Editorial
Arriba Último Nro. Índice Nros. Anteriores Índices Históricos

ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico Año VII

linea.gif (922 bytes)

Junio 2005. Nº 66

LAS FRASES DEL MES:

A veces, cuesta mucho más eliminar un sólo defecto que adquirir cien virtudes.

Jean de la Bruyère

Hay cuatro cosas que no pueden ser escondidas durante mucho tiempo: la ciencia, la riqueza, la pobreza... y la estupidez.

Averroes

La chapuza nacional

Nadie duda sobre la capacidad de los españoles para hacer todo de forma chapucera. Junto con la trapacería, el engaño y el escaqueo, la chapuza es uno de los deportes nacionales con más practicantes.

Hace chapuzas el profesional autónomo, desde el dentista al albañil, pasando por toda clase de oficios; "tente mientras cobro" ha sido, y será, el lema oficial. Hace chapuzas el político; el pueblo sabe que las promesas sólo se cumplen si van en beneficio del partido correspondiente, cuando no de la propia persona. Hace chapuzas el científico, trucando, si hace falta, los datos experimentales, ¡faltaría más! Hace chapuzas el docente, enseñando lo particular como general, porque así es menos costoso y "más didáctico". Hace chapuzas el estudiante, hábil en calcular probabilidades –la mayoría de las veces erróneas- de los temas que van a "caer" en un examen, obviando que las materias, normalmente, forman un conjunto indivisible; eso por no hablar de lo mucho que se ríe la gracia del alumno que ha terminado una carrera copiando en todos los exámenes que ha podido. Aquí hace chapuzas todo ciudadano de pro, en caso contrario es mirado como bicho raro.

Ejemplo: Una de las chapuzas más recientes a nivel político ha consistido en ser los "primeros" en votar "SÍ" a la Constitución Europea. Los primeros y los últimos, porque el resto de nuestros vecinos, más enterados y menos dados al manejo desde arriba, han debido leerla y vean el resultado.

Como no podía ser menos, a nivel educacional nos toca ahora disfrutar de la chapuza de la convergencia europea.

Hasta ayer, estudiantes, medios de comunicación, pedagogos y psicólogos, padres y políticos –el español opina más de aquello que desconoce- nos han estado bombardeando con la machacona crítica de no estar a nivel europeo en los métodos docentes. "En Europa se tiene en cuenta el trabajo de los alumnos en casa", nos decían, "no se lo juegan todo a la carta del examen final". Vienen entonces las experiencias piloto antes de poner todo patas arriba. ¿Qué sucede? Algo muy simple, el nivel europeo está muy bien para los de siempre, para los señalados por el dedo por ser responsables y trabajar como Dios manda, para los que apenas distinguen un profesor bueno de uno malo, pues están acostumbrados a realizar un esfuerzo personal cotidiano -para los otros el profesor bueno es el del "compadreo", el de "todo vale" etc., el malo es el exigente-. Consecuentemente, el resto se encuentra con la desagradable sorpresa de un sistema más difícil de digerir. La evaluación continua, la verdadera, requiere asistir a clase, estar al día en el nivel de conocimientos y no dejarlo todo para las dos semanas previas a un examen final.

¿Resultado? Las autoridades académicas, cuyas "poltronas" dependen del voto de los estudiantes -por culpa de una mala concepción de la democracia educativa-, se encuentran con una avalancha de protestas y se ponen a temblar. Reflexionan sobre la forma de evitar el desastre, es decir, la pérdida de las siguientes elecciones, y deciden acudir al deporte nacional: "la chapuza". Ni cortos ni perezosos, empiezan haciéndose los tontos y a enviar mensajes intentando, "por si cuela", convencer al profesorado, que se ha tomado lo de la renovación en serio, de lo equivocado de "sus" ideas sobre lo aprobado en diferentes comisiones, juntas y demás parafernalia pseudodemocrática.

