y suministrar la información precisa sobre la política institucional, los
trámites, los recursos y los programas.
- Preparación y desarrollo de las habilidades educativas, capacitando con ello a los
estudiantes a ser independientes y autónomos.
- Planificación de los estudios, ayudando, en este caso, a los estudiantes a la
elaboración de su plan de estudios, asesorándolos sobre la acumulación de los
créditos, a menudo haciendo aflorar sus preferencias, ayudándoles a escoger las materias
optativas, o informándoles sobre las consecuencias de los abandonos.
- Apoyos especiales, en casos de crisis o dificultades particulares de algunos
estudiantes.
- Asesoramiento y apoyo al desenvolvimiento formativo de los estudiantes, de modo que
el asesor intervenga si el estudiante no progresa suficientemente en su etapa formativa y
ayudándole a evaluar su propio aprovechamiento de los estudios.
- Participación en la evaluación de los estudiantes.
- Orientación profesional, para preparar a los estudiantes durante la carrera a
adaptarse a las posibles salidas profesionales, hacia las empresas o los sectores de
actividad que pueden ser, en un futuro, sus lugares de trabajo.
56. En ningún caso el asesor ha de suplantar al estudiante en la toma de decisiones.
Su papel consiste, exclusivamente, en ayudarlo a decidir por su cuenta, guiándole a tomar
alternativas y examinando, conjuntamente con él, las posibles consecuencias de sus
decisiones. Tampoco los asesores han de ser considerados asesores psicológicos ni han de
tratar temas emocionales que se aparten del comportamiento normal del estudiante.
El plan de consultas del estudiante a su asesor debe considerarse como una actividad
fundamental de su vida universitaria; y, por ello, debería programar y preparar
rigurosamente las visitas al asesor.
57. La difusión de las tecnologías actuales de la información y de la comunicación
permite a los estudiantes acceder a un gran número de fuentes de información de manera
rápida, dinámica y a distancia. Estos medios ofrecen además la oportunidad de
comunicarse a través del correo electrónico o de la teleconferencia.
Con estas nuevas oportunidades tecnológicas (véase IX-8 y IX-9), los métodos de la
enseñanza superior han de ser revisados en profundidad. Al estudiante deben ofrecérsele
técnicas de reflexión, técnicas de solución de problemas y medios de consecución de
información integrados en un nuevo concepto de formación. La transmisión unilateral y
repetitiva de información y de conocimientos adquiridos por el profesor ha de ser
sustituida por la creación de un nuevo ambiente de aprendizaje que empuje a los
estudiantes hacia el camino de su autoformación, poniendo a su disposición los
instrumentos adecuados. Al efecto, se sugiere la generalización de cursos interactivos,
preparados por un equipo de expertos en torno a un profesor prestigioso, asistido por
otros profesores con amplios conocimientos en su misma disciplina o en el mismo ejercicio
profesional, de reconocidas competencias pedagógicas, que tomarían a su cargo los
ejercicios, los trabajos prácticos, las prácticas de laboratorio, los seminarios, la
ayuda en la redacción de las memorias y las evaluaciones. Estos procedimientos
permitirán aumentar el rendimiento de la enseñanza superior y, probablemente, disminuir
en el futuro el elevado coste de consecución de una enseñanza de calidad.
58. Por otra parte, la evaluación de los estudiantes ha de prescindir,
progresivamente, del método de los exámenes repetitivos de diferentes materias que
concede una excesiva importancia a la memoria o al amontonamiento temporal de los
conocimientos y que no ofrece ninguna garantía ni ninguna indicación de la capacidad de
los estudiantes para afrontar una futura actividad profesional. Por el contrario, los
exámenes deberían consistir en pruebas en que los estudiantes, con su propio material,
fueran capaces de dar cuenta de su comprensión de la materia y sobre su modo de
reflexionar y abordar las cuestiones a las que se les someten.
59. Sin embargo, el sistema de enseñanza apoyado en las modernas tecnologías de la
información y de la comunicación acrecienta, si cabe, la necesidad de un contacto
directo del estudiante con la Universidad y con sus profesores. El asesoramiento garantiza
entonces la presencia institucional de la institución académica entre los estudiantes
alejados del campus central. Hay que distinguir entre las funciones académicas que se
ciñen a preparar al estudiante para conseguir la superación de los cursos y de las
materias y que ponen énfasis en el proceso de aprendizaje y las funciones de
asesoramiento personal que orientan al estudiante en todas aquellas cuestiones que
conciernen a su relación con la Universidad en los aspectos que no son propiamente
académicos.
En particular, la relación con los estudiantes que preferentemente siguen sus estudios
a distancia se mantiene a menudo estableciendo, en las diferentes instituciones, centros
de asesoramiento que, de forma presencial, ayudan a reducir su incomunicación y a mejorar
de este modo su aprendizaje.
