Informe Universidad 2000 (Informe Bricall)
VIII.- GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN
1.- Las cuestiones
1.1.- Introducción
1. Los servicios universitarios se dirigen ante todo al resto de la sociedad. Aun así,
la garantía de su continuidad reside en la capacidad de generar y revisar el conocimiento
que la propia Universidad internamente ha de asegurar.
Ello hace de la Universidad una comunidad organizada para proporcionar un servicio
público que garantice el acceso social al conocimiento. El carácter público de este
servicio se pone de manifiesto mediante la atención a las demandas de los estudiantes
(que con su movilidad expresan el grado de satisfacción que esta atención les merece) y
el cumplimiento de los fines educativos expresados por los gobiernos representativos de
los ciudadanos (a través de sus respectivas políticas educativas y de investigación y
de los mecanismos de financiación).
Esta doble finalidad de los servicios universitarios dirigidos al resto de la
sociedad y también a la propia institución, como garantía de su propia continuidad-
proporciona a las actividades de la Universidad una referencia inmediata (la sociedad del
ámbito territorial de cada universidad) así como una referencia más amplia, de
carácter internacional.
La Universidad, al igual que muchos otros sectores de actividad, está sufriendo una
importante transformación en su forma de organización tradicional. Su forma de
organización actual se ha de adaptar a las nuevas exigencias que el despliegue de sus
funciones plantean; es decir, la Universidad ha de dirigir y administrar una organización
de servicios: de educación, de investigación y otros orientados a la comunidad
académica y a la propia sociedad de referencia de cada universidad.
Este cambio de perspectiva no es meramente semántico; ha supuesto también una
modificación de la estrategia de las instituciones universitarias; ha alternado el marco
de gobierno y la relación de poder dentro de estas organizaciones; ha modificado la
manera de escuchar y de atender a los que reciben dichos servicios; ha innovado el diseño
y la prestación de estos servicios; ha adaptado su propia imagen y el lenguaje en el que
la institución se proyecta; ha alterado sus organigramas, sus estructuras y sus procesos;
ha renovado las competencias y habilidades necesarias del personal; ha cambiado la
cuantía y el modo de asignación de los recursos financieros, de espacio y tecnológicos,
etc.
2. La Universidad, está superando estas tensiones. El paso de lo que algunos han
denominado la Universidad colegial a una Universidad organizada según la lógica propia
de una organización de servicios es una nueva prueba de su capacidad de adaptación y de
supervivencia.
Cuando una institución tiene que afrontar cambios importantes en el entorno en que la
misma se desenvuelve, se pueden poner en marcha diferentes estrategias de adaptación, que
podemos ordenar según su grado de trascendencia y de contenido innovador. En un primer
nivel, podemos situar las estrategias que consisten meramente en una cierta modificación
de las mismas actividades que ya estaban llevando a cabo hasta entonces, aumentando la
intensidad de algunas de ellas o abandonando otras. En un nivel superior pueden situarse,
en cambio, aquellas estrategias adaptativas que conllevan una modificación más
sustancial de la estructura de la propia organización.
Como ya se ha subrayado en la sección I, las demandas sociales sobre las universidades
han experimentado cambios profundos en los últimos años, tanto en su intensidad y
extensión como en relación a la expresión del tipo de servicios que la sociedad espera
recibir de dichas instituciones. Ante esta presión de la demanda, los sistemas
universitarios han reaccionado diversificándose internamente y adoptando nuevos esquemas
organizativos y de gestión. En efecto, la naturaleza de los cambios que están teniendo
lugar en el entorno universitario hace pensar que no bastará con realizar un esfuerzo
especial en el empleo de los recursos y en el desempeño de las funciones tradicionales de
las universidades, sino que, muy posiblemente, deberán plantearse ajustes más profundos
de su estructura organizativa y de sus pautas básicas de actuación.
Es éste el contexto en que ha de plantearse el análisis de la organización, de la
gestión y del gobierno de las universidades en España.
3. Las anteriores consideraciones son pertinentes para fijar el alcance y la
significación de la administración y el gobierno de las universidades. En concreto, se
considera que el debate acerca del gobierno de las universidades ha de plantearse en
términos pragmáticos e instrumentales: los cambios en su propia estructura son un
recurso del que disponen las organizaciones para afrontar nuevos retos. En concreto, los
cambios en dicha estructura se justifican por su valor para mejorar la capacidad de la
institución para resolver sus problemas. En consecuencia, ni deben hacerse por razones
puramente apriorísticas o ideológicas, si no son necesarios, ni han de evitarse por las
mismas razones, si son técnicamente convenientes.
4. No faltan motivos para que, en este tema, las cuestiones ideológicas y políticas
se presenten mezcladas, de forma intrincada, con las cuestiones meramente técnicas. Por
eso conviene distinguir desde el principio tres tipos de cuestiones:
- Las cuestiones relativas a las relaciones entre los gobiernos y las universidades
públicas. En este caso, el problema fundamental es definir y delimitar la autonomía
universitaria y establecer las formas de responsabilidad social de las propias
universidades.
- Las cuestiones relativas al gobierno interno de las universidades, es decir a los
procedimientos que se utilizan en ellas para la toma de decisiones. La cuestión
fundamental aquí se refiere al modelo interno de gobierno universitario y al equilibrio
entre los elementos propios de un modelo colegial y los característicos de un modelo de
gestión profesional.
- Las cuestiones relativas a la estructura funcional de las universidades, a su
organización en centros, departamentos, etc. y su relación de dicha estructura con los
modos de gestión interna. El problema fundamental aquí consiste en el grado de rigidez o
de flexibilidad de esas estructuras en el interior de cada universidad para hacer frente a
los cambios del entorno y, correlativamente, en la uniformidad o diversidad de las
opciones en el seno de un mismo sistema universitario.
Se trata, en efecto, de cuestiones diferentes aunque relacionadas entre sí. Por
ejemplo, una universidad con poca autonomía institucional puede gobernarse internamente
de forma colegial y estar dotada de unas estructuras organizativas rígidas o flexibles. A
la inversa, una universidad con un elevado nivel de autonomía frente a los poderes
públicos puede estar dirigida sin que la comunidad académica tenga una influencia
significativa en el gobierno interno de la misma, pero constituyendo al propio tiempo, una
estructura flexible que se adapte fácilmente a los cambios en su entorno.
Analizando la situación actual de las universidades, se evidencian múltiples
variantes en los modelos de gobierno, de organización y de gestión interna de las
mismas, lo cual indica que no existe una única combinación óptima que se pueda proponer
como solución. La situación más bien muestra la existencia de distintas tradiciones y
peculiaridades son reconocidas las tradiciones continental y anglosajona, por
ejemplo-, incluso se pueden percibir diferencias idiosincráticas sustanciales en cada
institución universitaria, fruto de las trayectorias históricas y sociales, combinadas
con una tendencia general a encontrar, desde cada situación de partida propia, una línea
de desarrollo que permita mejorar la capacidad de dar respuesta a los retos del entorno.
1.2.- Autonomía y responsabilidad social
5. La noción de autonomía universitaria es confusa. Históricamente la autonomía
universitaria se puede asociar al estatuto jurídico especial que tuvieron algunas
universidades medievales (véase apartado II-2), fundadas por las autoridades civiles o
eclesiásticas, como corporaciones públicas independientes o autónomas respecto de otras
instancias, (los municipios en los que se ubicaban, las diócesis eclesiásticas, etc.).
Este estatuto de autonomía solía llevar consigo la exención de impuestos o tasas
locales, la capacidad para recaudar sus propias tasas, la disposición de rentas y
patrimonio propios, además de una cierta capacidad normativa y organizativa que les
permitía, por ejemplo, aprobar sus propios reglamentos y nombrar cargos internos.
El estatuto de autonomía concedido a los "colegios" o "estudios"
medievales era de naturaleza similar a los privilegios que los soberanos concedían a los
municipios, a los gremios o a las iglesias, y estaba justificado por la función especial
que las instituciones de enseñanza tenían que desempeñar, una función que podía
ocasionalmente entrar en colisión con los intereses de otras instituciones y
corporaciones. En esta medida, la autonomía de la institución constituía una garantía
para la libertad académica frente a las interferencias de otros poderes. Sin embargo,
ahora supone un anacronismo asociar esa autonomía medieval, y la libertad de enseñanza e
investigación que protegía, con el significado actual de la noción de libertad
académica, que tiene unas raíces mucho más recientes.
De hecho las universidades medievales y renacentistas estaban sometidas a las normas
civiles y eclesiásticas que garantizaban la ortodoxia de las enseñanzas, y como ya
se indicó en la sección II- muchas de estas universidades se convirtieron en
instituciones en gran parte ajenas a las grandes innovaciones científicas que dieron
lugar a la Edad Moderna.
6. Sin embargo, con el desarrollo de las universidades modernas -tanto en la tradición
humboldtiana como en la napoleónica- la ciencia moderna se incorporó definitivamente a
la Universidad, en la que adquirió importancia la noción de libertad académica o
libertad de cátedra y se asoció la autonomía universitaria con la independencia de los
académicos para enseñar e investigar de acuerdo con sus propias convicciones y libres de
la presión del poder político.
Esta dimensión académica de la noción de autonomía universitaria está hoy
profundamente arraigada en la cultura universitaria europea, tal como se refleja en la Carta
Magna de las Universidades Europeas (Bolonia 1988). En tiempos más recientes ha
adquirido un fuerte contenido político, como reacción a situaciones o periodos de
autoritarismo durante los que el poder político ha intervenido en los campus
universitarios, generalmente con propósitos de control del orden público. Así en
España y Grecia, países que han estado sometidos a regímenes políticos dictatoriales,
la autonomía universitaria se ha declarado luego derecho constitucional.
7. En la actualidad, la noción de autonomía universitaria se puede caracterizar en
los siguientes términos:
- La autonomía es una característica de la institución universitaria, no de los
miembros pertenecientes a la misma.
- La autonomía es una forma de organización de la Universidad que tiene una triple
dimensión. En primer lugar una dimensión financiera (que incluye la capacidad de
disposición de recursos propios suficientes, la capacidad para conseguir recursos de
diferentes fuentes, y la libertad para emplearlos); en segundo lugar una dimensión de
gestión (que supone la capacidad para fijar los objetivos de la institución y para
asignar los medios necesarios para conseguir dichos objetivos), y finalmente, una
dimensión académica, (caracterizada por la facultad de fijar el contenido de los
programas y los cursos y para otorgar títulos académicos; la libertad para definir
objetivos y programas de investigación; la capacidad para seleccionar libremente al
profesorado, y la capacidad para seleccionar y evaluar a los estudiantes).
8. Así definida, la autonomía universitaria se presenta como una cuestión de grado
sin que se pueda identificar una pauta común que permita asociar un determinado nivel de
autonomía a un modelo concreto de organización de las universidades. En cada uno de los
grandes modelos de organización caben variantes muy importantes en el nivel de autonomía
organizativa.
En un estudio (McDaniel 1996), en el que se analizan las relaciones de dependencia de
las universidades con respecto a las Administraciones Públicas, con el propósito de
comprobar si es cierto que las universidades norteamericanas disponen de mayor autonomía
que las universidades europeas, se llega a las siguientes conclusiones:
- Existe una gran variedad interna de situaciones, tanto en Europa como en los Estados
Unidos.
- Desde el punto de vista financiero, el nivel de autonomía tiende a ser similar en
términos generales, aunque las universidades europeas tienen, en general, una mayor
libertad para gastar los fondos que les asignan los gobiernos (excepto en el caso de los
fondos con finalidad específica), mientras que las universidades norteamericanas tienen
mayor capacidad para conseguir fondos propios en el mercado de capitales.
- En ambos sistemas universitarios es bastante similar el nivel de autonomía
académica, aunque en los Estados Unidos las autoridades intervienen más activamente en
la determinación de las carreras y especialidades que ofrecen las universidades de los
distintos estados.
