Informe Universidad 2000 (Informe Bricall)
IX.- REDES TECNOLÓGICAS Y REDES UNIVERSITARIAS
1.- Introducción de las tecnologías de la información y de las comunicaciones en la
Universidad (T.I.C.)
1.1.- Las tecnologías
1. Las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) han experimentado
en los últimos años un desarrollo espectacular, difundiéndose en la mayoría de las
sociedades avanzadas, muy en especial en los Estados Unidos y en los países escandinavos.
El consumo de Internet, que se utiliza frecuentemente como indicador de este fenómeno,
cuenta actualmente con cerca de 100 millones de usuarios en los Estados Unidos y 50
millones en Europa, aunque estas cifras crecen con extraordinaria rapidez.
En algunos sectores de la economía, como el financiero o el editorial, la
introducción de la TIC ha permitido y, al mismo tiempo ha propiciado, una profunda
reestructuración.
En la educación superior los cambios se producen, por el momento, más lentamente,
aunque no por ello son menos importantes. Recientemente, la conferencia de rectores
europeos ha considerado las TIC como uno de los principales factores externos de cambio de
las universidades en los próximos años. En España, esta misma opinión ha sido
expresada tanto en los seminarios de debate sobre la Universidad, como en la consulta a
los Rectores de las Universidades Españolas, que se realizaron en 1999 con motivo de la
preparación de este informe.
Estas tecnologías auguran en el campo educativo la progresiva desaparición de las
restricciones de espacio y de tiempo en la enseñanza y la adopción de un modelo de
aprendizaje más centrado en el estudiante. Al mismo tiempo, favorecen la
comercialización y la globalización de la educación superior, así como un nuevo modelo
de gestión de su organización.
2. Existen diferentes factores, tanto de demanda como de oferta, que propician la
difusión de las TIC en la Universidad. La sociedad espera de los nuevos graduados
universitarios que conozcan la influencia y las formas de gestión de esta tecnología en
sus respectivas áreas de especialización y que, asimismo, dispongan de las suficientes
competencias o habilidades para hacer uso de este tipo de tecnologías. Quienes acceden a
la educación superior han de utilizar cada vez con mayor intensidad las TIC, lo cual hace
que ellos mismos exijan su presencia en los curricula y en los métodos de enseñanza
universitaria. Al menos una cuarta parte de los estudiantes que finalizan la enseñanza
secundaria en países como Australia, Canadá, Dinamarca, Islandia, Holanda, Nueva
Zelanda, Suiza y Estados Unidos utilizan el ordenador diariamente.
3. La introducción de las TIC no responde únicamente a cuestiones de demanda. En
primer lugar porque la Universidad ha sido pionera en la propia investigación de este
tipo de tecnologías. Pero, además, porque, desde la perspectiva de la oferta, se ha
constatado que estas tecnologías reportan importantes ventajas competitivas en la
provisión de los servicios tradicionales de la Universidad, tanto en las tareas de
formación como en la investigación, así como en la gestión de los distintos procesos
de organización, desde la administración interna de la institución al fomento de la
cooperación internacional de investigadores.
El reciente Informe sobre el sistema de educación superior en Australia subraya, con
insistencia, las nuevas oportunidades que genera la introducción de las TIC en los tres
ámbitos antes aludidos.
La administración según el citado informe- concentrará el impacto positivo de
estas nuevas tecnologías en la Universidad. Éstas permitirán reducir los costes en las
funciones de marketing, de gestión, de comprobación de los expedientes académicos, de
matriculación, de procesamiento de transacciones financieras, y de la producción y
distribución de materiales docentes. También serían cruciales en la conclusión de la
estrategia corporativa, en la gestión de recursos humanos, en la gestión de la
investigación, en la gestión administrativa y en muchos otros ámbitos. Sin embargo, se
subraya que, al menos en el caso de aquel país, la reingeniería de procesos internos se
ha mostrado a menudo arriesgada, con una tasa de fracasos cercana al 70% y con un coste
inicial muy alto que difícilmente se puede recuperar a corto plazo.
En el campo de la investigación, las TIC favorecen, en general, las relaciones en
tiempo real entre investigadores y sin restricciones de distancia. Además, las siguientes
tendencias pueden intensificarse significativamente:
- Una mayor capacidad de trabajo teórico y empírico en muchas ramas de la ciencia y
de la tecnología gracias a los avances en la computación y en las prácticas de
simulación;
- el aumento de la colaboración internacional y de la presencia de investigadores de
diferentes continentes sin necesidad de que éstos mantengan un contacto presencial;
- una creciente interdisciplinariedad, lo cual puede favorecer la resolución de
problemas complejos mediante la aplicación del avance del conocimiento desde diferentes
campos de investigación.
Finalmente, en el ámbito de la enseñanza, el citado informe australiano resalta los
beneficios que las TIC pueden aportar, en particular los siguientes:
- Una mayor interacción entre estudiante y profesores, en especial mediante la
utilización del correo electrónico, de la videoconferencia y de la WWW;
- una más intensa comunicación entre estudiantes, mediante grupos de trabajo y de
discusión que se apoyen en las nuevas herramientas comunicativas;
- un mejor aprendizaje mediante el uso de simuladores;
- el desarrollo de competencias y de habilidades prácticas por parte de los
estudiantes en laboratorios virtuales de investigación;
- la provisión de posibilidades de retroacción en la comunicación entre los
estudiantes;
- el acceso de los estudiantes a recursos educativos.
A estas cuestiones específicas, se suma el hecho de que la educación por vía de las
TIC favorece el desenvolvimiento posterior de los estudiantes en la sociedad de la
información. Por último, también hay que considerar que las TIC representan en sí
mismas un campo de conocimiento en expansión, tanto en el ámbito de la investigación
como en el ámbito de la enseñanza. En países como los Estados Unidos y Australia hay
actualmente una seria preocupación por la falta de profesionales en este campo, tanto
dentro como fuera de las universidades.
En resumen, las TIC han penetrado en la Universidad merced a la creciente demanda de
los estudiantes y de la sociedad, asimismo, porque se han convertido en un instrumento
capaz de aumentar la calidad de los servicios y del funcionamiento de la propia
institución. El alcance de estas tecnologías en la Universidad abarca tres ámbitos
fundamentales: los contenidos, tanto en formación como en investigación, el modelo de
enseñanza y el modelo de organización.