¿Cómo vamos a suspender al alumno que no ha trabajado un ápice durante todo el año? Eso sería fracaso escolar y está muy mal visto. La convergencia europea y las directrices de Bolonia están muy bien para colgarlas de una página web o hacer una presentación en "PowerPoint" y que todos vean el esfuerzo realizado por parecer modernos, pero de ahí a los hechos existe un abismo que los españoles no estamos dispuestos a salvar.

En definitiva, se nos propone un sistema educativo a la carta. El estudiante podrá elegir entre el sistema que mejor le venga en gana hasta el último momento. ¿No ha estudiado durante el curso? ¿Ha realizado las prácticas como si se tratase de una partida de mus en el bar? Pues a elegir el sistema clásico, no sea, además, que papá se entere de la verdad sobre las únicas asignaturas trabajadas: las "jarras de cerveza" y las partidas de naipes. Con el sisytema clásico se puede argumetar que el profesor es un "hijo de ..." y ha puesto un examen imposible.

Quizás debamos añadir que este resultado era la "crónica de una muerte anunciada". Por más que se insistió ante las autoridades académicas del posible desastre, vendaron sus ojos y taponaron sus oídos.

Para converger hacia el espacio europeo, en cualquiera de sus vertientes, es necesario hacer previamente un esfuerzo a nivel nacional para desterrar de las mentes hispanas lo que tantos siglos ha costado consolidar. En caso contrario seguiremos siendo la risión de nuestros vecinos.

No vamos a hablar ahora de otra chapuza educacional: "los Erasmus". Sabemos de casos de alumnos que pretenden validar créditos de asignaturas "maría" en el extranjero, donde, eso sí, han dejado bien alto el pabellón nacional en cuanto a la exportación del cachondeo español, por créditos troncales aquí. Eso mejor dejarlo para otra ocasión.

Tampoco podemos estar de acuerdo completamente con la opinión de Camilo José Cela en este mismo número (Opinión y Debate: ¿Sabemos educar?). Sí sabemos educar, como también sabemos hacer las cosas bien, pero el esfuerzo necesario para ello, ¿le merece la pena a la mentalidad española?

Como conclusión cínica, propondremos el nuevo sistema de convergencia europea, a ser posible sin que se enteren los de Bolonia del invento. ¿Para qué sirve el tener a los estudiantes nerviosos durante un par de meses al año, pensando en el examen de pasado mañana? ¿Para qué sirven a padres, pedagogos, políticos y demás rebaño las lamentaciones sobre el fracaso escolar? Al fin y al cabo, si la idiosincrasia española no cambia de raíz, seguiremos dando negativos escandalosos en informes Pisa o similares. No hay razón para rasgarse las vestiduras. Enseñemos cuatro cosas por materia, a ser posible sin sobrepasar una cuartilla (escrita con letra grande no vaya a ser...) y preguntemos exclusivamente eso en los exámenes, sólo por aquello de hacer el "paripé". Demos aprobado general –sobresaliente al que se sepa el contenido del papelillo-, y aquí paz y después gloria. No habremos acabado con la pésima imagen dada sobre los conocimientos de nuestros estudiantes, pero habremos eliminado de una vez por todas el fracaso escolar y las críticas al profesorado y los sistemas educativos.

Mientras los políticos no se enteren de la necesidad de un pacto de estado en materia de educación, con todas sus repercusiones sociales (muchas), dejando atrás la costumbre de utilizar la enseñanza como moneda de cambio en los procesos electorales y de reemplazar la legislación cuando un ministro nuevo del ramo toma su cartera, es la única solución viable que se nos ocurre. Lo demás seguirá siendo pura chapuza.

LA REDACCIÓN

Volver al principio
linea.gif (922 bytes)
Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
REDACCIÓN
Tus preguntas y comentarios sobre este Web dirígelos a vivatacademia@uah.es
Copyright © 1999 Vivat Academia. ISSN: 1575-2844.  Números Anteriores. Año VII.
Última modificación: 24-06-2005