- Desde el punto de vista de la gestión, la capacidad de decisión interna está más
restringida en las universidades europeas que en las norteamericanas, aunque aquéllas
tienen mayor libertad para establecer relaciones y contratos con instituciones
extranjeras.
- En la selección y organización del personal académico, las universidades
norteamericanas tienen más autonomía que las europeas. Lo mismo sucede en la selección
de los estudiantes.
En suma, las universidades europeas gozan de más autonomía de gestión interna y de
una cierta autonomía académica y financiera; en cambio, están más condicionadas por
los gobiernos en las cuestiones relativas a la selección de personal y a la selección de
los estudiantes.
Cuadro n. VIII-1: Grados de autonomía de diferentes sistemas universitarios europeos
Dimensiones de la Autonomía País Financiera Gestión Enseñanza Definición de
programas Personal Selección del profesorado Estudiantes Admisión y evaluación Elevada
autonomía Bélgica (1) 2.8 1.3 1.0 4.0 3.7 Dinamarca 2.2 1.7 1.8 2.3 2.7 España 1.2
2.0 2.0 2.8 4.0 Gran Bretaña 1.6 1.3 1.3 1.0 1.3 Holanda 1.4 2.0 1.8 1.5 4.0 Noruega 2.0
1.4 1.8 2.5 3.7 Suecia 2.6 1.7 1.5 2.3 2.7 Autonomía moderada Francia 1.2 2.7 3.0
5.0 3.7 Italia 2.0 1.7 1.8 2.5 3.7 Suiza 3.0 2.0 1.8 2.0 4.7 Poca autonomía Austria
3.2 3.0 4.0 4.25 3.66 Finlandia 3.0 1.7 2.0 3.8 2.7 Grecia 4.6 3.7 1.0 4.0 5.0 Muy poca
autonomía Alemania (2) 4.4. 1.7 2.5 4.0 4.7 (1) Comunidad francesa (2) República
Federal Fuente: McDaniel, 1996
Puede resultar ilustrativo ver en detalle (Cuadro n. VIII-1) los datos recogidos para
los sistemas universitarios europeos. El estudio se hizo a través de un cuestionario de
19 ítems enviado a los responsables de la política universitaria de los distintos
gobiernos.
Cada ítem podía puntuarse de 1 (mínima dependencia del gobierno, máxima autonomía)
a 5 (máxima dependencia del gobierno, mínima autonomía) y, en su totalidad, se
agrupaban en las cinco dimensiones de la autonomía que figuran en las columnas. Las
puntuaciones que se indican constituyen la puntuación media de cada dimensión y la
clasificación en cuatro grupos se ha hecho dividiendo todo el rango posible de
puntuaciones (de 19 a 95) en cinco intervalos iguales, el último de los cuales (que
correspondería a sistemas universitarios sin ninguna autonomía) resulta vacío. Puede
observarse en este cuadro que el sistema universitario alemán es el que detenta un menor
nivel general de autonomía, mientras el británico tiene el mayor nivel en cada una de
las dimensiones de la autonomía universitaria. También se observan grandes diferencias
en cada dimensión.
9. El carácter público del servicio que prestan las universidades explica que la
creciente autonomía de que gozan las universidades actualmente haya ido acompañada de
una cada vez mayor demanda de responsabilidad social a las universidades
("accountability"). Ello no es una novedad pero sí que ha asumido una
formulación distinta en las últimas décadas, al menos en los sistemas universitarios
públicos.
Las universidades se ven obligadas a rendir cuentas ante quienes tienen intereses en la
Universidad y están comprometidos en su funcionamiento ("stakeholders"). Los
responsables de la Universidad deben explicar a la sociedad y al gobierno principalmente
qué es lo que están haciendo y por qué lo hacen. Obligar a rendir cuentas externas,
sistemática y periódicamente, es la mejor manera de que la Universidad no pierda la
perspectiva y el conocimiento de su propia función.
10. Ello implica, por un lado, que la organización universitaria sea capaz de
suministrar información objetiva y, por otro, que el mecanismo de gobierno de la misma
permita una labor de control y seguimiento y de presentación de los resultados, con la
suficiente credibilidad para el resto de la sociedad. En este sentido, ha de presentar
dichos resultados, como mínimo, a cinco grandes grupos de interesados: a los estudiantes,
a las empresas y otros organismos sociales que luego emplearán a los graduados
universitarios o aplicarán la investigación generada en la institución (y que reciben,
por tanto, indirectamente servicios universitarios), al gobierno que regula el conjunto
del sistema universitario de un país, al personal académico, y a los distintos
proveedores de fondos y recursos para la institución (sean éstos públicos o privados).
1.3.- Gobierno interno
11. Independientemente del nivel efectivo de autonomía institucional, el gobierno
interno de las universidades puede tomar diferentes formas. Una primera forma de
organización tradicional es la denominada forma colegial de gobierno universitario cuyos
rasgos sobresalientes son:
- El predominio de los órganos colectivos, con funciones efectivas de gobierno de la
institución, frente a los órganos unipersonales.
- La composición heterogénea de los órganos colectivos de gobierno, con
participación de representantes de diferentes grupos o estamentos de la comunidad
universitaria: profesores, estudiantes y personal de administración.
- El predominio del colectivo de profesores, tanto por su peso en los órganos
colectivos como por su acceso a la mayoría de los puestos de dirección unipersonal.
- La generalización de procedimientos que tienden a que las decisiones se tomen por
consenso.
12. Una segunda forma corresponde a la llamada forma profesional de gobierno cuyas
características principales son:
- Los órganos colectivos de gobierno tienen un carácter predominantemente consultivo
o electoral, sin funciones ejecutivas.
- Las funciones de dirección más importantes recaen en órganos unipersonales.
- Aunque los profesores pueden acceder a órganos de gestión, se tiende a potenciar la
gestión profesional y especializada de la institución.
- Los sistemas de gestión se orientan por criterios de eficiencia técnica.
13. La forma colegial está muy arraigada en las tradiciones académicas de las
universidades europeas continentales. Ofrece, sin duda, ventajas en la medida en que
facilita un elevado nivel de consenso interno y garantiza una gran autonomía en el plano
académico. Pero, en cambio, dificulta la gestión de la institución en diversos
aspectos: los procesos de decisión se hacen, a menudo, pesados y lentos; los intereses
corporativos de los distintos estamentos que participan en los órganos colectivos suelen
pesar más que el interés general de la institución; la necesidad de llegar a amplios
acuerdos para tomar una decisión conduce a restringir las alternativas posibles, lo que
en muchas ocasiones produce una mengua de eficiencia en la decisión que finalmente se
adopta; la responsabilidad por las decisiones tomadas en consecuencia- se diluye en
la "lógica de la situación", de forma que resulta difícil corregir errores de
los que nadie se hace claramente responsable; se presta, finalmente, a llenar de contenido
político procesos de toma de decisiones que, en realidad, sólo deberían tener un
carácter técnico.
La forma de organización profesional puede evitar estas dificultades, pero con la
misma también se corren ciertos riesgos. Así los gestores profesionales de la
institución no siempre tienen información suficiente para tomar las decisiones acertadas
en asuntos de naturaleza académica; una gestión profesionalizada puede fracasar en las
universidades si no consigue la aceptación suficiente por parte de los colectivos
implicados, profesores y estudiantes, especialmente. Además, el uso de criterios
estrictamente técnicos para la gestión de la Universidad puede perjudicar algunos
aspectos importantes de la vida académica.
14. En la práctica, los sistemas universitarios tienen ciertos componentes esenciales
de gestión colegial, especialmente en los asuntos más estrictamente académicos. Pero,
al mismo tiempo, es evidente que se está produciendo un claro desplazamiento de la
gestión universitaria hacia la adopción de sistemas más profesionalizados, forma que se
considera el mejor medio para dar una respuesta adecuada a las crecientes presiones
competitivas del entorno social. El resultado de todo ello desemboca, a menudo, en una
forma híbrida de organización cuyas características principales son:
- Los órganos colegiados de carácter académico, formados por representantes de los
estamentos universitarios, tienen un carácter preferentemente consultivo.
- En los órganos colegiados de gobierno participan también elementos ajenos a la
comunidad académica, que representan los intereses y puntos de vista del resto de la
sociedad.
- El poder ejecutivo de gobierno efectivo de la institución depende de órganos
unipersonales, que responden de su gestión ante diferentes órganos de control.
Debe advertirse que no hay una correlación estricta entre los niveles de autonomía
institucional de las universidades en relación con sus gobiernos y modelos de gestión
interna. En el modelo universitario tanto el napoleónico como el humboldtiano-,
caracterizado por una fuerte intervención del Estado en el gobierno de las universidades,
éstas pueden funcionar internamente de modo que el poder de decisión estuviera
concentrado en algunos órganos colegiados. A la inversa, instituciones con un elevado
nivel de autonomía institucional en relación con los gobiernos pueden adoptar esquemas
de gestión muy profesionales. En la mayoría de las grandes universidades
norteamericanas, por ejemplo, los presidentes o miembros de los consejos de gobierno son
contratados en el mercado nacional o internacional, entre personas con reconocida
experiencia en la gestión universitaria o empresarial.
1.4.- Organización disciplinar y organización por funciones
15. La gestión de las universidades no sólo está condicionada por las relaciones con
las autoridades políticas o por el modelo de toma de decisiones predominante en el seno
de la institución, sino también por el modo de organización interna, según éste se
defina por una visión eminentemente disciplinar o por el contrario según una
orientación basada en la naturaleza del servicio prestado.
Tradicionalmente la organización interna de las universidades ha respondido a las
grandes líneas de división de las disciplinas académicas. La estructura por facultades
era básicamente una copia de los grandes ámbitos y jerarquías en los que se subdividía
el saber. Y esta misma estructura era la que servía para estructurar la participación de
la comunidad académica en los órganos colegiados de gobierno, para organizar los
procesos de decisión, para definir las tareas de enseñanza e investigación y para la
concesión de los diplomas, títulos, grados, etc. que podía expedir la Universidad.
La estructura tradicional respondía a la ecuación que llamaremos DFCT: Disciplina
académica = Facultad = Carrera académica = Título profesional
16. Más recientemente, varios factores están contribuyendo a diluir esta estructura
tradicional. En primer lugar, la incorporación a las universidades de estudios
profesionales de carácter técnico complica la estructura introduciendo en los curricula
un contenido mucho más multidisciplinar. Por su parte, el crecimiento de las disciplinas
científicas ha multiplicado el número de especialidades relevantes en las áreas de
investigación, rompiendo con ello la ecuación entre la organización disciplinar de la
investigación y la organización disciplinar de la enseñanza. El resultado ha sido la
aparición de duplicidades en la organización académica, con el surgimiento de otras
unidades orgánicas, como son los institutos de investigación y los departamentos, que
coexisten con las antiguas Facultades y las Escuelas..
Finalmente, la diversificación de los curricula académicos ha roto la anterior
correspondencia entre éstos, las facultades tradicionales y los títulos profesionales.
En la actualidad, en una misma Facultad, se organizan múltiples programas de formación
que conducen a diferentes títulos de cualificación profesional; además el mismo título
profesional puede alcanzarse a través de diferentes itinerarios académicos en distintas
Facultades o departamentos.
17. La organización resultante se acerca, cada vez más, a lo que se conoce como un
modelo de organización matricial. En este modelo, la institución universitaria dispone
de un conjunto de unidades básicas de enseñanza y de investigación (que suelen ser los
departamentos), que sirven para encuadrar al personal académico en función de su
especialización científica. Cada una de estas unidades ofrece a la institución un
conjunto de cursos en sus respectivas áreas de especialización. A partir de esos cursos
la Universidad define un conjunto de posibles programas académicos con diferentes niveles
de opcionalidad y flexibilidad en la configuración definitiva del curricula por parte del
estudiante y otorga los correspondientes diplomas. En este modelo, las unidades orgánicas
tradicionales (las Facultades, las Escuelas) se pueden considerar como unidades
administrativas de gestión de dichos curricula o, por el contrario, como unidades
centrales de organización de la función docente, que actúan como administradoras y
usuarias de los departamentos.