4.3. Supervisión por las Administraciones Públicas
60. De acuerdo con lo anteriormente expuesto, el ejercicio de la supervisión por parte
de las Administraciones Públicas debe basarse en:
- Un sistema de Información en los términos ya definidos en el apartado
III-47;
- Un sistema de Acreditación (véase VII-30), destinado a comprobar la
idoneidad de los programas y de los planes de estudios y la capacidad de una institución
para proporcionarlos. Esta acreditación se extendería a todos aquellos cursos que de
forma aditiva diesen lugar a una titulación.
Correspondería a este sistema de acreditación:
· la aceptación de las propuestas elevadas por las instituciones de enseñanza
superior,
· su comprobación continuada ulterior,
· la verificación de la consecución de un título obtenido por adición de
créditos de naturaleza heterogénea.
- Un sistema de Evaluación de las instituciones y de las enseñanzas impartidas
en ellas (véase VII-25), destinados a informar sobre la calidad de las mismas y a
facilitar la resolución de los distintos problemas que se hayan constatado en su
implementación. Naturalmente las decisiones que hayan de tomarse como consecuencia del
resultado obtenido por los mencionados procesos de Acreditación y de Evaluación
correspondería a las Administraciones en el ámbito de sus competencias respectivas.
- Un sistema de Orientación para la enseñanza superior con la participación
de universitarios y de otros profesionales para aportar consejo a las Administraciones
Públicas acerca de aquellas nuevas orientaciones que se podrían introducir en la
enseñanza superior a medio o largo plazo.
5.- Situaciones anómalas
61. En la mayor parte de los países se produce una notoria disparidad entre la
duración real de los estudios y su duración oficial. En muchos países (Dinamarca,
Alemania, Países Bajos, Francia, Austria, Italia, etc.) se requieren habitualmente siete
años para completar los estudios superiores cuando oficialmente deberían cursarse en
cuatro o, a lo sumo, cinco años.
Los gobiernos han hecho esfuerzos para evitar este desfase. Una medida ha consistido en
diversificar y modelar adecuadamente la obtención de los títulos en los diferentes
ciclos y tramos, reduciendo así la extensión de los programas. Otras medidas han
consistido en limitar el acceso a ciertas subvenciones (Alemania, Dinamarca, Holanda) o a
pasar de la modalidad subvención a la modalidad préstamo cuando se supera la duración
oficial de los estudios (Holanda, Dinamarca), en excluir a los estudiantes que se retrasan
en sus estudios del cómputo en que se basa la subvención pública a las universidades
(Finlandia) o en establecer diferenciales en los derechos de inscripción (Irlanda, Gran
Bretaña).
62. Sin embargo, la duración real de los estudios obedece en muchas ocasiones a
sistemas poco satisfactorios de evaluación de los estudiantes. En este sentido, el
gobierno de cada universidad debería crear los mecanismos o las instituciones adecuadas
para que se solventaran situaciones de rigor desproporcionado en la evaluación de ciertas
materias, introduciendo criterios razonables de calificación, teniendo en cuenta las
puntuaciones que se obtienen en otras materias o atendiendo a la opinión de los
responsables del asesoramiento a los estudiantes.
63. La reforma de los curricula -como la que se ha sugerido en esta sección
podría ayudar a reducir las causas del desfase entre la duración real y la duración
oficial de los estudios.
Se podría estudiar atribuir un número especial de créditos (equivalentes a los
normalmente necesarios para conseguir uno de los grados, sea el grado inicial o el
postgrado) a cada estudiante, el cual los utilizaría en su matricula. Una vez consumidos
tanto si los niveles a los que optara han sido ya superados como si no- terminaría
su derecho a proseguir sus estudios.
Parece injusto y discriminatorio que se permita a los estudiantes proseguir sus
estudios sólo si satisfacen el coste de los mismos. En cualquier caso, con el sistema
propuesto el estudiante no estaría limitado temporalmente en la utilización de dichos
créditos. Este método no diferencia entre estudiantes a tiempo completo y estudiantes a
tiempo parcial como parecen aconsejar algunos informes recientes sobre universidades en
otros países.
El cómputo de los créditos totales se haría a partir del valor de los créditos que
oficialmente permiten obtener el grado correspondiente, aunque también habría la
posibilidad de establecer un periodo transitorio, tomando como referencia el promedio de
duración real de los estudios.
64. Otro problema preocupante es la elevada tasa de abandono en los estudios
superiores. No siempre el abandono tiene porqué conllevar connotaciones negativas. La
causa, en ocasiones, puede radicar en la oportunidad de un trabajo o en un cambio de
itinerario curricular o de institución.
Sin embargo, ciertamente una serie de motivos negativos inciden en la tasa de abandono
de las carreras. Las causas de estos abandonos son diversas.
