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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia. Marzo 2009

  Año XI. Nº 103

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DECANA DE LAS REVISTAS ELECTRÓNICAS UNIVERSITARIAS ESPAÑOLAS

Febrero 2009. Nº 102

Contenido de esta sección:

Relatos económicos (Tercera parte) (Deirdre N. McCloskey. Traducción española: Carlos Díaz Gómez)
De techumbres y ventoleras (Julio Gutiérrez)
Dr. Plinio, silencio y boca en el trombón (Sergio Luis Ferreira Passos)

Relatos económicos (Tercera parte)

Por Deirdre N. McCloskey

Traducción española: Carlos Díaz Gómez

Considerar la economía como un tipo de escritura, entonces, explica algunos de los desencuentros entre economistas. Los economistas siguen sin estar de acuerdo después de que los "resultados teóricos y los descubrimientos empíricos", como ellos dicen, se hayan expuesto para su inspección no simplemente porque diferencien su producto o padezcan de inflamación del paradigma sino por leer sin pericia, y no saberlo, un relato o un papel científico escrito en un lenguaje que no les resulta familiar. Son como el turista británico en Florencia que está convencido de que los italianos sí que entienden realmente inglés, y puede que hasta llegue a admitirlo si le hablan muy despacio y muy alto: "¡¿¿DÓNDE…ESTÁ…TU…HISTORIA??!"

Contar los relatos económicos como asuntos de comienzos, mitades y finales tiene muchos atractivos. Uno puede empezar con el puro argumento, desmontando 100 relatos económicos para quedarse con sus componentes como hiciera Vladimir Propp en 1928 con 100 cuentos tradicionales rusos (Propp 1968: 19-24): el cuento de la capitalización de los precios del trigo de Iowa, el cuento de la entrada y salida en la venta de ordenadores en los años 80, el cuento de la correcta incidencia del plan de salud de Kennedy, y así sucesivamente. Los cuentos se pueden entonces analizar según "funciones" (la palabra que usa Propp para referirse a las acciones). Y, para "properarlo" del todo, cabe preguntarse si las secuencias de funciones resultan ser constantes, como sucede en Rusia.

Suena a tarea rara y difícil de explicar. Pero en cierto sentido la economía es un caso demasiado fácil. La economía es ya estructural, como hace mucho sugiriera Ferdinand de Saussure (Saussure 1916: 79, 113). Las acciones de un folklore economista son pocas: entrada, salida, fijación de precios, órdenes dentro de una empresa, compra, venta, valoración, y pocas más. Es ciertamente este elemento estructural que la economía sabe que tiene y del que se avergüenza el que la hace tan irritante para el profano. Los economistas repiten una y otra vez: "la acción X es lo mismo que la acción Y" –el trabajo es lo mismo que una mercancía, la esclavitud es lo mismo que la capitalización, un niño es igual que un frigorífico, y así sucesivamente. La frase favorita de un economista complacería a Claude Lévi-Strauss: "En el fondo". En el fondo, el comercio internacional entre naciones no es sino comercio entre individuos, y puede modelizarse de la misma manera. En el fondo, un precio inflado lo gana alguien que percibe un sueldo de inflación, dejando inalterado el bienestar medio. En el fondo, nos debemos la deuda nacional a nosotros mismos, si bien la gente que paga impuestos podría tener sus dudas al respecto. En un campo tan altamente estructurado, cuyos principios del relatar económico conocen tan bien los principales relatadores, sorprendería encontrar nada menos que treinta y una acciones distintas, tantas como Propp encontrara en sus 100 cuentos tradicionales rusos (Propp 1968: 64). Él llegó a encontrar siete personajes (ibid: 80). Esto último parece más probable: David Ricardo en sus cuentos económicos se arreglaba con tres.

