Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año V

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Diciembre 2002 - Enero 2003. Nº 41

LAS FRASES DEL MES:

La Ciencia apenas sirve más que para darnos una idea de la extensión de nuestra ignorancia.

Lamennais

Una tonelada de Ciencia no vale más que un gramo de sabiduría.

Pitágoras

El sabio no dice lo que sabe y el necio no sabe lo que dice.

Proverbio chino

De los expertos... Libéranos Domine

Una de las aficiones más extendidas entre los españoles es la de dar opiniones sin haberlas reflexionado y contrastado previamente con mucha calma. De ello, como es natural, no se libran los científicos y técnicos. No es raro asistir a debates públicos y leer entrevistas o artículos donde se observan verdaderas barbaridades. Lo peor acaece cuando los políticos, normalmente despreciativos de la Ciencia, tienen necesidad urgente de diluir responsabilidades y acuden a esos científicos y técnicos con la única intención de poderle echar después la culpa de cualquier desastre derivado de una catástrofe a los "expertos consultados".

Un ejemplo reciente, y de gran repercusión, desgraciadamente, lo encontramos en el hundimiento del Prestige frente a Galicia.

Ya de por sí es una monstruosidad aconsejar, como al parecer hicieron, dar un paseo al buque por toda la costa, mientras dejaba tras él un reguero de porquería salida de sus tanques agrietados y procedente de los desechos de refinerías. Pueden ustedes observar el desaguisado en el reportaje fotográfico publicado en este mismo número, en la página "Ambiente y Salud". Sin embargo, no vamos a analizar estos hechos, simplemente daremos un pequeño apunte de ciertos disparates verdaderamente burdos.

Lo más insultante para el sentido común y para la ciencia seria ha sido escuchar, una y otra vez, que no iba a ocurrir nada hundiendo el buque a más de 2000 metros de profundidad. Sin rubor alguno, los autodenominados "expertos" aseguraban la solidificación del fuel, sin mayores consecuencias. Todavía hoy, a pesar de las evidencias, afirman ser una cuestión de días el conseguirlo; no dicen cuantos. Eso sí, aseguran se deben sellar las grietas antes de la solidificación (?). También aseguraban (algunos todavía aseguran) la imposibilidad de aparición de nuevas grietas en los tanques debido a las altas presiones a esa profundidad.

En primer lugar, parecen olvidar que el cambio de estado de líquido a sólido no sólo es lento, sino que se produce de fuera hacia adentro y, dado el calor específico de los aceites pesados, la energía almacenada es relativamente grande. Es decir, se produce un efecto análogo al de una bolsa de magma respecto de la corteza terrestre: las corrientes de convección generadas por las diferencias de temperatura terminan por agrietar la costra sólida del fluido y salir al exterior, lo cual hemos podido verlo todos gracias a las magníficas imágenes servidas por el batíscafo.

Por otra parte, también olvidan el porqué a esas profundidades sólo se puede bajar en batíscafo y no en un submarino corriente. Los buques normales están diseñados para navegar en superficie. En la inmersión, las estructuras de los sumergibles se calculan para compensar las presiones sobre las paredes a fin de evitar su aplastamiento y destrucción. ¿Se les puede haber pasado por la cabeza, en algún momento, que el buque, ya de por sí deteriorado, iba a resistir? ¿No les recuerda este caso aquella historieta de Gila, cuando se entera de que el barco comprado no era un submarino?

Supongamos que el pecio resiste lo suficiente para conseguir la solidificación total del contenido de los tanques. Han afirmado que el agua a esas profundidades no lleva oxígeno disuelto productor de la corrosión del acero. Nuevo olvido, pues las corrientes hacen posible la existencia de ese gas vital para la vida y si no ¿cómo viven los organismos abisales? Es más, a mayor presión mejor disolución de un gas en un líquido; abran una botella de cava para comprobarlo. Tarde o temprano los tanques se agrietarán y, como un efecto dominó, tendremos la rotura total debido, precisamente, a las altas presiones.

