Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico. Año X

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Julio- Agosto 2008. Nº 97

LAS FRASES DEL MES:

Si a un hombre le das un pez, comerá hoy. Si le enseñas a pescar, comerá toda su vida.
Si le enseñas a vender pescado al por mayor, se hará millonario.

Antiguo provervio japonés muy mejorado

Equilibra tus necesidades con tu riqueza y no serás pobre ni rico, sino simplemente afortunado.

Chilón de Lacedemonia

Crónica de una crisis anunciada

Desde hace varios años, muchas voces han anunciado la llegada de la crisis y, pese a las declaraciones del presiente del gobierno, nadie duda ya del grave problema al que nos enfrentamos los españoles –ya verán como el resto de europeos no sale tan mal parado-. La crisis económica, con todas sus consecuencias, ha hecho aparición y nos toca -una vez más a los mismos- apretarnos el cinturón. Desde luego, como es habitual, las rentas más altas no van a ser afectadas, los amasadores de fortunas en dinero negro se quejarán por aquello del qué dirán, pero se limitarán a sacar billetes de ese su colchón bastante repleto. Sólo aquellos que ya llegaban a final de mes con dificultades, aquellos que viven de un sueldo -por cierto, que ha ido perdiendo poder adquisitivo a lo largo de estos años de bonanza, porque nadie sabe, ni sabrá, cómo se calcula el aumento de coste de la vida-, deberán hacer cábalas y renunciar a lo esencial para salir del atolladero.

Las causas de la crisis son muchas y muchos analistas las han enunciado: aumentos especulativos del valor de la vivienda; aumentos especulativos, sin causa racional aparente, del precio de los carburantes (véase el editorial del nº 96 de VA), aumentos del coste de los alimentos por el uso masivo de los biocarburantes, ni tan renovables, ni tan menos contaminantes como se pretende; etc. Nosotros, desde estas líneas, no aspiramos a hacer un mejor ni más profundo análisis de las razones que nos han colocado en esta situación, simplemente, como unos sufridores más, intentaremos dar un enfoque al problema desde el punto de vista del sentido común de los inexpertos en la materia.

Evidentemente, la crisis ha sido provocada por la mala gestión de nuestros gobernantes, pues han impulsado al ciudadano medio hacia un consumismo salvaje, en un modelo de capitalismo irracional, donde casi todos, en mayor o menor medida, hemos aceptado, como verdad irrefutable, que un espejismo artificial de bienestar era, no sólo real, sino indefinido. ¿Si nuestro poder adquisitivo ha disminuido, qué hemos hecho para disfrutar de la orgía consumista? Endeudarnos hasta la generación de los biznietos, si no directamente a través de un banco, sí con la ayuda de una miríada de oportunistas prestamistas (a más del 20% de interés), aparecidos, en generación espontánea, con el beneplácito y complicidad de gobiernos –al fin y al cabo así se cumplían sus pretensiones- y banqueros, pues ¿de dónde salía el dinero prestado por esas financieras?

Sin embargo, aun en el supuesto de una crisis inevitable, el problema será todavía mayor porque los políticos de hoy no aprendieron las lecciones brindadas por la historia; desde luego, alguno ni siquiera ha leído aquellos pasajes bíblicos, impartidos como asignatura, en los planes de estudio de antaño, bajo el epígrafe de Historia Sagrada, llevados incluso al cine en diversas versiones.

Efectivamente, los lectores recordarán la leyenda de la vida de José, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, y de cómo, hace miles de años, fue capaz de salvar de una crisis al imperio egipcio, por el simple método de ahorrar, en épocas de vacas gordas, para alimentar después a las flacas subsiguientes. Además, el fenómeno no es puntual, la historia es lo suficientemente cíclica como para enseñarnos, sin necesidad de ser expertos economistas, ni lumbreras visionarias, que a épocas de abundancia siempre suceden épocas de penuria, o viceversa, según se mire o se elija el origen temporal de los eventos.

La lección es obvia. No para salir de las crisis, sino para ni siquiera caer en ellas, el único método viable y efectivo es el impulso del ahorro -nunca el despilfarro- en los periodos de bonanza. No obstante, ¿qué han hecho nuestros gobernantes? Justamente todo lo contrario, es decir, penalizar el ahorro y favorecer el endeudamiento y el gasto en adquisición de bienes, la mayoría de las veces inútiles. ¿Por qué? La respuesta es bastante sencilla: los gobiernos de las llamadas sociedades occidentales –algunos más, otros menos- necesitan enormes sumas para alimentar las panzas de los muchos advenedizos que rodean el aparato del Estado. En España la cosa es más grave, pues en un país pequeño mantenemos, además, diecisiete gobiernos adicionales, tan ávidos como el central de todos los recursos posibles, y no precisamente para invertir en bienes sociales; no se vayan a creer las embaucadoras palabras pronunciadas en los mítines por los políticos de turno, en realidad, sólo dirigidas a sus seguidores incondicionales. La mejor manera de recabar fondos, sin subir peligrosamente los impuestos, consiste en estimular el consumo, de esta forma los ciudadanos pagan más sin darse mucha cuenta de cómo lo hacen.

Sin embargo, algún individuo avispado pudiera tener la aviesa intención de resistirse al modelo de vida impuesto y ahorrar como hacían sus padres y abuelos ¿Cómo evitarlo? Penalizando el ahorro. ¿Se han preguntado alguna vez por qué era más rentable especular con el ladrillo que mantener una cuenta de ahorro? Los recalcitrantes empeñados en economizar vieron con asombro como: en primer lugar, les reducían drásticamente los intereses y sus ahorros crecían menos que el aumento real del coste de la vida; en segundo lugar, los bancos, en un alarde de poder, cobraban comisiones hasta por respirar el aire de la sucursal donde tenían abierta la cuenta, consiguiendo, año tras año, plusmarcas de ganancias; por último, la Hacienda Pública, que somos todos pero es de unos pocos, se entretenía en sacarle el jugo a las exiguas ganancias del ahorrador con impuestos cada vez mayores. El resultado no se hizo esperar. Hasta hace unos meses, no era raro oír decir: "Para lo que me dan por mis ahorros, mejor gastar que engordar a los bancos".

Hoy, desgraciadamente, ya no disponemos ni de unos céntimos de euro para engordar a las entidades financieras. Pero no se ilusionen, en esta crisis, les apostamos lo que ustedes quieran, los bancos no van a ser los perdedores. ¡Ah! y lo de congelar los salarios de los múltiples consejeros y demás parásitos sociales que rodean un gobierno, no les supondrá problema alguno, sus sueldos son lo suficientemente altos como para resistir esta crisis y otras mil que vengan.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 30-07-2008