Se ha mencionado ya el hecho de que, en gran medida, la excesiva permanencia en los
centros de enseñanza superior o el abandono de los estudios son consecuencia de la forma
poco satisfactoria de evaluación de las distintas materias. Pero además suelen
señalarse otras razones: la ausencia de cualidades mínimas en los estudiantes para
acometer con aprovechamiento suficiente los estudios superiores (entre ellas, hábitos
deficientes de lectura), ciertos factores socioeconómicos (medios financieros
insuficientes) aunque el peso de este motivo se ha comprobado que disminuye cuando el
estudiante ha consolidado sus estudios, los problemas de desgaste psíquico o de falta de
integración a la institución de educación a que se acoge, la frustración de las
expectativas puestas en los estudios, especialmente la ausencia de interés en los mismos
cuando éstos no se han solicitado en primera opción, etc.
65. La tasa de finalización de los estudios se define como el cociente entre el
número de titulados en relación con el número de estudiantes que inician los estudios.
Las tasas correspondientes a la segunda mitad de la década de los 80 fueron; del 55% para
las universidades francobelgas; del 58% para las flamencas; del 60% para el conjunto
de la educación superior danesa, del 69% para las universidades alemana y del 80% para
las Fachhochschulen, del 58% para las universidades holandesas y del 61% para los H.B.O
del mismo país. En el Reino Unido el primer grado tuvo una tasa del 88% (para España,
véase el cuadro I-12).
Suele afirmarse que esta tasa es tanto más elevada cuanto más estrictos son los
mecanismos selectivos del sistema y, asimismo, cuanto más elevado es el número de
estudiantes que reciben ayuda económica de las Administraciones Públicas.
A los gobiernos les asisten razones poderosas para sentirse preocupados por la excesiva
duración real o por los abandonos en la educación superior. Las demandas de personal
cualificado y competente constituye hoy en día uno de los objetivos de todas las
sociedades avanzadas; por otra parte, se hace difícil permanecer indiferentes en periodos
de estrecheces presupuestarias al despilfarro de recursos financieros que supone el
abandono de los estudios superiores. Desde un punto de vista personal, el abandono suele
ser un motivo de frustración. Indudablemente una revisión del sistema de enseñanzas
puede contribuir a disminuir la gravedad de las cifras.
6.- Sobre procedimiento
66. Todas las anteriores observaciones y sugerencias no plantean llevar a cabo una
reforma precipitada de la legislación vigente, ni tampoco una rápida transformación del
sistema actual de enseñanzas. Pretenden, a lo sumo, señalar algunos caminos para
contribuir a lograr una mayor aproximación entre la actual universidad y la sociedad. Al
efecto se avanzan los siguientes pasos para iniciar el proceso de adaptación sugerido:
- En primer lugar, con relación a las titulaciones ya establecidas, las
Administraciones Públicas podrían proceder a la desregulación de las distintas carreras
que conducen a títulos. Esta desregulación (véase apartado III-42) sólo sería parcial
en los estudios que conducen a profesiones reguladas en el ámbito de la Unión Europea.
En los demás casos, las Administraciones Públicas deberían limitarse a hacer públicos
los objetivos generales de cada enseñanza según se sugiere en los apartados III-41 a
III-46. También seria conveniente que se iniciara la agrupación de las titulaciones con
denominaciones comunes y se estimularan los estudios de carácter pluridisciplinar de los
primeros grados.
- En segundo lugar, los itinerarios que conducen a titulaciones ya establecidas
podrían ser objeto de la información que suministra el Suplemento de Diploma y de
conversión a créditos ECTS. En este sentido, las Administraciones Públicas deberían
recoger las informaciones al respecto que elaboraran las propias universidades.
- En tercer lugar, las Administraciones Públicas podrían establecer los
sistemas de supervisión, de información, de acreditación, de evaluación y de
orientación que han sido mencionados en el apartado III-58.
- En cuarto lugar, las instituciones de educación superior podrían empezar a
agrupar los actuales departamentos en grandes áreas de conocimiento a las.200 cuales
se les atribuiría la responsabilidad de las enseñanzas que impartieran (véase VIII-43).
- En quinto lugar, los cambios que se introduzcan -ya sea como consecuencia del
proceso de desregulación antes mencionado o como consecuencia de nuevas iniciativas por
parte de las instituciones- deberían seguir ya los procedimientos de aprobación inicial
y de acreditación "a posteriori" que se han señalado anteriormente.
- En sexto lugar, los estudios ya establecidos deberían ser objeto de una
paulatina acreditación y evaluación.
- En séptimo lugar, cada universidad debería empezar a organizar, según la
estructura aconsejada, los estudios que tienen una orientación más netamente
profesional, de tipo B y D.
- En octavo lugar, se debería estimular la creación de instituciones de
educación superior distintas a las universidades, dispuestas a impartir estudios de tipo
B y, en su caso, de tipo D.
- En noveno lugar, todas las universidades deberían organizar su propio
servicio de asesoramiento para los estudiantes.
- En décimo lugar, las Administraciones Públicas podrían empezar a elaborar
sus informes anuales y, especialmente, anunciar sus grandes orientaciones para los
próximos años en relación con la educación superior.