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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia. Diciembre 2008 - Enero 2009

  Año XI. Nº 101

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Noviembre 2008. Nº 100

Contenido de esta sección:

Relatos económicos (1990) (Deirdre N. McCloskey.Traducción española: Carlos Díaz Gómez)
RECORTES DE PRENSA
La adaptación de las ingenierías a Bolonia entra en su fase decisiva (M. A.)
Aprobada la nueva Selectividad que permitirá subir nota con una prueba voluntaria
Una evaluación externa para ascender en la Universidad (J. A. Aunión)

Relatos económicos
1990

Deirdre N. McCloskey

Título original: Storytelling in Economics Traducción española: Carlos Díaz Gómez

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Deirdre N. McCloskey

Es bueno relatar la historia de la ciencia y el arte, la economía y la novela del siglo XIX, la teoría de la productividad marginal de la distribución y la tradición de la oda horaciana del modo más verosímil posible. Tal es mi intención. Los economistas somos contadores de historias y artífices de poemas, y es el reconocimiento de este hecho lo que nos permite saber mejor a qué se dedican los economistas.

Parece que haya dos modos de comprender las cosas; bien por medio de una metáfora o bien por medio de un relato, a través de algo parecido a un poema o a través de algo parecido a una novela. Cuando se le pide a un biólogo que explique por qué las glándulas protorácicas de un cangrejo se localizan donde se localizan, tiene dos posibilidades. Puede recurrir a un modelo –una metáfora– de racionalidad propia del cangrejo, explicando que localizarlas justo ahí maximiza la eficiencia del funcionamiento de las glándulas; o bien puede referir un relato sobre cómo los cangrejos con glándulas mal localizadas no lograrán sobrevivir. Si tiene suerte al construir su modelo descubrirá algunas ecuaciones diferenciales solubles. Si tiene suerte al componer su relato descubrirá una historia verdadera de alguna variedad de cangrejo inadaptada que ilustre su extinción. Metáforas y relatos, modelos e historias, son las dos maneras de responder al "por qué".

Probablemente no haya pasado siempre desapercibido el hecho de que la explicación metafórica y la narrativa se responden una a la otra. Supóngase que nuestro biólogo presentara primero su metáfora, su hipotético cangrejo particular que se dedica a mover partes de su cuerpo de acá para allá en busca de la localización óptima para sus glándulas protorácicas. Quien le escucha preguntará entonces: "¿Pero por qué?" El biólogo responderá con un relato: "La razón por la cual las glándulas han de localizarse de modo óptimo es que si los cangrejos no hiciesen bien su trabajo a la hora de localizar sus glándulas acabarían por desaparecer." Un relato da la respuesta a un modelo.

Pero, análogamente, un modelo da la respuesta a un relato. Si el biólogo refiere su relato evolutivo en primer lugar, y quien le escucha pregunta entonces: "¿Pero por qué?, el biólogo responderá con una metáfora: "La razón por la cual los cangrejos desaparecerán es que las glándulas mal localizadas servirían mal para las exigencias de la vida cangrejil…" Las glándulas no se hallarían localizadas de acuerdo con la metáfora de la maximización: he aquí el porqué.

Entre las que los angloparlantes llaman ciencias, las metáforas dominan la física y los relatos dominan la biología. Por supuesto, estos modos pueden combinarse. Lo garantiza el hecho de que los humanos consideremos las metáforas y los relatos como antifonales. Las ideas de Mendel sobre genética son un caso raro en la biología de la modelización pura, y tuvo que transcurrir mucho tiempo antes de que esta manera de pensar de Mendel encontrara una explicación alternativa a través de un relato, modo de explicación mucho más habitual en su disciplina. En 1902 W. S. Sutton observó que los saltamontes tenían pares homólogos de cromosomas. A la pregunta expresada en una metáfora "¿Por qué funciona el modelo mendeliano de los genes?", respondió con un relato: "Porque, para empezar, los genes están ordenados según pares de cromosomas, que yo he visto, la mitad de cada progenitor."