El modelo matricial es en principio más flexible y eficiente que el tradicional, en la
medida que permite una organización más racional de los recursos humanos y facilita la
adaptación de la oferta de las enseñanzas universitarias a los cambios en la demanda
social, organizando más ágilmente nuevos cursos y nuevos perfiles académicos adaptados
a las exigencias de nuevos perfiles profesionales. De esta manera, se pueden incorporar
más rápidamente a la estructura universitaria las modificaciones que se producen en los
diferentes ámbitos científicos.
Naturalmente la adopción de una estructura organizativa flexible tiene consecuencias
sobre los sistemas de gestión interna y está, asimismo, condicionada por las relaciones
de autonomía o dependencia que prevalezcan con respecto a las instancias externas a la
propia institución. En general, se puede decir que la organización matricial favorece un
modelo de gestión más profesional que colegial, si bien permite desarrollar algunos de
los aspectos más positivos del modelo colegial.
Pero la organización matricial tiene también sus aspectos negativos. Aumenta la
complejidad organizativa, al aparecer dobles lealtades o adscripciones del profesorado (al
departamento y a la Facultad, a la disciplina académica y a la titulación que se
imparte, al equipo de investigación y al cuerpo docente, etc.) y pueden producirse
interferencias entre los diferentes órganos de gestión de cada nivel de la estructura
organizativa. La existencia de solapamientos e interferencias hace que, a menudo, se
diluyan las responsabilidades de la gestión y se dificulte la adopción de soluciones
efectivas para los inevitables problemas de coordinación.
Todos estos inconvenientes se ven agravados en un contexto de gestión
predominantemente colegial, en el que la organización académica constituye además la
base para la creación de relaciones de poder y para el ejercicio de las funciones de
gobierno.
18. En las ultimas décadas, la visión disciplinar y jerárquica de la Universidad se
ha visto complementada con la visión del destinatario de sus servicios, cuya finalidad
principal es recibir servicios de calidad en las distintas actividades.
Esta visión de una organización de prestación de servicios públicos empieza a
dibujarse en la organización de la Universidad. En la misma, los receptores de los
servicios universitarios están pidiendo su cuota de poder junto a las Administraciones
Públicas, el personal académico y los gestores de la organización. La nueva situación
de pacto y de equilibrio entre las expectativas de los distintos grupos de intereses en la
Universidad está cambiando, por tanto, la organización de la misma claramente en la
dirección de convertirse en una organización de servicios.
La Universidad tiende a organizarse en función de sus actividades principales,
antiguas o nuevas (docencia, investigación, formación continua, extensión
universitaria, etc.), y a estructurarse en planes de estudio, programas de formación,
proyectos de investigación, etc. Se trata de una visión de la institución que reconoce
la existencia de destinatarios de sus servicios, que esperan recibir de ella un cierto
valor añadido. Así, los planes de estudios están orientados a aportar conocimientos y a
culminar en una titulación al estudiante, los artículos o trabajos de investigación del
personal académico pretenden comunicar nuevos conocimientos a la comunidad científica y
aportar un mayor reconocimiento al curriculum de su autor, los cursos de formación
continua pretenden mejorar la capacidad profesional de quienes asisten a ellos, etc.
19. Sin embargo, la estructura de la Universidad según un modelo de organización de
prestación de servicios no es tan clara como la de la Universidad organizada por
disciplinas.
En efecto, la tipología de los servicios universitarios es muy variada. Por tanto, la
Universidad ha de hacer un enorme esfuerzo para adaptar debidamente esta oferta de
servicios a las características personales de los receptores de los mismos, singularmente
a los diferentes tipos de estudiantes.
Para ello, la Universidad adopta, progresivamente, distintos esquemas organizativos e
incluso nuevas estructuras jurídicas para gestionar estos nuevos servicios. En este
sentido, la Universidad española ha creado fundaciones encargadas de la formación
continua, ha promovido instituciones jurídicas independientes para favorecer la conexión
entre la Universidad y la empresa, ha constituido empresas para gestionar algunos de sus
servicios, etc. En definitiva, está ensayando cuál es la mejor forma de organización
para prestar cada tipo de servicio. Algunos análisis recientes de las formas de llevar a
cabo la investigación y la formación continuada en nuestras universidades ofrecen muchos
ejemplos de la enorme variedad de soluciones organizativas que pueden darse en la
prestación de los distintos servicios universitarios.
En consecuencia, la enorme variedad de demandas que la Universidad ha de satisfacer
obliga cada vez más a ésta a circunscribir el ámbito de sus actividades.
La Universidad no tiene ni capacidad ni recursos suficientes para satisfacer, al mismo
tiempo, todos los servicios que potencialmente podría estar en disposición de prestar.
Por ello, la organización universitaria ha de proceder a seleccionar aquellos servicios y
aquellos ámbitos en los que quiere estar presente.
Todo ello supera, sin duda, las posibilidades de la organización tradicional de las
universidades, propia del despliegue de un número limitado de disciplinas y servicios.
Las exigencias de flexibilidad requieren una capacidad de establecer distintas formas
organizativas para llevar a cabo distintos servicios dentro de una misma universidad. Un
ejemplo ilustrativo de esto lo constituye el hecho de que la nueva legislación
universitaria en Nueva Zelanda permite que dentro de una misma universidad pueda existir
también un centro de formación superior no universitaria que se rige por normas
diferentes. Se trata, sin duda, de una solución pragmática a una tendencia imparable a
la diversificación de servicios.
2.- Modelos de organización universitaria
2.1.- Modelos abstractos
20. Combinando los diferentes elementos que hemos considerado (autonomía
universitaria, modelo de gestión y organización) podemos caracterizar diferentes modelos
globales de gobierno de la universidad. Se pueden distinguir hasta tres modelos de
gestión universitaria: el modelo burocrático, el modelo colegial y el modelo de mercado,
que se corresponden con los tres vértices del triángulo que describe Clark (1983) para
explicar los sistemas de coordinación universitaria: el Estado, la corporación
académica y el mercado. Utilizaremos esta misma terminología y enfoque para definirlos
de forma abstracta, aunque no necesariamente tienen que reflejarse en la realidad de las
distintas instituciones universitarias.
21. En los sistemas universitarios más dependientes de la Administración Pública,
con autonomía reducida, predominan los sistemas de gestión burocráticos, regidos por el
derecho administrativo y por las pautas de comportamiento características de las
administraciones públicas. Este modelo es el que ha predominado en Francia y en los
países del Sur de Europa, con ciertas variantes, según el grado de centralización o de
descentralización de las administraciones públicas responsables de la política
universitaria. Es el que había imperado en España hasta la promulgación de la Ley de
Reforma Universitaria en 1983.
Entre los elementos característicos de este modelo cabe destacar los siguientes:
- La Administración Pública asume la responsabilidad de financiar y controlar el
funcionamiento y el gasto de la Universidad.
- Esta Administración nombra también a los principales responsables de la gestión
universitaria o ejerce una estricta supervisión de su actuación.
- La Administración expide y garantiza la validez académica y profesional de los
títulos otorgados por la Universidad y define sus contenidos.
- La Universidad se concibe fundamentalmente como un organismo de la Administración,
aunque tenga un cierto grado de autonomía o especificidad administrativa.
- El personal de la Universidad tiene el carácter de funcionario público y su proceso
de selección y de promoción está fuertemente reglamentado por la Administración.
- La gestión de la Universidad se rige por las normas de la Administración Pública
(derecho administrativo, intervención financiera, inspección de servicios, etc.).
- Los órganos colectivos de gobierno de la Universidad tienen un carácter consultivo
o de propuesta, complementado frecuentemente con la cesión de competencias en cuestiones
menores, ligadas a intereses corporativos de los miembros de tales órganos (carreras
profesionales, traslados, reconocimiento de méritos, etc.).
- La organización interna de la Universidad es de corte tradicional, manteniendo la
estructura DFCT (véase VIII-15) anteriormente comentada.
En su estructura caben distintas variantes, según la diversidad de procedimientos que
se establezcan, por ejemplo, para la participación de los diferentes estamentos de la
comunidad universitaria en los órganos colegiados y el reparto de competencias entre la
Administración central y las regionales. Se acepta que este modelo es demasiado rígido
para la gestión de las universidades y que restringe su capacidad de responder a los
cambios en su entorno social, dejando escaso margen a la autonomía universitaria y, en
cambio, propiciando ciertas formas de corporativismo.
22. En el modelo colegial la Universidad es considerada como una entidad completamente
autónoma, independiente de la Administración Pública o de cualquier otro poder, con
normas propias de funcionamiento en las que se da un papel muy preponderante a la
comunidad académica.
Los rasgos más característicos de este modelo de gestión son:
- La financiación de la Universidad es, en su mayor parte, de carácter público, pero
la Administración Pública apenas interviene en la gestión interna de la institución.
- Los órganos colegiados ejercen directamente el gobierno de la institución o eligen
libremente a los responsables del mismo.
- La Universidad decide el contenido de sus programas de enseñanza, garantiza la
validez académica de sus títulos y negocia con los organismos públicos y asociaciones
profesionales su reconocimiento para el ejercicio profesional.
- Los profesores son contratados libremente por la propia Universidad, mediante
comisiones de pares que actúan con criterios propios, de carácter académico.
- La Universidad es una entidad independiente, aunque reconocida o creada mediante
actos públicos (ley del parlamento, decreto del gobierno, concesión real, etc.).
- La gestión de la Universidad se rige por normas propias basadas en las tradiciones
académicas y en el contrapeso de poderes de los distintos sectores académicos.
- Los órganos colectivos de gobierno de la institución no son sólo consultivos, sino
que también pueden elegir a los órganos personales, tomar decisiones ejecutivas y
realizar funciones de control.
- La organización interna es de carácter tradicional, basada en las disciplinas
académicas, y con poca dependencia de los requerimientos del mercado profesional.
Mantiene pues la parte DFC de la estructura DFCT anteriormente descrita.
Respecto a este modelo caben también múltiples variantes y modulaciones. Tiene la
ventaja de salvaguardar, en principio, la independencia académica frente al poder
político o económico. Pero tiene también el riesgo de inclinarse excesivamente hacia el
inmovilismo y el corporativismo de los profesores o de la comunidad universitaria en su
conjunto. En un marco caracterizado por cambios acelerados y por fuertes presiones
sociales sobre la Universidad, este modelo puede limitar la capacidad de respuesta de la
misma a los nuevos retos. Por otra parte, la actual complejidad de la institución
universitaria parece requerir una gestión profesional eficiente que puede resultar
incompatible, en gran medida, con las inercias de los órganos colegiados de carácter
académico.
La importante presencia de personalidades externas a la institución universitaria en
su órgano superior de carácter colegial (el "board") ha permitido a las
universidades británicas (y a las que han seguido su mismo régimen de administración)
una mejor adaptación a las actuales circunstancias, manteniendo su autonomía y la
estructura propia del modelo colegial.
23. El modelo empresarial o de mercado parece el sistema más compatible con el de las
universidades de titularidad privada, dependientes de empresas o de fundaciones y que se
gestionan con criterios profesionales. Asimismo, en algunos países, ciertas universidades
públicas adoptan algunas características de este modelo.
Los rasgos más significativos del mismo son:
- La financiación es predominantemente privada (de carácter lucrativo o no) y la
gestión se lleva a cabo a través de órganos equivalentes a un consejo de
administración, que está constituido de acuerdo con las normas establecidas por el
titular de la institución.
- Este consejo de administración u órgano equivalente designa o contrata a los
responsables máximos del gobierno de la universidad.
- Cada universidad decide el contenido de sus cursos, garantiza la validez de sus
títulos y negocia su reconocimiento con la Administración, con otras universidades y con
asociaciones profesionales a través de sistemas de acreditación y de certificación de
la calidad de las mismas o mediante procedimientos equivalentes.