4. Sin embargo, las universidades han respondido de forma desigual a esta introducción
de las TIC en su seno. En España, prácticamente todas las universidades han realizado
algún tipo de proyecto en este ámbito. Actualmente los servicios en la red se han
generalizado. Por el momento, los más extendidos son la difusión de información sobre
la propia universidad (su emplazamiento, su historia, sus principales departamentos y
líneas de investigación, los cursos que se imparten en ella, etc.) y el acceso a ciertos
servicios como biblioteca virtual, automatrícula, correo electrónico, etc. En ciertas
universidades se han empezado a utilizar las posibilidades de las TIC como apoyo a la
docencia, mediante la realización de foros de debate, tutorías electrónicas, soporte
documental y bibliográfico, etc. Por último, algunos centros presenciales ofrecen cursos
o asignaturas a distancia, o contenidos directamente vinculados a las TIC como el
derecho en el comercio electrónico, la edición electrónica, etc.
La mayoría de las universidades de la zona de la OCDE destinan fondos para financiar
la introducción de las TIC. Estas partidas presupuestarias, que abarca desde inversiones
en infraestructuras de telecomunicaciones hasta cursos de formación del personal
universitario o diseño de material pedagógico multimedia, han crecido considerablemente
en la última década, lo cual está exigiendo crecientes esfuerzos financieros a las
instituciones universitarias. Aunque los datos al respecto son más bien escasos, en los
Estados Unidos se calcula que los centros universitarios gastan más de 3 mil millones de
dólares en TIC. Los últimos resultados de la National Survey of Information
Technology in Higher Education -de 1999 y correspondientes a 557 centros
universitarios norteamericanos, públicos y privados- ponen de manifiesto su creciente
utilización en la enseñanza y su progresiva incorporación a la estrategia institucional
de los centros universitarios: en el 54% de los cursos se utiliza el correo electrónico
como apoyo a la docencia y el 39% utiliza recursos procedentes de la red. Casi la mitad de
los centros (47%) ofrecen uno o más cursos íntegramente mediante Internet.
5. En los últimos años ha aumentado la presencia de nuevos proveedores de educación
superior ajenos a las universidades. Éstos suelen utilizar las TIC de forma intensiva.
Este fenómeno, más extendido en Estados Unidos que en Europa, ha sido liderado
principalmente por instituciones con finalidad de lucro -las llamadas universidades
corporativas- y por algunas alianzas entre grandes compañías de los sectores del ocio y
de las comunicaciones y, en ciertas ocasiones, por algunas universidades tradicionales.
Las organizaciones más agresivas, como la Universidad de Phoenix, suelen operar
constituyendo grupos multidisciplinares de trabajo (diseñadores, pedagogos, expertos en
contenidos, informáticos, etc.) para que éstos proyecten cursos específicos, orientados
a las demandas del mercado, y utilizando dichas tecnologías para ofrecer los cursos a
distancia en el propio país o en el extranjero.
En Europa la introducción de las TIC ha sido liderada, más bien, por instituciones
que provienen del ámbito de la educación a distancia, como la Open University.
Actualmente esta universidad dispone de más de cien cursos que utilizan las TIC en forma
de tutorías virtuales y grupos de discusión, con materiales de enseñanza multimedia y
vídeoconferencias. Sin embargo, es previsible que la consolidación de la difusión de
las tecnologías citadas dependa de la irrupción de universidades con prestigio
internacional que, solas o en alianza con otras instituciones, ofrezcan cursos a distancia
que requieran su empleo. El MIT ha firmado un acuerdo con la Universidad de Cambridge para
formar el Cambridge-MIT Institute, que contará con la participación de departamentos y
Facultades de ambas universidades. En este proyecto, el gobierno británico invertirá 109
millones de dólares y la industria privada otros 36 millones durante los primeros cinco
años de funcionamiento del nuevo Instituto. Después se espera que el proyecto tendrá ya
capacidad para autofinanciarse. Paralelamente el MIT ha llegado a diferentes acuerdos de
colaboración con Microsoft, así como con la Universidad de Singapur y la Universidad
Tecnológica de Nanyang para poner en marcha diferentes cursos a distancia con uso
intensivo de las TIC.
1.2.- Incorporación de las TIC en las universidades
6. En contraste con el dinamismo de estos proveedores, la Asociación de universidades
europeas (CRE) ha detectado que la introducción de las TIC en las universidades europeas
de corte tradicional encuentra algunas dificultades importantes. En primer lugar, destaca
la falta de una estrategia institucional clara que provea un esquema de desarrollo de esta
tecnología en la enseñanza, en la investigación y en la administración.
Se constata que aunque las universidades han desarrollado muchos proyectos -cursos,
teleconferencias, centros de servicios multimedia, webs institucionales, bibliotecas
virtuales, etc.- éstos acostumbran a ser acciones aisladas que no se encuadran en los
objetivos estratégicos de la institución y cuya existencia suele autojustificarse como
un fin en sí mismo.
En segundo lugar, se advierte una fuerte resistencia del personal académico y
administrativo a la introducción de las TIC en el modelo pedagógico. Hay varias razones
que pueden explicar esta reacción: en parte, se trata de una cuestión de falta de
información y de incentivos al cambio y, en parte también, al hecho que el personal que
está ya cercano al final de su carrera no se siente suficientemente motivado a acometer
este nuevo aprendizaje.
Por último, se evidencia una falta de previsión de los costes implicados en la
introducción de las TIC. Ésta es una cuestión particularmente grave ya que los recursos
destinados a estas tecnologías son elevados y, además, están sujetos a una tasa de
obsolescencia muy rápida alrededor de los 18 meses-, lo cual obliga a las
universidades a mantener una inversión elevada para estos fines, tanto para nuevas
adquisiciones como parta renovación de las ya existentes.
En este sentido, los informes de la CRE aconsejan que las universidades integren las
TIC en sus planes estratégicos.
En esta dirección están trabajando actualmente las universidades de Estados Unidos,
donde como indica el ya mencionado National Survey of Information Technology in
Higher Education- el 39,2% de las mismas han identificado la integración institucional de
estas tecnologías como su principal reto en el futuro. A continuación, como segundo
reto, -con un 28.2% de las respuestas- aparece la provisión de asistencia técnica
adecuada al personal universitario, y como tercero -con el 14.3% de las respuestas- la
financiación de las inversiones y la reposición de los recursos de hardware y de
software.