En economía hay mayor equilibrio ente los modos de explicación. Un economista explica el éxito del cultivo de algodón en el Sur americano prebélico indiferentemente con argumentos estáticos, de modelo (en 1860 el algodón suponía para el sur una ventaja comparativa) o con argumentos dinámicos, de relato (la situación en 1860 era el resultado de éxitos anteriores). La mejor economía, sin duda, combina los dos. El famoso papel de 1920 de Ludwig von Mises sobre la imposibilidad del cálculo económico bajo el socialismo era tanto un relato de los fracasos de la planificación central durante la guerra que acababa de terminar como un modelo para explicar por qué cualquier cosa que sustituyese al mercado estaba condenada al fracaso (Lavoie 1985: 49).

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Ludwig von Mises (1881-1973) en su biblioteca

Las metáforas están mejor adaptadas para predecir las mareas o la escasez en los mercados, simulando situaciones en un mundo contrafactual. (Se podría utilizar aquí tanto un relato evolutivo de la historia de la ciencia como un modelo de maximización sacado de la sociología o de la filosofía de la ciencia.) La física del siglo diecisiete abandonó los relatos a favor de los modelos, renunciando a todo intento de narrar cómo la gravedad era la responsable de que las cosas se cayesen y se pudieran coger del suelo; sencillamente era así, de acuerdo con esta y la otra ecuación: déjeme mostrarle el modelo. Análogamente, establecer un control de precios para los pisos producirá escasez; no pregunte por la secuencia concreta del cómo; sencillamente será así, de acuerdo con esta y la otra ecuación: déjeme mostrarle el modelo.

Por otro lado, los relatos están mejor adaptados para explicar algo que ya haya sucedido, como la evolución de los cangrejos o de la empresa moderna. El relato darwiniano había venido brillando por su ausencia en los modelos así como en las predicciones. El modelo de Mendel, que ofrecía una explicación de la evolución del hombre valiéndose de una metáfora más que de un relato, vivió en el olvido durante treinta y cuatro años, tiempo durante el cual primaban los relatos evolutivos.

Observamos idéntico contraste al constatar el fracaso de estos dos modos de explicación. Cuando una metáfora se emplea sin mayores reservas para narrar una historia se ve envuelta en contradicciones lógicas, tales como las que rodean los contrafactuales (McCloskey 1987). Si se emplea un modelo de una economía para imaginar qué habría pasado en Gran Bretaña de no haber existido la revolución industrial, la contradicción consiste en que una economía como la británica sí que experimentó de hecho una revolución industrial. Un mundo en que la Gran Bretaña de 1780 no hubiese desembocado en una revolución industrial tendría que haber sido un mundo muy diferente, tanto antes como después de 1780. El modelo pretende nadar y guardar la ropa. Contradice el relato. Análogamente, cuando un relato intenta predecir algo, extrapolándose hacia el futuro, contradice algún persuasivo modelo. El relato de los ciclos económicos puede organizar el pasado, mostrando el ascenso y el descenso de las economías capitalistas. Pero se contradice cuando se presenta como una predicción para el futuro. Si los modelos de los ciclos económicos pudiesen predecir el futuro no habría sorpresas, ni, por tanto, ciclos económicos.

Lo cierto es que cuando se trata de usar metáforas y contar relatos los economistas no son distintos a otros seres humanos. Les concierne tanto explicar como comprender, erklären y verstehen. Aquí me voy a ceñir al relatar, habiendo escrito en otro lugar acerca de la parte metafórica del cuento (McCloskey 1985). Merece la pena decir algo sobre lo que podría llamarse la poética o la estilística de la economía. Pero lo que aquí nos ocupa es la retórica de la ficción en economía.

Propongo que sea tomado en serio un aserto de Peter Brooks que aparece en su Reading for the Plot: «Nuestras vidas se ven incesantemente entrelazadas con narrativa, con los relatos que contamos, todos los cuales se elaboran y se vuelven a elaborar para que formen parte de ese relato de nuestras propias vidas que nos contamos a nosotros mismos… Estamos inmersos en narrativa» (Brooks 1985: 3). En palabras del historiador J.H. Hexter, la elaboración de relatos es "un tipo de conocimiento del que no podemos prescindir" (Hexter 1986: 8). Los economistas nunca hemos vivido sin relatos, jamás. No es una coincidencia que la novela y la ciencia económica vieran la luz a la vez. Vivimos en una edad que no ha saciado su sed de argumentos de ficción.