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Vladimir Propp (San Peterburgo 1895 - Leningrado 1970)

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Ferdinand de Saussure
(Ginebra, Suiza 1857 – Ibíd. 1913)

Claude Lévi-Strauss (Bruselas, Bélgica 1908)

También en economía el arte de contar cuentos sigue las menos estrictas restricciones propias de la ficción. La más importante es el sentido de un final, como en la historia del plan de pensiones. Llegue hasta el final del tercer acto. El 5% de la pensión que ganan los trabajadores "no es un equilibrio", como dicen los economistas cuando no les gusta el final propuesto por alguna persona vulgar. Cualquier descendiente de Adam Smith, ya sea por vía de Marx o Marshall o Menger, estará encantado de contarle el resto de la historia.

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Karl Marx (1818-1883) Alfred Marshall (1842-1924) Carl Menger (1840-1921)

Muchos de los desacuerdos dentro de la economía tienen su origen en este sentido de un final. Para un keynesiano ecléctico la idea del relato "Los precios del petróleo subieron, causando inflación" tiene todo el sentido, y todo lo que cabe esperar de un relato. Pero un monetarista la encontrará incompleta, ni relato ni nada, un chasco total. Como dice A. C. Harberger, no hace que la economía "cante". Termina muy pronto, en la mitad del segundo acto: un aumento de los precios del petróleo sin la correspondiente caída de algún otro precio en algún otro lugar "no es un equilibrio". Desde el otro lado, la crítica del monetarismo por parte de los keynesianos es asimismo una crítica de la línea argumental, quejándose de un comienzo errado más que de un final prematuro: ¿de qué santo lugar viene el dinero, y por qué?

Hay más que encanto o atractivo en tales asuntos argumentales. Hay carga moral. El historiador Hayden White ha escrito que "La exigencia de una conclusión en el relato histórico es una exigencia…de razonamiento moral" (White 1981: 20). Un monetarista no está moralmente satisfecho hasta que no le ha echado la culpa de todos los males al Banco de Inglaterra. El final del economista para la historia del plan de pensiones dice: "Mira: te estás dejando engañar por políticos y abogados si crees que especificar en la ley una participación del 50-50 redundará en una pensión un 50% menos gravosa para los trabajadores. Despierta; no seas infantil; no te quedes en la superficie de las cosas; reconoce las oscuras y tristes ironías de la vida." Los relatos transmiten un significado, esto es, algo valioso. En una viñeta del New Yorker se ve a una mujer que apesadumbrada retira los ojos de la pantalla de la tele, preguntando a su marido: "Henry, ¿hay una moraleja en nuestra historia?"

El sentido de adecuación en el relatar económico opera también en la más abstracta de las teorías. En seminarios de economía matemática, una pregunta casi tan habitual como "¿No te has dejado el segundo subíndice?" es "¿Cuál es tu historia?" La historia del plan de pensiones puede expresarse matemática y metafóricamente en toda su extensión como un aserto sobre la incidencia de un impuesto en un sistema de curvas de oferta y demanda en equilibrio:

w* = – [Ed / (Ed + Es)] T*

La matemática que aquí encontramos resulta tan familiar para un economista que no le hará falta explicación alguna al margen de la metáfora. Pero no sucederá lo mismo en casos menos habituales. Al igual que la audiencia del biólogo que explica las glándulas protorácicas de los cangrejos, tras toda la modelización no dejará de preguntar por qué; "¿cuál es su historia?" Su pregunta es una petición de un nivel más bajo de abstracción, más próximo a los episodios de la vida humana. Pide más realismo, en sentido ficcional, más ilusión de experiencia directa. Pide que se acerque un poco más al relato corto decimonónico, con su poderoso y nada irónico sentido del estar ahí.

Y por supuesto hasta el más estático y abstracto argumento en economía, que se niega a convertirse en nada que recuerde a un relato en su insistencia por permanecer poético y metafórico, es parte de "ese relato de nuestras propias vidas que nos narramos a nosotros mismos". Un académico tiene un relato dentro del cual el trabajo que expone no es sino un episodio: Por eso los seminarios tantas veces empiezan con el consabido "cómo llegué a este tema", porque tal fragmento autobiográfico da sentido a todo lo demás. Escuchará usted a los matemáticos quejarse si un seminario no ha estado "motivado". La motivación es un relato, con frecuencia una historia mítica sobre esa parte de las matemáticas o sobre ese conferenciante. La audiencia quiere saber por qué el argumento habría de importar al conferenciante, o a la propia audiencia. Luego vendrá la moraleja, que no puede faltar en ningún relato que se precie.