En este contexto, el informe aconseja que las universidades entren en el espacio de la
educación a distancia en la que se combina la docencia presencial con ciertas dosis de
docencia virtual.
7. Las universidades deben formular una visión conjunta de futuro sobre su modelo
de enseñanza y aprendizaje (véase III-47 y III-48). Entre otras cuestiones han de fijar
los objetivos que se persiguen con la implantación de las TIC, los destinatarios de los
nuevos servicios, los contenidos que se van a ofrecer, el uso que va a realizarse de las
TIC, y el modo de acceso de los usuarios a las mismas.
Se trata de establecer con claridad el balance entre formación presencial y formación
virtual. Además las universidades han de analizar cual será la demanda (local, regional,
nacional o multinacional) de los nuevos servicios, qué perfiles tendrán sus estudiantes
y qué tipo de formación pretende dar. Esta visión debería partir de un análisis de
las potencialidades de estas tecnologías, no sólo para saber qué se puede hacer con
ellas sino, fundamentalmente, para decidir qué se quiere hacer con ellas.
Las TIC pueden ampliar el alcance y el grado de diversificación de la oferta formativa
de las universidades, dirigida a nuevos colectivos de estudiantes: estudiantes a tiempo
parcial, estudiantes que siguen sus estudios desde sus hogares, formación continua en el
lugar de trabajo, etc. Las universidades pueden convertirse, de este modo, en
instituciones que suministran formas múltiples de aprendizaje.
En este contexto, la decisión de inversión en las TIC depende no tanto de sus propias
características tecnológicas como de la decisión estratégica tomada por la dirección
de las universidades para que su implantación sirva mejor a los destinatarios de los
servicios de la Universidad.
Tal decisión es especialmente interesante para las universidades tradicionales dado
que, en los próximos años, se prevé que el mayor incremento de educación superior ha
de provenir de la formación continua. En efecto, aunque
"es difícil cuantificar la necesidad de formación laboral, si suponemos que una
persona necesitará reciclarse por lo menos cinco veces en su vida económicamente activa,
y que ello va a requerir cuando menos tres meses de aprendizaje a tiempo completo, se
puede concluir que las necesidades públicas y privadas de educación deberán
doblarse" (Open Learning Agency, 1992).
La nueva demanda de enseñanza difiere de la tradicional. Una parte sustancial del
aprendizaje mediante la formación continua tendrá lugar en el propio lugar de trabajo o
durante el tiempo libre tras la jornada laboral; en gran medida será informal, en el
sentido que será modular y no pretenderá alcanzar ninguna titulación específica y,
asimismo, tenderá a responder más a necesidades de corto plazo que a planes de estudio
sistemáticos y determinados externamente.
8. Las universidades han de fomentar una mayor implicación de los profesores,
departamentos, centros y facultades. La introducción de las TIC no supone la
desaparición del profesor, aunque obliga a establecer un nuevo equilibrio en sus
funciones. En este contexto, el profesor ha de tender a reemplazar su función de emisor
de información por la función de tutor del proceso de aprendizaje, aspecto que se había
ido perdiendo progresivamente en las aulas masificadas. Esto no hará más cómodo el
trabajo de los profesores; más bien al contrario, ya que se les exigirá una mayor
competencia pedagógica y un mayor grado de motivación. Se tratará de reservar una parte
sustancial de la relación profesor-estudiante a la práctica de la interacción entre
ambos y al debate, sustituyendo la mera exposición de argumentos y de información en
clases numerosas. De este modo, no parece que en el futuro, la tecnología en la
educación superior vaya a plantear una creciente sustitución de las funciones del
profesorado, sino que más bien se imponga un tipo de enseñanza mixta presencial y
no presencial- en la que la tecnología sea un instrumento esencial.
Por tanto, las universidades deberán informar que las TIC representan para los
profesores una oportunidad para desarrollar sus carreras, dando cuenta de los motivos que
aconsejan su utilización. A este fin, deberían llevarse a la práctica políticas de
incentivos para fomentar entre los profesores la adopción de las nuevas competencias y la
formación en estas tecnologías. La inversión en TIC fracasará si el profesorado no
está suficientemente motivado ni capacitado para su uso.
Finalmente, se sugiere que los ingresos que pueden derivarse de la introducción y
empleo de las TIC permanezcan en gran parte en los propios departamentos y unidades
docentes que los hayan propiciado, como forma de incentivar su utilización. Hay que
advertir que sólo un 13,7% de los centros universitarios de los Estados Unidos tienen
actualmente algún programa institucional que reconoce y premia el uso de la tecnología
para mejorar los cursos.
9. Las universidades deberían promover acuerdos de colaboración con otras
instituciones ajenas a las mismas. Como ya se ha indicado, la futura competencia no va a
producirse fundamentalmente entre universidades próximas, sino con universidades
extranjeras que, a menudo, habrán formado consorcios con otras instituciones, tales como
corporaciones multinacionales del campo de las telecomunicaciones, del ocio y de la
información. Para evitar el elevado riesgo de las inversiones que hay que comprometer,
las universidades deberán suscribir acuerdos con este tipo de instituciones para
desarrollar nuevos servicios y para ampliar los tradicionales.
Estos acuerdos pueden establecerse también con otras universidades, en la mayoría de
los casos para ofrecer formación especializada a distancia y de este modo ampliar la
oferta formativa de las mismas y generar economías de escala. Para reducir sus costes,
las universidades deben preocuparse particularmente del diseño y distribución de los
cursos: en particular, la producción de materiales de calidad basados en las actuales
tecnologías necesitan ser distribuidos a un número elevado de estudiantes. Otros
acuerdos pueden realizarse con los agentes económicos, sociales y profesionales para
ofrecer contenidos formativos más cercanos a las necesidades de los distintos sectores de
actividad o para desarrollar cursos de formación continuada.
10. La universidad ha de revisar, asimismo, la asignación de los fondos disponibles.
El desarrollo de las TIC en la universidad es caro. En Australia, se ha calculado que las
universidades necesitarían al menos 500 millones de dólares norteamericanos para
desarrollar paquetes de enseñanzas asistidas por ordenador que abarcaran la mitad de las
asignaturas del primer ciclo universitario.
La contención del gasto universitario por estudiante aconseja que la financiación de
estas tecnologías se lleva a cabo mediante una redistribución de los fondos, aunque en
ocasiones se pueda acudir a aportaciones externas. Esta redistribución debería
proponerse el establecimiento de un fondo propio, estable y con recursos adecuados a los
objetivos previstos.