Cuénteme un relato, Dr. Smith. Pero, por supuesto:

Se propone a la nación un plan de pensiones en el cual "el empresario pagará la mitad". En la ley y en la nómina del trabajador quedará claro que éste ha de contribuir al fondo de pensiones con el 5% de su salario pero que otro 5% correrá a cargo de la empresa. El ejemplo es un caso paradigmático de la vieja pelea entre juristas y economistas. Se aprueba una ley "diseñada" (como dicen) para que surta este y el otro efecto. Hasta aquí llega la mente del jurista, instándonos a que consecuentemente limitemos el número de horas de las mujeres trabajadoras o a que subsidiemos el transporte marítimo. Las mujeres, piensa, quedarán en mejor situación; al igual que los barcos. Según el jurista, los trabajadores cubiertos por el plan de pensiones se verán a fin de cuentas un 5% mejor económicamente, al obtener gratis de su empresa la mitad de su pensión.

Una economista, en cambio, no querrá dejar el relato del plan de pensiones en el primer acto, el de las leyes del jurista y el legislador "diseñadas" para repartir los costes. Querrá ir más allá en el drama. Se dirá: "A los mayores costes laborales los empresarios contratarán menos trabajadores. En el segundo acto, la situación creada por la ley comenzará a disolverse. En los antiguos términos habrá ahora más trabajadores que querrán trabajar de los que el empresario desea contratar. Se formarán largas colas a las puertas de las fábricas. La competencia entre trabajadores propiciará que se reduzcan los salarios. En el tercer y último acto una parte de la parte "del empresario" –puede que toda– recaerá sobre los propios trabajadores, en forma de salarios más bajos. "La intención de la ley", concluye la economista, "se habrá visto frustrada."

Así que cuando se propuso en Chicago un impuesto sobre el trabajo los periodistas preguntaron quién pagaría el impuesto. Alderman Thomas Keane (quien resultó acabar en la cárcel, aunque no por apropiación indebida de la economía) declaró que la Ciudad había puesto sumo cuidado en la redacción de la ley para asegurarse de que lo pagasen únicamente los empresarios. "La Ciudad de Chicago", dijo Keane, "nunca gravará al trabajador."

Análogamente, cuando en 1987 el Senador Kennedy propuso un plan para que trabajadores y empresarios americanos compartiesen el coste del seguro de salud, los periódicos recogían que Kennedy estimaba "los costes totales en 25.000 millones de dólares –20.000 millones a pagar por los empresarios y 5.000 millones por los trabajadores". El Senador Kennedy nunca gravará al trabajador. El director general de relaciones patronales de la Cámara de Comercio de los EEUU (que estaba aparentemente de acuerdo con el análisis económico del Senador Kennedy respecto de dónde recaería el impuesto) dijo: "Es ridículo creer que todas las empresas…se puedan permitir tan generosa panoplia de beneficios para el cuidado de la salud." La Cámara de Comercio de los EEUU nunca gravará a la empresa.

El caso pone de manifiesto una serie de cuestiones relacionadas con los relatos económicos. Pone de manifiesto el entusiasmo que los economistas profesamos por las consecuencias imprevistas, pasión que compartimos con otros científicos sociales. Pone de manifiesto la selección de ciertas consecuencias dignas de especial atención: un contable o un científico político querrá que le digan algo sobre cómo se financió la pensión, puesto que de ello dependerá en parte la economía o la política en el futuro; los economistas suelen desentenderse de tales consecuencias. Pone de manifiesto también cómo los economistas recurrimos a ciertas escenas típicas –las colas frente a la fábrica–y a ciertas metáforas –trabajadores y bienes que se pueden comprar y vender. Pone especialmente de manifiesto el modo en que los relatos sustentan la argumentación económica. Desde Adam Smith y David Ricardo, los economistas no hemos dejado de ser adictos a pequeños relatos analíticos, el vicio ricardiano. El economista dice: "Sí, veo cómo empieza el relato; pero veo aquí dramáticas posibilidades; veo cómo se desarrollarán los acontecimientos a partir de la situación que se presenta en el primer acto."

Nadie discute que un economista es un contador de relatos cuando cuenta el relato del Consejo de la Reserva Federal o de la revolución industrial. Básica y rutinariamente, el noventa por ciento de lo que los economistas hacemos consiste en ese contar relatos. Incluso aun en el restante diez por ciento, en la parte en que más obviamente dominan modelos y metáforas, el economista cuenta relatos. Se puede ver al economista aplicado como un novelista realista o un dramaturgo realista, un Thomas Hardy o un George Bernard Shaw. También cabe ver al teórico como un contador de relatos, si bien uno no realista, cuyo argumento y personajes tengan la misma relación con la verdad que los de aquellos que encontramos en Los viajes de Gulliver o El sueño de una noche de verano. La narración satura la economía.