La economía como relato nos permite colocarnos en ciertos lugares desde donde ver el argumento (del relato) de la economía. Repitámoslo, el autor es un narrador o un poeta, alguien que se sirve de un relato o de una metáfora. Pero también el lector figura en el pensamiento económico. Louise Rosenblatt ha establecido una distinción entre lectura estética y eferente. En la lectura eferente (effero, llevar) la lectora se centra en lo que se ha de llevar de la lectura. La lectura eferente es la que supuestamente caracteriza la construcción de modelos y la ciencia. En la lectura estética la lectora se centra en su experiencia en el momento de leer, que es lo que supuestamente caracteriza los relatos económicos y el arte. Mas suele ser el caso que una lectura estética de un texto científico lleva en sí el argumento (el razonamiento). La sensación de "Sí: es correcto" en la última estrofa de "Entre escolares" NOTA 1 es parecida a la sensación que a uno le asalta cuando concluye la milenaria demostración de que la raíz cuadrada de 2 no puede expresarse como cociente de dos números enteros. Rosenblatt supone que "Adoptar una posición estética respecto de las instrucciones para construir una radio es posible, pero resultaría normalmente muy poco satisfactorio" (Rosenblatt 1978: 34). Bueno, sí, normalmente sí. Sin embargo, el técnico que repara un ordenador adopta respecto de los esquemas de los circuitos de un ordenador de Murrow una actitud estética: "bonita máquina", dice, y sonríe, y da con ésta o la otra solución. El físico Steven Weinberg arguye que la lectura estética gobierna el gasto de millones de dólares de dinero dedicado a investigación (Weinberg 1983). El placer del texto es a veces su significado, incluso en ciencia.

Rosenblatt anticipa tal argumento, señalando que las teorías literarias que no dan la debida importancia al papel que desempeña el lector se quedan perplejas ante obras de entretenimiento que no sean de ficción, tales como La decadencia y caída del Imperio Romano o, cabría añadir, la mejor economía aplicada. La respuesta del lector permite no perderle la pista a las lecturas estéticas cuando éstas importan. La teoría al uso de la lectura científica sostiene que ese nunca es el caso.

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Bibliografía

Propp, V. (1968 (1928)) Morphology of the Folktale, 2nd edn. trans. L. Scott and L.A. Wagner, American Folklore Society, Austin: University of Texas Press.

Saussure, F. de (1916) Course in General Linguistics, trans. R. Harris (1983) London: Duckworh.

Rosenblatt, Louise M. (1978) The Reader, the Text, the Poem: the Transactional Theory of the Literary Work, Carbondale: Southern Illinois University Press.

White, Hayden (1981) ‘The value of narrativity in the representation of reality’, pp. 1-24 in W.J.T. Mitchell (ed.) On Narrative, Chicago: University of Chicago Press.

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NOTA 1 Poema titulado "Among School Children" del poeta, dramaturgo y senador irlandés W. B. Yeats, Premio Nobel de Literatura de 1923.

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William Butler Yeats (1865-1939)

Medalla del Premio Nobel de Literatura

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De techumbres y ventoleras

Julio Gutiérrez. Universidad de Alcalá

Hemos leído y escuchado en los medios toda una serie de hipótesis, todas ellas descabelladas, sobre el porqué del desplome de un tejado en Cataluña a causa de un vendaval, que desgraciadamente ha supuesto la vida de varios niños. Que si efecto vela, que si alguien había abierto la puerta, que la estructura cumplía todas las reglamentaciones...

El problema reside, simplemente, en que los arquitectos, arquitectos técnicos y constructores nunca piensan en las posibles condiciones climatológicas adversas poco comunes y, a lo peor, se perdieron las clases de Física, no ya en la carrera, sino en la escuela secundaria.

Pongamos un pequeño ejemplo para mostrar lo peligroso que puede ser olvidar las leyes de la naturaleza.