- La dirección de la universidad contrata libremente a sus profesores, aunque para
ello se apoye en un asesoramiento académico, tanto interno como externo.
- Cada universidad constituye una entidad privada cuya gestión se lleva cabo con
criterios de gerencia profesional. Por tanto, en este contexto, los órganos colectivos
académicos son meramente consultivos y carecen de funciones propiamente de gestión y de
planificación económica.
- La estructura interna de la organización es de carácter matricial y flexible, con
gran capacidad de adaptación a los cambios del entorno social y científico.
También aquí caben variaciones, según el carácter lucrativo o no de la entidad que
administra la universidad, su orientación más o menos académica o profesional, su
vinculación a entidades sociales específicas, de carácter religioso o científico y el
nivel de implantación de técnicas de gestión orientadas a la calidad.
La ventajas de este sistema residen en su flexibilidad y en su capacidad de respuesta
organizativa a los nuevos retos de las universidades. Los problemas, en cambio, provienen
del escaso margen de autonomía académica que el mismo garantice.
24. Los tres modelos pueden considerarse como tres tipos ideales situados en los
vértices de un triángulo cuyo interior define el espacio real de posibilidades de cada
opción véase el cuadro VIII-2.
Cuadro VIII-2 Modelos de gobierno de la universidad Así, los sistemas
universitarios centroeuropeos se situarían, más bien, en el eje Burocrático - Colegial
según aquéllos se encuentren más próximos respectivamente a la tradición napoleónica
o a la humboldtiana. Los sistemas anglosajones, en cambio, se situarían más en el eje
Colegial Empresarial. Finalmente, algunos de los sistemas de gobierno de las
universidades públicas norteamericanas podrían situarse más claramente en el eje
Burocrático - Empresarial, en la medida en que los estados mantienen un fuerte control
sobre las universidades pero que éstas se gestionan según criterios empresariales.
En el cuadro n. VIII-3 se recogen las características de estos tres modelos básicos
de gobierno universitario. Aparecen sombreadas en gris las celdas que pueden caracterizar
mejor el modelo híbrido definido por la LRU, del que se hará mención a continuación y
con un fondo más oscuro las que caracterizan las tendencias que muestran una mayor
aproximación del sistema público de universidad hacia el modelo empresarial. Como cada
celda es, en principio, independiente de las demás, es posible definir múltiples
variantes en la concreción real de estos modelos.
Cuadro n. VIII-3. Espacio de posibilidades para el gobierno de las universidades
Burocrático Colegial Empresarial Financiación Exclusivamente pública Pública o
privada no lucrativa Privada Directivos Nombrados Electos Contratados
Programas de Enseñanza Determinados pro el Estado Definidos por la
Universidad Condicionados por la demanda Títulos
académicos Garantizados por el Estado Garantizados por la Universidad Sistemas de acreditación Burocrático Empresarial Colegial Profesorado
Funcionarios Contrato académico (tenure) Contrato
laboral Estatuto jurídico Organismo de la Administración Pública Corporación
independiente Empresa o asociación privada Modelo de gestión Jerárquica
Democrática participativa Profesional Órganos colegiados
Consultivos y electivos Ejecutivos y electivos Sólo consultivos
Organización Rígida con orientación profesional Rígida con orientación
disciplinar
25. Independientemente de las peculiaridades de cada sistema universitario, se detectan
ciertas tendencias de carácter general que parecen orientarse en una misma dirección
desde puntos de partida y desde tradiciones muy diversas. El resultado global de este
proceso se puede caracterizar en las siguientes notas:
- Aumento de la autonomía institucional correlativa a un aumento del control social
sobre las universidades, a través de órganos de gobierno universitario independientes,
que incluyen representantes del resto de la sociedad y de la Administración Pública, y
de la práctica de la evaluación externa.
- Profesionalización de la gestión interna de las universidades.
- Introducción de estímulos a la innovación en la gestión de estas instituciones
universitarias, potenciando la diversificación y la competencia entre ellas.
Partiendo de una tradición heredada de Humboldt y de Napoleón, la evolución reciente
de las universidades holandesas son una buena muestra de la tendencia señalada. A partir
de la ley de 1997, el gobierno de las universidades holandesas depende de un Consejo de
Supervisores y de un Consejo Ejecutivo.
El Consejo de Supervisores está formado por cinco miembros nombrados por el Ministro
de Educación, todos ellos externos a la Universidad. Este consejo es el responsable de
nombrar al Consejo Ejecutivo, y de supervisar su trabajo, así como de aprobar el
presupuesto de la institución.
El Consejo Ejecutivo, por su parte, es el verdadero órgano de gobierno de la misma y
está compuesto por tres personas, el Presidente, que es la autoridad máxima de la
Universidad, el Rector, que es la principal autoridad académica y el Vicepresidente
Ejecutivo que es el responsable de los asuntos financieros.
En este sentido, la organización interna de las universidades holandesas se aproxima
al modelo matricial. Éstas están organizadas en facultades y departamentos. Las
Facultades son unidades descentralizadas de gestión académica y económica dirigidas por
un decano con amplios poderes, que es nombrado por el Consejo Ejecutivo de cada
universidad.
Cada facultad puede impartir diversos programas educativos a través de los
correspondientes Institutos de Educación, al frente de los cuales está situado un
director de educación que gestiona cada programa utilizando los servicios de los
profesores de los diferentes departamentos o contratando profesores ajenos a la propia
universidad.
2.2.- La situación del sistema universitario español
26. La LRU implantó un modelo híbrido de coordinación y de gestión de la
Universidad.
Durante la transición a la democracia el reconocimiento de la autonomía universitaria
jugó un papel importante en los debates políticos, hasta el punto que la misma fue
recogida en el propio texto constitucional. Visto en perspectiva, es evidente que aquélla
era una reivindicación con un profundo contenido no sólo académico y científico, sino
también político, ya que la autonomía universitaria se contempló, durante los años de
la dictadura, como una aspiración a la libertad y como una reacción a las intromisiones
de la dictadura en la enseñanza superior y en la cultura.
Otro de los objetivos presentes en la LRU consistió en la necesidad de democratizar el
sistema universitario, expresión que en el momento de la redacción de dicho texto legal
tenía una doble connotación, que aún se mantiene en los ambientes académicos y
políticos. Por una parte, la democratización de la Universidad se entendía como la
apertura de la enseñanza superior a sectores más amplios de la población, es decir como
el paso a una Universidad más abierta y accesible al conjunto de la sociedad. Por otra
parte, la democratización de la institución universitaria se entendía también como la
introducción de sistemas participativos en su forma de gobierno. En los debates sobre la
Universidad en España, ambas ideas han ido parejas desde entonces, hasta llegar incluso a
identificarse, en muchas ocasiones.
Finalmente, la LRU dio asimismo un fuerte impulso a los objetivos de modernización de
la Universidad ampliamente compartidos por la comunidad universitaria y por toda la
sociedad, de actualización de sus contenidos científicos y docentes y de sus estructuras
organizativas.
27. En resumen, aunque la noción de autonomía fuera ya el eje central de la política
universitaria desde el comienzo de la transición a la democracia, el proceso de reforma
fue el que posibilitó la adaptación de las universidades españolas a los nuevos retos
de la Universidad abierta. Sin embargo, la solución organizativa que cristalizó
finalmente no responde a ninguno de los tres modelos apuntados anteriormente, sino que
participa de ciertas ventajas y de ciertos inconvenientes de cada uno de ellos.
En efecto, las universidades son financiadas en su mayor parte por la Administración
Pública, pero ésta no interviene en el gobierno interno de la institución; los
responsables de la gestión de cada universidad son elegidos por órganos colegiados y
nombrados por la Administración correspondiente; el Estado garantiza la validez
académica y profesional de los títulos universitarios de carácter oficial, aunque las
universidades pueden ofrecer títulos propios; la Universidad es un organismo de derecho
público, dotado de una autonomía propia, regulada por una ley específica; los
profesores ordinarios son funcionarios del Estado, aunque cada universidad interviene en
la selección de su personal académico, participando en las comisiones encargadas de la
misma.
La gestión de las universidades se rige por las normas del derecho administrativo,
aunque, como se ha dicho, gocen de considerable autonomía organizativa y presupuestaria.
De hecho, el régimen de gestión de la misma es una mezcla del modelo burocrático y
colegial, con algún elemento corrector que lo orienta hacia el modelo empresarial. Los
distintos órganos colegiados tienen funciones de consulta, elección, gestión y control;
son numerosos y participativos y están abiertos a todos los estamentos universitarios y
de forma aún escasa a representantes de los intereses sociales externos a la Universidad
en el caso del Consejo Social.
La organización interna de la Universidad es, en gran medida, dual: por una parte
mantiene la estructura DFCT (véase VIII-15), pero por otra parte, establece la
organización por departamentos, más coherente con el modelo matricial. Así se ha
fomentado una mayor vinculación entre docencia e investigación y, probablemente, se ha
generado una mayor apertura de la Universidad hacia su entorno. También es cierto que con
ello tienden a difuminar y diluir las responsabilidades docentes y de investigación.
Los cargos directivos de las Facultades o Escuelas y de los departamentos tienen unas
atribuciones poco claras y escasamente definidas. Asimismo, hay que reconocer que, bajo un
mismo patrón legal, las universidades se han organizado de formas muy distintas: así, en
ocasiones, se encuentran estructuras plenamente matriciales de centros-departamentos y, en
otras ocasiones más frecuentemente- estructuras de departamentos adscritos a un
único centro docente. La estructura administrativa se ha modificado: se han creado
gerencias que, con el paso del tiempo, se han ido profesionalizando, y ha ido extendiendo
el marco de su actuación al conjunto de la institución. Se ha sustituido el papel del
interventor por una función de control interno. Los Consejos Sociales de la Universidad
han podido encargar auditorías.
Sin embargo, también ha habido algunas disfunciones importantes que apuntan hacia lo
que se ha observado en el apartado III-13 respecto a la forma colegial. En ocasiones, la
autonomía universitaria ha derivado hacia un corporativismo académico, a menudo de miras
sumamente estrechas. La introducción del Consejo Social y de una gerencia con mayores
atributos no ha bastado, por lo general, para implantar una gestión profesionalizada y
eficiente de la institución. Incluso el claro reconocimiento legal de la autonomía
universitaria no ha impedido, en muchas ocasiones, el desarrollo de unas prácticas de
coordinación y de gestión interna más cercanas al modelo burocrático.
El modelo anterior a la LRU estaría muy cerca del vértice de modelo burocrático, y
el modelo de la LRU se aproxima al modelo colegial, desplazándose muy levemente hacia el
modelo de gestión profesional y técnico.
3.- La primacía de las competencias y de los procesos académicos
3.1.- Significado de los distintos procesos
28. Por las razones ya expuestas (véase apartados III-24 y VIII-1), la organización
de la Universidad no puede ser diseñada únicamente entorno a una estructura
estrictamente disciplinar, ni tampoco seguir unas pautas absolutamente marcadas por la
demanda del mercado. Tampoco su organización ha de confiar, simplemente, en la
promulgación de una nueva ley de reforma universitaria. Es necesario buscar un cierto
equilibrio entre la capacidad de la oferta universitaria, las expectativas de la demanda
de la sociedad y las políticas e iniciativas de los reguladores.
El logro de este equilibrio es una de las funciones fundamentales de los órganos de
gobierno de la Universidad que han de definir la visión de futuro de la institución en
su plan estratégico.
29. La capacidad de supervivencia de la Universidad en la llamada sociedad del
conocimiento deberá sustentarse en las competencias académicas -que delimitan su aptitud
básica- y en los procesos académicos clave -que las encauzan y organizan- para ofrecer
sus servicios con unas suficientes ventajas comparativas respecto a las demás
organizaciones del sector del conocimiento..