No parece una mala analogía. La economía es una especie de historia social. Por todo su valiente decir sobre ser ellos los físicos de las ciencias sociales, los economistas hacen mejor su trabajo cuando se ocupan del pasado, del modo en que lo hace un biólogo o un geólogo o un historiador. Periodistas y políticos piden a los economistas que profeticen, prediciendo el tiempo atmosférico social. Por desgracia, hay ocasiones en que los economistas cobran por intentarlo. Pero no es lo que saben hacer mejor, más de lo que predecir terremotos pueda ser lo que hacen mejor los sismólogos, o predecir resultados electorales los historiadores políticos. Los economistas no pueden predecir gran cosa, y ciertamente no pueden predecir provechosamente. Si fuesen tan listos serían ricos (McCloskey 1988). Los economistas somos principalmente contadores de relatos.

Bueno, ¿y qué? ¿Qué puede ganarse con pensar así de la economía? Cabe aquí dar una respuesta inmediata, que ilustra la utilidad de los usos de la analogía literaria, a saber: los relatos económicos contribuyen a aclarar por qué los economistas discrepan.

El desacuerdo entre economistas alude a la retórica de la ciencia del mismo modo que el descubrimiento simultáneo alude a su sociología. No aprecia el profano cuánto coinciden los economistas, pero no le falta del todo razón al pensar que también discrepan en muy buena medida. Tienen los economistas escuelas de pensamiento pertinaces también en sus discrepancias, escuelas que son más típicas de las humanidades que de las ciencias. ¿Por qué discrepan entonces?

Cuando los propios economistas tratan de responder se ponen sociológicos o filosóficos, si bien en sentidos que un sociólogo o un filósofo no encontraría del todo apropiados. Si están de un humor sociológico sonreirán complacientemente y explicarán que lo que mueve a los monetaristas o a los keynesianos a "diferenciar su producto", como se solazan en decir, es el propio interés. Los economistas son marxistas de la naturaleza, y disfrutan descubriendo y riéndose con un punto de malignidad del propio interés. Cuando están de un humor más filosófico y elevado hablan juiciosamente de "aproximaciones sucesivas", o de "considerar una teoría como si fuese verdadera". Algunos han leído algo de Popper o Kuhn y suponen que saben una o dos cosas sobre la Metodología de la Ciencia. Los relatos que resultan de estas empresas de sucedáneo de sociología y filosofía de segundo de carrera no resultan muy convincentes. A decir verdad, los economistas no saben por qué discrepan.

El relato económico nos brinda un modelo más rico de cómo hablan los economistas y un relato más verosímil sobre sus desencuentros. La perspectiva literaria permite entender el desacuerdo más allá del mero decir que un economista tiene intereses sustancialmente distintos de otro, o un distinto "experimento crucial", u otro "paradigma".

Bibliografía

Brooks, Peter (1985) Reading for the Plot: Design and Intention in Narrative, New York: Vintage.

Lavoie, Don (1985) Rivalry and Central Planning: The Socialist Calculation Debate Reconsidered, Cambridge: Cambridge University Press.

McCloskey, D.N. (1985) The Rhetoric of Economics, Madison: University of Wisconsin Press, in the Series on the Rhetoric of the Human Sciences.

(1987) ‘Counterfactuals’, article in The New Palgrave: A Dictionary of Economic Theory and Doctrine, London: Macmillan.

(1988) ‘The limits of expertise: if you’re so smart, why ain’t you rich?’, The American Scholar, spring.

Hexter, J.H. (1986) ‘The problem of historical knowledge’, unpublished MS, Washington University, St Louis.

Translator’s Note

As the English words history and story are both used by McCloskey in the original text, each of them conveying their particular meaning, after careful consideration I decided to translate "story" as relato and reserve historia for "history". However, there are a couple of instances when, for the sake of style, I translated "story" as historia. On several occasions, our writer uses "economists" as the subject of a sentence without being evident to me that she wishes to be excluded from the subject. As in Spanish every person or conjugated form of a verb has a different verb form (different ending), sometimes I had to guess whether the writer herself meant to be included in the subject designated by "economists". I have, therefore, translated "economists are" sometimes as "los economistas somos" (we are) and sometimes as "los economistas son" (they are). I hope not to have done a great injustice to the spirit of the original text by having altered the letter maybe a little too much.

