Jesús Miguel Sáez González, crítico de cine
miguelescine@hotamil.com
Liverpool
de Lisandro Alonso
En este silencio minimalista despojado deviene una mirada cuidadosa,
perfectamente distanciada, estudiada hasta la observación de los hechos cotidianos. Casi
en silencio los fijos largos planos secuencia se suceden dentro de unos parámetros
posibles de no acción, puede que tras estos se oculte la tragedia aunque no se sepa con
certeza.
Un marinero llamado Farrel hace escala en un puerto argentino, le vemos
deambular por el puerto, ponerse en marcha para visitar a su madre que vive en una perdida
aldea justo hacia el sur; como antes lo hemos visto en un barco mercante junto a sus
compañeros, pidiendo un permiso de dos días a su capitán para realizar unos asuntos
familiares, puede que pendientes; y de pronto nos encontramos ante una nueva realidad que
se inicia y poco a poco se irá reconstruyendo, la vida y sus resquicios y sus paisajes
asolados son ruina que van adoptando forma; o bien nos trasporta a través del paisaje
asolado justo para dejarnos a nuestra suerte; permaneciendo mudos hasta perdernos sin
saberlo, porque desconocemos luego la vuelta de Farrel al puerto; y sin embargo el
espectador extrañado de su propia extrañeza observa que el presente como un fantasma
ausente avanza sin imposturas, al tiempo que se retrocede hacia los orígenes del verbo
que fue en el pasado, porque en definitiva la historia del hombre es lineal a la vez
cíclica, o porque llegado el momento puede que quien narre lo narrado cambie de rumbo
hacia otra historia, donde se rinda cuentas al dolor del abandono, a las tensiones que
pasan o no nos pasan desapercibidas, a los por qué de un melodrama intuido que
aconteció, cuyas heridas no cicatrizan, porque siguen abiertas, seguirán abiertas,
aunque no sigamos sin saber más detalles, o estos se nos escapan; un misterio clave sin
desentrañarse; esto es Liverpool como lo fue hace tiempo Rosebud.
Ficha técnica:
Dirección: Lisandro Alonso
Guión: Lisandro Alonso y Salvador Roselli
Fotografía: Lucio Bonelli
Montaje. Lisandro Alonso, Sergi Dies
Intérpretes: Juan Fernández, Giselle Irrazabal, Nieves Cabrera
Argentina, Francia, Alemania, España 2008
Mejor Película Festival internacional de cine de Gijón de 2008
Gake no
ue no Ponyo de Hayao Miyazaki
Dos mundos que se sitúan paralelos aunque coexisten hasta el punto de
saberse enfrentados; la naturaleza, y la vida en su cotidianidad, conforman en el universo
de la animación de Miyazaki, dualidades sin juicio moral, que asomándose frente al
espejo su imagen no resulta tan extraña, salvo que algún elemento sufra una variación
en su reflejo, para permutarse sucesivamente hasta constituirse una multiplicidad de
universos infinitos posibles, incidiendo unos sobre otros hasta confundirnos sus niveles
de realidad actuando como ficciones, bajo una representación posible a través de una
reconstrucción caligráfica, de modo que lo poético sea un elemento esencial
completamente simplificado, al ser verificado - solo un híbrido, un pez con rostro de
bebé trasformado por el azar en niña restablecerá la armonía entre la naturaleza y la
civilización-.
Así mismo lo mágico como liberación onírica solo es posible, desde la
mirada adulta sin perjuicios, como una recreación de un paraíso perdido; adoptando esta
visión, recuperamos la niñez, alimentada por la imaginación y es el dibujo animado
destinatario de las propias mitologías inventadas sin ataduras racionales (en este caso
entre el mito de La Sirenita de Anderssen y las Valkyrias wagnerianas y que la
composición sonora de Jo Hisaishi se encarga de subrayar), infiltrándose en formas,
colores y movimiento agitado por las criaturas, que habitan en nuestro fértil imaginario,
exento en esta ocasión de barroquismo (véase El castillo Ambulante), solo la inocencia
como bandera y la libertad sin ataduras ni sombras como una acuarela minimalista abierta
al conocimiento, la experiencia y el inocente amor.
Ficha Técnica:
Dirección y Guión: Hayao Miyazaki
Banda sonora: Jo Hisaishi
Animación, Japón, 2008
Título en español: Ponyo en el acantilado
A propósito del sistema monetario, fiscal y financiero en España
durante el periodo del Greenback
Por Carlos Díaz Gómez
En 1864 Gustavo Adolfo Bécquer escribió
desde el Monasterio de Veruela, en Zaragoza, unas cartas para el periódico El Contemporáneo. Se había retirado al valle de Veruela
para recuperarse de una grave enfermedad que cuatro años después pondría punto y final
a su corta e intensa vida. Apenas contaba 34 años de edad.
Monasterio de
Veruela
Estas cartas son una joya periodística,
histórica, filosófica y literaria. Nos dan una idea de cómo era la vida en los años en
que los americanos luchaban en su Guerra Civil (1861-1865); en que consiguió completarse
con éxito (28 de julio de 1866) la instalación definitiva del primer cable
transatlántico, que tanto habría de cambiar la realidad monetaria y financiera del
último tercio del siglo XIX.
El cable atlántico acortó la distancia entre el Viejo y el
Nuevo Mundo, conectó el mercado monetario más importante de la época, el londinense,
con Wall Street y el sistema financiero americano.