Tradicionalmente, la institución universitaria ha gozado de ciertas competencias o
capacidades básicas distintas a las de las demás organizaciones del sector del
conocimiento: la Universidad es capaz de explorar e indagar en nuevos ámbitos, disponer
de tiempo para la creatividad y para la crítica, de poner en cuestión los paradigmas
existentes, de imaginar, de generar nuevas ideas, de hacer avanzar el conocimiento y de
promover el aprendizaje. Y todo ello puede hacerlo en la mayoría de las áreas
disciplinares y para cualquier servicio, sea de enseñanza o de investigación.
Esta capacidad básica para investigar y para enseñar es la consecuencia de una cierta
fidelidad al método científico y a las exigencias pedagógicas, en el marco de la
libertad de cátedra y de la autonomía universitaria. Cualquier otra organización que se
propusiera cumplir estas mismas funciones sociales debería ser muy cuidadosa en
garantizar la autonomía creativa y la libertad de pensamiento que caracteriza a la
Universidad. Esta capacidad tiene mucho que ver con el sentido de identidad de la
institución universitaria y de su condición de comunidad de personas comprometidas para
llevar a cabo una misión determinada.
Pero todo ello no garantiza la supervivencia de la Universidad. El ejercicio de esta
capacidad básica no puede desarrollarse al margen de la forma de funcionamiento de la
sociedad. Ésta está cada vez más orientada, como ya se ha señalado, hacia la
innovación y el aprendizaje y, en este sentido, la Universidad, por sus competencias
diferenciales, debería ser uno de sus elementos fundamentales. Para ello, es necesario
que la institución universitaria esté atenta a los cambios en el entorno social y sepa
adaptarse tanto a las condiciones, en parte nuevas, de producción de los conocimientos
como a los cambios en la demanda de formación y en la utilización social de dichos
conocimientos y, en general, a las nuevas funciones que le exigen las políticas
públicas. También su capacidad básica de crítica social ha de dirigirse, hoy en día,
a una sociedad distinta, que vive una fase de cambios tecnológicos y sociales de gran
envergadura.
La Universidad ha de ser pues consciente de sus competencias o capacidades básicas que
otras organizaciones difícilmente podrán llegar a replicar. Éste es el elemento que ha
de garantizar, en última instancia, su propia continuidad.
30. Por procesos académicos clave se entiende el conjunto de actividades que permiten
llevar a cabo la misión docente e investigadora de la Universidad.
Sin embargo, los procesos académicos centrales requieren, para su realización, de un
conjunto más amplio de procesos de gobierno y de procesos de apoyo. A menudo, el
comentario habitual de muchos profesores y estudiantes que regresan de una estancia en una
universidad extranjera de prestigio acostumbra a subrayar más las diferencias en la
organización y en los procesos complementarios de la misma que las diferencias en el
nivel de competencia del profesorado o en los procesos académicos centrales de las
respectivas instituciones.
Esta interdependencia entre los procesos académicos y los procesos de gobierno y de
apoyo a aquéllos determina, de forma esencial, el valor añadido que aporta la
Universidad. Una compañía de aviación, por ejemplo, no sobrevive únicamente con la
disposición de excelentes pilotos. Todas las compañías se aseguran que sus pilotos sean
suficientemente expertos y capaces en su función. Volar sigue siendo, por supuesto, el
proceso clave. Pero el éxito y la supervivencia de la compañía de aviación se juega
también en los demás procesos de apoyo a su función clave: no perder los pasajeros por
los pasillos de los aeropuertos (fracaso escolar), ofrecer una buena información y
selección de los destinos (información y acceso a las titulaciones), disponer de unos
planes de vuelo suficientemente actualizados (planes de estudio), con una buena selección
de horarios (flexibilidad de horarios de cursos), sin "overbooking" (plazas
limitadas), con la posibilidad de combinar los vuelos (pasarelas entre estudios), con un
adecuado reconocimiento de las millas recorridas (reconocimiento de los créditos), con
una buena atención al pasajero (tutorías), con una debida garantía de puntualidad
(duración real de los estudios), con una excelente calidad del servicio (calidad de los
estudios), con el establecimiento de acuerdos entre compañías (transferencias de
créditos), etc. El viaje es pues un largo y complicado conjunto de procesos que empieza
antes de emprender dicho viaje y que no acaba hasta llegar el viajero a su destino. La
Universidad y su organización son responsables de un viaje aún más complicado y
complejo: el acceso a unos conocimientos y a una formación que han de revertir en las
personas que obtengan las titulaciones académicas y en la sociedad que las integre
laboral y socialmente.
El análisis de los procesos y de las cadenas de valor de las distintas actividades de
la Universidad es tal vez uno de los aspectos menos satisfactorios de la Universidad
española actual. Algunas universidades han empezado ya a diseñar esta organización por
procesos y están detallando el funcionamiento real de sus actividades, paso previo para
poder mejorar sus procesos y para poder evaluar y establecer un adecuado seguimiento de
sus resultados. Contemplar la Universidad como una organización de servicios requiere que
la misma se estructure según sus distintos procesos académicos y de apoyo.
Estos procesos raramente se describen en términos de la organización que los
sostiene, pocas veces se gestionan de manera explícita y con atribución de
responsabilidades claras. Es por ello que, en general, se carece de indicadores claros
para su seguimiento y mejora.
31. Las decisiones sobre las formas de gobierno, de organización y de gestión han de
ser siempre instrumentales. Los procesos correspondientes han de permitir que dichas
formas cumplan adecuadamente su misión y sus objetivos.
32. Para conseguir el cumplimiento de su misión y de sus objetivos, la Universidad ha
de estar en condiciones de controlar un conjunto de procesos académicos, de apoyo y
de gobierno-, que se detallan en el cuadro n. VIII-4.
Cuadro n. VIII-4. Procesos de la Universidad PRINCIPALES PROCESOS EN LA UNIVERSIDAD
PROCESOS DE GOBIERNO PROCESOS ACADÉMICOS PROCESOS DE APOYO 1. Comprensión del entorno
universitario 5. Diseño de planes 9. Desarrollo y gestión de personal 2. Desarrollo de
la visión y de la estrategia 6. Promoción de estudiantes y captación de recursos 10.
Gestión de recursos de información 3. Gestión de las relaciones con el exterior 7.
Prestación de los servicios 11. Gestión de recursos financieros y materiales 4. Gestión
de la mejora y del cambio 8. Atención pre- y post- servicio Los procesos de gobierno se
refieren a la dirección de la Universidad, no sólo a nivel central, sino también de las
unidades intermedias, como las Facultades o los departamentos.
Los procesos académicos clave, como ya se ha señalado (véase apartado VIII-30),
definen la Universidad y afectan a su misión principal.
Los procesos de apoyo, en cambio, gestionan los principales recursos humanos,
financieros y de información asignados a las distintas actividades de las universidades.
3.2.- Procesos académicos: estudios
33. Tradicionalmente, la Universidad, ha establecido claramente una organización de
carácter disciplinar, basada en las distintas disciplinas académicas. La unidad básica
de docencia y de investigación es en la actualidad el departamento.
Sin embargo, este tipo de organización se ve, cada vez más, comprometida por
exigencias que superan el ámbito propio de los departamentos universitarios (véase de
VIII-16 a VIII-18). La eficaz gestión de las funciones de tipo transversal es una de las
debilidades reconocidas del actual sistema de organización de las universidades. La
propuesta de diferenciación de las enseñanzas (véase apartado III-27) permite precisar
algunas de estas funciones transversales.
34. Los estudios de carácter predominantemente disciplinar -del tipo A y C-
acostumbran a caer enteramente dentro del ámbito de organización y gestión de un
departamento. En este caso, la estructura disciplinar y la organización de los servicios
coinciden, en gran medida.
Sin embargo, en relación a la gestión de las enseñanzas de tipo A sería
recomendable que su organización y su gestión diferenciaran las responsabilidades
correspondientes a su primer tramo de dos años (véase apartado III-36), que tiene una
función de asentamiento de fundamentos y que, por tanto, tiene un carácter
mayoritariamente pluridisciplinar, común a las grandes áreas temáticas (por ejemplo:
ciencias experimentales, humanidades, ciencias sociales, ciencias de la vida,
ingenierías) y las enseñanzas incluidas en su segundo tramo, de un carácter más
especializado y monodisciplinar.
Se aconseja establecer una organización académica responsable de gestionar la primera
etapa de las enseñanzas de tipo A que no se fundamente en la estructura habitual por
departamentos. Los procesos académicos, en este caso, deben ir más allá de un único
ámbito disciplinar y requieren la efectiva coordinación de las actividades de las
distintas unidades departamentales. En esta primera etapa, hay que asegurar la prestación
de un servicio de formación básica a los estudiantes que se incorporan por primera vez a
la Universidad. La estructura de la organización no ha de ser neutral respecto a los
resultados. La primacía de una estructura disciplinar ha tendido a minusvalorar, a
menudo, el papel que la Universidad ha de jugar para los estudiantes, en sus primeros
años de estancia en la misma. La desconsideración de este papel podría haber
contribuido al fracaso de muchos estudiantes en los primeros años de sus carreras
universitarias. Es por ello importante asegurar la orientación y la ayuda a los
estudiantes en esta primera etapa y establecer, en consecuencia, las unidades responsables
apropiadas.
A estas unidades les correspondería además sentar las bases organizativas para
abordar algunos de los problemas todavía no resueltos de esta primera etapa. En
particular: la relación con los institutos y escuelas de enseñanza secundaria y el
establecimiento de unas bases que aseguren un nivel de capacitación adecuado de los
estudiantes que desean acceder a la Universidad; el sistema de selectividad; la
implantación de planes de estudios pluridiscilinares; la selección del perfil de los
profesores para esta primera etapa de enseñanzas universitarias; la eliminación de
duplicidades y de una excesiva heterogeneidad en las asignaturas básicas que deberían
ser comunes y para todos los estudiantes; la debida orientación e información sobre las
opciones existentes en la segunda etapa de las enseñanzas; la mejora de la gestión de
los recursos físicos de las universidades; una mejor atribución de responsabilidades en
el seguimiento y control de calidad de los resultados de esta primera etapa de estudios.
35. Los estudios disciplinares del segundo tramo de las enseñanzas del tipo A y del
tipo C pueden ser gestionados correctamente con una estructura organizativa más
tradicional, basada en los departamentos, ya que en esta etapa, predomina una visión
disciplinar.
La organización del bloque de enseñanzas de tipo C, por tanto, puede requerir mejoras
en la gestión de los procesos (por ejemplo, el refuerzo de las funciones del responsable
o gestor de las titulaciones) pero no ofrece cambios fundamentales en cuanto a su
estructura disciplinar.
36. En los estudios de tipo B y tipo D, nos enfrentamos a un problema organizativo que
ha creado dificultades en la mayoría de los sistemas universitarios y que, por ello, ha
recibido distintas respuestas según los países.
La Universidad, en la mayoría de países occidentales, ha recibido en los últimos
tiempos fuertes presiones por parte de los gobiernos y de la sociedad en general para que
se establezca una mayor compenetración entre la educación universitaria y la formación
superior no universitaria (profesional o técnica). De hecho, las fronteras entre ambas
han quedado, en gran medida, difuminadas (véase apartado III-18), de manera que en la
estructura de las universidades clásicas han tenido frecuentemente cabida una serie de
enseñanzas que, en otros tiempos, o bien eran inexistentes o bien no tenían rango
universitario.
En las universidades o, en su caso, en las instituciones propias de enseñanza superior
es conveniente que se mantenga claramente una estructura organizativa propia y
diferenciada para este tipo de estudios que tienen unas características que obligan a
tomar decisiones específicas en muchos aspectos de su organización (planes de estudios
con diversidad de disciplinas científicas, conveniencia de contar con profesores con una
experiencia profesional al margen de la universidad, necesidad de relaciones más
estrechas con el sector empresarial, mayor exigencia de una orientación práctica de los
estudios, etc.). Habitualmente, estos estudios se han estructurado en Escuelas
universitarias, Escuelas Técnicas y Escuelas Técnicas Superiores, que agrupan
enseñanzas de claro contenido disciplinar junto con otras de naturaleza técnica y
profesional.