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RECORTES DE PRENSA

La adaptación de las ingenierías a Bolonia entra en su fase decisiva (M. A.)
Aprobada la nueva Selectividad que permitirá subir nota con una prueba voluntaria
Una evaluación externa para ascender en la Universidad (J. A. Aunión)

La adaptación de las ingenierías a Bolonia entra en su fase decisiva

La guerra de las ingenierías parece haber entrado en su fase definitiva, más por el apremio del tiempo que por la voluntad de algunos de los sectores afectados (especialmente de los ingenieros técnicos).

M. A.

FUENTE: ABC Periódico Electrónico S.A., 28/10/2008

El Ministerio de Ciencia e Innovación, que dirige Cristina Garmendia y del que depende el Consejo de Universidades, ha remitido ya su propuesta y espera que antes de fin de año quede aprobada.

El texto enviado a las universidades incluye títulos de Grado de cuatro años de duración (240 créditos europeos) y masters de uno o dos años (entre 60 y 120 créditos).

En el Grado residirán las atribuciones de los actuales ingenieros técnicos y, en el Máster, las de los ingenieros superiores. Eso significa que la formación que se reciba en el Grado capacitará para desempeñar unas tareas concretas mientras que para otras se exigirá el Master. Según lo diseñado, los alumnos pueden optar por ejercer tras el Grado con las atribuciones para las que este nivel dispone o hacer un master, que les amplia al máximo el ámbito competencial. Por otra parte, Universidades y la Conferencia de Rectores (CRUE) suscribieron un acuerdo para la creación de observatorios y estudios de análisis, que aporten un conocimiento actualizado del sistema y ayuden a mejorarlo.

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Aprobada la nueva Selectividad que permitirá subir nota con una prueba voluntaria

El Consejo de Ministros ha aprobado la reforma de las pruebas de acceso a la Universidad. Entre las principales novedades destaca la regulación del acceso directo a la Universidad de los titulados de Formación Profesional de Grado Superior y la posibilidad de realizar exámenes suplementarios en materias relacionadas con las carreras deseadas para subir la nota. Las notas de la prueba suplementaria tendrán una validez de dos años.

FUENTE: El País 18/11/2008

La estructura de la prueba cambia. Habrá una primera fase con cuatro pruebas más un segundo examen tipo test sobre una materia relacionada con la carrera que el estudiante elija para subir la nota. Las pruebas presentan como novedad un examen oral de idioma (inglés, alemán, francés, italiano o portugués) que entrará en vigor en 2012, es decir, dos años más tarde de la aplicación de la nueva Selectividad para que los centros adapten a esta prueba la metodología de enseñanza del idioma. Las Universidades podrán también subir la ponderación de las notas en algunas materias que consideren especialmente relevantes para las carreras a las que los alumnos opten.

Asimismo, por primera vez, los titulados en Formación Profesional de Grado Superior y en enseñanzas de régimen especial podrán acceder directamente a la Universidad, mientras que los mayores de cuarenta años podrán hacerlo acreditando su experiencia laboral. "Es necesario adaptar a los cambios y nuevas necesidades de los alumnos y la sociedad la forma en la que nuestros jóvenes ingresan en la Universidad", señaló la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

DOS FASES PARA LA PRUEBA

La nueva selectividad se dividirá en dos fases. La primera, igual que la actual, consistirá en el examen de las materias comunes (Lengua Castellana y Literatura, Lengua extranjera, Historia o Filosofía y, en su caso, Lengua oficial). Sin embargo, se añade a esta primera prueba un examen de una asignatura de modalidad elegida por el alumno, es decir, una materia especializada de una de las tres vías por la que los estudiantes de Bachillerato optan (Artes, Ciencias y Tecnología o Humanidades y Ciencias Sociales).

Para la calificación de esta prueba, ambos ministerios han determinado que cada examen se puntúe de cero a diez y, para poder acceder a la universidad, el alumno necesita sacar al menos un cinco de media en la primera fase. Excepcionalmente, para aquellos que tengan una media en Bachillerato superior al seis, se mantendrá el actual aprobado con un cuatro.