Supongamos un tejado plano horizontal cuadrado de 20 metros de lado y una racha de viento no excesivamente fuerte de 120 Km/h y calculemos la fuerza ejercida sobre dicho tejado.

En el movimiento de los fluidos, en ausencia de turbulencias (régimen laminar), es decir, sin que se formen torbellinos, lo cual podría empeorar la situación, la conservación de la energía nos proporciona una ley conocida como "Teorema de Bernoulli", que se escribe:

p + r g h + ½ r v2 = constante

Donde p es la presión del fluido, r es la densidad del fluido, v su velocidad, en este caso elevada al cuadrado, g es la aceleración de la gravedad y h es una altura tomada desde una referencia cualquiera. De esta forma, dos puntos del fluido que tengan distinta altura (suponiendo que la diferencia es pequeña, para no tener en cuenta los posibles cambios en el valor de la gravedad), distinta velocidad, distinta presión y distinta densidad, deben tener igual la suma anterior.

En el caso que nos ocupa, tenemos el mismo fluido, el aire, que en la parte inferior del tejado (por el interior del edificio) no se está moviendo (v=0), mientras en la parte superior el viento pasa rasante a velocidad v. Como el tejado no es muy grueso, podemos despreciar la diferencia de alturas entre la parte interior y exterior de la cubierta y escribir:

(p)interior = (p + ½ r v2)exterior

A la vista de esta ecuación, para que se mantenga la igualdad, se deduce inmediatamente que la presión interior ha de ser mayor que la presión exterior, en otras palabras, no se trata de un efecto vela, donde el viento presiona sobre el tejado, sino todo lo contrario, la mayor presión del interior del edificio ejerce una fuerza sobre la cubierta que tiende a levantarla. ¿Cuánto vale esa fuerza en el ejemplo?

pinterior - pexterior = ½ r v2

La densidad del aire, para vientos no excesivamente fuertes y sin turbulencias, podemos suponerla igual a la del aire en calma, es decir, 1,293 kilogramos por metro cúbico. En caso de que el viento comprima el aire y la densidad aumente, el problema se agravaría. 120 Km/h supone 33 m/s, lo cual proporciona una diferencia de presiones de

pinterior - pexterior = 704 Newtons por cada metro cuadrado

(En la antigua unidad del sistema técnico 71,76 kilogramos por cada metro cuadrado).

Nuestro tejado tiene 400 metros cuadrados, luego la fuerza total que el aire interior ejerce sobre el tejado, y que tiende a arrancarlo de sus anclajes, es de 28.707 kilogramos.

Un tejado liviano soportará peor el viento que uno pesado. Un tejado sujeto a un muro de bloques de cemento, sin estar anclado en vigas verticales que se incrusten en el suelo convenientemente, tiene todas las posibilidades de salir disparado hacia arriba sin dificultad, arrancando los anclajes y derribando parte del muro.

Evidentemente, si alguien abre una puerta o ventana del edificio, la presión interior del aire aumentará, agravando la situación, pero aunque aumentara un 20 %, cosa imposible, ello no supondría un incremento tan grande de la fuerza ejercida sobre la cubierta, como el que supone el aumento de la velocidad del aire en el exterior.

Para que nos hagamos una idea, una racha eventual de 150 km/h (41,7 m/s) supondría una fuerza total, sobre el tejado de 47.765 kilogramos (en el sistema técnico), es decir, casi el doble que en el caso anterior, sobre un aumento del 25 % de la velocidad del aire.

Puede que las reglamentaciones permitan construir un tejado sin estar convenientemente anclado (o sin estar quebrado a fin de disminuir la superficie expuesta a la diferencia de presiones o sin tener parapetos que corten el viento que pasa rasante por la cubierta), pero independientemente de ello, los diseñadores deberían pensar que rachas de 120 km/h en un día de tormenta no son tan raras.

Piensen ustedes en algo muy simple: los aviones están diseñados para que la diferencia de velocidades del aire que circula por la parte superior e inferior de las alas los mantenga suspendidos en el aire (el aire de la parte superior del ala circula a velocidad ligeramente superior que el aire de la parte inferior, dependiendo del diseño y del ángulo de ataque, de ahí la necesidad de los alerones, para cambiar esa diferencia de velocidades a voluntad) y un 747, con su enorme peso, no tiene problemas para volar.