En la actualidad, la expansión de la educación universitaria promueve en todos los
países este tipo de estudios, que se orientan hacia nuevas salidas profesionales y que
frecuentemente se hallan estrechamente vinculados a la formación continuada a lo largo de
toda la vida (cursos más breves, menor interés en la obtención de diplomas, etc.).
Por todo ello, la caracterización de estos estudios de predominio del
"output" parece aconsejar una gestión por unidades que los organice de forma
integrada en función precisamente de dicha salida profesional o de las necesidades que se
pongan de manifiesto en el mercado de trabajo.
3.3.- Procesos académicos: investigación
37. Las actividades de investigación plantean una gran variedad de tipologías de
organización, desde el investigador que trabaja individualmente hasta los grandes centros
de investigación públicos o en colaboración con la iniciativa privada.
Al respecto, se pueden distinguir diferentes niveles de organización (C.Viladiu,
1999): Un primer nivel lo constituyen profesores, investigadores y proyectos y líneas de
investigación. Aquí se encuentra un tipo de investigación poco estructurada basada en
la actividad individual de profesores investigadores según proyectos de carácter
individual y transitorio. Se estima que del total de los profesores universitarios
españoles una tercera parte están implicados en proyectos competitivos vivos.
Un segundo nivel abarca los grupos de investigación y las redes temáticas, como los
denominados "grupos de investigación consolidados". Se trata de unidades
encuadradas por distintas líneas de investigación, cada una de ellas financiadas en el
marco de uno o diversos proyectos o contratos en un campo temático prioritario que
coordina diversos objetivos comunes. Están constituidos por grupos no muy numerosos de
investigadores que destacan por su nivel de calidad, por la cuantía de fondos que
reciben, por sus relaciones internacionales, por su productividad científica y por la
posibilidad de contratación de personal investigador post-doctoral. Asimismo, se ha
introducido el concepto de grupos de investigación pre-competitivos o pre-consolidados
para financiar grupos que no han alcanzado todavía la masa crítica necesaria para su
consolidación. Por su parte, las redes temáticas abren la posibilidad de colaboración y
agrupación entre grupos de investigación que trabajan en temas afines en universidades u
otros centros no universitarios empresas por ejemplo-, tanto nacionales como
internacionales.
Un tercer nivel lo forman los centros de investigación e institutos universitarios que
con distintos nombres y con distintas figuras jurídicas, incluyen la agrupación de
grupos de investigación consolidados en ámbitos temáticos diferentes pero ligados a
grandes objetivos comunes o a grandes proyectos de financiación. Algunos son de
aprobación por parte de las propias universidades y otros se acogen a la denominación de
institutos universitarios de la LRU (institutos intrauniversitarios, interuniversitarios y
adscritos).
Finalmente, un cuarto nivel se refiere a estructuras de relación y de contacto con el
ámbito empresarial y grandes estructuras de apoyo: centros de transferencia de
conocimientos y tecnología a los sectores económicos y sociales (OTRIS, CTT, parques
científicos y tecnológicos, etc.) así como los distintos servicios
científico-técnicos de apoyo a la investigación.
38. La organización de la investigación en la universidad no puede sustraerse a esta
compleja tipología que abarca, al mismo tiempo, desde la labor del investigador
individual a la participación en grandes proyectos de investigación internacionales.
La Universidad española debería, por tanto, dar apoyo a esta estructura multinuclear
y con distinto nivel de formalización en su organización. Sin embargo, la tendencia
prioritaria se ha de encaminar, como ya se ha dicho (véase los apartados IV-33, IV-34 y
IV-41), hacia la consolidación de grupos de excelencia en investigación que, a partir de
un tamaño mínimo suficiente y en un horizonte a largo plazo, podrían convertirse en
centros o institutos consolidados de investigación. En cuanto a la creación directa de
institutos de investigación, debería dejarse a la propia institución universitaria la
posibilidad de autorizarlos, según sus posibilidades presupuestarias y los recursos
disponibles. El concepto de red temática abre también interesantes posibilidades para la
incorporación de nuestros investigadores universitarios a redes internacionales (véase
apartado IX-21 y IX-24).
Los primeros niveles de organización de la investigación (individual, líneas de
investigación, grupos consolidados) deberán, como hasta ahora, encontrar su forma de
gestión y organización dentro del marco general de la Universidad. En algunos casos los
propios departamentos y, en otros casos, una cierta autonomía de gestión por proyectos
pueden ser mecanismos suficientes para asegurar una buena gestión de estos niveles de
investigación más embrionarios. La creación de unidades de gestión y de apoyo en la
unidad para cualquiera de los niveles mencionados es, no obstante, indispensable para el
adecuado funcionamiento profesional de la investigación.
Respecto a las estructuras de relación con el sector empresarial privado y con las
instituciones públicas, las formas organizativas y jurídicas que adoptan las
universidades españolas están en línea con las tendencias que actualmente también se
están estableciendo en otros países (véase los apartados IV-24 y IV-38).
En cuanto a los servicios de apoyo técnico-científico, las decisiones concretas de
organización son también muy variadas y, en general, dependen de la inversión inicial,
de los costes de funcionamiento y de la demanda necesaria para su mantenimiento. La
colaboración entre las universidades y los distintos niveles de gobierno (regional,
nacional, europeo) será cada vez más importante en algunos de estos servicios de apoyo
científico-técnico (véase apartado IX-26 y IX-27).
3.4.- La gestión de los procesos académicos
39. Junto a la lógica de agrupación y de gestión de los intereses disciplinares, se
impone también la lógica de gestión de los procesos y de los servicios académicos.
Ésta sigue una secuencia parecida para cada una de las grandes líneas de actividad. En
síntesis, se trata (véase cuadro VIII-4) de:
- diseño de planes
- promoción de estudiantes
- captación de recursos
- prestación del servicio y desarrollo de la función
- atención pre y post-servicio
40. El diseño de planes incluye el desarrollo y mejora de los planes de estudio, de
las líneas de investigación y del desarrollo de los demás servicios a la sociedad; es
decir, el diseño de las actividades básicas de la Universidad en sus distintas misiones.
Al respecto, el desarrollo de nuevas ideas y el diseño de nuevos servicios es
fundamental.
Los ejemplos recientes de reforma de los planes de estudio en las universidades
españolas ponen claramente de manifiesto la dificultad de mejorar los procesos cuando
dominan los intereses disciplinares. El diseño de cualquier servicio universitario, tanto
en el ámbito de la docencia como en el de la investigación, no puede realizarse
actualmente sin un esfuerzo de equipo para conocer y responder a los requerimientos de la
demanda a corto y a largo plazo. En la actualidad, el diseño de los planes de estudio y
de los proyectos de investigación es uno de los procesos claramente mejorables en las
universidades.
Un segundo orden de procesos lo constituyen las actividades de promoción de
estudiantes, de captación y movilización de recursos, para la investigación y para las
demás actividades de la universidad. Muchas de las actividades ya habituales en la
Universidad van a requerir un mayor impulso dado el entorno más competitivo que parece
que se dibuja para las universidades. Dos hechos confieren una especial importancia a esta
circunstancia.
En primer lugar, el descenso demográfico podría repercutir en una reducción del
ritmo de crecimiento o en la proporción del número de estudiantes de perfil tradicional.
Es poco previsible que las universidades y demás instituciones de enseñanza superior
adopten ante ello actitudes pasivas. Es muy probable que lleven a cabo políticas activas
para la atracción de nuevos estudiantes o para diferenciar su oferta de formación
continuada.
En segundo lugar, la restricción de los fondos públicos para la Universidad está
empujando a las instituciones a captar recursos financieros mediante la venta de parte de
sus servicios, concretamente de aquéllos que pueden ser objeto de un aprovechamiento
privado más directo, sea en la docencia o en la investigación, respecto a los cuales
puede activarse una demanda procedente de particulares, de empresas o de la propia
Administración Pública.
41. En el caso de la Universidad, el proceso de prestación de servicios incluye pues
la planificación y obtención de los recursos necesarios, en particular la preparación
de los recursos humanos para la realización de dichas actividades, la propia prestación
de los servicios (al estudiante, al promotor del proyecto de investigación, al demandante
de cualquiera de los restantes servicios, etc.) y el aseguramiento interno de la calidad
de la prestación de los mismos.
La prestación de todos estos servicios constituye la actividad propia del personal
académico. Sin embargo, las tendencias organizativas cambian también en este ámbito.
En el organigrama universitario aparecen personas responsables de la planificación de
dicha prestación en tareas como la selección de profesores/investigadores (internos o
externos) con capacidad para efectuar las tareas requeridas, la provisión de recursos
tecnológicos, humanos y materiales necesarios, la programación de las actividades, la
preocupación por la calidad interna de los servicios y su adaptación a los
requerimientos de sus destinatarios específicos.
42. La Universidad ha de gestionar su relación con los estudiantes, con quiénes le
contratan los proyectos de investigación y con otros destinatarios. Esta gestión ha de
abarcar la fase posterior a la propia prestación de los servicios.
En la fase propia del pre-servicio se incluyen todas las actividades de gestión de la
matriculación y de contratación y facturación de los proyectos de investigación. En
suma, aquellos servicios que requieren, habitualmente, el mantenimiento de un contacto
directo con los estudiantes o los usuarios de otros servicios.
La fase propia del post-servicio abarca el asesoramiento al estudiante, los servicios
de ayuda para encontrar un puesto de trabajo, la información sobre las actividades
dirigidas a los postgraduados, el acceso a la formación continua en su área de
especialización, etc.
También, las universidades intensifican la relación con sus antiguos estudiantes.
En el caso de la investigación, es indispensable el establecimiento de líneas de
continuidad de la relación con las empresas o instituciones que financian los proyectos.
Todos los esfuerzos en organizar estructuras de contacto con los sectores externos a la
propia Universidad van en la dirección de prestar una atención posterior al servicio.
43. Para la gestión de los procesos académicos se propone, en primer lugar, dar mayor
importancia a los órganos ejecutivos que se responsabilizan de su gestión.
La actual estructura y gestión de los departamentos, así como su sistema de
representación y de designación de cargos, no plantea excesivos problemas para el
ejercicio de las funciones que se les asigna en la ejecución de los procesos académicos.
Bastaría un refuerzo de las estructuras administrativas de los departamentos y una
integración de algunos de ellos según grandes áreas del conocimiento científico
(véase apartado III-66).
La gestión que se atribuye a las universidades que organizan la primera etapa de
estudios de tipo A y los estudios de tipo B y D aconsejaría confiarla a responsables
académicos o no académicos- nombrados por los órganos centrales de cada
universidad y que fueran responsables ante los mismos. Las actuales Facultades y
Escuelas podrían organizarse de acuerdo con esta recomendación. De no ser así,
deberían establecerse las unidades de gestión anteriormente mencionadas, quedando dichas
Facultades y Escuelas como una denominación corporativa del profesorado.
Una segunda recomendación consiste en diseñar distintas formas de organización para
la prestación de los distintos servicios universitarios. Esta es una medida básica para
lograr una mayor flexibilidad organizativa. Cada vez resulta más evidente la necesidad de
arbitrar alguna forma de coordinación del conjunto de los procesos que integran las
distintas líneas de servicios, sobre todo para aquéllos que tienen un carácter
interdisciplinar o que, claramente, están más ligados a la demanda que a la oferta
disciplinar (véase, por ejemplo, apartado VIII-34). En los últimos tiempos, han
proliferado muchas de estas figuras de coordinación de servicios, como son los
institutos, centros o grupos de investigación, las instituciones, fundaciones, sociedades
o asociaciones de formación continua, las OTRIS, los OTT, etc. Aunque su desarrollo es
aún desigual y, en muchos casos insuficiente, su función es cada vez más reconocida en
la organización general de las universidades.