La segunda fase de la selectividad está enfocada para aquellos alumnos que quieran competir por una plaza en la titulación con más demanda. De tal forma, tendrán la opción de subir nota haciendo exámenes tipo test sobre otras materias de modalidad diferentes a la ya examinada en la primera fase, que deberán estar relacionadas con la carrera a la que aspira, aunque no tiene por qué haberse cursado en el Bachillerato, y que serán determinadas por cada universidad al comienzo de cada curso.

PRÉSTAMOS

Además, el Consejo de Ministros aprobó la suscripción del convenio entre el Ministerio de Ciencia e Innovación con el Instituto de Crédito Oficial, que permitirá desarrollar la línea ICO-Préstamos Renta Universidad y mejorar su financiación. Con la línea de préstamos para masteres universitarios ligados a renta futura, se da continuidad a la iniciativa del Gobierno puesta en marcha en el curso 2007-2008 de implantar un sistema complementario al general de becas que permita ayudar económicamente a los jóvenes graduados que deseen cursar un master.

"Se han triplicado los fondos y se ha incrementado el límite máximo del préstamo que va ligado a la duración del máster y se ha aumentado el número de países y el plazo de amortización", explicó De la Vega, para añadir que a esta iniciativa, dotada de 150 millones de euros para este curso 2008-2009, se podrán acoger un total del 12.000 estudiantes universitarios. Así, para un máster de 120 créditos en una universidad española el préstamo podrá alcanzar el importe de 28.800 euros y en el caso de que este se curse en una universidad extranjera del Espacio Europeo de Educación Superior o en los nuevos países incorporados, EE.UU. y Canadá, podrá ser de hasta 34.800 euros.

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Una evaluación externa para ascender en la Universidad

La ansiada carrera profesional de los profesores empieza por fin a tomar forma, un año y medio después de que se aprobara la reforma de la ley universitaria.

J. A. Aunión

FUENTE: El País, 11/11/2008

Catedráticos y titulares de las universidades públicas (unos 52.000 funcionarios) tendrán tres grados (por ejemplo, C, B y A) sobre los que ir escalando cada cinco años a través de sus méritos docentes e investigadores. El Ministerio de Ciencia e Innovación ha presentado el primer borrador del Estatuto Docente e Investigador, un "texto de partida" para consultar y negociar un documento que se quiere empezar a tramitar el próximo mes.

Tres grados. Cada cinco años, los profesores podrán someterse voluntariamente a una evaluación externa de sus méritos docentes e investigadores que, cuando sumen ciertos puntos, les darán acceso a otro grado profesional (de C a B, o de B a A). Los puntos necesarios, los organismos encargados de la evaluación y las mejoras académicas y salariales concretas de cada categoría los establecerá el Gobierno en un plazo de un año tras la aprobación del estatuto. En la evaluación se valorarán la antigüedad, los méritos docentes, de investigación, transferencia de conocimiento y de gestión. La subida salarial por este concepto será complementaria a otras: los trienios, los complementos específicos, que incluyen los méritos únicamente docentes y por ocupar un cargo en la universidad, los de productividad investigadora y los que quiera poner cada comunidad autónoma para premiar el esfuerzo de los profesores.

Orientación profesional. Por primera vez se describen las tareas de un profesor más allá de las clases o las publicaciones de investigación. Serán cuatro: la docente (clases, tutorías o preparación de materiales docentes, entre otros), investigadora (proyectos, dirección de grupos, formación de investigadores), de innovación (desarrollo de patentes, creación de empresas de base tecnológica) y dirección y gestión académica. Cada profesor tendrá un plan individualizado de dedicación en el que acordará con su universidad si estará más dedicado a alguna de ellas. Todos reservarán un 20% de su tiempo a la formación continua y a otras actividades que mejoren sus funciones como profesor.

Del campus a la empresa. También se regula y fomenta la movilidad de los profesores entre universidades, centros de investigación y empresas de base tecnológica. Los docentes funcionarios podrán pasar hasta cinco años de excedencia en una de estas empresas, si han sido creadas a partir de un descubrimiento suyo. Mientras, su universidad de origen le mantendrá el puesto y le reconocerá esa experiencia. También tienen la posibilidad de pasar a un contrato a tiempo parcial en el campus para compatibilizarlo con la actividad en dicha empresa.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 28-11-2008