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Dr. Plinio, silencio y boca en el trombón

Sergio Luis Ferreira Passos, estudiante (con la colaboración de mis colegas hispanoamericanos Facundo, Claudio y Arturo). Instituto de Sicología, Centro de Filosofía y Ciencias Humanas, Universidad Federal de Rio de Janeiro.

Soy un estudiante brasileño y escribo en español gracias a mis colegas Facundo, Claudio y Arturo (argentino, chileno y uruguayo, respectivamente) que tuvieron la amabilidad y paciencia de traducir esta nota.

Yo nunca había oído hablar del profesor universitario y periodista brasileño Plinio Corrêa de Oliveira. Y, por lo que pude verificar, muchos de mis colegas de la Facultad, tampoco. Por ese motivo, cuando leí en el periódico Folha de S. Paulo, el 13 de diciembre pp., la noticia del centenario de su nacimiento, me llevé una sorpresa.

¿Cómo es posible que un hombre con esa biografía, catedrático de historia, periodista, escritor, ex diputado constituyente, ejemplo de honestidad en la vida pública, católico fervoroso, defensor de la familia, de la propiedad y del Brasil cristiano, puede estar en mi Facultad relegado a ese silencio?

También, por lo que vi, su actuación intelectual repercutió bastante en prácticamente todos los países de América Latina, en los cuales se crearon círculos de estudio y debate que, a su vez, actuaron bastante, en un plano estrictamente doctrinario, contra los gobiernos de izquierda y contra la llamada "izquierda católica".

No lo soporté y llamé a mi profesor de Historia.

- Profesor, una preguntita: ¿por qué Ud. nunca habló de ese señor, ni siquiera media palabra? ¿Porque no lo conocía, o por otra razón? No entiendo ese silencio, si se considera que el Brasil de hoy, como Ud. tantas veces dijo en sus clases, precisa más que nunca de buenos ejemplos.

Mi profesor se la tuvo que tragar e intentó salirse por la tangente, pero al final susurró:

- Todavía eres muy nuevo, recién estás saliendo del cascarón y por ese motivo no entiendes mucho de esas cosas de la TFP. Pero otro día, con más calma, te explicaré todo.

Mi profesor se corrió, como se dice en Chile, y esa actitud ambigua aguzó mi curiosidad y mi interrogación. Me dejó con la mosca detrás de la oreja. Después de todo, como muchos de mis colegas, soy independiente, intento pensar por mí mismo, soy dueño de mi propia nariz y por consiguiente, hasta que no llegue el momento de tener esa conversación con mi profesor, voy a usar el trombón...

Escribí en el Google "Plinio Corrêa de Oliveira", y apareció en primer lugar un sitio web enorme, muy completo, con millares de artículos publicados por esa personalidad brasileña, con los textos de decenas de libros, videos con entrevistas, etc., todo de libre acceso.

Por lo que pude ver, el Dr. Plinio, además de defender siempre la familia, la juventud, la propiedad y los principios cristianos, polemizó bastante con la "teología de la liberación", cuyos seguidores intentaron transformar el Brasil y otros países del continente, como Argentina, Chile, Uruguay, Venezuela, Colombia, Ecuador, etc., en una inmensa y desdichada Cuba.

Plinio fue un hombre polémico, siempre contra corriente y "políticamente incorrecto" en el buen sentido. Sospecho que por ese motivo es tan silenciado. Es también por ese motivo que quiero que el Dr. Plinio sea conocido no solamente por mis colegas de Facultad, sino por todos los jóvenes latinoamericanos.

Entonces, voy a poner la boca en el trombón para continuar preguntando el porqué de ese silencio, y para dar a conocer esa figura que puede servir de buen ejemplo para los jóvenes.

Si Ud. quiere tener el link de ese sitio web con prácticamente toda su obra intelectual, accesible gratuitamente, entre en Google.

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Vivat Academia, revista académica y de investigación del grupo CONCILIUM (Universidad Complutense de Madrid).
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Última modificación: 31-03-2009