También parece evidente la relación existente entre la forma jurídica adoptada y el
peso relativo del experto o del mercado según los casos- en la definición de los
servicios. Cuando sea importante la demanda privada en la definición de ciertos servicios
podría pensarse en acudir a formas de coordinación de los procesos académicos típicas
del derecho privado. Cuanto más importante sea el papel del experto universitario en la
definición del servicio parece más adecuada una forma o ente de coordinación
propiamente interna (véase apartado VIII-48).
Así, por ejemplo, la Universidad de Aveiro ha propuesto la constitución de tres
institutos: uno de Investigación, otro de Formación pre-graduada y otro de Formación
post-grado. Asimismo, ha constituido tres organismos de carácter privado: una Fundación
para la formación continuada, una Asociación para la cooperación con la sociedad y una
Empresa para las actividades de transferencia de tecnología. Estas son propuestas para
facilitar la gestión por procesos, la gestión de las grandes áreas y procesos
académicos centrales de la universidad.
4.- Funcionalidad de los procesos de gobierno
4.1.- Elaboración y desarrollo de la estrategia: planificación estratégica
44. Se procederá seguidamente a definir, en términos generales, el contenido de los
principales grupos de procesos de gobierno de las universidades. Por supuesto, su
concreción específica es una función insoslayable de cada universidad, ya que todos
estos procesos han de adecuarse a las condiciones particulares en que se desenvuelve cada
institución universitaria en particular. La organización y la gestión de los procesos
de cada universidad forman parte de las funciones de los órganos de gobierno de la misma
y están estrechamente relacionados con la configuración de su plan estratégico y de la
definición de su misión.
Mediante el plan estratégico propio de cada universidad, los procesos de gobierno
deberían proponerse (véase cuadro VIII-4):
- Entender el entorno universitario para conocer el grado de satisfacción de
los diferentes destinatarios de los servicios que presta la Universidad, a partir de los
correspondientes sistemas de información y comunicación. Estos procesos han de permitir
también anticipar los cambios demográficos y de expectativas que se están produciendo
entre potenciales destinatarios y usuarios, las fortalezas y debilidades propias de cada
universidad y de sus competidores -de otras universidades y otras instituciones privadas y
públicas- así como las innovaciones técnicas que pueden afectar a sus actividades.
- Desarrollar la visión y la estrategia de la institución. Durante años, las
universidades españolas no han tenido una necesidad acuciante de desarrollar estrategias
propias ya que la mayoría de las decisiones venían fijadas de antemano por la
Administración y carecían de capacidad o instrumentos para ejercer la suficiente
autonomía exigida para la determinación de la orientación global de la propia
Universidad.
La referencia a un modelo único de Universidad impedía elaborar una visión, una
misión y una dirección estratégica propias.
La planificación estratégica ha de permitir alcanzar un amplio consenso de los
agentes internos y externos a la institución universitaria en cuanto a los objetivos y
las acciones a desarrollar. Este consenso sobre la razón de ser de la institución ha de
contar con la participación y el compromiso de los miembros de la Universidad y de los
agentes sociales implicados en ella.
Asimismo ha de conseguir superar los avatares del corto plazo, de la inmediatez y de la
pugna política cotidiana.
Definida su misión, su estrategia y su plan de acción, las universidades deberían
proceder a definir los distintos planes operativos institucionales y, a su vez, repartir
internamente los recursos de acuerdo con el propósito definido, utilizando aquellas
técnicas (como por ejemplo, el presupuesto por programas) que permiten asignar los
recursos a partir de la fijación previa de finalidades. Los planes operativos deben
afectar también a las unidades que integran la institución (véase de VIII-35 a VIII-39)
y su seguimiento mediante un apropiado sistema de indicadores- ha de permitir
formular una estrategia periódica de mejora.
La fijación clara y explícita de los objetivos de la Universidad, es indispensable
también para la rendición de cuentas de sus resultados y para reclamar los recursos
públicos que precisa, particularmente en el marco de negociación de los
contratos-programa (véase V-42).
- Gestionar las relaciones con el exterior mediante la comunicación con el
resto de los agentes sociales y económicos y, en especial, con la Administración
Pública que tienen intereses y competencias sobre las universidades, y también con la
comunidad local. Las relaciones con el Consejo Social entran también en este apartado.
Especial referencia merecen los contactos y la cooperación con los sectores y grupos a
los que se les solicita que contribuyan con nuevos fondos de financiación para las
actividades universitarias. Una comunicación estrecha con los distintos sectores
económicos, con grupos de presión (en particular, en nuestro caso, en la Unión
Europea), con asociaciones de ex estudiantes, etc., forman parte ya de la política
habitual de aquellas universidades que tratan de superar su dependencia casi exclusiva del
presupuesto público.
El desarrollo de un programa de comunicación y de relaciones públicas, se convierte
pues en un elemento fundamental para llevar a buen término nuevas iniciativas y
actividades.
- Gestionar la mejora y el cambio mediante la medida del rendimiento y de los
resultados de la Universidad, la realización de evaluaciones internas y externas, la
práctica habitual de los referentes ("benchmarking"), la mejora de los
distintos procesos y sistemas, la gestión de la calidad de las prestaciones y la gestión
del cambio en la institución.
4.2.- Estructura de gobierno
45. Los sistemas y prácticas de gobierno generalizados en las universidades españolas
a partir del modelo de la LRU han tenido la virtualidad de conseguir, en general, un
aceptable grado de consenso en la comunidad universitaria y un elevado nivel de
participación de la comunidad universitaria en su gestión. Sin embargo, existen
déficits notables en relación con la efectiva rendición de cuentas de las universidades
ante la sociedad y con el nivel de eficiencia exigible en la gestión de los recursos que
la sociedad pone a disposición de la universidad.
El déficit en la rendición de cuentas tiene mucho que ver con las limitaciones de que
adolecen los Consejos Sociales como órganos de participación de la sociedad en la
universidad y que derivan, en gran parte, de la jurisprudencia en este tema. Estas
limitaciones hacen que, con frecuencia, los órganos unipersonales de gobierno se vean
sometidos a un doble juego de presiones internas y externas que no siempre encuentran un
equilibrio fructífero.
El déficit de eficiencia en la gestión proviene fundamentalmente de la intrincada red
de órganos colegiados, con amplia, y generalmente numerosa, representación de todos los
estamentos universitarios, de las limitaciones que los sistemas de elección y control
imponen a los órganos unipersonales, y de la complejidad de los procedimientos de
participación en la toma de decisiones característicos del modelo burocrático
colegial.
Sin renunciar al valor de las tradiciones académicas de gestión colegial, y sin merma
de la autonomía institucional de las universidades, la estructura de gobierno debería
orientarse claramente hacia un modelo más profesional, que potenciase la flexibilidad y
la eficacia en la gestión y facilitase la rendición de cuentas a la sociedad, inspirado
en los siguientes principios:
- Los órganos de gobierno, una vez nombrados o elegidos por el procedimiento
que se establezca, deberían disponer de amplia capacidad de gestión y de un horizonte
razonable de estabilidad que les permitiera tomar decisiones de alcance.
- Debería simplificarse la estructura, composición y competencias de los
órganos colegiados. Esto significa que deberían mantenerse únicamente los órganos
adecuados para el correcto gobierno universitario, su composición se reduciría a
proporciones razonables para su funcionamiento eficiente, y sus competencias -salvo en el
caso del máximo órgano de gobierno- deberían ser fundamentalmente de asesoramiento,
propuesta y control.
- El órgano máximo de gobierno (equivalente a la Junta o Consejo de Gobierno
de la Universidad) podría estar formado tanto por miembros de la comunidad universitaria
como por representantes de los intereses sociales y de las administraciones y entidades
que apoyan a la universidad. Si se optase por una Junta o Consejo de Gobierno formada
únicamente por miembros de la comunidad universitaria, elegidos por el Claustro,
deberían precisarse por las Administraciones Públicas, las funciones del Consejo Social,
para que éste pudiese ejercer de manera efectiva el control social y económico de la
institción.
- La regulación de los sistemas de gobierno de las universidades debería ser
suficientemente flexible como para que cada universidad pudiera ensayar opciones propias
acordes con su tradición, su personalidad y su proyecto institucional.
46. La libertad de las distintas universidades para proponer cambios en su propio
sistema de gobierno hace pertinente que no deban detallarse -ni mucho menos imponerse- las
características del mismo. Sin embargo, ello no impide que se sugieran cuáles pueden ser
las alternativas generales que, en una perspectiva de simplificación del marco
legislativo general al respecto, podrían tomarse en consideración a la hora de promover
un cambio de los estatutos de las universidades.
Se sugiere, en primer lugar, mantener como autoridad máxima de la Universidad la
figura del Rector. Éste presidiría la Junta o Consejo de Gobierno, propondría al
Gerente, y nombraría al equipo ejecutivo de la Universidad. Sería elegido por la
comunidad universitaria, bien sea directamente o a través del Claustro de representantes
u otros procedimientos indirectos.
La Junta o Consejo de Gobierno sería el órgano máximo de gobierno de la Universidad.
De ella formarían parte, además del Rector, el Presidente del Consejo Social y el
Gerente. Para el ejercicio adecuado de sus funciones debería estar formada por un número
reducido de miembros. Si se prefiriese la primera de las fórmulas aludidas en el apartado
VIII-45, más de la mitad deberían ser representantes de la comunidad universitaria,
elegidos por el Claustro, y el resto de personas de comprobada capacidad de gestión y
representación social, elegidas por el Consejo Social.
47. El Claustro debería mantener una composición representativa de todos los sectores
de la comunidad universitaria. Sin embargo, su tamaño debería reducirse para hacerlo
más operativo. Entre sus funciones deberían estar las de asesoramiento y control de los
órganos ejecutivos de la universidad y la elección de representantes de la comunidad
universitaria en la Junta o Consejo de Gobierno universitario.
El Consejo Social debería tener una composición representativa de la sociedad y de la
Administración Pública para garantizar los intereses generales de ambas en la
Universidad. Entre sus funciones está la de elegir, en su caso, a los representantes
sociales que formarían parte de la Junta de Gobierno. El presidente del Consejo Social
podría ser nombrado directamente por el Gobierno de la Comunidad Autónoma
correspondiente. Los restantes miembros del Consejo Social podrían ser nombrados según
distintos métodos, en función de las características de cada universidad. En algunos
casos, la representatividad social puede asegurarse, por ejemplo, a través de un acuerdo
entre el Rector y el responsable de la política educativa de la Comunidad Autónoma o el
propio presidente del Consejo Social.
En otros casos, se puede pensar en la constitución de una comisión o asamblea social
que elija y proponga personas por su relevancia social o profesional. En cualquier caso,
la forma de nombramiento de sus miembros debe asegurar que el Consejo Social pueda ejercer
sus, actuando en representación del interés general y del buen uso de los recursos
públicos.
48. El Rector podría nombrar un equipo de carácter ejecutivo. Sería responsable de
la gestión diaria de la institución, tanto en los aspectos académicos como
administrativos. El Rector propondría el nombramiento o el cese del Gerente en la Junta
de Gobierno, previa consulta al Consejo Social.
Además de estos órganos de gobierno es preciso articular todo un sistema de
administración descentralizada. Convendría a este respecto diseñar un sistema que
contemplase tanto la dependencia jerárquica de los responsables ejecutivos de los
diferentes procesos de enseñanza, investigación y gestión, como la necesaria
implicación de la comunidad universitaria en la gestión colegiada y participativa de los
asuntos académicos. El equilibrio podría conseguirse, por ejemplo, haciendo que los
responsables de procesos orientados directamente a prestar servicios "hacia el
exterior" (programas de estudios o titulaciones, proyectos de colaboración con la
industria, programas de formación continuada, etc.) dependieran de la Junta de Gobierno
mientras los responsables de procesos más orientados "hacia dentro" (directores
de departamento, coordinadores de áreas científicas, de grupos de investigación, etc.)
fueran elegidos por los consejos correspondientes (véase a este respecto el apartado
VIII-43).