La mayoría de los centros universitarios de los Estados Unidos están desarrollando un
plan financiero de inversión en TIC. El 61,3% de los mismos cuenta con un plan
estratégico dedicado a las nuevas tecnologías. Cerca de la mitad de las instituciones
universitarias (44.3%) cuentan con un plan de adquisición y renovación de ordenadores y
de otros productos tecnológicos asociados, (en 1990, el porcentaje era sólo del 15,9%).
El objetivo es pues dotar de recursos propios y estables la inversión en nuevas
tecnologías.
En el año 2000 la Universidad de California (Berkeley) empezará a cobrar a los
departamentos algunos servicios de utilización de la red informática de su campus. El
coste estimado de la misma incluidas las conexiones a Internet, los nuevos equipos y la
depreciación de los antiguos, ascendió en 1999 a 12,4 millones de dólares. Hasta ahora
este presupuesto se había cubierto con fondos temporales o de emergencia, que se habían
revelado insuficientes; por ello ha sido menester acudir a una partida estable financiada
por los propios departamentos.
11. Las universidades han de programar sus inversiones en tecnología y sus gastos
de asesoramiento técnico. Como se ha señalado, la inversión en las TIC difiere de las
inversiones tradicionales, fundamentalmente por su tasa de obsolescencia, que obliga a la
renovación rápida de los equipos y de los programas de software.
Además hay que programar las necesidades de recursos humanos para el adecuado
funcionamiento de la infraestructura, con el fin de atender al soporte técnico de la red,
a la generación de productos educativos multimedia y al suministro de nuevos servicios
educativos.
12. Las universidades han de invertir en el desarrollo de nuevas herramientas y en
nuevas unidades de apoyo a la docencia. La tecnología permite a los profesores
adaptar con relativa facilidad los materiales creados para la impartición de sus clases,
presentándolos con gráficos y textos atractivos. Incorporados a la red, estos materiales
pueden llegar a los estudiantes, tanto fuera como dentro del campus.
A veces el propio profesor, con la ayuda de estudiantes graduados, es quién desarrolla
las herramientas para la docencia. Este es el sistema seguido en Canadá, donde hay un
entorno crecientemente competitivo al respecto. En cambio, la mayoría de los
campus en Estados Unidos tienen programas específicos de desarrollo (el 75,8%) y disponen
de centros de asistencia (el 65,9%) para ayudar a los profesores a incorporar las TIC en
sus cursos. Existen diversas formas de ofrecer este apoyo a la docencia. Por ejemplo, en
la Universidad de la Columbia Británica, la estrategia no se ha basado en la
centralización de toda la asistencia técnica en una única unidad, ni tampoco en la
puesta en marcha de un gran centro de nuevos medios -como sí ha ocurrido en otras
universidades- sino que se ha optado por crear una pequeña unidad de coordinación, que
dispone de un director de proyecto, un diseñador gráfico, un diseñador de contactos y
una secretaria. Esta unidad se basta para proveer los servicios que los profesores
solicitan.
Otras instituciones, (por ejemplo la Universidad de Wollongong y la Universidad de
Griffith en Australia), han integrado la unidad de desarrollo profesional, las unidades de
educación a distancia y los servicios de medios en un único centro multimedia. Además
en Australia se han establecido hasta seis centros multimedia cooperativos entre las
universidades que constituyen una experiencia interesante de producción multimedia y de
servicios asociados compartidos entre universidades e instituciones privadas.
Por último, un estudio sobre la gestión de la introducción de las TIC en las
universidades australianas considera apropiado centralizar los servicios en instituciones
de nueva creación por su facilidad en hacer de las TIC su núcleo estratégico. Ello es,
en cambio, menos factible en las universidades grandes e históricas, con una fuerte
estructura por Facultades o Escuelas.
13. Las universidades han de introducir la reingeniería de procesos administrativos
y la gestión por proyectos en la docencia. Asimismo se aconseja su estandarización en
las diferentes unidades de una universidad e incluso entre universidades, para hacer
frente a sus elevados costes fijos de implementación.
Los nuevos diseños deben permitir, por un lado, que los estudiantes puedan consultar
la información de su expediente, y por otro lado, que las universidades puedan obtener
una serie de informaciones (el número de estudiantes, la tasa de éxito escolar, etc.) no
tanto para controlar los procesos como para mejorar su calidad.
Al respecto, las universidades pueden llevar a cabo diferentes estrategias. Algunas
pueden preferir diseñar y poner en práctica sus propios sistemas, mientras que otras
pueden optar por colaborar en el diseño de un sistema común o, incluso, por externalizar
esta función.
La gestión por proyectos aplicada al desarrollo de una asignatura o de un curso
necesita, al menos, los siguientes elementos:
- un presupuesto detallado, que identifique la clase y el número de estudiantes, así
como su forma de acceso a la tecnología; que defina claramente los objetivos de las
enseñanzas, y la tecnología seleccionada, y que estime la integridad de los costes de
desarrollo en recursos humanos y en recursos tecnológicos,
- y una propuesta de equipo, que exprese los perfiles de los expertos en la materia
docente, de los directores del proyecto y del modelo pedagógico, de los diseñadores
gráficos y de interficie, del editor de textos, del técnico en Internet, y del técnico
en medios de comunicación,
Según los casos, deberán considerarse además:
- la definición de los derechos de propiedad,
- su plan de integración con la enseñanza presencial,
- el calendario de ejecución,
- y la propuesta de evaluación y de procesos de mantenimiento.
14. Las universidades han de facilitar el acceso de los estudiantes a la
tecnología. El acceso de los estudiantes a la tecnología -ordenadores, conexión a redes
y software- constituye uno de los requisitos fundamentales para el desarrollo de las TIC
en la universidad.
España constituye uno de los países europeos con una menor tasa de ordenadores con
conexión a Internet por habitante. Por tanto las universidades deberían,
prioritariamente, desarrollar políticas de ayuda a los estudiantes para disponer de un
ordenador adecuado a sus estudios y de acceso a la red.
