José O. Colón Ruiz
Hoy he soñado con leyendas. He recibido una muy interesante, sobre mi pueblo,
Aibonito. Prosa viva de tiempos del pasado. De voz en voz, de pueblo en pueblo. Créame, o
no me crea, en realidad, esto puede ser una creación de la imaginación. Una roca
pequeña, agua, amor o palabras lanzadas al tiempo.
- Amo, ¿y usted es de Aibonito?
- ¡Sí, nací en el Barrio Cuyón!
- Un jíbaro auténtico.¡Oiga!, cuénteme una leyenda de Aibonito.
- ¡Umjú! Bueno, te voy a contar la leyenda, "El Puente de la
Llorosa", obtenida del libro, de Dulce María Fuentes "Arcoiris de leyendas,
cuentos y poesías".
- Ji, Ji, Ji, Ji, Ji...Yo había escuchado parte de la leyenda antes.
- La leyenda cuenta, que hace mucho, mucho tiempo, hubo una lluvia
torrencial, de varios días en todo Aibonito.
- Amo, dicen que llovió en toda la isla por varios días.
- ¡No tanto Paleto!
- Bueno así dice la leyenda. ¿Y qué sucedió?
- Bien, una tarde que una doncella regresaba a su casa...
- ¿Del trabajo, Amo?
- ¡Sí. No interrumpas, Amigo! Blisinia Albey, que así se llamaba la
doncella, regresaba a su casa de sus padres.
- Era empleada doméstica, verdad.
- Paletoooo, sí. En realidad venía caminando a pie, como de costumbre,
pues en aquellos tiempos no había autobús público. Llevaba a su hijo Paulino a la
cintura y un paquete de ropa en la cabeza.
Blisinia vivía en un sector de familias pobres que trabajaban en el
cultivo del tabaco, y otros productos agrícolas. Estas familias llegaron a Aibonito de
diferentes lugares, en busca de trabajo.
- Oiga, yo sé más sobre el hijo de Blisinia. Cuenta la leyenda, que
Lorenzano había llegado a la barriada procedente del sector Abejas en busca de sus
familiares y trabajo y fue allí que vio a la bella joven por primera vez, y que al verla
se enamoró perdidamente de ella.
- Sí, esta hermosa joven, alta, trigueña, y de buen porte también, se
enamoró del joven y bien parecido Lorenzano.
- ¡Cuénteme! ¡Cuénteme!
- Una noche, ésta se escapó con el joven Lorenzano.
- ¡Se la llevó!, como se decía antes en el campo.
- ¡Sí, Paleto!, se la llevó para un pueblo costero. Pasaron varios
meses, y un día Blisinia regresó a casa de sus ancianos padres, embarazada sufriendo y
enferma.
Pasado el tiempo nació su hijo, al que llamó Paquito.
Una tarde, en que regresaba a su casa, al llegar al puente se detuvo. Se
sentó en uno de los muros y en un descuido su niño cayó al río y la corriente se lo
llevó. Por más que ella gritó pidiendo socorro nadie la oyó.
Se dice que cuando Lorenzano regresó, ya todos habían muerto.
- ¿Quiénes, Amo?
- Blisinia, su niño, sus padres y toda la familia. Lorenzano al no
encontrar a nadie, decidió marcharse. Al pasar por el puente, justamente debajo, en la
alcantarilla encontró un niño que lloraba de hambre.
Buscó dentro de una bolsa que llevaba y sacó un pedazo de pan y empezó a
mojarlo con su boca y ya blandito se lo dio al niño. Éste lo miró con ojos grandes y le
dijo, "No me mojes el pan porque no tengo dientes". En ese momento vio que el
niño tenía una boca grandísima y unos dientes grandes. Éstos parecían bastones.
- ¡Jesús, Amo!
- Eso mismo dijo Lorenzano.¡Jesús, si éste es Satanás! Y el fenómeno
desapareció en el puente. Se cuenta que en el lugar todavía, a medianoche, a veces se
oye a una mujer llorando por su hijo.
Aquella mañana después de contar esta triste y misteriosa leyenda nos fuimos a
celebrar el Centanario de la Iglesia de Aibonito. Allí compramos el plato conmemorativo
para cooperar.
José O. Colón Ruiz
Hoy siento una figura de luz
en tu mirada.
Unas hojas, como peces,
saliendo del mar.
Preludio de sueños en el altar...
Oigo voces del infinito
cual cúmulos de luz
en las venas del tiempo.
Entonces una sombra
entra por tu puerta en la cocina,
pidiéndote el queso de la Luna.
Pidiéndote que hables al viento
y no le pidas golosina.