Los cuadros directivos de la Universidad, tanto los de dirección y gobierno como los
administrativos, deberían ejercer con suficiente profesionalidad sus funciones para poder
así garantizar la continuidad en los temas esenciales de la acción de gobierno de la
Universidad.
5.- Carácter instrumental de los procesos de apoyo
5.1.- Los procesos de apoyo
49. La mayoría de estos procesos (véase apartado VIII-32) suelen entrar dentro del
ámbito tradicional de responsabilidad de la gerencia universitaria. Se pueden clasificar
en los siguientes grupos:
- Gestión de los recursos humanos.
- Gestión de los recursos de información.
- Gestión de recursos financieros y materiales.
La gestión de recursos humanos ha sido el objeto de los apartados VI-3 a VI-10. Los
recursos de información se tratan en los apartados IX-1 a IX-16.
5.2.- Gestión de recursos financieros y materiales
50. En general, no se conoce la totalidad de los costes de los servicios universitarios
y, aquellos que son conocidos, son difícilmente comparables con otras instituciones
similares por responder éstas a otros objetivos.
Es indispensable que las universidades identifiquen los productos y servicios que
ofrecen y desarrollen los instrumentos de contabilidad analítica, que permitan conocer
sus costes.
Su conocimiento genera una cultura que favorece el aprovechamiento eficiente de los
recursos disponibles. La imputación de los costes que genera la docencia y la difusión
de su conocimiento informa sobre la parte que asumen los contribuyentes o la que se
satisface con las tasas.
La imputación de los costes debería extenderse al conjunto de las unidades de la
institución, con el fin de obtener una cuenta de explotación por centros de costes. De
esta manera sería posible analizar su evolución y obtener los costes individualizados de
los servicios finales según diferentes conceptos (por ejemplo: títulos, abandonos, tesis
doctorales, etc.), identificar los factores diferenciales de coste según los servicios y
conocer las necesidades financieras de cada unidad y, por tanto, su grado de
autofinanciación.
51. La identificación de las unidades de coste y la imputación de los costes de los
servicios de la universidad responsabiliza a las distintas unidades en la toma de
decisiones. Para que ésta responsabilización sea efectiva, debe ir acompañada de una
descentralización real de los recursos humanos y materiales a nivel de unidades, de forma
que las decisiones puedan tomarse, en cada caso, a partir de los recursos utilizados y los
resultados conseguidos.
La distribución interna de los recursos universitarios entre las unidades docentes y
de investigación debería responder a sus propios planes operativos (véase apartado
VIII-44). Estos planes podrían ser el punto de partida de pactos con el gobierno de la
universidad para contratar internamente los servicios docentes o de investigación-
que cada unidad presta, de acuerdo con unos niveles de calidad fijados previamente. Este
pacto contendría los recursos asignados y los resultados que se pretenden obtener, así
como los indicadores de seguimiento necesarios para evaluar el grado de cumplimiento de
dichos objetivos.
Como los planes operativos de las unidades determinan los objetivos y compromisos de
cada unidad, el presupuesto de la universidad debería convertirse en el mecanismo para
distribuir los fondos de acuerdo con la planificación estratégica formulada por sus
unidades docentes y de investigación.
52. Se recomienda que las universidades se provean de instrumentos que les permitan
conocer los costes derivados de la actividad de investigación y de transferencia de
tecnología, para imputarlos adecuadamente cuando se prestan servicios por encargo de
terceros.
La imputación de costes internos vía "overhead" deberá ir modificándose
hasta conseguir una imputación del coste real de los productos y servicios facturados.
53. La identificación del coste es un instrumento necesario para mostrar públicamente
la utilización de los recursos que la sociedad ha confiado a cada universidad.
54. Las universidades tratan de lograr una mayor financiación tanto de sus servicios
tradicionales como de nuevos servicios (véase VIII-57), según estrategias no uniformes
que tratan de responder a los cambios del entorno.
La Asociación de Universidades Europeas (CRE), después de analizar la experiencia de
las universidades europeas, proponía cinco vías para mejorar la financiación
universitaria, de las cuales las cuatro primeras corresponden a distintas maneras de
mejorar las bases tradicionales de la financiación universitaria y la última hace
referencia a nuevas bases de financiación privada.
La primera posibilidad destaca la promoción de una campaña social activa para lograr
un incremento de la proporción de PIB dedicado a la educación superior, incremento que
llevaría aparejado el compromiso de una evaluación externa de la Universidad.
En segundo lugar, se sugiere cambiar la forma como las necesidades financieras de la
institución se presentan a las Administraciones Públicas responsables, aumentando la
transparencia y la asignación de los recursos mediante criterios objetivos.
Un tercer camino consiste en buscar financiación pública en diferentes niveles
local, regional, federal y europeo- de la Administración más allá del que
corresponde a la financiación pública normal, singularmente a través de proyectos de
investigación y de programas finalistas (véase apartado V-41).
La cuarta posibilidad sugerida en el mencionado estudio de la CRE consiste en pedir una
contribución financiera razonable a los estudiantes.
55. La quinta forma de mejorar la financiación universitaria concibe nuevas fuentes de
financiación al margen del núcleo central de la financiación universitaria. Existe el
peligro que el éxito en este tipo de financiación no acabe substituyendo, en cierta
medida, a la aportación pública. Sin un compromiso previo de los gobiernos a este
respecto, es razonable que las universidades sientan un cierto recelo y no se esfuercen
demasiado por atraer este tipo de fondos.
El servicio que prestan las universidades es un bien público susceptible de un
aprovechamiento parcial como bien privado, por las ventajas directas que brinda a sus
posibles usuarios. Éstos están pues, dispuestos a pagar por él. La fase actual de
desarrollo tecnológico ha modificado cualitativamente el uso privado de este bien
público; y es pues razonable que las instituciones de enseñanza superior quieran
aprovechar esta posibilidad para mejorar su situación financiera.
La búsqueda de estas nuevas fuentes de financiación puede hacerse de tres formas: Una
primera forma supone conseguir nuevos ingresos en los servicios tradicionales de la
Universidad a través del cobro de prestaciones por:
- Servicios prestados (cursos breves; consultorías y servicios profesionales; pruebas
de materiales, productos o procesos; servicios de certificación, aprobación y
autenticación; servicios administrativos, de información, de computación, audiovisuales
o de naturaleza científico-técnica).
- Explotación externa y venta de productos (patentes, licencias para la producción,
construcción de prototipos, publicaciones, software, cursos por franquicia).
- Uso de las instalaciones (alquiler de las instalaciones de la institución y
concesión de locales para prestar ciertos servicios universitarios).
- Por concesión y/o explotación de los servicios de alojamiento y de restauración;
por publicidad en publicaciones y en otros soportes.
- Servicios dirigidos al conjunto de la comunidad universitaria y que forman parte del
concepto de vida diaria en el campus universitario, incluyendo aspectos como ingresos por
reciclaje de papel, materiales de laboratorio, libros, residuos.
- Funciones de intermediación con las pequeñas y medianas empresas en temas de
información y gestión del conocimiento.
Un segundo camino para conseguir nuevos ingresos se basa en la obtención de fondos
adicionales para afrontar las actividades habituales de las universidades.
Como ejemplos, pueden citarse:
- Campañas de captación de recursos, para objetivos o programas específicos.
- Contribuciones de asociaciones de ex-estudiantes.
- Patrocinio de fundaciones e instituciones sin ánimo de lucro; donaciones
particulares; patrocinio y mecenazgo de empresas (dotación de cátedras y plazas
financiadas; cesión de personal con fines específicos, como la colaboración en
proyectos de investigación; dotación de ayudas a estudios en el extranjero o en el
propio país; acuerdos específicos para la construcción de edificios e instalaciones y
para la instalación de aulas, laboratorios, equipos informáticos, bibliotecas;
financiación para la organización de actos y actividades, como congresos y
conferencias).
Finalmente, la tercera forma se orienta a conseguir fondos para promover nuevas
actividades, algunas de las cuales derivan de las oportunidades abiertas por la fase
actual de cambio tecnológico (por ejemplo, actividades de "spin off"). Toda
innovación requiere una adecuada financiación de las etapas iniciales de diseño,
desarrollo y prueba. Financiar los proyectos innovadores es uno de los problemas básicos
a los que se enfrenta cualquier institución que desee adaptarse al cambio.
La financiación inicial podría proceder de la propia universidad a partir del ahorro
presupuestario para nuevos proyectos aunque, por supuesto, se asume un riesgo en cuanto
puede no recuperarse la financiación inicial. También la prefinanciación puede proceder
de la Administración Pública, según sus prioridades, financiando aquellos proyectos que
contribuyan a satisfacer sus objetivos específicos. Es una vía decisiva para impulsar
actuaciones cuyos efectos externos van mas allá de la propia universidad.
Es posible asimismo combinar los programas de subvenciones y de ayudas públicas con
ayudas privadas. Este es, actualmente, un mecanismo habitual en muchos programas europeos
que requieren una parte importante de financiación propia que es complementada por la
subvención pública. Muchas universidades han establecido núcleos muy activos de
información, preparación, solicitud y gestión de ayudas que permiten competir
activamente en este mercado de financiación.
Finalmente, no hay que descartar el acudir directamente a fondos procedentes del sector
privado. En muchos países, las entidades del sistema financiero se orientan hacia las
nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones. La Universidad puede
facilitar el contacto de sus investigadores con instituciones de capital-riesgo para
iniciar nuevos proyectos.
56. En las últimas décadas, las Administraciones Públicas a los diferentes niveles
local, autonómico, estatal y europeo- han hecho un notable esfuerzo para construir
equipamientos e infraestructuras universitarias. Una parte considerable del patrimonio
universitario actual tiene menos de 20 años. Las fórmulas de reparto de recursos a las
universidades han de incorporar el valor de su activo patrimonial. Reforzar los conceptos
de autonomía universitaria y de responsabilidad en el gasto significa buscar mecanismos
para introducir el concepto de amortización en la asignación de los recursos que las
comunidades autónomas aportan a las universidades.
Las universidades deben dotarse de una contabilidad patrimonial, actualizando con ello
sus activos patrimoniales construcciones, equipamientos e instalaciones-, que
permita contabilizar el monto anual que ha de dedicarse a amortizaciones.
Esta gestión patrimonial evita la descapitalización de los activos universitarios.
Las fórmulas de asignación de recursos que se basan en separar el gasto de
funcionamiento y el gasto en inversiones deberían integrarse progresivamente en un único
procedimiento.
Es previsible el aumento de las inversiones en tecnologías de la información y de las
comunicaciones, en redes, en bases de datos y, sobre todo, en producción de contenidos en
red, puede modificar, a corto plazo, las prioridades en el gasto.
57. En los últimos años se ha ampliado el abanico de nuevos servicios reforzando el
carácter de la universidad como proveedora de servicios a los estudiantes y al resto de
la sociedad. Se ha pasado de la aportación de unos servicios tradicionales como
residencias, colegios mayores, bolsas de trabajo y servicios de extensión universitaria a
servicios de mayor valor añadido, adaptados a las nuevas necesidades que se exigen a la
universidad como, por ejemplo, servicios de acceso a Internet, gabinetes de orientación,
servicios a ex-estudiantes, entidades dedicadas a promover la innovación, fomento de la
creación de empresas desde las propias universidades, etc.
Contrariamente a los servicios de apoyo tradicionales, estos servicios en general
suelen ser voluntarios y tienen unos usuarios bien definidos que se organizan y financian
de forma diversa atendiendo a la función que han de cumplir.
La definición, contenido y función que se asigne a los nuevos servicios
universitarios será un elemento fundamental que definirá la estrategia general de la
Universidad y un elemento diferenciador que le permitirá, entre otras cosas, ayudar a la
atracción de estudiantes, así como vincularse de forma más directa y abierta a su
entorno, especialmente a instituciones y entidades de la propia ciudad o territorios de
influencia. Para ello, habrán de ser más conocedoras de los problemas de estas áreas y
más sensibles a sus objetivos.