La estrategia que han seguido muchas universidades ha consistido en la construcción de
aulas de informática, en las que los estudiantes tienen acceso libre a los ordenadores y
a la red. Esta práctica ha resultado muy costosa para las universidades y, a largo plazo,
parece insostenible por varias razones. En primer lugar, porque el propio desarrollo de
las TIC en las mismas hace crecer las necesidades de estas tecnologías. En segundo lugar,
porque los costes de mantenimiento son elevados. Finalmente, porque su rápida
obsolescencia obliga a nuevas inversiones.
Por ello, algunas universidades han empezado a fomentar que todos sus estudiantes
dispongan de su propio ordenador. La "Sonoma State University of California", ha
hecho obligatoria para sus nuevos estudiantes la tenencia de un ordenador. Además ha
impuesto una tasa tecnológica adicional a todos los estudiantes, a cambio de prestarles
apoyo técnico y autorizarles el acceso a la red, a sus ordenadores portátiles y a las
aulas informáticas. Antes de poner en marcha esta medida, sus departamentos han dedicado
dos años y medio a planificar y diseñar los contenidos pedagógicos justificativos de la
necesidad de disponer de un ordenador. Seguidamente, se han puesto en marcha diferentes
programas para ayudar a los estudiantes a comprar su propio ordenador: sea a través de
trabajos en el campus, de concesión de becas estatales o federales o mediante la
donación de ordenadores por parte de las empresas informáticas.
15. Finalmente, las universidades han de fortalecer los servicios de sus campus. Los
estudiantes no acuden a la Universidad sólo por exigencias académicas. En la mayoría de
casos, el desarrollo personal del estudiante sólo se consigue integrándose plenamente en
el medio universitario. En este sentido, el estudiante que acude a los campus
universitarios adquiere una educación y una experiencia mucho más ricas que un
estudiante que sigue una enseñanza de carácter virtual.
"En su vida, los estudiantes continuarán manteniendo una cierta relación con
su "alma mater". Ninguna otra institución puede proporcionar al estudiante la
experiencia y el sentido de participación que le facilita una buena universidad."
(Flodgren, 1998)
El campus se convierte entonces en un factor clave de diferenciación entre las
distintas instituciones universitarias, en particular en lo que atañe a los estudiantes
de perfil tradicional. Ello obliga a que las universidades provean a sus estudiantes un
entorno cultural e intelectual rico y atractivo y a que sigan manteniendo una relación
con sus graduados, en especial mediante la formación continua.
En un futuro, posiblemente las actividades fuera del aula y del laboratorio serán la
principal razón por la que un estudiante prefiera una determinada universidad a otra; no
así el mero acceso a la formación mediante un ordenador que, por otro lado, es
esencialmente independiente de una localización precisa.
2.- Formas de cooperación entre universidades
2.1.- Redes universitarias
16. El desarrollo de la cooperación interuniversitaria en forma de red se ha visto
estimulado por el entorno social, económico y cultural en el que las universidades
desarrollan su actividad docente y científica. Esta evolución pone de relieve una
necesidad creciente a la hora de generar mecanismos de cooperación.
Hay que subrayar, ante todo, el impacto que han supuesto la mundialización y los
procesos de integración económica. Algunas de las manifestaciones más destacadas de
estos procesos son la organización de la producción a escala mundial, la integración
comercial y de los mercados de capitales, y la adquisición de bienes y servicios en todo
el mundo a un precio más reducido. Desde el punto de vista de las empresas
multinacionales, entre los factores que más determinan su localización se cuentan los
relacionados con la presencia en un territorio determinado de instituciones de educación
superior. Su calidad y complementariedad de las mismas son factores clave para la
atracción de nuevas actividades foráneas.
Asimismo, la colaboración entre las universidades, las empresas y el gobierno resulta
fundamental para dinamizar la actividad económica en el territorio (véase II-46 y
II-47).
Una atención particular merecen las transformaciones en el mercado laboral. En
particular, los estudiantes europeos no se preparan ya sólo para los respectivos mercados
laborales nacionales, sino también para un mercado continental, sujeto a cambios
constantes que, por ello, exige una adaptación continua a esta nueva realidad. La
cooperación entre las universidades favorece la renovación de la formación adquirida y
posibilita el reconocimiento de las titulaciones en espacios geográficos más amplios. La
alianza con las empresas y las organizaciones sociales estimula una mejor adecuación de
los planes de estudios a las necesidades formativas de las empresas, especialmente de las
PYMES, y de las organizaciones de naturaleza social.
Sin lugar a dudas, las redes de cooperación y la competencia se ven fortalecidas por
la extensión de las actuales tecnologías, que aportan posibilidades de colaboración
hasta ahora no exploradas. Las TIC, como se ha dicho, facilitan la organización de cursos
a nivel internacional con carácter interactivo, así como el intercambio de información
en tiempo real.
Las redes de cooperación entre universidades permiten potenciar la
multidisciplinariedad, especialmente en aquéllas que no están en disposición de atender
todas las disciplinas. Su extensión a las colaboraciones con los sectores productivos y
las Administraciones permite sumar esfuerzos de cara a ciertos objetivos y, en ciertas
ocasiones, obtener fondos adicionales de financiación.
Abunda, actualmente, la preocupación por los temas ecológicos que estimulan demandas
específicas de formación y de investigación. En este sentido, por ejemplo, Copernicus
Cooperation Programme in Europe for Research in Nature and Industry through
Coordinated University Studies- es una red interuniversitaria que en el seno de la CRE se
propone compartir el conocimiento y las experiencias en el campo del desarrollo sostenible
según se estableció en la Carta universitaria del desarrollo sostenible, adoptada por la
conferencia semestral de la CRE en Barcelona, en septiembre de 1993.
17. La red, entendida como forma de colaboración no jerárquica entre universidades, o
entre éstas y la Administración Pública y el sector productivo, supone una apuesta
estratégica de cara al futuro desarrollo de las universidades.
Entre las ventajas que se derivan de la colaboración en redes destacan las siguientes:
- Las redes otorgan preferencia a las estructuras más flexibles, que permiten extender
y diversificar las actividades de cooperación, experimentar las soluciones y compartir
los riesgos.
- Las redes constituyen el mejor medio para construir una comunidad de acción, basada
en el reconocimiento recíproco de la labor de los distintos colaboradores.
- La participación en redes incrementa el número de unidades organizativas
universitarias afectadas por la colaboración.
- Las redes permiten organizar la cooperación interuniversitaria dentro y fuera de las
fronteras del país de forma más equilibrada y eficaz.