Lombard
Street (Londres), sinónimo de mercado monetario
Corona real sobre rosa
Tudor junto al águila de Barclays, originalmente parte del friso de la antigua sede
central de Barclays en Lombard Street
En 1873, año en que vio la luz el primer
Episodio Nacional de Benito Pérez Galdós: Trafalgar, Walter Bagehot, editor de The Economist, publicó su Lombard Street, un libro que dominó el panorama
intelectual financiero hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial, y que sigue siendo
hoy del todo imprescindible, un clásico.
En septiembre de 1873 el pánico
financiero se adueñó de los Estados Unidos, acompañado de una contracción cíclica que
duró hasta marzo de 1879, cuando el Congreso de aquel país acordó el restablecimiento
de los pagos en oro (el público podía cambiar su dinero por oro según una paridad fija)
y el abandono del sistema monetario fiduciario que la financiación de la Guerra había
hecho imprescindible.
Un sistema monetario fiduciario es aquél
en que no existe un estándar (tantos dólares por onza
de oro o plata) que sirva para medir el valor legal del dinero. Este no saber muy bien qué da valor a las cosas provoca
en el administrado, en el inversor, en el ahorrador, el mismo pánico, la misma zozobra o
inquietud que provoca no saber uno a qué atenerse en cualquier otro orden vital.
Vivir decía Ortega en este sentido es sentirse perdido. Decía
también que era privilegio de la juventud no haber sido todavía. Y, añadimos nosotros,
no tener uno adonde ir supone que puede ir a cualquier sitio.
Pues bien, el periodo que media entre el
final de la Guerra Civil americana y el restablecimiento de la convertibilidad a precios
fijos, el denominado periodo del Greenback, es el objeto del segundo capítulo de la Historia
monetaria de los Estados Unidos, 1867-1960 de Milton Friedman y Anna Jacobson
Schwartz. Es un periodo de insólito interés para el estudioso del dinero. Fueron
los años en que se formó el Sistema Bancario Nacional y, más en general, una estructura
bancaria que habría de permanecer básicamente inalterada hasta el establecimiento del
Sistema de la Reserva Federal (Friedman and Schwartz 1963: 15).
Milton
Friedman
Anna
J. Schwartz
(Brooklyn, Nueva York, 1912 - San
Francisco, California, 2006)
(New York City, 1915)
Premio de
Economía en memoria de Alfred Nobel en 1976
Asesor
económico de Nixon y Reagan, nunca fue miembro de gobierno alguno
Gabriel Tortella dedica dos capítulos de
su libro El desarrollo de la España
contemporánea al dinero y la
banca, la política fiscal, monetaria y comercial de nuestro siglo XIX, y en ellos cita la
bibliografía existente sobre el tema. Por su parte, nuestro Premio Nacional de Historia
de 1990, Francisco Comín, catedrático de esta Casa, cuenta con dos volúmenes dedicados
a la historia de la Hacienda pública en Europa y en España entre los años 1808 y 1995.
Gabriel
Tortella (Barcelona, 1936)
Francisco Comín (Obón, Teruel, 1952)
En marzo del año pasado me compré con
mi dinero un ejemplar del clásico de Friedman y Schwartz. Lo tengo sobre el escritorio,
junto a mi diccionario de Webster, y casi puedo decir que nunca lo he sacado de casa.
Estoy leyendo el capítulo 2 con todo detenimiento, como quien se come un jamón.
El libro está lleno de lecciones
magistrales de teoría económica y es un pozo de sabiduría y un púgil muy peligroso
para el estudioso de los temas monetarios y financieros. En Alcalá hay un ejemplar
guardado en el sótano de la biblioteca. Para que no le dé el sol. Cuando hace un par de
años lo tuve entre mis manos, pude constatar que era uno de los libros menos leídos de
la facultad. Sólo tenía una salida correspondiente al año 84 u 82. Esto me indujo a
alimentar mi sospecha de si no sería el caso que los economistas del país no se habían
leído, ni tenían interés en leer, en serio un libro de Friedman o de Keynes en su vida,
pues muchos de los volúmenes de las obras completas de este último eran perfectamente
vírgenes cuando yo los descubrí en uno de los estantes de la biblioteca.
Sé que es una idea disparatada, que el
dinero del contribuyente está muy bien gastado aunque un futuro licenciado en Economía
no cuente con el Tratado del dinero como lectura obligatoria en sus cursos de
teoría económica. Para eso y para enriquecer al editor y al amigo del editor y al
político amigo del editor que decide qué libro tienes
que comprar para seguir el
curso y en qué Universidad te tienes que matricular para cursar tus estudios y
obtener un título oficial se han inventado los libros de texto.
Se me ha ocurrido que sería interesante
comparar el sistema monetario España nunca se acogió al patrón oro, el
sistema fiscal la forma en que se financia la Hacienda Pública y el sistema
financiero los bancos y cajas de ahorros, las bolsas de valores, las compañías de
seguros
que había en España y en los Estados Unidos en los años
inmediatamente anteriores y posteriores a nuestra Revolución de 1868.
Gobierno
Provisional de 1869: Figuerola, Sagasta, Ruiz Zorrilla, Prim, Serrano, Topete, López
Ayala, Romero Ortiz y Lorenzana (Foto: J. Laurent)