Ahí va otro olvido. ¿No habrán pensado que el fuel, aunque solidificado, sigue siendo menos denso que el agua? En caso contrario, ¿qué esperaban? A lo mejor encontrarse una especie de iceberg de color negro en la superficie, fácil de izar a bordo de un buque. Y durante la ascensión, ¿no se producirá el efecto inverso? Lo sólido pasará a líquido y allí estarán las corrientes para repartir una nueva marea negra por todas las costas propias y ajenas.

En fin toda una serie de despropósitos muy lejos del sentido común y, desde luego, fácilmente rebatibles por un estudiante de secundaria con unos pocos conocimientos del comportamiento de la materia en sus cambios de estado. Nótese que no hemos hablado de esos iluminados oportunistas, inventores dignos de aquella publicación infantil llamada TBO, deseosos de darse publicidad con propuestas aún más descabelladas.

Podemos también suponer todo lo anterior como una especie de cortina de humo para evitar una reacción más virulenta en la opinión pública. Todo puede ser, siempre habrá "expertos" sin escrúpulos dispuestos a repetir lo dictado por los políticos para salvarles el pellejo; después vendrán las recompensas. Buena opción, pues, normalmente, la gente se cree lo dicho en la "caja tonta" sin pararse a pensar en contradicciones ni incongruencias; también la cultura del ciudadano medio ayuda en el proceso.

No obstante, hay cosas aún más graves y de secuelas imprevisibles. Se habla de la alta toxicidad del fuel vertido, es más, se recomienda el uso de gafas, mascarillas y guantes a los voluntarios dedicados a la caza y captura del llamado chapapote. De nuevo los "expertos" han olvidado algo fundamental o bien están sirviendo a intereses inconfesables. Las mascarillas utilizadas poco o nada detienen los gases desprendidos por el producto. No existe duda, tanto el fuel en sí como la serie de productos químicos añadidos en los procesos de refinado son volátiles. Las mascarillas repartidas sirven para detener partículas sólidas de un tamaño considerable, son del tipo usado por trabajadores en ambientes polvorientos. Para evitar posibles efectos secundarios a los que tan desinteresadamente están procediendo a la limpieza de aguas y playas, sería necesario, al menos, el uso de mascarillas estancas con filtros activos especiales para gases nocivos. Después lamentaremos lo ocurrido, seguro, y echaremos la culpa a las consecuencias, como siempre imprevisibles. ¿No les recuerda a ustedes aquello de cierto ministro de sanidad, físico por más señas para descrédito de su profesión? En el caso de la intoxicación por aceite de colza, cuando todavía se pensaba en un virus o bacteria desconocidos, intentó calmar a los ciudadanos con la patraña de que el bichito en cuestión era muy pequeño y, caído de la nariz o boca de un paciente, no llegaba a su vecino porque, en su encontronazo con el suelo, se mataba. Hay historias más recientes parecidas en relación con las vacas locas, el propio SIDA y un montón de etcéteras de todo tipo.

Para terminar, les proponemos a ustedes un pequeño ejercicio de investigación periodística. Indagando un poco es muy probable encontrarnos con un hecho sorprendente. ¿Se apuestan algo a que todos los "expertos" consultados por el gobierno, videntes extraordinarios en sus predicciones sobre los sucesos paso a paso, tienen el máximo de sexenios de investigación concedidos y son considerados como lumbreras en sus respectivas profesiones? ¿Qué no? Hagan la prueba y después nos escriben contando el resultado. Desde luego, ¡vaya chasco se llevarían cuando vieron salir los hilillos de fuel de las grietas inexistentes!

Desde aquí vaya nuestro homenaje a aquellos esforzados que hacen lo que pueden por salvar nuestras costas de la tragedia, al margen de políticos, de cualquier signo, tanto da, y expertos, prestos a salir en la foto, sin moverse a ser posible, y a utilizar, para bien o mal, la desgracia de unos en beneficios partidistas propios.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 07-02-2003