18. Las redes de cooperación surgen para dar respuesta a problemas muy diversos y sus
objetivos estratégicos varían en función de la realidad existente en su zona de
influencia.
De todas maneras, en referencia especialmente a la experiencia europea, cabe destacar
una serie de motivaciones principales para su creación.
Un primer motivo es el intercambio de información. Una de las funciones básicas que
suele desarrollar las redes universitarias es la transmisión de información entre las
instituciones de enseñanza superior, las Administraciones Públicas y los sectores
productivos, en su caso. El rápido intercambio de información viene facilitado por los
avances tecnológicos e informáticos más recientes.
La promoción de la movilidad del alumnado y profesorado suele ser una segunda razón.
En muchas redes, como ocurre en el caso de las que están acogidas a ciertos programas
europeos, existe un plan global de movilidad y de cooperación entre profesores y
estudiantes. También es beneficioso el intercambio de personal entre los centros de
investigación de las empresas, de la universidad y de otras instituciones públicas
(véase IV-41).
En tercer lugar, se aduce la potenciación de la especialización y el régimen de
franquicias. Las redes han de servir para potenciar los puntos fuertes de cada universidad
y fortalecer sus propios perfiles de especialización. La red puede difundir al resto de
las universidades las experiencias positivas de cada una de ellas y puede contribuir a
reducir el impacto de los aspectos más débiles de cada institución, en beneficio del
conjunto.
En algunos países está creciendo la importancia de las franquicias. Se trata de
acuerdos de colaboración, mediante los cuáles ciertas universidades autorizan a otras
instituciones (normalmente del mismo campo de educación) para ofrecer un programa
determinado, manteniendo ellos el control de sus contenidos y la garantía de su calidad.
Una cuarta razón es la mejora de la calidad. La creación de redes es importante para
que las universidades concreten las colaboraciones tendentes a mejorar la calidad
académica.
En las redes pueden establecerse estándares para una calidad continuada y para un
proceso sistemático de esfuerzo en favor de la misma. Es previsible que las universidades
de mayor excelencia académica se comprometan en mecanismos de colaboración que preserven
o superen los estándares de calidad conseguidos.
También a través de la cooperación, las universidades proveen servicios y
competencias que, de otra manera, no serían capaces de ofrecer por sí mismas.
Cabe anotar, en quinto lugar, la internacionalización de los currícula. Esta
dinámica de cooperación conduce hacia curricula internacionales generalmente aceptados,
reforzados mediante esta colaboración mutua y el intercambio de experiencias propio de
las redes.
Las redes de universidades pueden también proveer programas de doble graduación con
la finalidad de profundizar en esta internacionalización. En particular, las redes pueden
favorecer la aparición de programas de doctorado y de postgrado comunes, dentro de un
país o entre varios países.
Una sexta razón se refiere al hecho de que el sistema de red permite comunicar la
investigación producida en las universidades con la que se efectúa en otros centros de
investigación y laboratorios de empresas. Se consigue así una división del trabajo en
proyectos comunes con finalidades compartidas, donde se diluye, en gran medida, la
frontera entre la investigación básica y la investigación aplicada (véase IV-34).
Finalmente, la formación continuada es uno de los aspectos que más pueden potenciarse
en la cooperación entre la Universidad y los sectores productivos. La relación en forma
de red puede estabilizar esta cooperación a medio y largo plazo.
19. La experiencia de cooperación en redes ha aportado ciertas lecciones en lo que
atañe a los requisitos de eficacia para el éxito de un proyecto de colaboración.
Se subraya ante todo el tema del liderazgo y de la toma de decisiones. El proceso de
toma de decisiones en las organizaciones universitarias implicadas en las redes se
desarrolla a un doble nivel. Por un lado, el nivel central legitima la red en función de
las estrategias de cada universidad, evalúa sus resultados, desempeña eventualmente los
medios de apoyo y desarrollo y puede comprometer colaboraciones que afectan a los modos de
gobierno de la propia institución. Por otro lado, cabe referirse al nivel funcional, del
departamento, de la unidad o del equipo participante que debe administrar las relaciones.
La confianza mutua entre los diferentes miembros de la red es esencial en este nivel, ya
que se trata de ejecutar en común muchas innovaciones que exigen cambios de actitudes y
de prácticas por parte de todas las instituciones colaboradoras.
Las redes suelen iniciarse en torno a personas con la experiencia y el interés
adecuados para llegar a acuerdos estables y duraderos. La motivación de todas las
personas implicadas en la red suele ser decisiva a la hora de concretar los acuerdos de
colaboración; la masa crítica de personas involucradas en cada institución tiene que
ser lo bastante importante para que los acuerdos no queden circunscritos a un mero
interés individual.
Un requisito básico para el buen funcionamiento de la red es el establecimiento de
relaciones a largo plazo. Esto implica una definición de los objetivos de la red en el
marco del plan estratégico de cada universidad. Las redes imponen la coordinación de
objetivos e intereses, respetando la autonomía propia de cada institución y la
participación de todos los colectivos implicados. A largo plazo, redes y universidades
han de administrarse dentro de una política global de desarrollo que permita la conexión
entre dichas instituciones y las estrategias territoriales tanto de los sectores
empresariales como de la administración local.
Tampoco hay que olvidar la necesaria preservación de la identidad de las
universidades. En toda estrategia universitaria, los objetivos han de quedar claros y ser
explícitamente comunicados; en este sentido, las redes han de ser compatibles con la
misión y los valores básicos de la institución.
La red ha de ser operativa. Si la organización no funciona, las ventajas derivadas de
trabajar en la red serán meramente potenciales. Especial atención requiere la
conjunción entre la Administración Pública, las universidades, y el sector empresarial,
ya que pertenecen a tradiciones y pautas culturales diferentes.
La potenciación de las redes tiene, sin duda, repercusiones de carácter financiero.
A este respecto la financiación privada no ha de comprometer la dependencia de la
Universidad respecto a esta fuente de recursos, teniendo en cuenta el carácter
predominantemente público del servicio que prestan. Es aconsejable dotar un fondo
especial para financiar los gastos derivados de su participación en las redes.
2.2. División del trabajo entre universidades
20. La diversidad de instituciones de educación superior y la especialización
necesaria de cada una de ellas (véase III-18), crea entre las universidades una necesidad
de cooperación que requiere una cierta división del trabajo entre ellas.
Las redes proporcionan a esta cooperación un marco estable a largo plazo.
Por esto, la cooperación exterior deja de ser un mero apéndice de la vida académica,
restringido, en la mayoría de casos, a redes científicas entre investigadores o a una
movilidad limitada de estudiantes y profesores, y se está convirtiendo en una dimensión
básica de la estrategia global de la Universidad y de los procesos de reforma curricular
y administrativa. Se están multiplicando los campos de colaboración interuniversitaria y
existe una creciente valoración de las relaciones internacionales de la Universidad.
La relativa homogeneidad de las sociedades europeas, el éxito de programas (Erasmus,
Sócrates, Leonardo) e iniciativas comunitarias (ECTS), la formación de un espacio común
y la desaparición progresiva de fronteras ideológicas han dado un fuerte impulso a la
cooperación intraeuropea, lo cual se ha traducido en una proliferación de las redes
universitarias.
Se acostumbran a distinguir tres tipos de organizaciones internacionales en la
enseñanza superior:
- Asociaciones académicas: están constituidas por académicos y sus respectivas
unidades organizativas, con un objetivo común de desarrollo profesional. Pueden asentarse
sobre sus miembros individuales, con unos fines sencillos, o pueden ser asociaciones
institucionales, con propósitos más complejos y guiadas por una dirección
específicamente orientada a este fin.
Estas últimas han incrementado notablemente su número.
- Consorcios académicos: son agrupaciones de unidades académicas vinculadas por el
propósito de ejecutar un contrato basado en un número concreto de áreas de conocimiento
especializado. Pueden asentarse en el propio profesorado o en una dirección
especializada, aunque ésta ha de contar siempre con el apoyo activo de dicho profesorado.
Estas colaboraciones suelen concretarse en torno a programas financiados externamente, por
lo que tienden a finalizar su ciclo de vida cuando ese apoyo financiero desaparece.
Algunos ejemplos de consorcios son: los JSP (Joint Study Programmes), dentro del programa
ERASMUS, orientados hacia la docencia; los programas para I+D de la Unión Europea,
orientados a la investigación; y los consorcios para llevar a cabo proyectos de
asistencia técnica, orientados a los servicios.
- Redes institucionales: formadas por un grupo de instituciones académicas que se unen
para acometer diversos propósitos. En la mayoría de casos cuentan con una dirección y
tienen un carácter indefinido. Sus funciones más frecuentes son el intercambio de
estudiantes y de profesores, y la cooperación en proyectos de investigación. En
ocasiones, involucran también a empresas y Administraciones Públicas. Son un tipo de
organización emergente en Europa, especialmente tras el éxito de los JSP.
21. Las redes universitarias pueden constituirse como simple respuesta a la demanda
exterior que genera todo programa específico de cooperación, como así ha ocurrido en el
caso del programa ERASMUS o también pueden surgir como resultado del proceso de
concentración científica y tecnológica que, a un nivel internacional, prevalece en
ciertos centros de excelencia para la enseñanza y la investigación.
Pero las redes también pueden materializar un deseo independiente de colaboración
entre las mismas universidades y resultar de iniciativas surgidas de su propio seno; a
menudo con una doble finalidad: en primer lugar, afrontar conjuntamente su realidad
actual, caracterizada por una creciente movilidad y por el aumento relativo de los costes
de la enseñanza y de la investigación (caso de EUCOR, del Grupo de Coimbra, del Grupo de
Santander o de UNICA); en segundo lugar, administrar en mejores condiciones ciertos
programas comunes concebidos por terceros, en particular por la Unión Europea (caso del
Grupo de Utrecht).
Asimismo, las redes pueden ser el reflejo de la existencia de una fuerte voluntad de
colaboración entre universidades con un nivel de docencia e investigación parecidas, o
bien de alianzas entre instituciones con distinto grado de desarrollo económico, caso que
responde a ideales de solidaridad.
Si en su lanzamiento, la red se beneficia de medios financieros internacionales o
nacionales, su posterior desarrollo y seguimiento, en tanto que estrategia cultural
conjunta, exige de parte de cada universidad participante unas políticas a largo plazo.
Estas políticas han de ser capaces de tomar el relevo progresivamente de la
financiación exterior inicial y han de considerar la dimensión mundial de todas sus
actividades.
La cooperación de las universidades españolas con las extranjeras no debe
circunscribirse solamente al ámbito europeo. El ideal de solidaridad, junto al carácter
mundial de estos procesos de internacionalización, hacen que sea necesario una mentalidad
más abierta de nuestras instituciones, que vaya más allá del marco de la Unión
Europea.
2.3.- Alianzas estratégicas de la universidad
22. El sector empresarial privado se ha visto afectado, asimismo, por los cambios
económicos producidos durante las últimas décadas. La competitividad empresarial se ha
acentuado debido al incremento de la productividad, a los cambios en la demanda de
consumo, al desarrollo tecnológico y a la diferenciación de productos con ciclos de vida
cada vez más cortos en el mercado internacional.
Ninguna empresa privada en particular puede controlar todos los factores de cambio que
influyen sobre sus mercados y entender enteramente todos los procesos que los generan.
Por tanto, las firmas se ven obligadas a realizar elecciones estratégicas y a
concentrarse en ámbitos concretos de su negocio, externalizando otros hacia proveedores
especializados en ciertos productos y servicios. De esta manera, reducen sus riesgos e
incertidumbres, aumentando su interacción y sus relaciones con otros participantes,
dentro de una o de varias redes.
Como consecuencia de todo ello, se ha producido un importante aumento y variedad de las
redes de cooperación entre las empresas. Hay redes horizontales, que incluyen
corporaciones de una misma rama industrial, que operan juntas en la negociación colectiva
de salarios, que actúan como grupos de presión, que ejercen representación
internacional o investigación colectiva. Otras redes son verticales, en las que las
empresas participantes colaboran con sus proveedores, asesores o clientes. Las redes
pueden ser de naturaleza jerárquica, con una multinacional que fija los estándares de
producción y de calidad, los precios a sus proveedores o de naturaleza coordinada, con
varias firmas que suscriben, por ejemplo, un acuerdo conjunto de investigación. El grado
de organización de la red puede oscilar desde las más informales (con empresas que
entran y salen libremente de la misma) hasta las que se dotan de una estructura legal
(como las "joint ventures" o las alianzas estratégicas).
El funcionamiento en forma de red se practica también en las organizaciones
culturales, sanitarias y sociales sin ánimo de lucro. Todas estas experiencias de su
entorno, facilitan su extrapolación también a las instituciones de enseñanza superior.
23. Las alianzas estratégicas entre universidades y otras organizaciones (públicas y
privadas) que sustentan la red requieren una mayor concreción de la cooperación y de las
formas de practicarla.
El concepto tradicional de contrato de investigación, por ejemplo, no es fácilmente
aplicable al tipo de cooperación externa que se está planteando en este caso. La red
exige acuerdos con objetivos más a largo plazo, con compromisos claros, con inversiones
mutuas, con una supervisión de la calidad de los procesos y una definición de los medios
adecuados para garantizar el éxito de los mismos. En este tipo de cooperación, las
relaciones ya no tienen las características de una transacción o de un contrato, sino de
una organización.
Las principales características que presentan habitualmente las alianzas estratégicas
entre universidades y otros organismos (empresas, Administraciones Públicas) son las
siguientes (H. van Ginkel, 1997):
- El reconocimiento, por parte de la dirección de las distintas organizaciones
participantes, de una congruencia de objetivos y de una base para un compromiso a largo
plazo, dentro de los términos del acuerdo.
- La voluntad de inversión por parte de todas ellas por medio de un reparto de las
obligaciones presupuestarias y de los recursos extraordinarios siguiendo, en la mayoría
de casos, un principio de igualdad.
- El establecimiento de oficinas de enlace, a modo de puentes que sirven para superar
obstáculos, como por ejemplo las diferencias culturales. En el caso de las universidades,
en la mayoría de casos, el rectorado juega este papel de enlace, necesario para organizar
el programa de investigación conjunto que se desarrolla en la alianza estratégica.
- Un acuerdo sobre la metodología y los estándares de calidad para alcanzar los
objetivos de la alianza, dado que los resultados de la investigación cooperativa no
pueden establecerse en términos contractuales.
- El acuerdo también sobre los posibles derechos de propiedad intelectual.
Mientras un contrato especifica al máximo cada detalle, una alianza estratégica sólo
acuerda los derechos básicos y concreta los caminos a través de los cuales, cuando se
genera un valor económico, las distintas partes recibirán una recompensa en función de
las contribuciones realizadas.
- La previsión de la vía a la que se acudirá para solventar las discrepancias que
puedan aparecer.
- Las formas de abandono de la alianza.
Las alianzas estratégicas con otras organizaciones pueden contribuir a mejorar la
situación financiera de las universidades y a fortalecer su autonomía. Para alcanzar
estos objetivos, la estrategia de las universidades no debería confiar en una sola
alianza estratégica. Las universidades deben abrirse a múltiples colaboraciones con
otras entidades, coordinando debidamente las diferentes alianzas en base a sus propios
objetivos estratégicos.
Es importante destacar el papel que juegan las Administraciones Públicas en el impulso
y potenciación de estas alianzas estratégicas y en la definición del marco de relación
entre los distintos sectores productivos y las universidades, especialmente si éstas son
públicas.
2.4.- Colaboración territorial 24. En España, la expansión universitaria de las dos
últimas décadas se ha realizado, como ya se ha dicho, siguiendo un modelo excesivamente
uniforme, en el que los intereses locales han influido sobre las opciones de las
Administraciones Públicas, sustituyendo en muchas ocasiones a una programación más
racional del sistema universitario; ello ha promovido más la confrontación que la
competencia.
Una adecuada programación territorial debería hacer compatible la colaboración con
la coherencia del conjunto del sistema, según unos objetivos y criterios precisos
definidos por la Administración, que tuvieran en cuenta los equilibrios geográficos y
sociales, la adecuada diversidad de la oferta y la suficiencia financiera de cada
institución.
25. La política universitaria en un territorio ha de tomar en consideración las
ventajas e inconvenientes inherentes a dos modelos de características distintas:
- Un modelo de polarización de las instituciones universitarias en grandes
concentraciones urbanas. En este caso, la instalación de campus universitarios en los
centros de las ciudades puede suponer un mayor aprovechamiento de las economías de
urbanización, si bien, por otro lado, puede potenciar una excesiva centralización de los
servicios educativos y dificultar una hipotética superación del modelo de dispersión.
- Un sistema de redes regionales de pequeñas y medianas ciudades universitarias
(véase III-33). Este modelo puede facilitar una programación universitaria donde existan
diversos campus, especializados en función de los rasgos distintivos de cada ciudad. La
cooperación entre poblaciones a la hora de llevar a cabo esta programación puede lograr
resultados superiores a la confrontación de intereses entre las mismas.
La política universitaria no sólo puede aprovechar las ventajas que presentan estos
diferentes modelos territoriales, sino que puede potenciarlos, sobre todo dentro de una
lógica de cooperación entre las poblaciones y sus centros universitarios.
26. La cooperación entre las instituciones de enseñanza superior de un determinado
territorio debería contar con la existencia de órganos comunes de relación entre ellas,
representativos de toda la comunidad universitaria y de la sociedad, y supervisores de los
intereses generales de todo el territorio, como instancia universitaria paralela a la de
la Administración Pública territorial.
27. Reforzar la autonomía de cada institución requiere en contrapartida una
reconsideración de los órganos de gobierno de las universidades, para hacerlos más
efectivos y más responsables ante la sociedad. Un aspecto no desdeñable de esta
cuestión corresponde al tamaño de las universidades. Las universidades de gran
tamaño deberían adoptar formas de acentuada descentralización, -mediante la
organización de un "sistema", como existe en California, en Irlanda o en
algunas grandes universidades británicas- o deberían plantearse su división.
En las formas de organización tipo "sistema", sus órganos centrales asumen
una función de administración del conjunto, por lo que se refiere al establecimiento y
control de la política de la Universidad. Concretamente, esta intervención suele
concretarse en:
- garantizar que la diversidad asegure la debida excelencia que corresponde en cada
caso, programando a este fin los mecanismos de planificación y control de la calidad;
- adaptar adecuadamente el flujo de los recursos de que dispone la totalidad del
sistema, a sus distintas asignaciones;
- asegurar que la universidad a través del sistema no pierda su carácter comprensivo,
incluyendo los diferentes niveles formativos y ámbitos disciplinares;
- cuidar que la competencia entre los diferentes campus tenga efectos positivos;
- cooperar con el resto de las instituciones de enseñanza superior del mismo
territorio.